Qué nos puede enseñar el amor sobre afrontar lo imposible | Teju Ravilochan | TEDxMileHigh

Esta charla se presentó en un evento local TEDx, producido de manera independiente de las conferencias TED.

¿Son imposibles nuestros mayores retos o simplemente difíciles? En esta charla inspiradora, Teju Ravilochan examina algunas combinaciones especiales de determinación y colaboración que podría descifrar el código de nuestros problemas "imposibles".

Durante la mayor parte de mi vida adulta
me han fascinado dos preguntas:

"¿Cómo solucionar
problemas imposibles?"

y "¿Cómo logro que una mujer guapa,
inteligente y divertida salga conmigo?"

(Risas)

Empiezo a sospechar que la respuesta
a estas dos diferentes preguntas

tienen de hecho mucho en común.

Eso se debe a algo
que me pasó en la universidad.

En la universidad, tenía pánico
a pedirle salir a las chicas

hasta tal punto de que un grupo
de mis amigos y yo hicimos un pacto

para que la próxima vez que conociéramos
a una chica que nos interesara,

teníamos que pedirle salir.

Un par de semanas más tarde,
conocí a una mujer llamada Alison.

Ella entraba en una clase y yo salía.

Me quedé boquiabierto, literalmente.

Casi nunca en mi vida he visto
a una mujer tan guapa.

Nunca podré hablar con ella.

Me fui,
(Risas)

e intenté no hablar con ella
todo lo que pude.

Un día, sentado en el centro
de estudiantes de mi universidad

veo que ella está sentada a 30 m
trabajando con la computadora.

Yo estaba con mis amigos Daniel y Ben
con los que había hecho el pacto.

De repente empiezo a volverme loco.
Y me dicen: "Hombre ¿qué te pasa?"

Y yo: "Bueno, hay una chica, Alison.
Es muy guapa".

"Tienes que pedirle salir".

"No, eso es
lo que no voy a hacer".

"Sí, lo vas a hacer. Has hecho
un pacto. Tienes que hacerlo".

Siguieron presionándome,
y yo resistiéndome,

hasta que ya dije: "Vale".
Me levanto y ella a 30 m.

Empiezo a andar hacia ella.

¿Alguno de Uds. ha pedido
alguna vez a alguien salir?

(Risas)

Saben lo terrorífico que es.

Nunca me he visto en una situación
de vida o muerte,

pero esto fue lo más parecido.

Mi corazón empezó a latir intentando
salirse del pecho y huir.

No tenía aire en los pulmones, me sudaban
las manos y tenía la garganta seca.

Voy hasta Alison y le digo:
"Hola, Alison".

En realidad fue más: "Hola, Alison".
Mi voz se resquebrajaba.

(Risas)

Ella se levanta y dice:
"Oh, eh..."

Le digo: "Teju".
Y responde: "Sí, Teju".

Hablamos un rato. No sabía
de lo que estaba hablando

porque pensaba en lo que
estaba a punto de hacer,

y solo de pensarlo me asustaba
y me hacía temblar.

Mi cuerpo temblaba.
(Risas)

y cometí un error fatal.

Apoyé una mano en la mesa
en vez de mantenerme firme,

pero, si recuerdan, tenía
las manos sudadas, así que hago esto

(Risas)

Y me di contra la mesa
y ella: "¿Estás bien?"

"No, no estoy bien",
me digo a mí mismo.

(Risas)

Pero ya había perdido toda
la dignidad, así que fui a por todas:

"Alison, esto es de locos,
pero ¿quieres salir conmigo?

Es tan atenta y considerada,
y me dice: "No".

(Risas)

Al parecer no salía con nadie.

Actualmente estaba centrada en ella.

Hablamos un rato...

(Risas)

Vuelvo a la mesa,
me siento con Daniel y Ben

y me sueltan: "¿Qué ha pasado?".

Les cuento lo que me pasó, la historia.

Pero sorprendentemente algo pasó ese día,

algo cambió en mí para siempre.

Es el hecho de que sobreviví.

