Un año sin gastar | Michelle McGagh | TEDxManchester

Esta charla es de un evento TEDx que utilizó el formato de conferencia de TED pero fue organizado de forma independiente por una comunidad local. Más información en: http://ted.com/tedx

Michelle McGagh está acostumbrada a escribir acerca de las ventajas del ahorro. Pero ¿cuánto sabía en realidad sobre sus propios gastos? El año pasado se propuso el reto de gastar solo en lo esencial durante un año. Su reto para dejar de malgastar dinero se convirtió en un libro titulado “The No Spend Year” y le supuso ahorrar 22 000 libras. Aprendan los motivos por los que Michelle lo hizo y lo que aprendió sobre sí misma, el consumismo y por qué gastamos.

Michelle, periodista especializada en finanzas personales, ha escrito durante más de una década para publicaciones como The Guardian, City Wire, AOL y Money Observer.

Hola.

Espero espero que hayan tomado
un café o un café potente

para mantenerles despiertos
durante la última del día.

Bueno, bien.

Imaginen esta escena:

Han tenido un día duro en el trabajo,

tienen que comprar algo
para cenar de vuelta a casa,

entran en uno de esos mini supermercados

que hay en todas las esquinas

y piensan "compraré pasta
fresca y salsa",

entran, hacen la compra,

y al salir se han gastado GBP 15.

No están seguros de cómo ha pasado,
pero les molesta mucho.

Si les ha ocurrido alguna vez,
no son los únicos.

A mi también.

No tenía montañas de deudas,
salvo mi hipoteca.

No acumulaba compras
con tarjetas de crédito.

No despilfarro.

Pero el dinero de mi cuenta se malgastaba

y no sabía en qué,

así que decidí hacer algo al respecto.

Decidí dejar de gastar durante un año.

Pero retrocedamos un poco.

Porque no fueron solo los viajes al super
y a Tesco lo que me llevó a no gastar,

sino un descontento general

con el uso que hacía de mi dinero
y mi papel como consumidora.

Todo empezó cuando mi marido
y yo compramos una casa,

cosa que requirió de mucho trabajo.

Decidimos poner todas nuestras cosas
en uno de esos depósitos caros.

Y nos apañamos con unas de esas cajoneras
de plástico que venden en B&Q

o algo parecido.

Teníamos algo de ropa, cazuelas
y sartenes y nuestras bicicletas.

Y estábamos bien, ¿saben?, estábamos bien.

Teníamos una buena vida en la casa,
algo polvorienta.

De vez en cuando, íbamos al depósito

a buscar algo.

Había muchos trastos en el depósito.

Reconozco que la mayoría eran míos.

Estaba atestado.

No soy capaz ni de decirles
que había en el fondo.

Un buen día fui allí y vi una caja,
una caja grande, algo así,

y en un lateral, con mi propia letra,

había escrito: "NO LO NECESITO"
en mayúsculas.

(Risas)

¡Me quedé de piedra!

¿Para qué demonios la conservaba entonces?

No miré qué había en la caja
y a día de hoy sigo sin saberlo.

La tiré hace mucho.

Volví a casa y busqué en Google
algo bastante vergonzoso:

Tecleé "deshacerse de cosas"

porque necesitaba que me enseñasen
a meter las cosas en un cubo

o que como mínimo me dieran
permiso para hacerlo.

Tal y como ha mencionado Herb,
aparecieron estas páginas, el minimalista,

páginas por el estilo,

de gente que decía:

"He tirado todas mis cosas y fue genial;
me siento estupendamente,

me siento muy aliviado".

Pensé: "Sí, esto es lo que quiero.

No quiero el gran depósito
para meter mis cosas".

Quiero vivir la vida de la que hablan".

Mi esposo estaba de acuerdo,

probablemente porque
la mayoría de trastos eran míos.

Empezamos a deshacernos de cosas,

a venderlas, a donarlas, a regalarlas
a familiares y amigos.

Nos libramos del 80%
de nuestras posesiones

y fue genial.

