La psicología para vencer un enfermedad incurable | Bob Cafaro | TEDxCharlottesville

Después de un estremecedor diagnóstico que empezaría a privar a Bob Cafaro de su habilidad para actuar, la fuerza de voluntad y los cambios en su vida diaria le permitieron vencer todo pronóstico.

Bob Cafaro tocaba música de cámara a tiempo completo y formó parte del personal docente de la Universidad de Virginia hasta 1983, cuando se volvió invitado habitual en la Orquesta de la Ópera Metropolitana. Después se unió a la Sinfónica de Baltimore y en 1985 se convirtió en miembro de la Orquesta de Filadelfia. En 1999, Bob enfermó de una esclerosis múltiple agresiva, que lo dejó prácticamente ciego y sin poder usar sus manos. Sin embargo, desafió el pronóstico de los doctores, y logró una completa y extraordinaria recuperación. Desde entonces, ha escrito un libro, ha sido miembro del Trío de Rajmáninov desde 2003 y ha desarrollado la pasión de participar en actividades de voluntariado y su compromiso con la comunidad.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

En diciembre de 1998,
después de cumplir 40 años,

comencé a experimentar un extraño
entumecimiento en mi pierna derecha,

pero no le di mucha importancia.

Aproximadamente una semana
después, en un ensayo,

mientras bajaba de la tarima al escenario,

mi pierna derecha colapsó allí mismo.

En aquel momento,
me examinaron dos médicos

quienes dijeron que era solo
un pinzamiento, nada de qué preocuparse.

Muy bien.

Dos meses después,

empecé a perder la visión
periférica del ojo izquierdo,

lo que se convirtió
en una situación preocupante,

entonces vi a un neurólogo
por primera vez.

Me examinó y me dijo:

"Tiene esclerosis múltiple".

No quería oír eso.

Lo único que sabía
sobre la esclerosis múltiple

era que la gran chelista
Jacqueline du Pré

dejó de tocar a los 26 forzosamente

y después murió de complicaciones
causadas por la enfermedad a los 42.

Ya se imaginarán

que le digan a un chelista profesional
que tiene una enfermedad debilitante.

No hay peor ciego
que el que no quiere ver.

No pretendía aceptarlo.

Entonces, cuatro meses después,

empecé a perder la visión
periférica del ojo derecho.

Me asusté mucho, porque mi ojo izquierdo
no había acabado de recuperarse.

Aproximadamente una semana después,

me enfermé por un virus
estomacal, o eso pensé.

Pero no desaparecía.

Resultó ser un periodo prolongado
de algo llamado "cinetosis".

Siempre vomitaba.

Devolvía la comida o el agua,
y así seguí una semana,

por lo que acabé en el hospital
a causa de una deshidratación aguda.

Me dieron de alta cuatro días después,

pero no podía mover las manos.

Ya no podía tocar el chelo.

Apenas podía caminar.

Tenía incontinencia.

Sentía como si una corriente eléctrica
me recorría todo el cuerpo.

Oía helicópteros todo el tiempo.

Fui donde mi neuroftalmólogo,

a quien estuve visitando
los últimos seis meses.

Me tomó un examen básico de la vista,

en el cual no pude ver ni las letras
más grandes en el tablero.

Luego, prosiguió
con la prueba del campo visual

en la que te dan un contador

y haces clic cada vez que veas
una luz destellar en la periferia.

Me quedé congelado:
ni un solo clic, no podía ver nada.

Probó con el otro ojo,
me quedé allí y, de nuevo, nada.

Detuvo la prueba y pronunció
unas palabras que nunca olvidaré:

"Te daré un certificado
de discapacidad permanente".

¡Vaya que ya era demasiado!

No sé qué sucedió en ese momento,
pero algo se apoderó de mí.

Le dije: "Puede agarrar ese certificado
y usarlo como supositorio",

(Risas)

porque iba a regresar
a trabajar en seis semanas

cuando la temporada de orquestas comience.

(Aplausos)

Le dije: "Regresaré al trabajo
en seis semanas

cuando la temporada empiece".

Y me preguntó: "¿Cómo vas a lograrlo?".

Él no creía que fuera posible, pero yo sí.

¿Qué hago entonces? Esta es la situación:

Estoy completamente quebrado,
mi sistema nervioso central desapareció.

No puedo hacer nada.

Hay una historia de un tractor
que se atasca bajo un paso a desnivel.

Traen a ingenieros
estructurales a la escena.

¿Cómo levantan el paso a desnivel?

¿Cavan ranuras en el pavimento
debajo de las ruedas?

Un niño de seis años
aparece en su bicicleta y dice:

"¡Oiga, señor! ¿Por qué no deja
salir el aire de las llantas?".

(Risas)

Todos tuvimos seis años alguna vez,

pero lo olvidamos
con el tiempo y la educación.

Así que le dije a ese niño de seis años
dentro de mí: "Necesito tu ayuda.

Debes enseñarme a dejar salir el aire
de las llantas de esta enfermedad".

Juntos, empezamos a buscar eso
que los expertos habían ignorado.

Lo primero que hice fue una cura de agua.

Comencé a beber una cantidad de agua
equivalente a la mitad de mi peso corporal

y me di cuenta de las primeras
señales de mejora.

Me fijé en otros aspectos.

