Llegar a la meta sin perder el equilibrio | Nicolás Pueta | TEDxJoven@RíodelaPlata

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Nicolás Pueta es un jugador de rubgy con una malformación congénita. En su charla en TEDxRíodelaPlata, Nicolás cuenta su historia.

Bueno, buenas tardes.

Soy deportista: hice natación,
hice atletismo, salté en alto,

jugué al básquet, juego
al fútbol con mis amigos

-- jugaba al fútbol con mis amigos --

y hoy juego al rugby.

Hace tiempo ya que juego al rugby.

Están viendo la muleta, seguramente.

Y vieron que caminaba medio rengueando,

pero no se confundan.

No estoy lesionado.

Esto es una prótesis que me ayuda
a caminar desde hace ya bastante tiempo.

Yo nací con una malformación congénita.

Congénito significa que no tiene
nada que ver con la genética,

que ni mi papá es el culpable,

ni mamá fumaba, ni tomaba alcohol
mientras estaba con el bombo.

Congénito es un término médico
para lo que es fortuito.

No es culpa de nadie.

Mi malformación congénita se expresa

en lo que es el tamaño
de mi fémur izquierdo

y la posición en la que
salió mi pie de fábrica.

Yo tengo un fémur normal,

y un fémur izquierdo del
tamaño del de un pollo.

Y mi pie salió al revés.

Bueno, nací obviamente distinto
y aparecieron médicos

que le dijeron a mi mamá
que no iba a poder caminar,

que iba a estar confinado a una silla
de ruedas por el resto de mi vida

y, bueno, un sinfín
de tragedias griegas más

que, obviamente, como padres primerizos
que eran, los asustó bastante.

Por suerte, llegó un médico que
les dijo algo bastante sencillo:

"El único que les va a mostrar qué puede
y qué no puede hacer este chico

es Nicolás".

Yo.

Por suerte siguieron este consejo
y decidieron tener su familia perfecta,

de alguna manera, con su primogénito,

y llevarla adelante como
la llevaría cualquiera.

Entonces, yo aprendí,
como aprendimos todos,

como aprendieron todos Uds. también,

a pararme -- ¿cómo se dice? --

mis sentidos, o mis instintos,
me pidieron que me pare.

Quise dar mi primer paso

cuando mis instintos dijeron
que tenía que dar mi primer paso.

En mi caso fue un salto.

Bueno, y el rugby; ¿por qué el rugby?

Mi papá es entrenador.

De chiquito acostumbraba a ir a ver
las prácticas que él hacía.

Tenía trato con los jugadores
hasta de chiquito

y llevaba una vida normal.

Normal, digamos, o sea... caminaba
con una prótesis de chiquito

ya desde los dos años o año y pico,
cuando uno empieza a caminar,

andaba en bicicleta, como
anda en bicicleta cualquiera

-- con una prótesis --

y llegó el momento de seguir adelante,

de tener actividades
comunes con mis amigos;

a los que conocía del colegio.

Y a los seis años mi vida
dejó de ser normal.

Porque en vez de festejar un cumpleaños,

de ir a un partidito de fútbol
y demás, con la bolsita,

yo tenía que entrar en un quirófano
porque querían ver la posibilidad

de alargarme la pierna.

Habían decidido que, si bien
no me pudieron operar

cuando nací

porque los huesos no estaban
formados lo suficientemente bien

lo podían hacer a esa edad.

Abrieron, miraron y se equivocaron.

Mis huesos no estaban desarrollados
lo suficiente como para poder hacerlo.

Hubo que esperar un año más.

Con lo cual, con recuperación y demás,
esperamos al año siguiente.

Al año siguiente decidieron
que sí se podía

y me colocaron un clavo

para hacer lo que era la primera
fase de estas operaciones

juntar el fémur a la cadera.

Obviamente, la magia no sucedió,

la pierna no creció milagrosamente

y después de 11 meses de recuperación

y un par de años más,
me operaron nuevamente.

¿Para qué? Para empezar a girar el pie.

Entonces, eventualmente, girando
el pie que, recuerden, había salido así,

iba a llegar hasta tener esta forma
y después, alargar la pierna.

Llegaron hasta acá, porque los huesos
no llegan a tirar tanto en una operación.

