La huella del arte urbano con Barry McGee y Kil Gallen | Art 21

Me gustan las cosas hechas a mano,
y ver ese toque personal en el mundo.

Cualquier día,
en el barrio The Mission en San Francisco

puedes ver un cartel pintado a mano
que sea algo peculiar.

Y quizá, si esa persona tuviera dinero
preferiría tener un letrero de neón.

Pero yo no lo comparto.

Esas obras me parecen preciosas
porque las hicieron ellos mismos.

Hay es donde encuentro la belleza.

-Um, soy una artista
y me gustan mucho esas figuras.

-¿Sabes quién las pintó?

-No, no.
-Son geniales.

A menudo en la ciudad,
hay tanto que ver y tanto movimiento,

que estas cosas pasan desapercibidas.

Pero yo sí que las veo.

(McGee) Hay bastantes discusiones
sobre lo perjudicial que es el grafiti

y los destrozos que causa.

Pero no causa ningún daño.
Se puede tapar con una capa de pintura.

Es como las canciones de los anuncios
que se te quedan grabadas en la cabeza.

Y para mí,

eso sí que hace daño.

(KilGallen) La gente mira un grafiti
y no ve más que suciedad y fealdad.

Y me pregunto, por qué
no miran las vallas publicitarias.

Sobre todo en Sanfrancisco,

donde hay millones por todas partes.

¿No es eso basura también?

Pero parece que eso no molesta.

MCGEE: los anuncios en las vallas,
la publicidad en sí son muy suversivas.

Por el contrario, el arte callejero
es mucho más cercano a la realidad.

Es la forma de arte más sublime que hay.

Llevo haciendo grafitis muchísimos años.

Nunca ha habido un momento
en el que haya pensado,

oh, tengo 25 años,
ya es hora de que lo deje.

No es algo que tuviera planeado.

Hago arte, pero ahora practicaré surf,
y después voy a pintar grafitis.

Para mí lo es todo.
Y lo he hecho desde siempre.

(KilGallen) Lo que más me inspira
para crear mis obras

es cualquier tipo de arte popular
o de arte tradicional norteamericano.

También el arte tradicional indio.

Cuando comencé
a tomarme la pintura en serio

solía estudiar mucho
las fotografías del siglo dieciséis.

El color de la tinta que usaban,

que solía ser negro y rojo,
y algunas veces azul.

Al tener experiencia
en tipografía y grabados,

se despertó mi curiosidad
por las imágenes planas y gráficas.

Y, hoy en día, mis creaciones
continúan siendo bastante planas.

Lo hago todo a mano, no esbozo.

Intento mejorar
mi enfoque y mis trazos,

pero mis obras serán siempre imperfectas,
porque es la naturaleza humana.

Cuando dibujo unas letras muy grandes,
paso mucho tiempo repasando cada línea,

una y otra vez,
intentando hacerla recta.

Y sé que nunca lo conseguiré.

Desde lejos,
puede parecer recta,

pero si te acercas,
verás las vacilaciones del pulso.

Y, creo, que hay reside la belleza.

(McGee) Me traigo
cualquier cosa que encuentre en la calle.

Algunas las uso y otras no.
A veces no les hago caso durante años.

Y, de pronto, por arte de magia,
funcionan cuando les pongo un marco.

Me gusta todo ese proceso

de haber desechado algo,
para luego más tarde

volver a buscarlo
y recogerlo para trabajar en ello.

Lo más seguro

es que acabe
en casa de un coleccionista de arte.

Y que ese objeto
vuelva a ser venerado.

El conjunto de dibujos enmarcados

suelen contener pequeñas historias
que vi en la calle y que he desarrollado

Y que dibujo y enmarco
cuando vuelvo a casa.

Siempre pienso en ellos
como si fueran una comunidad

En algunas zonas,
se llevan bien y lo pasan genial.

Pero en otras, hay tensión.
Igual que ocurre en una comunidad.

Cuando ingresé en la escuela de arte
quería saberlo todo.

Tomé clases
de instalación y de actuación.

Tenía tantas ganas de aprender

Quería saber de qué iba todo eso del arte.

Nunca hablaría mal de la escuela de arte.

Aprendí mucho sobre
el proceso de creación y documentación,

y así, sin más,
aquí tenemos arte, ¡yeah!

Todo el mundo aplaudía.
Hemos hecho arte.

Me sentía como si fuera el tío más guay.