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Hace unos 10 000 años,
los humanos empezamos a cultivar.
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La agricultura fue una revolución
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que marcó un hito en nuestra historia:
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Empezamos a asentarnos,
a construir y crear.
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La agricultura dio lugar
a la civilización.
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Hoy un 40 % del planeta
es tierra cultivada.
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Esparcidas por todo el mundo,
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estas tierras agrícolas son piezas
de un rompecabezas mundial
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que todos enfrentamos.
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En el futuro, ¿cómo alimentaremos
de forma saludable a cada miembro
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de una población que no deja de crecer?
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Alcanzar este objetivo
requiere nada menos
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que una segunda revolución
en la agricultura.
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La primera se caracterizó
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por la expansión y la explotación,
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alimentando a las personas a costa
de bosques, animales y agua,
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y, en el proceso, desestabilizó el clima.
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Esta vez no contemplamos esa opción.
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La agricultura depende de un clima estable
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con estaciones y condiciones
climáticas previsibles.
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Así que no podemos seguir expandiendo
las tierras de cultivo
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porque eso socavará
las condiciones medioambientales,
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que, en primer lugar,
hacen posible la agricultura.
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La segunda revolución de la agricultura
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tendrá que aumentar la producción
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de las tierras a largo plazo,
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y proteger la biodiversidad, el agua,
y reducir la contaminación
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y las emisiones de gases
de efecto invernadero.
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Entonces, ¿cómo serán
las granjas del futuro?
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Este dron es parte de una flota
que vigila los cultivos.
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La granja puede parecer desordenada
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pero usa la tierra de
un modo muy estudiado,
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que combina cultivos y ganado
con hábitats silvestres.
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Los métodos convencionales despejaban
grandes extensiones de tierra
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para plantar un monocultivo,
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acabando con la vida silvestre
y emitiendo ingentes cantidades
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de gases de efecto invernadero.
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Este enfoque intenta corregir ese daño.
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Mientras tanto, entre los cultivos,
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se desplazan equipos de robots
dosificando fertilizantes.
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Dentro de la tierra, cientos
de sensores recopilan datos
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sobre nutrientes y niveles de agua.
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Esta información reduce
el uso innecesario de agua
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e indica aplicar más o menos fertilizante
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en lugar de generar contaminación
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con un rociado de toda la granja.
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Pero en las granjas del futuro
habrá algo más que sensores y robots.
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Estas tecnologías nos ayudarán
a producir alimento
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en armonía con el medioambiente
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y no contra él,
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teniendo en cuenta los matices
de los ecosistemas locales.
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Las prácticas agrícolas de menor costo
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también ayudarán a
lograr esos objetivos
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y son mucho más accesibles
para muchos agricultores.
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De hecho, muchas de estas prácticas
ya se usan hoy
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y su efecto se irá notando gradualmente
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a medida que las adopten
más agricultores.
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En Costa Rica, los agricultores
combinan tierras de granja
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con hábitat tropical
de manera tan exitosa
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que han ayudado a duplicar
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la superficie de bosques del país.
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Eso proporciona comida y hábitat
a la vida silvestre,
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y fomenta la polinización natural
y el control de plagas
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gracias a los pájaros e insectos
que atraen estas granjas,
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produciendo comida
y a la vez reparando el planeta.
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En EE.UU. los rancheros crían ganado
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en prados de especies nativas,
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generando una valiosa fuente de proteínas
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mediante métodos de producción
que acumulan carbono
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y protegen la biodiversidad.
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En Bangladesh, Camboya y Nepal,
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las nuevas formas de cultivar arroz
pueden reducir drásticamente
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las emisiones de gas de efecto
invernadero en el futuro.
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El arroz es un alimento básico
para 3000 millones de personas
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y es el sustento principal
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en millones de hogares.
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Más del 90 % del arroz
crece en arrozales inundados,
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que consumen mucha agua
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y liberan un 11 % de
emisiones de metano al año,
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que corresponden a
entre el 1 % y el 2 %
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de las emisiones anuales de
gases de efecto invernadero.
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Al experimentar con nuevas
variedades de arroz, irrigar menos,
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y adoptar formas menos laboriosas
de plantar semillas,
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los agricultores de esos países
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ya han aumentado sus ingresos y cosechas
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y a la vez reducido las emisiones
de gases de efecto invernadero.
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En Zambia, muchas organizaciones
están invirtiendo
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en métodos locales para mejorar
la producción de cultivos,
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para reducir la pérdida de bosques
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y para mejorar el sustento
de los agricultores locales.
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El objetivo es aumentar en casi un cuarto
el rendimiento de los campos
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en las próximas décadas.
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Si esto se combina con métodos
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para combatir
la deforestación de la región
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se podría convertir al país
en un sector agrícola
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resiliente y centrado en el clima.
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Y en India,
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donde se pierde hasta
un 40 % de la cosecha
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o esta se desperdicia debido
a una pobre infraestructura,
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los agricultores
han empezado a implementar
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cápsulas de refrigeración
con corriente solar
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para que miles de granjeros
conserven su producción
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y sean una parte viable
de la cadena de suministro.
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Todos estos métodos,
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de los más sofisticados
a los más económicos,
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serán necesarios para
revolucionar la agricultura.
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Las intervenciones de alta tecnología
amplificarán
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las tácticas climáticas y de conservación
aplicadas a la agricultura,
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y los grandes productores
tendrán que invertir
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en implementar dichas tecnologías.
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Mientras, tendremos
que ampliar el acceso
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a métodos más económicos para
los agricultores de menor escala.
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Esta visión de la agricultura del futuro
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también requerirá un cambio mundial
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hacia dietas más vegetarianas
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y hacia una reducción considerable
del desperdicio de alimentos,
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lo que reducirá
la presión sobre la tierra,
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y así los agricultores podrán
sacar más partido a lo que tienen.
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Si optimizamos la producción de
alimentos en tierra y en el mar,
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podemos alimentar a la humanidad
dentro de los límites medioambientales
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de la Tierra,
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pero hay un muy pequeño margen de error
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y supondrá una cooperación
y coordinación mundial sin precedentes
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y una coordinación de las
tierras cultivadas actuales.
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(Música suave)