Y a través de estas páginas web
sobre minimalismo

descubrí el "Día de no comprar".

El "Día de no comprar"
coincide con el Black Friday,

que por algún motivo

hemos importado de Estados Unidos a pesar
de que no celebramos Acción de gracias.

En vez de salir y pelear con sus vecinos

por productos rebajados
del supermercado o el centro comercial,

no compras nada.

Pasas tiempo con tus hijos,
lees un libro, sales a pasear,

lo que sea que no cueste dinero.

Pensé: "¡Magnífica idea!
Seguro que podría hacerlo durante un año".

Y lo hice.

La idea de un año sin gastar...

Dejar de comprar

me obligaría a vivir una vida distinta

y trataría dos cosas que me preocupaban.

La primera era que no aprovechaba
mi dinero al máximo,

y lo más vergonzoso es que
de profesión soy periodista financiera

y he pasado 10 años contando al mundo
qué debe hacer con su dinero,

cuando en realidad
yo no me responsabilizaba del mío.

La segunda cuestión
era mi papel como consumidora.

Estaba harta de que ese
fuera mi único propósito,

que salía a trabajar por 8 horas

para ganar dinero y comprar cosas
que me decían que me harían feliz.

A todos nos dicen: "Compra esto.
Esto es lo que necesitas en tu vida".

Y eso no me hacía feliz,

así que volvía a trabajar otras ocho horas

para ganar más dinero y comprar
otras cosas que me iban a hacer feliz.

Entonces gastaba dinero

en reparar, asegurar y reemplazar
esas cosas que no me hacían feliz.

Mi año sin gastar empezó
en el Black Friday de 2015,

con algunas normas.

Tenía que pagar por las
cosas que necesitaba pagar.

Tenía que pagar mi hipoteca,
el agua y los impuestos municipales.

También pagué la banda ancha y mi
teléfono porque soy freelance,

ya que si no no podría trabajar

y no habría sido realmente
un año de no gastar.

También seguí pagando cosas
como donaciones a la caridad.

Y tuve un pequeño presupuesto
para comida o alimentos

con tres comidas al día

más productos de higiene básicos
y productos de limpieza

para la casa, la ropa,
detergente y cosas así.

Sería una manera radical
de descubrir de qué prescindir

pero también qué necesitaba de verdad
para llevar una vida feliz.

Y fue difícil.

¿Saben? No hay mejor manera de decirlo,

porque ni siquiera me permití
dinero para transporte,

pedaleé a todos lados durante un año
y pasé mucho tiempo con este...

aspecto.

(Risas)

Sí, mucho tiempo con este aspecto.

Pero descubrí...

Durante esos doce meses,
tuve una vida real, ¿saben?

aprendí mucho siendo extremadamente frugal

y aun así tenía una vida.

Eso es lo increíble.

Descubrí muchas nuevas maneras
de divertirme y socializar

y seguir siendo quien era antes.

Quiero decir, vivo en Londres,

y hay un montón de actividades
gratuitas a mi alcance:

galerías, exposiciones,
conciertos, museos.

Antes era demasiado perezosa
para sacarles provecho.

Iba automáticamente al bar
al salir de trabajar

y cenaba fuera porque era lo fácil.

Y encontrar actividades gratuitas
requiere algo de tiempo.

Pero también pasé muchas noches en casa.

Veamos si funcionó.

Estas somos yo y me amiga Kat,

que me matará por enseñar esto.

Aquí estamos haciendo el tonto
con muestras gratis de cosméticos.

Básicamente asaltamos mis armarios

para ver si encontrábamos
mascarillas gratuitas y cosas así.

Es de avena y agua,
que sorprendentemente exfolia muy bien.

¿Saben? Nunca me había
considerado presumida

antes de empezar el reto,

pero sí, lo soy.

Especialmente porque acabé

teniendo lo que parecía, supongo,
una piel de lagartija

ya que el viento me curtió
tras pasar mucho rato haciendo esto.