(Risas)

Dando paso a ese momento,

30 metros que me separaban
de donde se sentaba Alison,

me vinieron a la mente
pensamientos increíbles.

Mi mente me decía:
"¿Qué estás haciendo?

Date la vuelta, no lo hagas,
porque cuando lo hagas,

te dará una bofetada,
te llamará asqueroso,

todos se darán la vuelta

y te mirarán en plan:
'¿En qué estabas pensando?'

y estaré destrozado,
mis amigos avergonzados,

nunca tendré el valor de hacerlo de nuevo,
perderé toda confianza

y pasaré mi vida sin un duro
y solo en el sótano de mis padres".

(Risas)
(Aplausos)

Pero nada de eso pasó.

Ella fue dulce. Le alegré el día,
me dijo. Fui un héroe para mis amigos

y nadie miró más allá
de sus computadoras

o de lo que estuvieran haciendo.

No pasó nada de lo que tenía miedo.

Y en ese momento, en ese día,
me di cuenta: "No era imposible para mí".

No era imposible pedirle salir
a una mujer.

Simplemente era difícil.

(Risas)

Así que ahora, si fuera a encontrar
el amor (esa búsqueda no terminó),

tendría que hacerlo de nuevo,
y lo hice, una y otra y otra vez,

y la mayoría de las veces recibía un "no".

(Risas)

Pero en una ocasión especial,
alguien dijo "sí".

Y en otra ocasión más especial todavía,

ese "sí" resultó en un significativo
y duradero amor,

justo lo que estuve buscando
todo este tiempo.

Lo que aprendí de esta historia

es que si intentamos hacer cosas
que creemos imposibles,

nos damos cuenta de que tal vez
sean difíciles, pero no imposibles.

Si somos capaces de intentarlo
una y otra vez,

incrementamos la probabilidad
de que lo logremos.

Durante el camino,

nunca hay una manera
para hacer algo difícil

sin la ayuda y fe de nuestros amigos.

Daniel y Ben me hacían responsable
de lo que era imposible para mí.

Mi pregunta ahora es qué podemos
aprender del amor y su búsqueda,

cómo perseguimos lo imposible.

Si piensan en el amor,

es muy improbable que suceda
entre dos personas.

Hay 7 mil millones de personas
en el planeta para que encuentren a una

con la que puedan pasar
el resto de su vida,

que comparta sus intereses,

que esté a una altura similar a la suya.
(Risas)

Todas esas cosas son muy improbables

y aun así, estamos dispuestos
a encontrar el amor

aun a riesgo de sufrir desamor
una y otra vez porque creemos

que la búsqueda merece la pena.

Así que mi opinión es:

se requieren las mismas habilidades
para perseguir lo imposible

y quiero compartir algunas historias
acerca de ello.

La primera es acerca de intentar:
¿qué lleva convertir algo

de imposible a difícil solo intentándolo?

Esta historia es sobre Tim Terriss.
Alguno puede que haya oído hablar de él.

Es autor de La semana laboral de 4 horas
o El cuerpo perfecto en 4 horas.

Lo hace todo en cuatro horas.

(Risas)

En consecuencia, es un famoso
bestseller del New York Times

al que invitan a charlas
por todas partes.

Uno de esos sitios fue la
Universidad de Princeton, su alma mater.

Habló ante 300 estudiantes
del máster de ADE

y en mitad de su charla, dijo:
"Quiero intentar algo, un experimento.

Les voy a desafiar a hacer algo

y si alguno lo logra,
le daré un gran premio,

así que quédense después de clase
para saber de qué se trata".

De los 300, 20 se quedaron
para saber cuál era el desafío.

Aquí está:

se trata de contactar con tres personas
que aparentemente son imposibles:

Bill Clinton, Richard Branson y Oprah.

(Risas)

Quien consiga el mayor progreso
en contactar con ellos

ganará un viaje pagado
por Tim Ferriss

a cualquier parte del mundo.
¡Un increíble y maravilloso premio!

