Cómo los inmigrantes y refugiados pueden generar cambios políticos | Maytham Alshadood | TEDxMileHigh

Cuando el inmigrante iraquí y veterano de guerra Maytham Alshadood llegó a Denver, Colorado, su principal prioridad era conseguir un titulo universitario, pero las leyes del estado lo hacían prácticamente imposible. En esta inspiradora charla, Maytham explica qué pasa cuando los refugiados e inmigrantes luchan por sus derechos.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Crecí en Bagdad, en Irak.

Era un niño durante la Guerra del Golfo

y un adolescente cuando, en 2003,
llegaron las primeras tropas de EE. UU.

Empecé a estudiar veterinaria en Mosul,

pero la violencia sectaria empeoró tanto

que tuve que postergar
mis estudios y volver a casa.

Mientras tanto, mis amigos y yo
conseguimos trabajo

e instalábamos conexiones a internet,

y la mayoría de nuestros clientes
eran contratistas de EE. UU.

Siempre fui muy bueno
con el inglés, desde niño.

Y cuando mi amigo me preguntó:

"¿Quieres ser intérprete de guerra
para el ejército de EE. UU.?",

le dije: "¡Caramba, sí!".

Tenía muchas ganas
de ser parte de la solución,

de servir a ambos países,

reconstruir el nuevo gobierno iraquí

y crear una mejor vida
para mi propia gente.

(Aplausos)

Pero nunca imaginé que esta decisión
cambiaría mi vida para siempre.

Ahora bien, cuando digo
que era intérprete de guerra,

quizá imaginen que era
como un traductor Google humano

entre los estadounidenses y los iraquíes.

Y yo también creía eso
antes de comenzar a trabajar.

Pero enseguida aprendí
que los intérpretes de guerra

son mucho más que simples traductores.

Para ser un buen intérprete,

debes conocer a la perfección
cada matiz cultural,

cada dialecto con sus giros idiomáticos,
su jerga y su entonación.

Por ejemplo,

en mi dialecto nativo,
para preguntar "¿Cómo estás?",

tienes que decir "¿De qué color eres?",

lo cual suena un poco racista, ¿no?

(Risas)

Lo cierto es que si Uds.
solo hablaran árabe moderno,

y no los dialectos nativos de Irak,

probablemente se ofenderían.

Pero si conocieran
este matiz cultural en particular,

sabrían que la otra persona,
en realidad, se mostraba respuetuosa

y solo quería saludar.

(Risas)

Los intérpretes de guerra eran
enlaces culturales y generacionales,

consejeros y agentes
de redes de inteligencia.

Fuimos el nexo entre las tropas de EE. UU.
y las poblaciones locales.

Y ese vínculo, ese hilo de confianza,
es tan delgado como un cabello.

Tener a un intérprete de aliado
significa tener a cientos

o miles de aliados más.

El problema es que los terroristas
se dieron cuenta de que, para tener éxito,

necesitaban romper ese vínculo.

Los intérpretes de guerra
se convirtieron enseguida en objetivos.

Les pusieron precio a nuestras cabezas,
decenas de miles de dólares.

Pelotones enteros salían ilesos,
excepto el intérprete,

que podía ser víctima
de una explosión sincronizada

o de un francotirador.

Y si no podían encontrarte,

iban por tu familia
hasta que daban contigo.

Y me di cuenta de que
no importaba qué pasara,

ni cómo terminara la guerra, yo sería
un objetivo de ellos toda mi vida.

Cuanto más me quedara,

más probabilidades tenía
de que me mataran o secuestraran.

Al final, me encontrarían y me matarían.

Así que solicité el visado especial

para los miembros del ejército de EE. UU.

Fue un extenuante proceso de 14 pasos.

Tuvo que autorizarme
toda la cadena de mando.

Tuve que pedir cartas de recomendación

a tenientes con los que había trabajado
y a generales que solo había oído nombrar.

Tuve que demostrar
que mi vida corría peligro

por los servicios que había prestado
al ejército de los EE. UU.

También me pidieron presentar
un montón de documentos

que ni siquiera sabía que existían.

Y después, a esperar.

Me despertaba a mitad de la noche
para actualizar mi correo electrónico

con la esperanza de ser aceptado.

Cuando tu vida pende de un hilo,

un mes puede parecer todo un año.

Mientras tanto,
las cosas seguían empeorando.

Recuerdo cuando vi
un taxi con tres chicos dentro

que se alejaba del control fronterizo.

Iban a su casa a ver a sus familias.

Unos minutos más tarde,
los insurgentes les dispararon,

y tuvimos que ir a rescatarlos.

