El auge del populismo moderno - Takis S. Pappas

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En muchos países democráticos, líderes carismáticos difaman a sus adversarios políticos, desacreditan instituciones y asumen el rol de portavoces del pueblo. Algunos críticos califican esta actitud como autoritaria o fascista, mientras que otros argumentan que estos líderes manipulan a los votantes. Esta tendencia política se llama populismo. Takis S. Pappas analiza este fenómeno y las consecuencias que deja tras de sí en un país.

Lección de Takis S. Pappas, dirigido por Patrick Smith

A mediados de los 70,
tras décadas de incertidumbre política,

finalmente Grecia pareció
poner rumbo hacia la estabilidad.

Acababan de promulgar su constitución

y se encontraban en negociaciones para
ingresar en las instituciones europeas,

por lo que muchos analistas esperaban

que la política griega siguiera la estela
del resto del mundo occidental.

Más tarde, en 1981, un partido político
llamado PASOK llegó al poder.

Andreas Papandréu, su carismático líder,
arremetió contra la nueva constitución,

y acusó a quienes estaban en el poder
de "traidores a la patria".

Se opuso al ingreso de Grecia en la OTAN
y en la Comunidad Económica Europea,

Papandréu prometió gobernar
por el progreso de la “gente corriente”

por encima de todas las cosas.

Sus palabras pasaron a la posteridad:

“No existen las instituciones,
solo existen las personas”.

El ascenso al poder de Papandréu
no es un caso aislado.

En países democráticos de todo el mundo,

líderes carismáticos difaman
a sus adversarios políticos

desacreditan a las instituciones
y se autodenominan portavoces del pueblo.

Muchos críticos califican esta actitud
como autoritaria o fascista.

y muchos argumentan
que estos líderes apelan a la emoción

para manipular y engañar a los votantes.

Pero sin entrar al debate
de si este tipo de política

es moralmente correcto,
en realidad sí que es democrático

y se llama populismo.

El término populismo se remonta
a la antigua Roma

y proviene etimológicamente
de la palabra latina "populus",

que significa 'el pueblo'.

Pero desde entonces se han calificado

decenas de movimientos políticos
como populistas.

En ocasiones de manera contradictoria
y con objetivos poco claros.

Los movimientos populistas
se han rebelado contra monarquías,

monopolios y una vasta variedad
de instituciones con poder.

Sería imposible cubrir actualmente
toda la historia de este término.

En su lugar, vamos a centrarnos
en un tipo específico de populismo,

el que describe
la administración de Papandréu

y otros gobiernos en los últimos 70 años:

el populismo moderno.

Pero para entender cómo describen
este fenómeno los teóricos políticos,

primero debemos entender a qué responde.

Tras la II Guerra Mundial,

muchos países quisieron alejarse
de las ideas totalitarias.

Buscaban un nuevo sistema político

que priorizara
los derechos individuales y sociales,

con consenso político
y que respetara el estado de derecho.

Así pues, la mayoría del mundo occidental
adoptó una arraigada forma de gobierno

llamada democracia liberal.

En este contexto, “liberal”
no se refiere a ningún partido político,

sino a un tipo de democracia
con tres ideas principales.

Primero, las democracias liberales
aceptan que la sociedad

se componga de divisiones trasversales
que generan conflicto.

Segundo, requiere que
las distintas facciones sociales

encuentren intereses comunes entre sí.

Por último, las democracias liberales
dependen del estado de derecho

y de la protección
de los derechos de las minorías,

como especifican sus constituciones
y estatutos legales.

Estos ideales proponen que la tolerancia
y las instituciones que la protegen,

sean los cimientos de una sociedad
diversa, democrática y funcional.

La democracia liberal ayudaba a llevar
estabilidad allá donde se instaurara.

Pero, como cualquier
otro sistema de gobierno,

no podía solucionarlo todo.

Entre otros problemas,
la creciente brecha de riqueza

llevó a las comunidades desfavorecidas

a desconfiar de sus vecinos ricos
y de sus líderes políticos.

En algunos casos, la corrupción política
mermó aún más la confianza del pueblo.

La creciente sombra de sospecha
y resentimiento por estos políticos

llevó a los ciudadanos
a buscar un nuevo tipo de líder

que desafiara las instituciones arraigadas

y pusiera como prioridad
las necesidades del pueblo.

En muchos sentidos, esta reacción
realza lo que es la democracia en acción:

si la mayoría de la población siente
que sus intereses no se tienen en cuenta,

tienen la potestad de votar
a líderes que cambien la situación

mediante el sistema democrático existente.

Pero aquí es donde los populistas actuales
y su labia pueden subvertir la democracia.

Los populistas modernos se identifican

como la personificación
de “la voluntad del pueblo”,

y ponen esos intereses
por encima de las instituciones

que protegen los derechos
individuales y sociales.

Los populistas actuales argumentan
que las instituciones están controladas

por una minoría dominante
que solo mira por sus intereses

y quiere mandar sobre
la buena gente corriente, que es mayoría.

Como resultado, la política ya no trata
de llegar a acuerdos consensuados

por instituciones democráticas tolerantes.

En su lugar, estos líderes buscan acabar
con lo que ven como un sistema fallido.

Así que, mientras la democracia liberal
siente un profundo respeto

por instituciones como tribunales,
libertad de prensa, constitución nacional,

los populistas modernos
atacan cualquier institución

que no siga su versión
de “la voluntad del pueblo”.

Los partidos populistas modernos
han aparecido en muchos lugares,

pero los líderes de estos movimientos
se parecen de manera notable.

Suelen ser personas carismáticas

que se identifican como la personificación
de “la voluntad del pueblo”.

Hacen promesas disparatadas
a sus seguidores,

a la vez que acusan a sus adversarios
de traidores que rompen el país.

Pero sin importar si se creen
sus propias palabras

o lo hacen para manipular
de manera oportunista,

sus dinámicas pueden desencadenar
desestabilizar profundamente

la democracia liberal.

Hasta cuando los populistas modernos
no cumplen sus promesas más extremas,

su impacto en el discurso político,
el estado de derecho y la confianza

puede durar mucho más tiempo
del que duran ellos en el poder.