Y bueno, obviamente es muy
frustrante tener nueve años

y no estar haciendo las cosas normales
como yo acostumbraba a hacerlas.

Cosas como el atletismo,
cosas como la natación,

cosas como ir a jugar un partidito
de fútbol con mis amigos.

Para ese entonces ya mis amigos
estaban jugando al rugby.

El rugby que, con lo que Uds.
saben que significa para mí

-- o ya lo deben entender
de alguna manera --

y yo no estaba pudiendo
entrar a la cancha con ellos.

Otra frustración más.

Bueno, no pasó mucho tiempo
hasta que finalmente salí de la cama,

salí de la silla de ruedas,
dejé de usar muletas

y podía finalmente ponerme
la prótesis nuevamente,

que empecé a tratar
de entrenar con mis amigos.

"No, de ninguna manera",
me decían los médicos y mis viejos.

"¿Por? ¿Por qué?"

"Y te acaban de operar.
¿Mirá si se te rompe lo que tenés?

He hecho la operación que tanto costó;
el tiempo que costó en recuperarte y todo

y, además, si te rompes la pierna
buena, ¡ahí sí que estamos jodidos!"

Que es cierto.

Pero era un riesgo que yo
estaba dispuesto a correr.

Pero mis padres, no.

Y mis médicos, menos.

Entonces tuve que optar
por la salida menos decorosa

que es escaparme de mi casa,
entre comillas, para ir a entrenar.

¡Lo aplicado que era el nene!

Con una pierna se tiene que escapar
de su casa para ir a entrenar.

Bueno, la excusa era: "Me voy
a estudiar a casa de un amigo",

"Tengo un cumpleaños",
"Me voy a estudiar a lo de otro amigo",

"Me voy a estudiar de vuelta; me voy
a estudiar, me voy a estudiar".

Claro, son 30 compañeros.

Se repetían en numerosas oportunidades.

Y a mí no me iba bien en el colegio.

O sea que algo estaba haciendo mal.

O estudiaba muy mal
o no estaba aprendiendo nada.

Bueno, obviamente, mi viejo,
ni lerdo ni perezoso, se dio cuenta

de que si me escapo martes y jueves
y los chicos entrenan martes y jueves:

"¡Éste está yendo a entrenar!"

Después venía el tema de los partidos.

Claro, yo todos los fines de semana
estaba en la casa de un amigo.

Que eso es normal
en un chico de 13, 12, 15 años,

-- hasta más grandes, también --

que nos quedábamos el fin de semana
en casa de nuestros amigos.

El partido no era el problema;
sino el entrenamiento.

Hasta que finalmente llegó un
entrenador que le dijo a mi viejo:

"Yo le voy a ayudar a Nicolás.

Quiero que entre a la cancha
porque lo disfruta realmente".

Y mi viejo, medio reticente,
terminó dando el visto bueno.

Y vino a mi primer partido oficial.

La meta, digamos; mi cima.

Y entré.

Obviamente, con las palabras
de ellos en mi cabeza,

con tobillera, canillera, rodillera, muslera,
faja, guantes, hombreras, casco

y, obviamente, el protector bucal.

Era un muñequito de Michelin
entrando así, saltando.

Digamos, estaba crucificado
entrando a una cancha.

Con el paso del tiempo, ese miedo

-- que obviamente no era mío,
sino que era del resto --

fue quedando de lado y pude,

o puedo decir, que hoy entro sin nada.

Sin siquiera estribarme.

Porque aparte, es mejor para mí

porque puedo correr,
o puedo saltar, más rápido.

Tuve la posibilidad de jugar
en la nieve al rugby, por ejemplo.

Me invitaron a que juegue
un partido, no beneficio,

pero un partido así, de muestra,
que se podía jugar en la nieve al rugby.

Lo disfruté muchísimo.

Me fui a Europa un tiempo y
jugué en un club en Inglaterra.

Llegar con compañeros de
colegio al club era una cosa.

Ahora, llegar a un club donde
no me conocían era totalmente distinto.

Llego al vestuario.

"Él es una amigo argentino",
le dice mi amigo inglés

que había yo conocido con
un viaje de rugby a Sudáfrica,

-- había ido a Inglaterra,
fuimos Uruguay, Chile y demás...

todo para jugar al rugby --

"Él es un amigo de Argentina
que viene a jugar con nosotros".