Tim Ferriss volvería en una semana
para evaluar al ganador y darle el premio.

Volvió en una semana

y se sorprendió por el resultado.

¿Cuántos estudiantes, de los 20, creen
que intentaron el desafío?

(Audiencia)
Dos. Cuatro. Cinco. Dos.

¿Uno? ¿Dieciocho? ¿Todos?

Cero.

(Sorpresa)

Ningún estudiante intentó el desafío.

Unos dijeron que estaban ocupados,

otros que tenían finales, que su hermano
había ido a verlo, etc.

Pero la verdad es que todos pensaron
que los demás lo harían mejor que ellos

y que la tarea era imposible.

Tim Ferriss se decepcionó
y dijo:

"¡Si alguno hubiera redactado un email
que dijera 'Querido Bill', habría ganado"!

(Risas)

Lo increíble de todo esto

es que la gente tiene miedo
a las cosas imposibles

que ni siquiera lo intentan,
pero déjenme decirles algo

que todos los que hemos recibido
una respuesta de Bill Clinton

tenemos en común:

Le escribieron un email. Lo intentaron.

(Risas)

Es crucial que lo intentemos,
pero no es suficiente

porque si afrontamos
los problemas imposibles,

seguramente un intento no será
suficiente para que funcione.

Tenemos que intentarlo una y otra vez.

Para ello, tengo una historia
sobre el amor

de mi podcast favorito:
This American Life.

Puede que alguno lo conozca. ¿Sí?
(Aplausos)

Es una historia sobre los números primos.
¿Los recuerdan?

Números como el 3 o el 7, divisibles
solo entre ellos mismos y entre 1.

Durante cientos de años
los matemáticos se han preguntado:

¿Cómo predecir números primos altos?

Son fáciles cuando son bajos,
pero ¿cómo saberlos

cuando tienen 10 dígitos, 16 o más?

En 1644, a un matemático francés
llamado Marin Mersenne

se le ocurrió un algoritmo
para predecir números primos altos.

El algoritmo era:
2 a la "n" menos 1,

donde "n" es un número primo.

Intentémoslo: dos al cubo es...
¡Ocho! ¡Muy bien! (Risas)

Menos uno: siete. Es un número primo.

¿Dos a la quinta potencia es...?
Treinta y dos, sí, lo he oído.

Menos uno: treinta y uno. ¡Excelente!
Parece que el algoritmo funciona.

Marin Marsenne publicó un artículo
donde detallaba el algoritmo

y decía que el mayor número
que podía encontrar

era 2 a la 67 potencia menos 1.

Desafortunadamente no demostró nada,

y hacen falta pruebas.

Seguramente tuvieron profesores
que les decían: "¡Demuéstremelo!".

Pero él no tenía pruebas

y se fue tras publicar el artículo.

Así que durante años,
los matemáticos no supieron

si el algoritmo funcionaba o no...

... hasta 1903, 259 años después,

cuando en una convención matemática,
un hombre llamado Frank Nelson Cole

salió a la pizarra para hablar sobre
la factorización de los números primos.

Cuando le llamaron,

salió a una pizarra, en frente de todos.
Sin decir una palabra,

tomó la única tiza que había
y escribió en la pizarra:

"2 a la 67 potencia menos 1 igual a"

y después un número de 21 dígitos.

Se va al otro lado de la pizarra,
todavía sin decir nada,

y escribe un número de 12 dígitos y,
debajo, uno de 9.

Dibuja un signo de multiplicación
y una línea

y comienza a multiplicar,
tal y como nos enseñaron a nosotros.

1 por 9 es 9. 2 por 7, 14.

Bajas el 4, me llevo 1. Así.

300 de los mejores matemáticos
del país estaban en la sala

y nadie decía nada

porque de repente estaba claro
lo que estaba en juego.

Durante una hora, Frank
estuvo multiplicando.

Una hora sin decir nada
ante matemáticos paralizados,

suponiendo que estuvo multiplicando
y sumando bien los números, claro. (Risas)

Y al final de la hora en silencio,

Frank Nelson Cole escribe
un número de 21 dígitos,

el mismo al que había escrito
al otro lado de la pizarra.

