La voz del artista | Fernanda Castillo | TEDxPitic

Fernanda ha descubierto que aunque ella no lo quiera, lo que ella hace, dice y piensa tiene una consecuencia en su entorno y en las personas que la ven a través de su trabajo artístico. Ella decide usar esa voz, toma su responsabilidad y elige ejercer el poder que le da.

Fernanda es actriz de teatro, cine y televisión. Entre sus trabajos más destacados está su papel protagónico en la obra de teatro musical "Hoy no me puedo levantar" y su interpretación de Mónica Robles en la serie de televisión "El señor de los cielos".
Ha dirigido y producido teatro. Recientemente produjo y protagonizó la puesta en escena "Wake Up Woman" en México en la que aborda el tema de la violencia de género y en pareja.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Hasta hace unas semanas
fui productora y actriz

de un proyecto que tiene
una gran importancia en mi carrera,

no solamente por el valor artístico,

sino porque lo engendré

como una manera de decir:
"Fernanda quiere decirle esto al mundo".

¿Pero por qué importa

lo que Fernanda Castillo
quiera decirle al mundo?

¿Quién soy yo, qué voz tengo?

¿Por qué les va a importar
a Uds. lo que yo quiera decir?

Hace unos días, como decía
Manuel, llegué al aeropuerto.

Era la una de la mañana, así que estaba
más dormida que despierta, la verdad.

Llego, me acerco a la señorita
que estaba en el mostrador.

Me estoy durmiendo un poco en el mostrador
mientras le doy mis papeles,

y escucho que me dice:

"¿Te ha costado mucho
llegar adonde estás?".

Yo, la verdad, es que estaba pensando:

"Es el segundo vuelo
que tomas en 24 horas,

tienes miedo de que no te entre el vestido
ahora que llegas a Nueva York.

No has comido, no has dormido".

Y yo que suelo ser muy platicadora,
nada más le contesté:

"Sí, me ha costado mucho".

(Risas)

Y entonces me dice:

"Pero vale la pena, ¿no? Lo disfrutas.

Porque yo estoy detrás de este mostrador

y odio lo que hago.

Siempre quise estudiar artes escénicas

pero me da mucho miedo morirme de hambre".

Entonces sus palabras me despertaron.

La verdad, dije: "¡Qué coraje
que me estoy quejando dentro de mí

sin valorar que yo puedo hacer
lo que más me gusta en la vida,

como tal vez muchos de aquí,

y que muchas otras personas no pueden".

Así que, sin pensar, le contesté:

"Muchas veces en esta carrera
no tuve para pagar la renta.

Y hoy me aplaudo porque no me dejé vencer
por los obstáculos que me puso.

Así que vence ese miedo, sal de aquí,
y haz lo que más te gusta,

porque aun si te mueres de hambre,

vas a estar disfrutándolo,
de alguna manera".

Me agradeció, me entregó
mis papeles, me sonrió.

Yo me fui muy orgullosa
de haberle dicho lo que pensaba.

Me pasé las siguientes
cinco horas de vuelo diciendo:

"En la madre, ¿y si ya le fregué
la vida a esta mujer?".

(Risas)

"¿Y si me hace caso de verdad?".

Bueno, igual no, ¿no?

Nadie cambia su vida por lo que le diga
cualquiera en un aeropuerto

a la una de la mañana.

Pero después pensé:

"Si ella me compartió algo tan cercano,
tal vez para ella no soy cualquiera.

Tal vez para ella soy Mónica Robles,

entonces tal vez sí le importa, ¿no?".

Entonces me di cuenta de que tengo voz.

Tengo voz porque soy escuchada.

Y qué pinche miedo, la verdad.

(Risas)

Qué enorme responsabilidad es esa.

Los seres humanos siempre
han buscado el arte para identificarse.

No es coincidencia
que el arte haya acompañado

a las grandes revoluciones
y movimientos sociales

de todas las épocas, de todos los países.

Siempre ha habido artistas

que no se conforman con ver
nada más desde lejos

y decir lo que les dijeron
que tenían que decir,

o pensar lo que les dijeron
que tenían que pensar,

y más bien piensan lo que quieren,
lo ponen en su arte.

Aun si va en contra
del sistema, no les importa.

Entonces tocan al mundo,
en todas las épocas.

Estoy hablando de artistas

como Víctor Hugo,
escribiendo "Los miserables";

como García Lorca, en España;

como Émile Zola;

artistas como Pablo Neruda, en su poesía;

pintores como Pablo Picasso,
a la hora de hacer el "Guernica";

como Diego Rivera,
en su mural del Rockefeller Center.

Estoy hablando de músicos
como John Lennon,

como Joan Báez, como Pablo Milanés,
como Silvio Rodríguez;

músicos actuales, como Bebe,

que hablaba de la violencia
contra las mujeres en sus canciones;

como Calle 13, que no los calla nadie;

como Pink, que de repente
le escribe una canción a Bush

cuestionándole por qué manda
a los soldados a la guerra,

que si puede dormir con eso.

Estos artistas rebeldes
siempre han existido.

