El genio en la botella | José Luis Gallego | TEDxRíodelaPlataED

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED.

¿Cómo despertar la imaginación en los chicos y en los no tan chicos? José Luis Gallego nos propone entrar al mundo de los cuentos en las aulas y en nuestras vidas. José Luis Gallego crea mundos con su voz, acompañado solamente de una silla. Es narrador oral, escribe cuentos y desarrolla el arte de recrear historias a viva voz. Coordina talleres para inventar y contar cuentos en la sede de la Universidad Nacional de San Martín en el Penal Nº 48 de José León Suárez con docentes hospitalarios en la Ciudad de Buenos Aires.

Mi espacio de trabajo

es un espacio de escucha.

Esta es mi oficina.

La armo

y la desarmo

como si fuera un carpa de circo.

Yo soy como un caracol que anda
con su casita a cuestas.

Les quiero contar una historia.

Una historia muy antigua.

Una historia que viene
del otro lado del mundo.

Desde la Melanesia.

Y es la historia de una rana.

Pero no cualquier rana.

Esta era una rana un poco glotona,

un poco tragona.

Y resulta que era un día de mucho calor,

pero mucho calor.

¡Imagínense!

¡Muchísimo calor!

Y esta rana tenía sed.

Y empezó a tomar agua.

Primero tomó un poquito de agua.

(Imita una rana)

Después tomo otro poquito de agua.

(Imita una rana)

Después tomo otro poquito de agua.

(Imita una rana)

Después tomo otro poquito de agua.

Después tomo otro poquito de agua.

Y otro poquito de agua
y otro poquito de agua.

Hasta que ese día de calor,

esa rana glotona se tomó to-o-o-do
el agua que había-a-a en el planeta.

Y empezó a hinchar,
a hinchar, a hinchar...

La piel, de verde empezó
a volverse transparente

y aquella rana se volvió inmensa
como si fuera una montaña gigante

que arriba tenía una cabeza chiquitita.

(Risas)

Y miraba a todos los animales...

(Imita a una rana)

con indiferencia.

Porque los pobres animales

tenían sed, y no había agua.

Los peces, en el río seco.

Se decían los unos a los otros:

"¡A-gua!

¿Sabés cuándo va a venir el...? ¿Eh, vos?

¿Te secaste?"

Los monos, masticaban hojas secas

y decían: "¡a-a-gu-u-u-a-a!"

(Risas)

Tres monos, de tan secos que estaban,

con un viento, ¡fsss! se fueron
hechos polvito, deshidratados...

Desesperados estaban.
No sabían qué hacer.

Formaron un consejo.

Pero hablaba uno, hablaba otro.

Nadie se escuchaba.

Imagínense lo antigua que es esta historia

que en esa época,
los hombres eran de madera.

Unos de los hombres de madera dijo:

"¡Hay que hacerla reír!"

"¡Hay que hacerla reír!"
"¡Hay que hacerla reír!"

empezaron a decir todos.

Y sin perder tiempo,

empezaron a construir un escenario.

Un escenario adelante de la rana.

La rana los miraba desde ahí arriba,

(Mueca imitando a la rana)

cómo ahí abajo, iban trayendo

ramas, troncos.

La primeras en actuar fueron las jirafas.

La jirafas hicieron
un espectáculo increíble.

Una jirafa bailaba por un lado,

la otra bailaba por el otro,

se enredaban los cuellos,

se empezaban a caer,

tenían muchas patas.

Era tan gracioso, que un rinoceronte

empezó a reír, empezó a reír,

de la risa empezó a correr,
empezó a correr,

y se estampó contra un árbol.

Y las patitas le quedaron en el aire.

Pero la rana

(Mueca imitando a la rana)

(Imita sonido)

la rana no se reía.

Los segundos en actuar fueron los monos.

Lo de los monos fue increíble.

Un mono gordo abajo,

arriba se subió otro mono,

y arriba de ese mono
se subió otro mono.

Y arriba de ese mono, otro mono

y arriba de este mono, otro mono

y otro mono más, y otro mono más,

y otro mono más, y otro mono más,

y otro mono más, 179 monos.

Una fila oscilante de monos.

El mono de arriba tenía
una banana seca en la cabeza

y la miraba a la rana
a los ojos y le hacía:

¡a-a-a-a-a!

Pero la rana

(Mueca imitando a la rana)

no se reía.

El mono de abajo era un mono gordo,
era un mono fuerte,

pero hacía mucho calor,

y de pronto se escuchó: ¡pppprrrrfff!

Se empezaron a caer
un mono arriba de un mono,

una pila de monos;

¡había un olor a mono insoportable!

Pero la rana

(Mueca imitando a la rana)

no se reía.

Un león, que vio esta escena, dijo:

"Esta idea no va a funcionar.

Prefiero morir de sed".

Y se tiró al pasto seco,
a esperar la muerte.