Al instante, los 300 matemáticos

se levantan y aplauden fuertemente
porque acaban de hacer historia.

Se puso fin a un enigma

de 259 años de antigüedad
gracias a Frank y a su pizarra.

¡Increíble! Pero no es
lo más interesante de la historia.

Lo más interesante es cómo lo descubrió.

Al parecer, le costó todos los domingos
durante 3 años,

es decir, estuvo en su estudio
todos los domingos durante 3 años,

escribió este número de 21 dígitos
y lo dividió entre un número,

y no funcionó.

Después lo dividió entre
el siguiente, y el siguiente,

y así durante 155 domingos.
No lo consiguió.

Pero el domingo número 156, lo logró.

Y cambió la historia

para los matemáticos,
no para ustedes o para mí.

(Risas)

Pero lo destacable es que
Uds. pueden hacerlo o yo.

Podemos hacer los cálculos,
no es tan difícil,

pero nadie en 259 años
estuvo dispuesto a comprometerse

a esta implacable prueba y fallar.

¿Cuál fue la motivación
de Frank para hacerlo?

Yo diría que fue amor.

Esta historia está en un libro
de Paul Hoffman

sobre el hombre
que solo amaba los números.

Era el amor por los números,

la pasión que le avivaba
para abordar el tema.

La palabra "pasión" viene del latín,
significa 'sufrir'.

Al hablar de la pasión, pienso:
"¿Estamos dispuestos a sufrir?

¿Amamos realmente algo
como para perseguirlo

a pesar de fracasar una y otra vez?"

Y sí, el amor es una de esas cosas
porque todos nosotros

perseguimos el amor aun sabiendo
que nos pueden romper el corazón.

No solo una vez, sino una tras otra.

Eso hace falta para cambiar el mundo:

gente auténtica que lo intente y falle,
y que lo vuelva a intentar y a fallar.

No es agradable,
no es mágico.

Pero hay una parte de la historia
que no es de mi agrado:

nadie lo hizo en 259 años

porque conllevaba mucho trabajo,
muchas pruebas y muchos fallos.

¿Y si Frank hubiera hecho
más accesible este problema?

¿Y si hubiera pedido ayuda?

Imagínense a Frank diciéndoles
a diez estudiantes:

"Trabajarán conmigo,
un brillante matemático.

Estoy resolviendo un gran enigma
matemático. Les compraré cervezas.

Tienen que trabajar esta sección de
números y dividirlos varias veces.

Tú te encargas de esta sección,
tú de esta y así."

En vez de costarle 156 domingos
para resolver el problema,

hubiera sido una décima parte del tiempo.

15,6 domingos.
Menos de un semestre universitario.

Ahora imagínense: si disponen
a 100 personas en un aula

y les asignan a cada uno
una sección de números,

¿podrían haberlo resuelto
en una centésima parte del tiempo?

1,56 domingos en vez de 156.

Cuando se trata de resolver
los mayores problemas del mundo:

la pobreza, el cambio climático,

las cosas en las que trabaja Eric,

las cosas en las que trabaja
el señor Zhang.

No tenemos el lujo
de los famosos 156 domingos.

Tenemos que acelerar
e incrementar el ritmo,

y la única manera de hacerlo
es dejar el cariño del reconocimiento

e invitar a que otros nos ayuden.

Al movilizar a muchas personas,
incrementamos la rapidez

de la que somos capaces
para intentar resolver grandes problemas.

¿Dónde nos deja esto?

Mi opinión es que

si tienen el valor de buscar el amor,

si están dispuestos a que
les rompan el corazón,

a ser comprensivos
y a ayudar a sus amigos

y a ser humildes
para aceptar ayuda,

entonces también son capaces
de afrontar lo imposible.

En cada uno de Uds.
existe esa habilidad,

siempre y cuando lo intentemos,
normalmente, con ayuda.

Muchas gracias.

(Aplausos)
(Ovaciones)