Vi los índices de esclerosis
múltiple en el mundo

y noté que los índices
de las naciones más pobres

son un tercio de las naciones
ricas e industrializadas.

Observé que Japón, donde ya había vivido,

con sus problemas ambientales
y de superpoblación,

tenía bajos índices de la enfermedad.

Vi el Estudio de Centenarios de Okinawa:

más de 900 personas mayores de 100 años,
todas en perfecto estado de salud.

Así que empecé a creer que nuestro
opulento y lujoso estilo de vida

está conectado con altos índices
de esclerosis múltiple.

También estudié algo llamado
"el efecto placebo".

Fue en este caso donde el niño
de seis años me ayudó.

Si analizan los ensayos clínicos,

verán gente que, inexplicablemente,
mejoró en el grupo placebo,

lo cual es considerado
una anomalía por los expertos.

El niño de seis años me dijo:
"Algo sucede aquí".

Empecé a estudiar el efecto placebo

meditando en dos sesiones
de 30 minutos cada día.

La esclerosis empezó a entrar en remisión
y a salir de mi cuerpo por completo.

Otra cosa que hice fue utilizar
experiencias a lo largo de mi vida.

Estaba una vez en una excursión,

no muy lejos de aquí,
en el Parque Nacional Shenandoah.

Después de tres días en el bosque, llegué
a un centro de información turística.

Vi un letrero grande con la hermosa
fotografía de un ciervo.

Decía:

"No alimente a los ciervos.

Cuando da comida a un ciervo,
como frituras y golosinas,

está reduciendo su esperanza
de vida en un 30 %".

Entonces, pensé:

(Risas)

"Voy a imitar a este ciervo",

y básicamente adopté su dieta.

Un ciervo toma agua, come vegetales,
probablemente algunos insectos...

Me salté esa parte...

(Risas)

Algo más que empecé a hacer

fue estudiar a las personas
que lograban lo imposible.

¿Cómo lo hacen?

El ejemplo más simple es de 1954.

La primera persona en correr
1,5 km en menos de cuatro minutos

fue Roger Bannister.

Antes de él, la gente decía:

"¡Es imposible! El cuerpo humano
no puede hacer algo así".

Él fue capaz. No es una meta imposible.

El beisbolista Nolan Ryan,
en su séptima jugada sin "hits",

lanzó la pelota a 154 km
por hora a los 44 años.

Retrasó el proceso de envejecimiento
del cuerpo humano 25 años.

Entonces, adopté su estilo de vida:

cada mañana comienzo
con yoga, estiramientos,

levantamiento de pesas,
ciclismo, de todo un poco.

Tengo un estilo de vida muy disciplinado.

En 2013, tuve el privilegio de conocer
a alguien que logró lo imposible:

Nando Parrado,

quien sobrevivió al famoso accidente
aéreo en los Andes en 1972.

Cuando el avión se estrelló en invierno,
en lo alto de las montañas,

Nando fue lanzado desde la fila nueve
contra un mamparo delantero.

Su cráneo se fracturó en cuatro lugares.

Lo dieron por muerto y lo colocaron
en el frío junto a los otros cuerpos.

Tres días después, despertó de un coma,

y 72 días después del accidente,

Nando apareció en la falda
de una montaña y consiguió ayuda.

Este hombre atravesó 60 km

en una de las cordilleras
más difíciles del mundo en invierno.

Nunca había visto la nieve,
no tenía entrenamiento en supervivencia,

sin guantes, sin botas,
sin equipo ni comida.

Su única fuente de comida era la gente
que había fallecido en el accidente.

Los equipos de alpinismo
que reconstruyeron su ruta

dijeron que lo que
este hombre hizo era imposible.

Cuando lo conocí, le dije:

"Siempre quise conocerte y agradecerte
porque fuiste una de mis guías

cuando estaba acabado.

Yo no debería estar aquí".

Y él me contestó:

"Yo tampoco debería estar aquí".

Y cuando este gigante
me abrazó, algo me sacudió.

Sentí por primera que vez me había
curado de esta enfermedad incurable.

Volví con mi neurólogo

a quien no veía hacía 11 años,

y volvió a realizar varias resonancias
de mi cerebro y médula espinal.

En 1999, mi cerebro tenía
más de 50 lesiones activas,

y la de mi médula espinal
era de 3,5 cm de largo.

Trabajé muy duro para recuperarme,

y, fiel a mi palabra, volví
a trabajar en seis semanas

cuando la temporada de orquestas comenzó.

No fue fácil, pero seguí yendo;
nunca falté al trabajo.

No fui a trabajar cinco semanas
el año que me hospitalizaron.

En fin, en 2013, me hicieron una serie
completa de resonancias magnéticas.

Cuando mi neurólogo vio
los resultados, me dijo:

"Hiciste lo imposible".

Porque ya no había más lesiones
ni rastro alguno de la enfermedad.

Y lo cierto es...

Estaba tan quebrado en 1999,

pero me esforcé mucho,
y me recuperé totalmente.

Logré usar mis piernas de nuevo,
y también la vista.

Puedo llegar al baño si tengo que ir.

Ya no oigo helicópteros,

y ya no siento que recibo
una corriente eléctrica,

pero lo más importante
es que recuperé el uso de mis manos.

(Aplausos)

(Música de chelo)

(Música: Danny Boy)

(Fin de la música)

(Aplausos)