Fe en querer y poder: cada estudiante puede tener éxito | Dra. Abir Abed | TEDxWeizmannInstitute

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED.

La Dra. Abir Abed afirma que los profesores apasionados tienen gran influencia sobre sus alumnos. Esta influencia será mayor si realmente creen que los estudiantes quieren tener éxito y pueden tenerlo. Ella habla de tres directrices que sabe que dan buenos resultados, y que practica cada vez que enseña.

Tengo que confesar algo.

Pero primero, quiero que
me confiesen algo Uds.

¿Cuántos están haciendo lo que
realmente aman en la vida?

Levanten la mano.

(Público ríe)

Bien, gracias.

Confieso esto:

Ni en mis peores pesadillas
imaginaba que sería profesora.

Sí, estoy haciendo lo que amo
en la vida: ser profesora.

Soy Abir, la Dra. Abir Abed.

Me gustaría contarles mi historia
y cómo ocurrió este cambio drástico.

Hace 25 años, me gradué en la Facultad
de Ingeniería Química del Technion,

el Instituto Tecnológico de Israel.

Empecé a buscar trabajo.
No encontré un trabajo adecuado.

Por falta de oportunidades,

empecé a enseñar en el instituto
Al Galil en Nazaret,

porque quería ganarme la vida,
y porque no tenía alternativa.

Ahora tengo que contarles
porque el Al Galil era especial.

Al Galil es la única secundaria
no selectiva en Nazaret,

la mayor ciudad árabe
del norte de Israel.

Es una secundaria árabe mixta.
La mayoría de sus alumnos son chicas.

La gran mayoría tiene un
rendimiento académico medio

y vienen de familias con
estatus socioeconómico bajo.

Me gustaría que retrocedan conmigo
25 años a mi primer día en la escuela.

En el fondo, estaba muy nerviosa.

Tenía la sensación de
que no debía estar allí.

Lo primero que pensé al pisar
el patio de la escuela fue:

"Renuncia y vuelve a casa".

La primera clase fue un gran trauma.

Entré al aula;

en vez de presentarme
y conocer a los estudiantes,

me puse de pie cerca de la pizarra,
detrás de la mesa del profesor,

como para protegerme de las
miradas fijas de los estudiantes.

Tenía los apuntes en una mano
y la tiza blanca en la otra

y empecé a enseñar con
voz baja y temblorosa.

Fue un monólogo. Me sentí
muy mal y traté de fingir.

Los estudiantes notaron

mi incomodidad al minuto

y toda la clase se convirtió
en un gran lío.

Me sentía impotente.
Simplemente no sabía qué hacer.

Al final del día, estaba
muy deprimida, muy agotada,

y supe que tenía dos opciones,
y que tenía que tomar una decisión.

La primera y más fácil era renunciar.

No quiero ser profesora, nunca
lo quise, es todo. Punto.

La segunda era aceptar
el desafío y continuar.

Como imaginarán, hice lo segundo.

Decidí elegir una historia
diferente para mi vida

y para la vida de mis estudiantes.

Decidí ser profesora.

Decidí ser profesora de química.

Decidí ser la profesora de química.

Puede que se pregunten:
"¿Por qué? ¿Por qué te quedaste?"

Bueno, creo que tiene que ver con
la educación que me dieron mis padres.

Nací en una familia pobre.

Papá era panadero,
y mamá ama de casa.

Un salario debía mantener a 10 personas.

Éramos 6 chicos y 2 chicas.

Pero a pesar de las
dificultades económicas,

mis padres nos animaron a estudiar
para tener una educación superior.

Mi padre solía decir:

"La educación superior les asegurará
una vida digna con un buen salario".

Al enfrentarme a esos estudiantes
en la clase, a pesar del lío,

me identifiqué con ellos.

Su lugar de procedencia me era familiar.

Pude entender por qué actuaban así.

¿Por qué deberían escuchar a una extraña
que habla un lenguaje extraño?

El lenguaje de la química.

El resultado fue claro para mí.

Los estudiantes elegirían
el camino más fácil,

dejarían de aprender, como
antesala del abandono escolar.

En esa época ya era madre.

Y pensé: "No quiero
que mis propios hijos

tengan una experiencia
que los lleve a pensar

siquiera a pensar,
en dejar de aprender".

Sentí una gran responsabilidad.
Lo vi como mi propia misión.

Creo que todos actuamos
según nuestras convicciones,

y creo de todo corazón que todo
estudiante quiere triunfar

y todo estudiante puede triunfar

y sabía que estaba lista para dar
lo mejor de mí para que triunfaran.

¿Pero cómo?

¿Cómo animar a los estudiantes
a participar e involucrarse?

En esa época, no sabía cómo
hacer eso como lo hago hoy.

Por lo tanto, sabía que tenía que
obtener mi certificado de enseñanza.

Después de eso, seguí
y obtuve mi máster,

así como mi doctorado en
Enseñanza de Ciencia y Tecnología.

Y después de 25 años de
experiencia y aprendizaje,

sigo 3 directrices que sé
que dan buenos resultados,

por eso las practico cuando enseño.

La primera es:

Los estudiantes aprenden mejor
si controlan su aprendizaje.

El aprendizaje real implica "hacer",
no solo "escuchar" u "observar".