Son esos artistas que
se comprometen con sus ideas,

las defienden y tocan
el mundo al que pertenecen.

Porque yo, yo influyo,

yo soy de alguna manera
un educador de la sociedad,

sea consciente o no.

Porque yo, con lo que hago,
con cómo actúo, con lo que pienso,

guío a la gente que me admira,

aunque no sea mi propósito.

Qué pinche miedo otra vez, ¿no?

Porque puedo estar tocando vidas
y estar comiendo camote

y ni siquiera enterarme.

Estar en la tonta y estoy tocando vidas.

Así que, si tengo voz, si soy escuchada,

más vale que diga algo que valga la pena
y que cambie la vida de alguien.

Mientras preparaba esta conferencia,

me encontré con un post,
que la verdad fue muy doloroso leerlo

pero creo que tiene mucha verdad
y me gustaría compartirlo con Uds.:

"Lamentablemente, la palabra
'responsabilidad' está 'out'.

Hay mucho miedo a pensar.

Pensar o sentir críticamente
está visto como un gesto exagerado.

Pronunciarse en contra
de algo es mala onda.

Diría que reaccionar,
en general, está muy mal visto.

Hoy ser 'cool' es que nada
te afecte, nada te importe,

nada te tiene que parecer mal.

Así piensan los artistas jóvenes.

Si algo te parece mal, estás juzgando,
estás tirando la primera piedra.

Entonces, terminas adoptando
un comportamiento corporativo,

políticamente correcto,
de lo más cobarde y pasivo,

pero disfrazado de buena onda
y respeto a lo diferente".

Perdón, pero yo creo

que los artistas no pueden ser
bohemios, evadidos de la realidad,

indiferentes a la realidad, superfluos.

Todo lo contrario.

El artista tiene que ser
un mensajero de la realidad.

Y algo para asustarse más:
es un mensaje también.

Lo que quiero decir con esto
es que no solo influimos en la gente

que ve nuestros personajes
o nuestros proyectos

de la carrera de actor.

También influimos con nuestro actuar
y nuestro pensar en la gente.

¡Qué horror!

Creo que esto estaba
en las letras chiquitas

del contrato de "yo quiero ser artista"

que muchos "artistas"
que yo conozco firmaron,

porque ni siquiera se han dado cuenta.

Yo desde muy chica sabía de esta misión.

Sé que tengo la responsabilidad
como persona pública y como actriz

de formar parte

de los movimientos sociales de mi país,

porque si yo marcho exigiendo respuestas
al lado de los padres de la guardería ABC,

si yo cuestiono al gobierno,

entonces la gente que me sigue
sabe que me importa

y sabe algo más importante aún:

que ellos también lo pueden hacer,
que ellos también pueden cuestionar.

Si yo ejerzo mi libertad
de expresión en mis redes sociales,

si apoyo a las minorías,

si comparto con el público que me sigue
mis fracasos y mis defectos,

entonces le estoy dando una lección
de valentía a la gente que me admira.

Así mismo trato de hacerlo
no solamente como persona

sino también en los proyectos que hago.

Yo pienso que los personajes te eligen,
de una manera metafísica,

no por el casting, sino eligen
quién los va a representar

para que seas el bueno
que va a dar un mensaje importante.

Yo he hecho personajes
de mujeres buenas y no tan buenas.

He hecho una Daniela Montalvo
en "Destilando amor",

que defendía a su novio
que tenía la piel negra

de la discriminación de su familia.

He hecho una mujer
completamente inocente, insegura

en "Teresa", haciendo Luisa de la Barrera.

He hecho una mujer comprometida
con el amor y con la amistad

en el musical "Hoy no me puedo levantar",
en la Movida Madrileña.

He hecho un personaje
como Elisa, que es una mujer

que se da cuenta del valor de la vida
cuando empieza a luchar contra el cáncer.

Y le agradezco a todos estos personajes
que hayan pasado por mi carrera.

Pero es hasta hace cuatro años,
que de repente aparece

un personaje en mi vida
que se vuelve un riesgo.

Un riesgo porque interpretar
a Mónica Robles...

Es una narcotraficante.

¿Me quieren explicar qué conciencia
social puede parecer esa?

La gente en general me cuestiona:

"Pero están invitando a los jóvenes
a ser narcotraficantes".

Y al interpretar este personaje,
ella me reta a mí a decir:

"No me puedo quedar con la idea
de: 'Es narcotraficante, igual es mala'".

Tengo que decir:

"Esta mujer es resultado
del mundo donde creció.

Es una mujer que toma decisiones
y vive las consecuencias de ellas".

Y si no queremos más Mónicas Robles,
o no queremos más narcotraficantes,

tenemos que cambiar el mundo
donde crecen nuestros niños,

para que no crezcan personas así
y entonces no exista el narcotráfico,

y no exista la corrupción del gobierno.

Es desde los cimientos.

Porque tengo que hacer este personaje

como un ser humano
que todos podamos entender.

Y este personaje me conecta
con la audiencia de otra manera.

