Mi vida con Asperger | Daniel Wendler | TEDxUniversityofArizona

¿Cómo lograr que todo el mundo pueda encontrar y formar parte de un grupo donde sentirse aceptado? Para muchas personas, como los discapacitados, los tímidos o los que simplemente son diferentes, la vida es una experiencia solitaria, y no es fácil encontrar buenos amigos.

Daniel Wendler ha vivido esto en primera persona. Tiene síndrome de Asperger, una condición neurológica que le impidió aprender habilidades sociales de forma natural. Al no disponer de estas capacidades necesarias para hacer amigos o defenderse de los acosadores, Daniel sufrió el rechazo de sus compañeros de colegio.

Sin embargo, no dejó que su enfermedad lo detuviera. Cuando se dio cuenta de que sus dificultades se debían a esta carencia, decidió estudiar interacción social como si fuera un idioma extranjero. Con el tiempo, a través de los libros y la ayuda de su familia, consiguió desarrollar por sí mismo lo que no pudo aprender de manera natural. Utilizó sus nuevas habilidades para llegar a otros, y descubrió el poder de la amistad y lo que significa formar parte de un grupo.

Hoy trabaja compartiendo sus descubrimientos con los demás. Es coach en habilidades sociales, y dirige una página web que ha recibido más de 250 mil visitas. Cree que todo el mundo merece encontrar un grupo de gente afín con la que relacionarse y que todos tenemos algo en común con aquel niño rechazado que comía solo en el comedor.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

¿Han soñado alguna vez

que vuelven al colegio y están desnudos?

¿Recuerdan la sensación de vergüenza
y de impotencia en el sueño?

Así era mi vida de pequeño,
como ese sueño.

No es que fuera desnudo al colegio...

(Risas)

Pero la vergüenza, la frustración,
la sensación de tenerlos a todos en contra

eran reales para mí.

A los siete años el colegio
ya era mi campo de batalla,

todos los demás
estaban en el bando opuesto.

Y no sabía por qué, ni cómo solucionarlo.

Así era mi vida.

Y este soy yo.

Era un poco raro,
ya se habrán dado cuenta.

Mi vida no estaba mal:

mi familia me quería,
tenía un par de amigos,

y Super Mario Bros se me daba de miedo.

(Risas)

Pero no encajaba en la escuela
ni en ningún sitio.

Y no sabía por qué.

Por más que me esforzara
no conseguía hacer amigos.

Por muy bueno que fuera me trataban fatal.

No sabía qué hacer.

Tengo tres recuerdos de aquella época.

Uno, volviendo a casa
con mi madre al salir del cole,

le pregunto: "¿Cómo hablas con la gente?

¡Yo no sé hacerlo!"

En otro, me siento a comer a una mesa

y los demás niños se levantan y se van.

Siendo como soy, decido explotar
mi recién descubierto poder

y los persigo de mesa en mesa,

(Risas)

por todo el comedor,
hasta que abandono y como solo.

El tercer recuerdo,
llego a casa del colegio,

me lanzo en brazos de mi padre
sollozando: "soy malo, malo, malo."

Crecer fue duro, sobre todo en primaria.

La secundaria fue un poco más fácil,

aunque encajar seguía siendo complicado.

Soy el de la camiseta de colores.

(Risas)

Fue en el instituto

cuando las cosas empezaron a mejorar.

Mis padres son geniales,

están entre el público,
¡salúdenlos si los ven!

Todos quieren creer
que sus hijos son normales,

pero mis padres ya se habían
dado cuenta de que yo era distinto,

iba a un ritmo completamente diferente.

Me llevaron al psicólogo
antes de empezar el instituto

y me diagnosticaron síndrome de Asperger.

Por si no lo saben,

es un trastorno neurológico,
un tipo de autismo,

que dificulta el aprendizaje

de habilidades sociales de forma natural.

Les voy a poner un ejemplo:

Un bebé que nace en Japón

aprenderá japonés

escuchándolo mientras crece.

Pero un adulto que no sabe japonés,

si le dejan en medio de Tokio,

le va a costar muchísimo más.

De la misma forma, una persona normal

aprende habilidades sociales
de manera natural,

observando el entorno.

Alguien con Asperger

es como el adulto en un país extranjero

cuyo idioma no sabe.

Es mucho más difícil de aprender.

El diagnóstico fue toda una epifanía,

porque no sabía contra qué luchaba.

Pero entonces lo entendí:
¡es porque no tengo habilidades sociales!

Recuerdo que el psicólogo me dio una lista

de las que más nos cuestan
a los Asperger, y pensé, muy bien,

¡a trabajar!