Esta se tomó en Southwold,
donde conseguí vacaciones gratis.

Mi comprensivo marido y yo

empacamos una tienda, sacos de dormir
y algo de comida en nuestras bicicletas

y salimos de Londres
pedaleando hacia la costa.

Pasamos una semana acampados en la playa,

lavándonos, es decir,
bañándonos en el mar

(Risas)

y sentándonos bajo las entrellas.

En realidad, esa fue
la mejor semana de todo el desafío.

Y resulta gracioso

algo que Dan ha dicho esta mañana
en su charla sobre la tecnología,

y es que no tenía teléfono porque
no había donde cargarlo.

Y vivía en el mundo,
y fue la mejor de las experiencias,

tanto que este año lo voy a repetir,
aunque no tengo por qué hacerlo.

Fue tan fantástico que ni siquiera
me importó cuando esto ocurrió.

A los dos días, perdí un zapato
en algún punto de Great Yarmouth, mmm.

(Risas)

Y no fue la única baja de ese año.

Estos son mis tejanos al final,
pueden ver el desgaste aquí.

Y yo era un desastre,

pero un desastre feliz y satisfecho.

Aunque era una buena sensación,

esto es lo primero que compré.

(Risas)

Fue una enorme ronda de bebidas
para mi familia y amigos

para agradecerles su apoyo.

Fue una sensación fantástica.

Lo celebramos por todo lo alto esa noche,
ya saben, lo había conseguido.

La gente decía, "No me j*das,
¡no lo vas a conseguir!"

Pero lo logré y ahorré muchísimo dinero.

Ahorré unas GBP 22 0000.

Es una gran suma.

Y no me volví loca gastando
como muchos pensaban que haría.

Hice algo muy acertado,

y muchos dijeron: "Uf, qué rollo.
No me creo que lo hayas hecho".

Pagué más por mi hipoteca

(Risas)

haciendo caso por fin a mis propios
consejos, pagué más por mi hipoteca,

de manera que la pagaré
durante menos años,

y abonaré menos intereses al banco,
lo que me alegra mucho,

porque ¿a quién le gustan los bancos?
(Risas)

Pero no era física cuántica.

Gasté menos y así ahorré más.

Eso fue lo que ocurrió y ahorré mucho.

Porque me embarqué en algo
extremadamente frugal.

Pero lo que no esperaba

fue el impacto en mi vida,
mi actitud y la forma de ver la vida.

Durante ese año, realmente me superé:

Hice cosas que no habría hecho,
vi cosas que no habría visto

y conocí gente que no habría conocido

y que se han convertido
en muy buenos amigos.

Y yo he cambiado:

soy más abierta, más aventurera,

digo más que sí,

sé lo que es importante para mí

y puedo afirmar rotundamente
que no son las cosas.

Solía comprar
por los mismos motivos que ustedes.,

porque me aburría,
porque estaba contenta,

porque estaba triste,
porque me daba un capricho,

porque lo que compraba

pensaba que me haría lucir mejor,
parecer más interesante o guay

o mejorarme de alguna manera,

como si pudiera comprar una vida mejor.

Creo que esa mentira es muy presente

en nuestra cultura de la inmediatez

en la que los publicistas
nos dicen contínuamente:

"Compra esto. Esto te hará feliz".

Y lo hará por poco tiempo,

hasta que cambiemos de humor
porque tenemos otro mal día

o porque la cosa, aquello que
debemos comprar ha cambiado

y ha llegado una cosa nueva.

Si no tienen dinero para esas cosas,
igual que yo no lo tenía,

empiezan a pensar más a largo plazo,

se plantean qué es lo verdaderamente
importante para Uds.

Y en eso me gustaría que pensaran:

Si tiene ingresos disponibles

y debemos reconocer

que hay gente en este país que cuenta
hasta los últimos 50 peniques

que no tiene esos ingresos,

pero si los tienen, creo que conlleva
la gran responsabilidad de usarlos bien.