Y una jirafa que estaba al lado dijo:

"Yo también voy a hacer
como el señor, voy a morir de sed".

Y así, todos los animales se entregaron.

Se entregaron a la sequía.

Y cuando ya nadie tenía fuerzas,

cuando ya nadie podía más,

apareció un animal

que no tenía ni brazos, ni piernas.

Una anguila.

La anguila subió al escenario,

y comenzó a hacer un baile

que era, más o menos, así.

¡Ne-ne-ne-ne, ne-ne-ne-ne-ne-ne!

Y la rana, cuando vio
ese baile ahí abajo,

ne-ne-ne-ne...

algo, en el baile de esa anguila,

produjo en la rana una especie de hipo.

Y lo que se vio fue, más o menos, así,

cómo las paredes inmensas
de la rana hicieron:

¡bu-u-u-u-u-uuuuuuu!

¡Blup! ¡Blee-e-e-e-eeee-iii-iip!

Y en ese instante, la anguila

aprovechó para hacer una mueca
que era más o menos así:

(Mueca)

(Risas)

Y cuando la rana, vio esta cara
ahí abajo, empezó:

(Sonido)

¡Ja! ¡Ja, ja! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Y a medida que la rana se empezó a reír

todo el agua del planeta

que estaba adentro

empezó a salir.

Toda junta.

Y la rana se reía y los animales
que estaban tirados en el piso

cuando empezaron a sentir
las primeras gotitas, como una lluvia,

se empezaron a levantar,

les volvió la esperanza,

se daban las mano los unos a los otros

la rana reía,

y de pronto: ¡Pfsssssssssss!

Se murieron todos.

(Risas)

No quedó uno solo vivo.

Yo esto a los niños pequeños

en las escuelas,
en los jardines de infantes,

no se los digo.

(Risas)

Les cuento un final reparador.

(Aplausos)

Pero la verdad, entre nosotros,

hasta la rana falleció
debido al estiramiento de su piel.

Sin embargo,

gracias a que aquel batracio
del pasado largó las aguas,

gracias a que el agua volvió a la tierra,

de allí volvió a nacer la vida.

Porque la vida,

siempre vuelve a nacer.

Y colorín colorado,

esta historia de una rana del pasado

aquí se ha terminado.

(Aplausos)

La primera vez que entré
a un hospital de salud mental

fue hace más o menos 25 años.

Y fue el hospital J.T. Borda,

el neuropsiquiátrico
de la ciudad de Buenos Aires.

En ese momento yo iba
a colaborar con un espacio

que se llama Cooperanza,

fundado por Alfredo Moffatt

hacía muchos años.

De ese espacio, salieron proyectos

como La Colifata.

Me acuerdo como si fuera hoy,

el imaginario que tenía
de lo que yo me iba a encontrar

adentro del hospicio.

Era algo así como ¿vieron en la película

donde trabaja Jack Nicholson,

"Atrapado sin salida"?

Una especie de lugar

donde había hombres
que se creían Napoleón,

o un pajarito,

Carlos Gardel.

Y no.

Cuando crucé los pasillos interminables

del manicomio,

lo que me encontré

fue un pueblo de linyeras.

Un pueblo de gente pobre.

De personas que había perdido
la capacidad de autoabastecerse.

Después, con el tiempo, descubrí

que eso no era verdad.

Que dentro de cada uno de ellos

había un ser distinto;

había talento, había personas.

Pero, mi primera impresión,

fue que eran todos iguales.

Los mismos dedos
quemados por el cigarrillo,

les faltaban los dientes,

la misma ropa sucia,

olían muy semejante.

El sistema, la institución,

se había metido en sus cuerpos.

Y a veces,

cuando entro a una escuela,

o cuando entro a una cárcel,

o, cuando entro a un hospital,
observo lo mismo.

Que los alumnos pasan a ser
un guardapolvo blanco.

Que los presos pasan a ser
un número de causa.

Y que los enfermos pasan a ser
un número de cama.

El sistema tiende
a masificar al individuo.

A estandardizarlo.

Como si fuera una botella vacía

que hay que llenar de pastillas,

de castigos,

de contenidos.

La verdad, hoy, yo,

no les traje ninguna idea nueva.

Solo quería compartir un oficio antiguo,

un oficio olvidado.

El arte de contar historias.

El arte de contar cuentos.

Y esto, surge hace mucho tiempo,

cuando aquellos hombres primitivos,

nuestros abuelos peludos,

descubrieron cómo prender
y cuidar el fuego.

Y en torno a ese fuego
formaron un círculo.

Y de allí nació algo nuevo.

Al resguardo de las fieras salvajes

que se los querían comer,

aquel hombre primitivo,

aquella mujer primitiva,

encontraron un espacio para estar a salvo,

para comer mejor, para dormir mejor.

Y de allí, nació algo distinto.