Empecé a estudiarlas,

a leer libros sobre lenguaje corporal,
conversación, etiqueta, ¡de todo!

A ver películas con mis padres.

Paraba la película como unas 10 veces:

"¿Qué ha ocurrido en esa conversación?"

No entiendo la reacción de ese personaje.

¡Explíquenme las señales!"

Empecé a comprender y a mejorar.

Aprendí a descifrar los patrones

del comportamiento de la gente.

Comencé a elaborar metáforas e ideas

para saber cómo responder.

El lenguaje del cuerpo es divertido.

Vayan a una librería, elijan un libro
sobre el tema,

les puedo hablar de lo que quieran.

Mi favorita es esa señal con los pies.

Si hablan con alguien
y sus pies apuntan hacia Uds.,

les están prestando atención.

Si les hablan

con los pies mirando hacia la puerta,

¡lo que quieren es irse!

Lo mejor sería dejarles
terminar la conversación.

A veces la cosa se complica:

¡hay tantas señales diferentes
para cosas tan distintas!

Frotarse la nariz significa duda,

rascarse la nuca, preocupación.

Gestos y significados parecidos,
pero algo diferentes.

A veces observaba a alguien

para tratar de descifrar
su lenguaje corporal

y cuando por fin lo conseguía,
la conversación había cambiado

y ya ni recordaba
de qué estábamos hablando.

Para que se hagan una idea de
lo que es tratar de descifrar...

Por ejemplo, miren esta lista:

¿qué sienten estas personas?

Difícil saberlo de un vistazo.

Así que decidí condensarlo.

Así que tomé todas las señales,

y las dividí en comodidad e incomodidad.

Pensé, vale, no es necesario recordar

si rascarse la nariz significa
inseguridad, ansiedad, indigestión, etc.

solo necesito saber

que no está cómodo
y que a lo mejor le pasa algo.

A partir de ahí,

puedo intentar averiguar
de qué se trata, y arreglarlo.

Si estamos hablando

y empiezan a emitir
señales de incomodidad,

puedo tratar de ver de qué hablamos,
dónde estamos.

Ver si puedo arreglar algo.

Antes la gente se molestaba
conmigo sin saber por qué.

Hablaba con alguien pensando
que todo iba bien,

¡y se enfadaban!

No había captado ninguna señal.

En cambio, si descubría
qué pasaba, podía adaptarme.

Pero faltaba aprender
a mantener una conversación,

y conversar no es fácil.

Hay muchos libros sobre el tema,

pero solo dan consejos
y trucos de conversación

que no ayudan demasiado.

Es como si quieren aprender
a jugar al béisbol,

y lo único que dijeran los libros es:
no dejen de mirar la pelota.

Eso no es una regla.

Así no se aprende a jugar.

Así que estudié, practiqué,
le di vueltas al tema,

y descubrí el secreto de la conversación.

¿Preparados?

¿Preparados para tomar nota,
tuitearlo, o lo que sea?

La conversación es como un bocadillo.

Es como hacer un bocadillo con un amigo,

ponen un ingrediente
y le pasan el bocadillo.

El amigo añade otro ingrediente
y se lo pasa a Uds.

Ya sé que probablemente
no hagan bocadillos en equipo,

pero es una metáfora, entiéndanme...

Porque así funciona una conversación.

Uds. ponen algo en ella,

sus pensamientos, ideas, una historia,

y luego invitan al otro a hablar

haciéndole una pregunta o algo así.

Ponen su ingrediente y pasan el bocadillo.

Ellos hacen lo mismo y
se lo vuelven a pasar.

Ya sabía lo que tenía que hacer
en una conversación.

Ya sabía cómo hacerla fluir,

y sabía cuándo debía alimentarla.

Pero todavía tenía que aprender
a ser un buen conversador.

¿Cómo elegir temas interesantes?

Difícil para mí porque
de pequeño me enrollaba muchísimo.

Si alguien me preguntaba
qué había hecho ese día,

y les contaba, ¡absolutamente todo!

(Risas)

Normalmente no era eso lo que querían.

Tenía que descubrir cómo responder.

¿Cómo evito enrollarme?

¿Cómo contar solo lo que interesa?

Decidí desarrollar una técnica

llamada la puerta que chirría.

Funciona así:

Por ejemplo, llegan tarde a casa

y la puerta es vieja y chirría,

no la abren de golpe

para no desperar (chirrido)
a todo el mundo.

Así que la abren poco a poco (chirrido),

un poquito más (chirrido),

más (chirrido, chirrido, chirrido),

hasta que por fin se abre
del todo y entran.