No quiero decir que todos deban hacer
como yo y dejar de gastar de golpe,

ir en bicicleta sin gastar y vestir
vaqueros con agujeros en el trasero.

Pero piensen en su dinero.

En este país detestamos hablar de dinero,

por el motivo que sea.

Es nuestra sensibilidad británica,
no nos gusta hablar de dinero.

Pero creo que eso nos da mucho poder.

Seguro que el público

preferiría hablar de su vida sexual
y no de su saldo en la cuenta bancaria.

Pero lo que quiero que hagan
es empezar a pensar

en aquellas áreas
en las que malgastan su dinero

o en las que no necesitan gastar dinero.

Quizá ya tengan algo en su cabeza ahora.

No voy a hacer que se levanten
y hagan un tipo de confesión extraña

admitiendo en qué se gastan el dinero.

Solo quiero que piensen en ello

y quizá al volver a casa
revisen su registro bancario.

Es simple, el de dos o tres meses,
y descubrirán donde va su dinero.

Yo revisé los registros bancarios
de todo un año

y me horroricé.

Me había gastado GBP 400
en café en un año,

y no me gusta tanto el café,
aunque tampoco me molesta. (Risas)

Lo que ocurre es que si no saben
dónde va su dinero,

no pueden dejar de ir a esos sitios.

Necesitan preguntarse:

una vez han descubierto
dónde va su dinero,

pregúntense: ¿me hace feliz?

Pero lo difícil creo que es
el siguiente paso,

que es preguntarse: ¿qué me hará feliz?

¿Qué les gustaría hacer?

Quizá sea llevar a los niños
a unas vacaciones de safari increíbles

o tomarse un año sabático
para escribir un libro

o formarse para un nuevo trabajo

cosa que, según Volcker, todos
deberíamos hacer igualmente.

O quizá quieran apartar una suma de dinero

para garantizar un colchón de emergencia

que les dé algo de seguridad financiera.

Cuando tengan su meta a largo plazo,

pueden empezar a decidir

si los gastos a corto plazo merecen
sacrificar la meta a largo plazo

o dejarla para más adelante.

Mi meta a largo plazo, aunque aburrida,
es incrementar los pagos de mi hipoteca.

Si lo hago, si me deshago de la hipoteca,

significa que no tendré
que trabajar hasta los 80 años,

porque tendré la seguridad financiera
de ser propietaria de mi hogar.

Y trabajar para mi meta a largo plazo
me hace sentir así.

Con suerte aparecerá.

Así es como me hace sentir.

Ningún gasto a corto plazo
me ha hecho sentir nunca así,

si soy sincera.

Pero todo se reduce a, ya saben.

Todo se reduce a una especie
de realineación de mis prioridades.

Ahora me pregunto algo
antes de pagar dinero.

Me pregunto: ¿necesito esto
o simplemente lo quiero?

Y si es una necesidad, perdón.

Si es una necesidad, una necesidad
verdadera, entonces lo compro.

Si es solo un capricho,
devuelvo el monedero al bolso.

Creo que nos nos planteamos
esa pregunta lo suficiente.

Decimos: "Solo necesito
ese nuevo par de tejanos",

y tenemos otros tres en el armario.

Es una pregunta muy simple,
pero tiene un gran impacto.

Pero todo se reduce a las prioridades.

Yo no puedo decirles

en qué deben dejar de gastar dinero
o en qué deberían gastárselo.

Se trata de decidir

si quieren la emoción
a corto plazo que obtendrán,

si les satisface abandonar

la emoción inmediata de un nuevo
par de zapatos o un nuevo teléfono

para lograr esa meta a largo plazo
que tendría un impacto real en sus vidas,

que podría ser un logro real
o cambiar sus vidas por completo.

Puedo decirles qué les hará sentirse así.

Puedo decirles cuál durará más.

Todos podemos responsabilizarnos

de nuestro futuro, nuestro dinero
y nuestra propia felicidad.

Lo único que puedo decirles

es que la felicidad
no puede comprarse en una tienda.

Gracias por su atención.

(Aplausos) (Vívas)