Cuando llegué, uno ya había muerto,

otro estaba tomando su último aliento

y el tercero tenía lesiones
que no le permitían moverse.

Esa era, sin duda,
la peor parte de mi trabajo:

rescatar los cadáveres de aquellos
con quienes había prestado servicio.

Pero al fin, después
de dos años de espera,

recibí un correo de la embajada de EE. UU.
que decía "¡Felicidades, lo conseguiste!".

(Aplausos)

No podía dejar de abrir
el pasaporte una y otra vez

solo para ver mi visa.

No lo podía creer.

Sentía como si hubiera conseguido
un boleto al resto de mi vida.

Quizá un boleto solo de ida,
pero ¿que más da?

Estaría seguro de nuevo,
y mi vida volvería a la normalidad.

Así que empaqué solo una valija,

que era todo lo que nos permitían llevar,

me despedí de mis padres y de mis hermanos

y cuatro vuelos después,
aterricé en Denver.

(Risas)

(Aplausos)

Ya en Estados Unidos,

mi prioridad sería terminar mis estudios

para finalmente conseguir
un título universitario.

Pero cuando fui a inscribirme,

me encontré con que ningún crédito
que había conseguido en Irak era válido,

aunque todos estaban traducidos y avalados

por el Ministerio
de Educación Superior iraquí

Y lo peor,

me dijeron que era un alumno
no residente en el estado,

(Risas)

lo cual no tenía sentido.

No tenía otro estado adonde ir.

Acababa de llegar.

(Risas)

No tenía dinero para la matrícula
de alumno no residente,

ni podía pedir un préstamo.

Así que, una vez más,
tuve que posponer mis estudios.

¡Estaba furioso!

(Risas)

No soy el primer refugiado
o inmigrante que llega a Colorado.

Seguro hubo otros que se toparon
con esta ley antes que yo.

¿Por qué nadie lo había solucionado?

Bueno, para cambiar las leyes
se necesita una voz poderosa

y un conocimiento profundo
de nuestro sistema político.

Y si eres un refugiado,

casi por definición, te han oprimido.

En general, se trata del mismo gobierno
que supuestamente tiene que representarte.

Cuando era niño,

recuerdo que hubo
un referéndum presidencial en Irak.

La boleta decía:

"¿Aprueba al Presidente Saddam Hussein
como presidente de la República?

¿Sí o no?".

No había más opciones, solo Saddam.

(Risas)

Cuando mis hermanos
mayores fueron a votar,

había un miembro del partido gobernante
de Saddam, al lado de la urna,

que les exigió mostrar sus boletas.

Si ese hombre hubiera visto cómo votaron,

mi familia habría sufrido represalias.

Usaron esta estrategia del miedo

en cada centro de votación del país.

Al final,

se presentó el 99,47 % de los votantes

y, de alguna forma,

el 99,99 % de esos votantes
aprobó la presidencia de Saddam.

(Risas)

Al menos nos ahorraron tener
que lidiar con los comicios electorales.

(Risas)

(Aplausos)

Pero, ya en serio,

así es como se manifiesta
la opresión política.

Y no es solo en Irak.

Esto pasa hoy en todo el mundo,

en países como Siria,
Corea del Norte y Myanmar.

En estos regímenes,

se espera que la gente
trabaje para los políticos.

Y después venimos a lugares
como Estados Unidos,

donde se espera que los políticos
trabajen para nosotros.

(Risas)

Es muy difícil reconciliar
estas dos realidades políticas.

Como inmigrantes y refugiados,

tenemos que superar cada impulso
de callar y de quedarnos quietos.

Porque cuando no hablamos,
otros toman el control del discurso.

¿Vieron que casi todos los que hablan
sobre inmigrantes y refugiados

en la tele, las noticias, el Capitolio
e incluso sobre el escenario de TED

no son ni refugiados ni inmigrantes?

Público: ¡Sí!

(Aplausos)

M. Alshadood: Así que rara vez
hablamos por nosotros

y, como resultado, todo
el espectro político nos presenta

como gente indefensa que necesita ayuda
y que no tiene nada que ofrecer,

lo cual es mayormente erróneo.

En una democracia,

si no peleas por lo que te corresponde,
te hacen a un lado.

Y eso es lo que pasa ahora
con los inmigrantes y refugiados.

Así que esperé dos años
para poder matricularme.

Trabajé como guardia
en el zoológico de Denver,

caminando de noche,
controlando a los animales,

escuchando charlas TED
en el teléfono para matar el tiempo.

(Risas)

(Aplausos)

Al fin, entré a un instituto
de educación superior

y luego a la universidad.

