SOY REFUGIADO: Refugiados de todo el mundo comparten su historia.

GLOBAL CITIZEN viajó recientemente a Buffalo, Nueva York, un centro de reasentamiento de refugiados, para conocer a refugiados de más de 10 países. Algunos acaban de llegar. Otros han estado en EE.UU. la mayor parte de su vida. Juntas, sus historias componen un retrato íntimo de lo que significa ser refugiado.

Fue de noche.

Estaba en una ciudad llamada Mosul,
hacia las 7 de la tarde.

Un día mi hijo va al colegio.

Oí unos disparos,

llamaron a la puerta,

la tiraron abajo
y sacaron fuera a todo el mundo.

Y vuelve al poco rato y me dice:

"Hay un hombre, muerto, en el hielo."

Gente que había en la calle, me detuvo.

Estaban matando gente a mi alrededor.

Intentaron secuestrarme,
sacarme del auto.

Están disparando a la gente
delante de mi casa.

Y empezamos a correr,
y se giran una vez

ven que hemos salido corriendo
y empiezan a gritarnos.

Le pedirán dinero a mi familia
y después me matarán.

Era joven, pero podía entender
qué estaba pasando

y era duro de ver.

Era horrible, horroroso.

Era muy peligroso quedarse más tiempo.

Así que decidí irme.

SOY REFUGIADO.

Antes, vivir en Bosnia era magnífico.

Vivíamos en paz.

De pequeña, no me faltó de nada porque
la familia de mi madre tenía dinero.

Yo tenía un pequeño negocio allí,
un restaurante.

Las cosas iban a veces bien,
a veces menos bien.

Como suele pasar.

Pero un día, sin aviso,

sin que nos lo esperáramos,
un día empezó.

Estábamos fuera cuando empezó el bombardeo.

Nos pilló desprevenidos.

Me marché a los 11 años.

A los 8.

Creo que tenía 16 años.

Nuestros padres nos dijeron
que tomaríamos el autobús.

Nos dijeron que íbamos a la ciudad,
al parque de atracciones.

No sabíamos que nos íbamos para siempre.

La mayoría de los iraquíes
no pueden vivir en un campo.

Nunca estuvimos en un campo de refugiados.

Vivíamos en un campo de refugiados.

Unos dos años en el campo de refugiados.

Crecí en el campo de refugiados.

No se sabe el destino final.

Parecía que acabaríamos en Finlandia,

y de pronto parecía que iba a ser Suecia.

Fue todo un proceso,

y evaluaciones para tener el visto bueno.

Al final, nos dijeron que iríamos

a Buffalo, Nueva York.

Pensábamos que era la ciudad de
Nueva York, pero no.

Venir a Estados Unidos

también fue un desafío.

Es una transición muy rara,
180 grados.

Todo resultaba difícil.

No salimos de casa en tres días.

El inglés era

algo extrañísimo para mí.

Mi inglés era... cero.

No podía hablar con nadie.

En el colegio, estaba siempre sola,
allí sentada.

Recuerdo que me preguntaron:
"¿Cómo se llama?"

Y mi respuesta fue: "Sí".

Todo era diferente.

Lo primero, el clima.

Era la primera vez que veía edificios grandes.

La primera vez en mi vida

que dormía en un colchón.

Tomamos el autobús y nos pasamos
dando vueltas como tres horas

porque no sabía que, para bajar,

hay que pedir parada.

Y al final, mi padre se decidió y dijo:

"¿Saben qué les digo? Voy a salir."

"Allí hay una tienda, y
la gente entra y sale".

"Pues voy a ir".

Mi madre y yo nos quedamos
mirando por la ventana

a ver si volvía sano y salvo.

Y volvió muy contento
porque el dueño de la tienda

era yemení
y, claro, hablaba árabe.

Mi padre rebosaba de satisfacción.

Pensábamos que solo había
personas de un tipo,

pero cuando llegamos aquí
y vimos que había

blancos

asiáticos
africanos

Gente de todo tipo, así que,
"Oh, OK, quizás cabemos nosotros también".

Empecé a buscar trabajo
después de un par de meses.

Mi primer trabajo fue de mecánico.

Yo trabajo en facturación médica.

Es mi primer año en la facultad.

En estos momentos trabajo como intérprete,

y me encanta.

Cuando una empieza a trabajar,
se siente orgullosa de si misma.

Mi primer salario fueron 8,50 $.
Estaba tan contento.

Ayudo a otras personas en mi misma situación.

Llamo a mi padre cada día,
"¿Se siente orgullosa ahora?" me dice.

Tengo suerte de estar aquí y

volver a clase,
lo que tienen que hacer todos los jóvenes.

Esta comunidad me hace sentir

muy acogido.

Solo se me ocurrió una forma
de devolver lo que me dieron.

No soy rico, así que no puedo pagar con dinero.

Decidí unirme a las fuerzas armadas.

Y hasta el día de hoy, ya llevo
unos 13 años.

[Entrevistador:] ¿Qué siente que
dejó atrás,

o qué es lo que más añora
de su vida anterior?

Echo de menos toda mi vida.

No es fácil dejar a las personas
que amas.

Añoro...

la sensación de estar conectada,
de pertener.

Es algo que sigo buscando.

Me gusta cómo son las cosas aquí,
pero no me han cambiado mucho

porque todavía siento en mí
de dónde vengo.

La verdad es que no añoro mi país.

Porque aquí he encontrado lo que me faltaba.

Quiero ser más, quiero ser mejor,
no sé si sabe a qué me refiero.

¿Con qué sueño?

Oh, tengo muchos sueños.

Mi sueño era ir al colegio

y fui, unos ocho años.

Lo que sentí cuando me gradué

es inigualable.

Como, oír en voz alta el propio nombre.

Un sueño hecho realidad,
comprar una casa por primera vez.

¿Cuál es su sueño para el futuro?

Me gustaría ser cantante.

Ya está, se ha hecho realidad.

Cuando veo a mis hijos crecer
en un lugar seguro,

estudiar lo que quieren,

no tener que hacer algo
que no les gusta,

ese es el sueño. ¿Qué más necesito?

Me llamo Immaculée.

Yo soy Nadeen Yousef.

Felix Madgi.

Hola, yo me llamo Masarra Faek.

Soy de Iraq.

Bután.

Burundi.

Birmania.

Soy refugiada, soy una ciudadana global.

Soy una ciudadana global.

Soy un ciudadano global.

SOY REFUGIADO.

SOY MADRE.

SOY HIJA.

SOY ESPOSO.

SOY HERMANO.

SOY AMIGO.

SOY VECINO.

SOY ESTUDIANTE.

SOY EMPRENDEDOR.

SOY UN CIUDADAO GLOBAL.