Comenzaron a ver algo
que no estaba afuera,

sino adentro de ellos.

Algo que no se veía con los ojos,

sino que con las retinas interiores.

Aquellos seres comenzaron a imaginar.

Y esta historia, de la rana
de la melanesia,

muy antigua, por cierto,

quizás anterior a los libros,

quizás anterior a la escritura,

me he propuesto contarla en todos lados.

Entonces, cada vez que voy
un jardín de infantes,

a una cárcel, a una escuela, en un bar,

de hecho, toda esta charla,

es una excusa porque yo les quería
contar el cuento de la rana.

(Risas)

Y la verdad es esa.

¿ Y por qué hago esto?

Porque un día mi maestro
de narración, Juan Moreno,

me dijo que si quería ser cuentero

tenía que contar muchos cuentos,

y muchas veces, el mismo cuento.

Y yo descubrí, que cada vez
que cuento esta historia,

en las miradas de las personas,

observo interés, observo fascinación.

Y yo creo que es porque adentro,

cada uno de nosotros,

lleva a un niño.

Hace unos meses,

fui a contar cuentos a la Unidad
número 2 de Sierra Chica.

Es una de las cárceles más peligrosas,

es un espacio de castigo
dentro de las cárceles.

Tiene 120 años de antigüedad el edificio.

Hay lugar para 700 personas

y viven más de 1500 presos.

Y había algo parecido a esto,

había un grupo de gente,
había un grupo de personas,

unas 100 personas escuchando.

Y a mí me sorprendió mucho,

porque yo les conté esta misma historia,

la misma que cuento
en el jardín de infantes.

Y detrás de sus rostros duros,

de sus miradas tatuadas,

aparecieron sus ojos brillantes,

sus caras de niños.

Y yo creo que es por eso.

Porque adentro de cada uno de nosotros

vive un niño.

Un niño, que a como a todos los niños,

le gusta la novedad.

Y la imaginación, siempre es novedad.

Observen esto.

Cada uno de Uds. escuchó la misma historia

pero si después pueden compartirlo,

cada uno de Uds. habrá visto
una rana distinta.

Un paisaje distinto,

unos monos apilados de una forma distinta,

una combinación de elementos única.

Irrepetible.

Somos más de 7000 millones de humanos,

sobre un planeta redondo,

que gira alrededor

de una bola de fuego
a la que llamamos Sol.

Cada uno de nosotros

es un ser único, distinto e irrepetible.

Y cada instante, nacen
nuevos humanos distintos,

únicos, irrepetibles.

¿No les parece mágico?

¿No les parece misterioso?

Por eso cuento esta historia.

Porque cada vez que la cuento,

la historia vuelve a nacer.

Como la vida.

Dentro de la mente de cada alumno,

dentro de la mente de cada alumna,

hay un ser único, distinto e irrepetible.

Como si fuera una botella,

pero no cualquier botella.

No una botella vacía.

Si no, la botella de aquella
vieja historia que dice

que adentro hay un genio.

Sin embargo, la educación

sobre eso,

no dice casi nada.

Tendemos a llenar
una botella de contenidos,

como si estuviera vacía.

Y adentro hay un ser
que está queriendo salir,

que está queriendo emerger.

Aplastado por signos vacíos,

que le son ajenos.

La palabra viva, nos salva la vida.

Nosotros, podemos despertar a otros.

Pero primero, creo,

que tenemos que despertar nosotros.

Les cuento algo más:

hace unos 15 años yo,
que ahora soy cuentero,

era gerente de ventas
de una empresa gráfica.

Económicamente, no estaba mal.

Tenía un auto, llegaba a fin de mes,

pero me faltaba algo.

Y me decidí a seguir ese camino,

ese camino que sentía que tenía que ver

con contar y ayudar, inventar cuentos

en distintos contextos.

Y sucedió algo:

cuando me dediqué a eso,

un día que estaba contando cuentos,

quizás esta misma historia,

vino alguien, muy especial.

Era chiquito, brazos chiquitos, pequeño.

Y me dio un abrazo.

Esa persona no vino de afuera,

sino que vino de adentro mío.

Y nos abrazamos, era yo mismo,
pero muy chiquito,

y me abrazaba, nos abrazamos.

Y fue un abrazo laa-aa-rgo

que dura hasta el día de hoy.

La palabra, viva, nos salva la vida.

Nos conecta con nuestra vocación.

A mí me gustaría que esta charla
sea como un virus,

pero un virus bueno.

Tipo que mañana, Uds. se levanten

y empiecen a estornudar historias,

o se encuentren con lo que les gusta.

Pero no funciona así.

Yo los puedo tentar,

pero está en cada uno de Uds. decidir

si educar es llenar una botella
vacía de contenidos,

o despertar al genio que hay adentro.

Si nosotros mismos

somos una botella vacía

o un ser único, distinto e irrepetible.

(Aplausos)