Ocho años después de llegar a EE. UU.,

obtuve mi licenciatura.

(Vítores) (Aplausos)

Ahora trabajo a tiempo completo
como enfermero de trasplantes.

(Vítores) (Aplausos)

Pero tardé ocho años,
demasiado tiempo desperdiciado.

Fue frustrante.

Fue desalentador.

Dejé de quejarme
de todo lo que no me gustaba

y decidí hacer algo al respecto.

Además, no quería que
futuros refugiados o inmigrantes,

futuras generaciones
de inmigrantes o refugiados

me culparan

por no haber resuelto nada
antes de su llegada.

¿Cierto?

Sabía que el cambio real,
sostenible y duradero

sucede a nivel político.

Mi punto de partida obvio
era el problema de la matriculación.

Quizá podía ayudar a cambiar la ley

para garantizar una matrícula estatal
automática a refugiados e inmigrantes,

que habían servido
y se habían sacrificado,

que tenía mucho que ofrecer a la nación.

No una donación,

no una matrícula gratis.

Nosotros pagaríamos como todos,
pero según la tarifa estatal.

Por un tiempo,

me miraron como si estuviera loco
por querer cambiar una ley.

Pero hallé dos aliados

y empezamos a solicitar reuniones
con funcionarios electos.

Finalmente, un senador de Boulder
acordó ayudarnos

y solicitó una excepción

para introducir nuestro proyecto
en las sesiones ordinarias de 2018.

¡Sí, un progreso!

Yo estaba sumamente emocionado.

Pero había un problema.

Ese proyecto del ley del Senado,
el 18-87, o 'SB 87' para abreviar,

se introdujo en el Senado de Colorado,
dominado por los republicanos,

cuando el discurso contra los refugiados y
la inmigración estaba en su peor momento.

Fue elevado de inmediato
al Comité de Asuntos Estatales,

conocido también
como el "comité de la muerte".

(Risas)

Sí.

Donde los buenos proyectos van a morir.

(Risas)

Tanto detractores como simpatizantes
nos dijeron que el proyecto no avanzaba.

Y realmente empecé a dudar
si podríamos lograrlo.

Pero no nos íbamos a rendir.

Reunimos a cada refugiado,
inmigrante, veterano,

afgano e iraquí relacionado con EE. UU.
que tuviera una historia,

y los pusimos frente a ese comité
para que dieran su testimonio.

Unos veteranos contaron

que los intérpretes de guerra eran
a veces la diferencia entre vivir y morir,

que familias enteras
servían junto con nuestras tropas

a pesar de que se convertían
en objetivos una por una.

Un veterano dijo que,
tras regresar de Afganistán,

se sintió perdido hasta que se reunió
con la comunidad local de refugiados.

Pocos legisladores pueden cuestionar
la verdad de un veterano

y, en nuestro caso, nadie lo hizo.

Cuando fue mi turno de hablar,

les dije que no estaba allí

para arrebatarles el sueño americano
a mis compatriotas estadounidenses.

Soy la prueba de que podemos ser parte
de ese mismo sueño.

(Aplausos)

A decir verdad,

fue como construir el avión
mientras lo volábamos.

(Risas)

Ese fue mi primer encuentro
con la política de EE. UU.

Pero al contar nuestras historias,

superamos al "comité de la muerte"
y a todo el Senado de Colorado

con un voto unánime.

(Ovaciones) (Aplausos)

Este proyecto que parecía de extrema
izquierda para ser aceptado,

se convirtió en ley en abril.

Y hoy,

cada inmigrante y refugiado
que se establece en Colorado

tiene derecho a la matrícula
estatal apenas llega.

(Ovaciones) (Aplausos)

Este es el plan de trabajo ahora.

Estamos organizando a los refugiados
e inmigrantes para que alcen la voz,

voten, cambien las leyes,

hagan una vida mejor
para ellos y para los demás.

Pero los números no ayudan;

somos muy pocos.

Pero podemos compensarlo

si nos comprometemos
con cada etapa del proceso político.

No se trata solo
de inmigrantes y refugiados.

Se trata de todos nosotros.

Es fácil decir que el juego está arreglado
y que el sistema es parcial.

¿Y saben qué?

Estoy de acuerdo.

El sistema no es perfecto,
está lejos de serlo.

Pero la falta de compromiso y la apatía
no van a resolver nada.

Y no olvidemos
que no se trata de lo que fue,

sino de lo que será.

Y si no estamos conformes
con los actos de quienes nos precedieron,

empecemos de nuevo y hagámoslo
mejor para los que vendrán después.

Gracias.

(Ovaciones) (Aplausos)