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Los jóvenes...
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Nunca nos enseñaron
a cuidar de nuestro sufrimiento.
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Eso es la base.
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En la escuela no lo aprendes.
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Con suerte, lo aprendes de tus padres.
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Pero en realidad, fueron un ejemplo
de cómo no cuidar de tu sufrimiento,
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si recuerdo mi educación.
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Esa es la raíz,
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que la gente no sabe
cuidar de su sufrimiento,
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observarlo y descubrir sus causas.
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Es algo fundamental.
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Esas emociones tienen un origen.
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Tu vacío, tu soledad,
tus juicios, tu trauma.
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En todo esto, la plena conciencia,
detenerse,
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abrazarlo y comprenderlo
es la salida.
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La salida está en el interior.
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La salida del sufrimiento
es tocar ese sufrimiento.
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No le tengas miedo.
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El sufrimiento puede ser un elemento
de tu transformación y sanación.
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No es verdad que el sufrimiento
no tenga nada que ver con la sanación.
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Necesitamos el sufrimiento,
abrazarlo y comprenderlo.
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Y por esa vía, llega la humanidad,
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la plenitud, porque hay una parte
de nosotros que queremos -
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Y eso es muy discriminatorio.
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Al aprender cómo sufrir, sufrimos menos.
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Esa es la magia. No necesitas
deshacerte de todo el sufrimiento,
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no necesitas deshacerte
de todas las heridas,
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puedes estar sano con una herida,
puedes ser feliz con un suffrimiento.
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Eso es lo que la gente no puede creer,
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porque no saben cómo hacerlo.
Hay una forma de hacerlo.
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Estoy sufriendo, pero no reacciono,
no critico.
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En ese momento, estoy en paz
y feliz con mi sufrimiento.
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Al mismo tiempo.
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No necesitas pensar: 'Bien, se acabó
el sufrimiento, ahora puedo ser feliz'.
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De hecho, el sufrimiento
puede ser tu mejor maestro.
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Aprender a sufrir,
aprender a acompañar la ira,
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acompañar una emoción fuerte,
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es el primer paso. Detenerse
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y reconocer, abrazar
como hace una madre con su bebé.
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Es un paso crucial.
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Y a partir de ahí,
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la sanación es posible.
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La inquietud, la discriminación,
la represión, la negación,
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son maneras de pinchar la herida,
el sufrimiento.
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O reprimirlo, luchar con él,
hacer un nudo con él.
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¿Y cuál es el resultado?
Más sufrimiento.
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Se ve en tu comportamiento,
en la forma en que te mueves,
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en cómo reaccionas, en cómo hablas.
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Solo cuando puedas parar, reconocer,
abrazar, calmar, ser amable
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será posible la comprensión,
soltar ese nudo,
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la sanación, que la herida no sangre más.
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Así que no pinchar,
no hacer más nudos.
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Detente,
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y poco a poco sabrás cómo soltar el nudo.
Sabrás por qué llora el niño.
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Sabes qué hacer para
no pinchar en tus heridas,
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y seguir haciéndolas sangrar.
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Estar en calma es
proporcionar un entorno saludable
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para que ocurra la sanación.
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Así que el sufrimiento desempeña
un papel esencial.
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Pero no lo aceptamos.
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Queremos deshacernos de él, queremos...
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No quiero el barro, solo quiero el loto.
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Observa la naturaleza, el mundo,
observa las cosas.
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¿Ves algo que sea puro en sí? No.
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En realidad, todo está muy relacionado,
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interconectado.
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La idea de que haya algo puro y feliz,
sin ningún resto de sufrimiento
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solo está en tu cabeza.
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Necesitas tener tiempo para darte cuenta.
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Porque nos empujan los medios,
las películas, etc, Facebook...
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Creemos que existe un mundo
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o un lugar, un estado
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de plena felicidad, alegría,
paz, sin sufrimiento.
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Eso es solo una ilusión.
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Así que cuando llega el sufrimiento,
ya no le tenemos miedo,
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no tenemos miedo de nuestras emociones.
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Y vas descubriendo que dejan de aparecer
patrones de conducta,
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que ya no surgen. Y algún sufrimiento
deja de manifestarse.
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Porque está curado.
El nudo se ha soltado.
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Y pones atención en no atarlo nunca más.
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La ira hacia una persona,
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una vez que comprendes a esa persona,
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comprendes por qué ha pasado eso,
ya no le echas la culpa.
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Ni siquiera necesitas perdonarlos.
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Ha bastado comprender
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el sufrimiento que compartimos,
y la compasión brota.
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La compasión.
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No hay perdón, no lo necesitas.
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Solo pura y verdadera comprensión
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y conectar con ello...
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Hay paz. No más nudos.
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Así que el sufrimiento
es esencial para la compasión.
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De hecho, la compasión
se construye sobre el sufrimiento.
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¿Felicidad¿ ¿Paz? Pueden...
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Pero, ¿la compasión?
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La materia que la hace jugosa y rica
es el sufrimiento.
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Te amo.
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Sí, es alegre, tranquilo. Te acepto.
Eres una persona maravillosa. Pero...
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Lo siento, te acompaño en el sentimiento.
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Te ofrezco mi compasión.
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Eso requiere dolor.
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Si tienes tiempo de investigar
la compasión, su origen
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son el dolor y el sufrimiento.
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Esa sensación es maravillosa,
sentirte conectado, pleno.
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Es sanador para nosotros también.
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Y la madre Tierra, tómate tiempo
para sentarte y sentir su pena.
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Y podemos cultivar esa forma de ser
en nuestras vidas,
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cómo miramos a los seres humanos,
a las plantas, a las rocas.
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Después de hacerlo, te resulta difícil
lanzar una roca con violencia.
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La gente, la juventud,
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necesita saber cómo cuidar su sufrimiento.
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Por un lado. Por otro,
a generar alegría y felicidad.