Lo que Mahoma aprendió en la montaña - Federico Pacheco en TEDx AvCorrientes 2013

Federico Pacheco comparte lo que aprendió sobre la vida a través de su pasión: escalar montañas.

Si la montaña no viene
a Mahoma, Mahoma...

va a la montaña.
Es obvio.

Yo no entiendo, nunca
entendí qué significaba.

Además,
¿vieron que dicen

que la fe mueve montañas?

Como yo soy un
hombre de poca fe,

pensé que ese tema
no era para mí.

Lo cierto es que siempre
creí que esas eran...

metáforas de la vida.

¿Vieron que a la vida se la trata
de explicar con metáforas?

Se dice que la vida es
como una caja de bombones

o como un espejo
o como un viaje en tren.

Hoy quiero compartir
mi metáfora personal de la vida,

que la encontré en una actividad
que me apasiona:

escalar montañas.

Hace unos años,
en un viaje a Mendoza

conocí el Cerro Aconcagua.

Les cuento que
fuera de los Himalayas

es la montaña
más alta del mundo.

Fue amor a primera vista.

En ese momento dije:
"Algún dia

tengo que estar allá arriba".

Pero había un
pequeño inconveniente:

¡yo de montañismo
no sabía nada!

Así que empecé a
preguntar y a averiguar

y me explicaron que
en realidad no se requería

ser un gran atleta, pero
sí se requería mucha voluntad.

Entonces comencé a participar
en salidas y expediciones

y con el tiempo me fui dando
cuenta de que la montaña

tenía mucho que enseñarme

y de que yo tenía
mucho que aprender.

A través del contacto
con la naturaleza

aprendí, por ejemplo:

que las fronteras
son un invento del hombre;

que el medio ambiente
no exige respeto,

pero conviene respetarlo
por nuestro bien;

que la Tierra no nos necesita,
pero nosotros sí;

que la respiración
nos conecta con el universo;

que a veces podemos

volver una y otra vez
al mismo lugar

y la montaña siempre está igual,
pero uno nunca es el mismo.

Por haber salido de expedición
con otras personas

aprendí que en situaciones
extremas cada uno manifiesta

su verdadera esencia;
que podemos seguir a un guía,

pero también es bueno
aprender a manejarnos solos;

que hay personas con las
que podemos compartir

cosas muy profundas
solo por un tiempo

y jamás volver a verlas;

que yendo solos
podemos llegar más rápido,

pero acompañados
podemos llegar más lejos;

que a veces podemos hacer
hasta el esfuerzo más increíble

sacando fuerzas de donde
no sabíamos que teníamos

solo para ayudar
a los demás.

Por haber salido solo
en algunas ocasiones

entendí la importancia
de encontrar el propio ritmo;

también que la soledad
da la oportunidad

de conocerse a uno mismo;

que es indispensable aprender
a escuchar a nuestro cuerpo

y conservar la energía;

que uno no puede cargar más peso
del que soporta su propia espalda;

que hay trayectos
bien marcados, pero

es gratificante recorrer
nuevos caminos

de vez en cuando.

Por haber estado perdido
en la montaña,

incluso hasta el borde
mismo de la muerte,

entendí que muchos
problemas grandes

provienen de malas
decisiones pequeñas;

que en situaciones extremas
el dinero no sirve de nada;

que el camino más directo
y el más sencillo

no suelen ser el mismo;

que perderse es muy fácil,
por eso hay que saber

cuándo parar;

que avanzar con heridas
es peligroso,

pero es posible.

Por haber fallado
unas cuantas ocasiones

en el intento de
hacer montañas

entendí que llegar a la meta
nunca está garantizado,

por eso hay que aprender
a disfrutar el camino;

que saber adaptarse a
los cambios no es opcional;

que ningún problema de la vida real
está resuelto en un libro;

que a veces,

solo sabemos que
podemos dar un paso más:

el próximo;

que mucha gente puede
hablarnos del camino,

solo unos pocos
pueden aconsejarnos,

pero solo uno mismo
puede recorrerlo.

Por haber hecho
algunas cumbres

aprendí que en realidad

el éxito no está
en llegar a la cima,

sino en poder regresar;
que a veces el objetivo

no se ve hasta que
no estamos muy cerquita;

que la práctica y la dedicación
mejoran nuestras posibilidades;

que según el tamaño de
las piedras, podemos elegir

esquivarlas, pisarlas, subirnos,
sentarnos, recogerlas

o simplemente
contemplarlas;

que en ocasiones

vamos a tener que intentarlo
muchas veces,

pero lo importante
es no darse por vencidos.

En enero de 2013 cumplí
finalmente mi objetivo.

Pensé que ese iba a ser

el final de mi camino
en el montañismo,

pero en ese momento,
cuando volví

me di cuenta que recién
estaba empezando.

Y ahi aprendí
otra lección:

que con cada regreso,
comienza un nuevo viaje.

Reinhold Messner, el padre
del montañismo moderno

aseguró que en
la soledad de la montaña

lo peor que te puede pasar
no es el frío ni la altura,

es encontrarse con uno mismo
y no saber qué hacer con eso.

Yo encontré en el montañismo
una gran metáfora de la vida

y hoy los invito
a descubrir las suyas.

¿Cuáles son
tus metáforas personales?

¿Dónde están tus montañas?

Gracias.