De la misma forma, si alguien
me hacía una pregunta,

daba parte de la respuesta,

y dejaba abierta la posibilidad
de querer saber más.

Así que si alguien preguntaba
por el fin de semana

podía decir que había ido a la piscina,

y ya estaba.

Si tenían curiosidad,
preguntaban y les seguía contando.

Y si no, pues nada,

cambiábamos de tema, y listo.

Tuve que inventar formas de
relacionarme con la gente.

Tuve que traducirlo a mi propio idioma.

Puedo seguir contando
todo lo que descubrí,

pero como les decía,
tiendo a irme por las ramas,

así que lo voy a dejar aquí.

El hecho es que comencé
a mejorar mis habilidades sociales.

No lo hacía perfecto, pero servía.

Empecé a conversar

y a entender la comunicación no verbal.

Comencé a hacer amigos
y a formar parte de un grupo.

Me gustaría poder transmitirles
lo increíble que era esto para mí.

Las relaciones sociales siempre
me habían resultado muy difíciles.

Pero aprendí que es algo
que se puede practicar,

y se puede mejorar.

Era maravilloso,

pero mejor todavía fue descubrir
el placer de la amistad.

Para alguien que había sido
un marginado toda su vida,

formar parte de un grupo de amigos,

que la gente quisiera estar conmigo...

¡Era increíble!

Creo que me di cuenta
de cuánto había cambiado

cuando me llamó mi amigo Mark

y me dijo: "Daniel, hagamos algo
con el grupo este fin de semana."

Dije: "Ok, buena idea".

Hubo una larga pausa,

luego dijo: "lo organizas tú, ¿no?"

¡Había pasado de ser un marginado
a organizar fiestas!

(Risas)

Para un Asperger que ha tenido
que aprender habilidades sociales...

Se podría comparar con
un niño que no ve bien

y lleva gafas por primera vez.

¿Experimentar el gozo de la amistad
después de una vida de marginación?

Es como ponerle gafas a ese niño
y llevarle al Louvre.

Como decía el tío Ben de Spiderman,

"Cuanto más poder, mayor responsabilidad."

En una charla TEDx en la universidad,

permítanme incluir algunas citas
de alto nivel.

(Risas)

Así que cuanto más poder,
mayor responsabilidad.

Si podía abrir la puerta
de este nuevo mundo

de amistad y aceptación,

¿no tenía también la responsabilidad
de abrirla para otros?

Lo que hice fue fácil.

Empecé a buscar chicos como yo,

raros, diferentes,

que no encajaban.

Me hice amigo de ellos.

Y descubrí que eran los mejores amigos.

Creo que haber sentido rechazo
era lo que les hacía tan increíbles.

Nuestra sociedad es rara,
piensa que sufrir no es normal,

cree que la humanidad
es feliz por defecto.

Cuando sientes la presión
de ser como los demás,

también te sientes obligado
a ocultar el dolor y poner buena cara.

Pero cuando no encajas a pesar de todo,

cuando eres un inadaptado,

como sabes que la vida es dura a veces,

eso te da libertad
para reconocer tu propio dolor

y reconocer el dolor ajeno.

Y así aparece la compasión.

O dicho de otro modo:

Thoreau se fue a vivir en la naturaleza,
lejos de la sociedad

para vivir conscientemente.

Pero cuando la sociedad te discrimina,

también te obliga a vivir conscientemente.

Puedes elegir algo nuevo,

que no esté de moda o sea distinto
de lo que piensan tus amigos,

pero basado en lo quieres ser
y lo que quieres hacer.

Así que me acerqué a estas personas,

y descubrí que eran excelentes amigos.

Me acerqué pensando que me necesitaban

y era yo el que los necesitaba a ellos,

fueron ellos los que me apoyaron.

Les cuento una historia:

En mi primer año de universidad,

una amiga estaba pasando una mala época.

Hice todo lo que estuvo
en mi mano para ayudarla,

y de pronto un día me llaman de casa
para darme malas noticias,

realmente malas.

Mantuve el tipo al teléfono

y al colgar me derrumbé.

Empecé a llorar y llorar...

No podía parar...

Lloraba y de pronto alguien
me rodeó con sus brazos,

la amiga a la que había estado ayudando.

Me abrazó y me consoló,

justo la persona que necesitaba
en ese momento.

Además de lo que aprendí de ellos

y todo lo que me ayudaron,

también me enseñaron
que está bien necesitar ayuda.

Cuando empecé a integrarme,
a ser aceptado,

a sentir lo que era eso,
empecé a tenerle pavor al rechazo.