Uno de atrás dice: "Ah, va
a jugar con muletas, ja, ja, ja".

"Sí, con muletas", le digo,

porque hay situaciones
en las que uno puede explicar

todo lo que estoy haciendo ahora

y otras en las que no.

Si me subo a un taxi, por ejemplo,
y el taxista me dice "Uy, fútbol, ¿no?"

¿Qué voy a decir?

"No, pasa que nací con la malformación
congénita, el fémur y el pollo..."

¡No! Entonces, le dije "Sí, sí, sí.
Voy a entrar con una muleta".

Bien, entro en la cancha,
empiezo a entrenar

y los tipos se encontraron
con que era un pibe más.

En vez de correr, saltaba.

Era la única diferencia,
porque las manos, tengo las dos.

Y el rugby se juega con las manos.

Entonces, tuve la posibilidad de hacer eso

de jugar en la nieve, en Holanda

-- un lugar donde el rugby es
como, acá, un torneo internacional

con copa del mundo de backgammon --

Y, la verdad, disfruté muchísimo
de ese tipo de situaciones.

Fui al mundial de Francia, donde
tuve la posibilidad de trabajar.

En el de Nueva Zelanda de este año
que también voy a estar participando.

Y me condecoraron con un premio.

El Espíritu del Rugby, le dijeron.

La FIFA del rugby, que es
la IRB, me da este premio,

El Espíritu del Rugby y, obviamente,

tuvo un revuelo bastante fuerte en lo
que es el mundillo nuestro del rugby.

Y, cuando volví a Argentina
un par de años después,

la Unión de Rugby de Buenos Aires

me condecora con un 'cap' honorífico,

un 'cap' es un gorrito que les dan
a ciertos jugadores por representar algo.

Yo representaba el espíritu
del rugby de Buenos Aires.

El rugby que no me habían dejado
participar un par de años antes.

No ellos, ¿no?

Pero la verdad es que todo el camino que
transité con esto, yo no me lo imaginaba.

Mi único objetivo era entrar
a una cancha de rugby.

Era entrar con otros 14 amigos
a defender la camiseta de mi club,

de mi colegio también, y se dieron
un montón de cosas más.

Todo por un terco
que quería jugar al rugby.

Y, bueno, entonces,
yo lo que les puedo decir

-- y no quiero ser una galletita de
la fortuna ni un Palito de la Selva --

es que la vida es solamente
un 10 % de lo que a uno le pasa

y un 90 % de lo que uno hace con ella.

Entonces, no dejen que nadie
les diga que no pueden hacer

algo que Uds. quieren hacer.

Si Uds. realmente lo quieren hacer,

y están dispuestos a dar todo
para poder hacerlo, lo van a lograr.

Lo van a poder lograr.

Eso es todo.

(Aplausos)

Matías Martin: Igual, él hizo un resumen
porque esto son 12 minutos

y algunas de las barbaridades
que me dijo una vez en la radio

no las contó como, por ejemplo, no
solamente el fútbol contás a los tacheros.

NP: Y, no, a veces hay que inventar
excusas un poco más elaboradas...

MM: ¿Por ejemplo?

NP: No solamente a los tacheros.
En un boliche, estás bailando.

Un poquito distinto.

- "Ay, ¿qué te pasó?"

Y ahí sacás cha, cha-cha, cha-cha...

Y, sí...

- "No, lo que pasa es que yo surfeo
entonces estábamos en Sudáfrica,

en Durban, una ciudad que es preciosa
pero tiene un mar muy picante

y apareció un tiburón,
y me comió la pierna un tiburón".

- "¡Dale!"

- "¡Te juro por Dios, que me
comió la pierna un tiburón!"

- "¡Dale!"

- "Bueno, no me creas, sigo bailando,
total, para mí es indistinto

que me haya pasado esto
u otra cosa, es lo mismo".

- ¿En serio te comió la pierna
un tiburón?", preguntan.

Y ya mis amigos dicen que sí a todo
porque saben que puede pasar eso,

o que me pisó un tren,
o que me atropelló un auto,

o que tuve un accidente en moto,
y demás situaciones irrisorias.

MM: Bueno, Nico, muchísimas gracias.

NP: Gracias a Uds.

MM: Gracias.

(Aplausos)