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¿A veces sientes que eres capaz de mucho más de lo que la sociedad espera de ti?
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A mí me pasa.
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¿Recuerdas cuando eras adolescente?
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¿Cuando la escuela tenía menos que ver con la pasión por aprender...
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...que con obtener buenas notas?
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¿Cuántas veces estuviste sentado en clase,
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...aburrido y desesperado por salir de ahí?
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Todos los adolescentes han sentido eso.
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Albert Einstein actuó en consecuencia:
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a los 15 años, estando en clase, de pronto decidió que ya era suficiente,
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se puso de pie y se fue.
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Jamás regresó.
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¿Recuerdas cuando eras un niño y todo lo que querías era jugar con las cosas,
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desarmarlas, amarrarlas, y los adultos te decían: "No, no, no"?
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Te decían "niño bueno" cuando estabas quieto, y "malo" cuando ya no podías quedarte quieto.
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Todo con las mejores intenciones, por supuesto.
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Pero eso no lo hace menos descabellado.
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Porque de hecho, nuestra capacidad para crear y aprender...
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no tiene fronteras.
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Y los últimos estudios lo demuestran.
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En los últimos 25 años, la invención de los estudios por resonancia magnética...
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...ha permitido a los científicos ver qué partes del cerebro se utilizan para los distintos tipos de
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pensamiento.
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Ahora sabemos infinitamente más sobre cómo aprendemos y sobre qué es la inteligencia humana.
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Y es extraordinario.
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Entonces, ¿quieres saber de qué eres capaz realmente?
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Empecemos por el principio.
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El cerebro de un bebé es asombroso.
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No tarda nueve meses en crearse,
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sino siete millones de años y unas 350.000 generaciones.
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Todas las habilidades, conocimientos y talentos cultivados por nuestros ancestros
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están almacenados en el cerebro del bebé.
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Son como muchos programas de software que solo se activan cuando el bebé se relaciona con su entorno.
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Y lo más asombroso es que si no se activan en el momento apropiado,
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simplemente desaparecen.
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Pensemos en el lenguaje.
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Si un niño no está expuesto al lenguaje antes de los ocho años,
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es posible que jamás aprenda a hablar.
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Puedes ver entonces lo importante que es la interacción:
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despierta y refuerza nuestra inteligencia latente.
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Y algo más: hemos evolucionado para aprender mirando las cosas desde distintas perspectivas...
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...y conectándolas.
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Eso lo hacemos a través del juego.
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¿No sería maravilloso tener esto presente al criar a los niños?
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¿Dejarlos jugar de pequeños y también cuando se hacen más grandes?
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Según su maestro, Charles Darwin nunca llegaría lejos porque pasaba demasiado tiempo
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jugando con insectos.
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Entonces, dejemos que los niños jueguen,
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porque el juego nunca es solo un juego.
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Desde ya, esto implica invertir más tiempo y energía,
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pero a la hora de elegir dónde concentrar los recursos para que los niños aprendan,
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lo mejor es concentrarse en la pre-pubertad.
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En ese momento aprendemos imitando a las personas a nuestro alrededor.
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A partir de los 12 años, aproximadamente, esto cambia.
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Se despide el niño fácil y maleable, y aparece el adolescente rebelde y desafiante.
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Ufff, ¿qué fue del hermoso bebé?
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Miremos más de cerca qué ocurre en este cerebro.
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¿Ves lo que sucede?
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Muchísimas de las conexiones establecidas en la infancia se rompen y reforman.
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De los 12 a los 20 años aproximadamente...
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en el cerebro del joven tiene lugar el equivalente de un terremoto.
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¡Basta de aceptar lo que dicen los adultos!
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El cerebro del adolescente necesita hacer las cosas a su manera.
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"¡Oh no!" piensan los padres. "¡Oh sí!" dicen los científicos evolutivos.
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Porque si no hubiésemos desarrollado este impulso de hacer las cosas de manera diferente,
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jamás habríamos llegado tan lejos.
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Hasta hace 60.000 o 70.000 años, para los niños era conveniente crecer siendo iguales a sus padres.
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Hasta que llegó la última era del hielo.
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Debemos estar agradecidos al puñado de ancestros que decidieron separarse de sus padres condenados...
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...a morir condenados en las cavernas.
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Cosntruyeron balsas y cruzaron el océano en busca de climas más cálidos.
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Esto hizo que el correr riesgos se convirtiera en el rasgo fundamental de la adolescencia.
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No deberíamos menospreciar la adcolescencia, sino honrarla por lo que realmente es:
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la lucha decisiva, el momento en que la nueva generación desafía el status quo...
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y crea nuevas formas de ser y pensar que garantizan nuestra supervivencia.
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Imagina qué pasaría si concediéramos a la adolescencia la libertad de emprender esa lucha.
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En lugar de forzarlos a sentarse pasivamente en clase,...
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¿qué pasaría si confiáramos en que el anterior aprendizaje por imitación ahora les permite...
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...desplegar las alas y resolver las cosas por sí mismos?
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Esto puede sonar aterrador, pero no lo es.
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Porque si permitimos que su curiosidad natural surja durante la infancia...
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...los adolescentes estarán deseosos de aprender y conquistar cimas inexploradas del pensamiento.
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Y eso no es aterrador. Es altamente estimulante.
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Hemos evolucionado para ser así, es lo que nos convierte en personas plenas y adaptadas.
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Dejemos de tratar de vivir de una manera tan perfectamente contraria...
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...a la forma en que estamos programados.
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Permitamos que tanto nosotros como la próxima generación
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reivindique el increíble regalo de nuestros ancestros.
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La adolescencia no es un problema.
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Es una oportunidad.
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¡No deperdicies nuestra adolescencia! (Por favor)