Como dijo Confucio:

"Dime y lo olvidaré,
muéstrame y recordaré;

involúcrame y entenderé".

Todos hemos sido estudiantes
que escuchaban conferencias.

Hemos mirado diapositivas
o videos y nos preguntamos

¿cómo recordar esto en futuros exámenes?

Les sugiero que involucren a sus
estudiantes en el proceso de aprendizaje

para que no tengan que recordar
conocimiento sino reconstruirlo.

Esto requiere desplazar el foco
del profesor al estudiante,

y la mejor manera de hacerlo
es el trabajo en equipo.

Dos cabezas son mejor que una.

Los estudiantes se involucrarán
haciendo preguntas,

discutiendo, y llegando a conclusiones.

Involucrarse en el trabajo en equipo
hace al aprendizaje significativo

y dota al estudiante de habilidades
necesarias para el trabajo futuro,

como buenas habilidades de
comunicación interpersonal.

Pero ¿qué encontramos en casi todas
las escuelas públicas y la universidad?

Los profesores hablan, hablan, y siguen
hablando y los estudiantes escuchan.

Eso es una conferencia.

¿Están familiarizados con eso de:
"Si uno no escucha no aprende.

Voy a repetirlo para que quienes
no entendieron, por favor escuchen"?

Seguramente sí.

Bueno, estas palabras educan
a los estudiantes para ser pasivos.

Y les recuerdo, para lograr un verdadero
aprendizaje y una participación real

no se debe hablar a los estudiantes
sino principalmente escucharlos,

para que puedan expresarse
libremente y sin temor.

Así, la segunda directriz es: los
profesores deben escuchar a sus alumnos.

Los profesores deberían escuchar,
y los estudiantes deberían hablar.

"Escuchar" es una de las palabras
clave en una buena enseñanza.

Cuando los estudiantes advierten que
sus ideas y preguntas son legítimas

y son escuchadas, suelen
volcarse en el aprendizaje.

La tercera directriz es:

hacer la lección auténtica y relevante
para la vida de los estudiantes.

En vez de decirles qué vamos
aprender hoy, díganles por qué.

¿Por qué es importante
que aprendamos eso?

Por ejemplo, no puedo
empezar una clase diciendo:

"Hoy aprenderemos la configuración
de los electrones en los orbitales

y qué sucede cuando la luz
interactúa con la materia".

¿Les dará esto ganas de saber

cómo configurar los
electrones en los orbitales?

¿Entienden al menos lo que significa?

¿A quién le importa?

Un profesor inspirador empezaría
la misma clase preguntando:

"¿Saben qué le da a los fuegos
artificiales sus colores característicos?

¿Y qué le da a frutas y hortalizas
sus colores característicos?

¿Por qué el pepino es verde?
¿Por qué el tomate es rojo?"

Totalmente diferente, ¿no?

"Ahora, ¿quieren saber las respuestas?

Deben aprender sobre la configuración
de electrones en los orbitales, etc."

El aprendizaje alcanza la cumbre
si se da en un contexto auténtico.

Enseñar bien tiene que ver con
tener química con tus estudiantes.

Tiene que ver con ser humanos,
y creer en la capacidad de éxito

y de ser profesional todo el tiempo.

¡Qué emocionante es que un
ex-alumno diga "la química resultó ser

un tema interesante para mí
después de que casi la odiaba.

Mi reticencia se hizo curiosidad
y mis temores a fracasar, un desafío"!

Y otra dice que su sueño
es ser profesora de química

y enseñar igual que yo.

Los resultados hablan por sí mismos.

Mis estudiantes están en el decil
más alto en términos de logros

en el examen de matriculación
establecido por el gobierno,

realizado al final de la secundaria.

Tenía muchas clases llenas de gente
y tan problemáticas que lloré.

Me preguntaba, ¿cómo hacer
que en 10 meses sobresalgan

en el examen final fijado
por el gobierno?

Y fue difícil.

Sin pasión por enseñar ni fe,
habría sido un fracaso garantizado.

Los profesores apasionados tienen
gran influencia sobre sus estudiantes.

Esta influencia será
mayor si realmente creen

que todo estudiante quiere
tener éxito, y puede tener éxito.

Como profesora de química,
me encantan las fórmulas.

Por eso aquí escribí la fórmula
para el éxito garantizado.

E es igual a P por C al cuadrado.

E de éxito,
P de pasión por enseñar,

y C de creer; uno tiene
que creer en dos cosas.

Los estudiantes quieren tener
éxito, y pueden tener éxito.

Y si todos creemos que nuestros
chicos pueden tener éxito, lo tendrán.

¿Saben por qué?

Porque solemos conseguir
lo que esperamos.

Enseñar bien tiene tanto que ver
con la pasión, como con la razón.

Creo que cada estudiante tiene derecho
a tener el mejor profesor posible.

Quiero que a mis hijos les enseñe
un profesor así, ¿y Uds.?

Todos tenemos que escuchar más
a nuestros estudiantes e hijos,

proporcionarles un ambiente cálido,
de apoyo y hacerlo con amor.

Créanme, ellos se lo agradecerán

y corresponderán con
participación y respeto.

Los profesores inspiradores enseñan

no porque tienen que ganarse
la vida y no tienen otra opción

sino porque eligen hacerlo con gran
amor cada día que llegan a clase.

Gracias.

(Aplausos)