Mónica Robles se vuelve
un ícono de fortaleza

en las redes sociales para las mujeres.

Pero no solamente
como una figura feminista,

sino una figura de "No bajo la cabeza
ante ningún obstáculo de la vida",

para hombres y para mujeres.

Y es después de las bendiciones
que me trae este personaje,

que un día paro en seco y digo:

"Me están pasando cosas padrísimas,
tengo que regresar esa luz".

Y entonces, creo...

No lo creé yo, de alguna manera,
porque alguien más lo escribió,

Jorge Acebo, un dramaturgo
y director argentino,

"Wake up Woman";

ahí es donde nace.

Este proyecto es una obra de teatro
que trata sobre la violencia de género

que, desgraciadamente,
es un tema tabú muchas veces,

porque nos han acostumbrado

a que nos dé vergüenza hablar de él,
y solo lo escuchamos en las noticias.

Habla de Natalia y Federico,

dos personajes que se aman profundamente,

tienen una historia de amor
y terminan en una relación de destrucción,

donde nos cuestiona esta obra:

¿por qué amamos como amamos?

¿Por qué no hemos aprendido a amar bien?

¿Por qué las historias de violencia
nunca empiezan con:

"Hola, ¿qué tal? Mucho gusto". Cachetadón.

No.

Siempre empiezan con amor,
siempre empiezan con encanto

y después sale lo que
la gente tiene guardado.

Y es embarcados en este viaje
de hacer "Wake Up Woman",

que yo y mi compañero
productor, Erik Hayser,

que además, para ponerla más difícil,
es mi pareja también en la vida real,

y entonces los trancazos iban
con mi pareja real en el escenario,

que estábamos muy comprometidos con decir:

"Tenemos que decirle a la gente
que tiene que pensar en la violencia,

desde sus casas, desde su vida,
desde ellos mismos".

"Wake up woman" fue un proyecto

lleno de violencia, de sacrificio
y de dolor, dentro del escenario.

Y les puedo asegurar que casi fue
igual de sacrificio y de doloroso

hacerlo fuera del escenario.

Pero no hubo una sola función
en la que Erik y yo

no subiéramos a ese escenario
y no dejáramos el alma y el cuerpo.

Porque teníamos el compromiso
con el público, de decir:

"Tal vez en esta función,
alguien ahí esté sentado

que esté pasando
por una situación de violencia,

y tal vez vea esta obra y se cuestione.

Y tal vez una mujer diga:
'Nunca más me van a volver a violentar',

o una madre pueda traer
a sus hijos, como sucedió,

a decirles: 'Mira cómo pasan
las situaciones de violencia.

Ten ojo a la hora de relacionarte"'.

Creo que este proyecto
se ha vuelto tan importante para mí,

porque creo que en la gente
que lo vio dejó una huella inmensa.

Para mí, artista es aquel que sirve
un propósito más grande,

aquel que tiene una misión,

que con lo que hace toca a los otros,
los despierta, hace conciencia;

aquel que, desde su trinchera,
cambia el mundo.

"Artista" es una palabra muy grande.

Y yo, la verdad, es que
todos los días lucho

y sigo persiguiendo el honor
de llamarme artista,

como lo soñé cuando era una niña.

Para finalizar, me gustaría
compartir con Uds. una anécdota

que siempre me recuerda
que los niños son muy sabios.

Yo era muy sabia en esa época,
después quién sabe que me pasó,

y que siempre he tenido clara esta misión.

Cuando yo era niña, mis papás
se divorciaron, a los ocho años.

Y creo que yo nunca fui consciente

de la angustia y del dolor inmenso
y la tristeza que eso me provocaba.

Porque yo pensaba que tenía que ser madura

y apoyar a mis padres
en el proceso, a los ocho años.

Gracias a Dios, mis padres sí se acordaban
que yo tenía ocho años y dijeron:

"No tiene que ser madura. Creo
que le está doliendo un montón,

y vamos a apoyar a la niña".

Entonces se juntaban cada 15 días
para llevarme al teatro,

que era algo que yo disfrutaba mucho.

En uno de los momentos más difíciles
del divorcio de mis padres,

mi mamá me lleva al teatro.

Salgo de esa obra, donde tenía a la gente,
a los actores y bailarines muy cerca.

Salgo y le digo: "Yo quiero
hacer eso, mamá".

Y me dice: "¿Qué quieres?
¿Bailar y actuar en un escenario?".

Yo le digo: "No.

Quiero hacer que a la gente
se le olvide que está triste.

Porque esa señora
hizo que a mí se me olvidara

que Uds. se están divorciando".

Si yo, Fernanda Castillo, con lo que hago,

puedo hacer que a alguien
se le olvide su dolor,

o sea consciente de él,

si puedo cambiarle una idea,
o hacer que se pregunte:

"¿Por qué pienso como pienso?

¿Por qué siento como siento?

¿Por qué hago lo que hago?",

entonces estoy tocando su vida.

Y ese es mi compromiso,

y esa es la voz que quiero tener.

Muchas gracias.

(Aplausos)

Gracias.

(Aplausos)