Me aterrorizaba pensar
que podía hacer algo mal,

que iba a meter la pata,

y que la gente pudiera pensar:
"Daniel es un impostor,

sigue siendo un marginado."

(Risas)

"¡Tirémosle tomates!"

Ya sé que no es un miedo realista,

nuestros mayores temores
raramente lo son, ¿verdad?

Siempre he sentido mucha presión
para hacerlo lo mejor posible,

pero te sientes solo.

Porque cuando das un paso adelante

el resto del cuerpo todavía va por detrás.

Con el paso del tiempo
mis amigos me demostraron

que me querían tal y como era.

Que no tenía que ser el alma de la fiesta

o el hombro sobre el que llorar siempre.

Que podía ser Daniel sin más,

aunque fuera distinto.

Esta es Sam,
salimos juntos en la universidad.

Como ven, se le daba muy bien
crear un espacio

de libertad en el que ser yo mismo,

aunque fuera diferente.

Aquí algunos de mis mejores amigos
en una taza de Disneyland.

¿A qué otro sitio se va con amigos?

(Risas)

Llegamos a estar tan unidos
en nuestro primer año de universidad

que decidimos reunirnos
una vez por semana,

y mostrarnos realmente como éramos.

Cada semana era distinto.

A veces conversábamos sobre algún tema,
otras jugábamos a algo,

o salíamos por ahí y disfrutábamos juntos.

La única regla era ser nosotros mismos.

Así que cada semana aparecía el Dan real,

y cada semana me aceptaban

aunque el Dan real fuera un poco patoso.

(Risas)

Mis amigos me enseñaron
que no pasaba nada,

podía ser Super-Dan, ¡el Hombre Social!

Qué bien aprender
todas estas habilidades sociales,

pero no hacía falta ser Super-Dan,
el Hombre Social todo el tiempo.

Bastaba con ser yo mismo.

Espero que entiendan que
es suficiente con ser uno mismo.

Que comprendan que hay personas

que les querrán como son.

Y que no dejen nunca
de buscar a esas personas.

Porque creo que al final
son ellos los que nos definen.

Son los que no nos abandonan
y ven lo bueno en nuestro interior,

incluso cuando nos juzgamos con dureza.

Como dice el proverbio: "Se necesita
todo un pueblo para criar un niño",

en realidad, necesitamos un pueblo
cada día de nuestra vida.

Mi historia es la historia
de un pueblo, no solo la mía.

Es la historia de como mi familia
me apoyó al principio,

cuando lo pasaba tan mal.

La historia de los amigos que me animaron

para que yo pudiera animar a otros.

De las palabras amables
que luego pude repetirles a otros.

La historia de una idea,

que todo el mundo
merece encontrar su sitio.

Como cuando tenía siete años

y comía solo en el comedor

porque nadie quería sentarse conmigo.

Si trataba de sentarme con ellos, se iban.

Se podría decir que nadie
en ese comedor me valoraba.

Pero también se podría decir

que gracias a la gente cercana
que sí me apreciaba

he podido llegar hasta aquí.

No es por presumir pero tengo una web
sobre habilidades sociales

con más de 40 millones de visitas,

he salido en las noticias,

y ahora mismo estoy dando
una charla TEDx sobre mi vida.

(Risas)

Creo que no miento si digo
que tenía algún valor.

Pero lo descubrí gracias a las personas
de mi vida que me ayudaron a verlo.

No habría podido hacerlo solo.

Lo que quiero contarles es
muy sencillo, y se trata de esto:

que nadie merece estar solo,
así no se consigue nada.

Por eso, si es su caso,
hablen con los demás, pidan ayuda.

Y si ven que alguien
está solo, sean su amigo.

Cuando tenía siete años
y comía solo en el comedor

deseaba desesperadamente
que alguien se acercara,

que alguien se sentara a mi mesa

y me dijera que quería ser mi amigo.

Si hubieran estado allí,

si me hubieran visto
comiendo solo siempre,

¿se habrían sentado conmigo?

Si la respuesta es sí,

¿podrían sentarse hoy con alguien

que necesite tanto un amigo
como yo entonces?

¿Podrían acercarse a alguien
rechazado por los demás

y decir: "Yo acepto a esta persona"?

¿Pueden ver a alguien
torpe, raro, o diferente,

y decir: "Podría ser un buen amigo."

¿Podrían ser amigos?

¿Podrían sentarse a su lado
y preguntarle cómo se llama,

escuchar su historia
y formar parte de ella?

Les prometo que si lo hacen,

podría convertirse en
una parte increíble de la suya.