Sharon Steed - Empathetic communication: why vulnerability is the key to collaboration

Hola a todos.

Esta charla es sobre comunicación.

Lo primero que quiero decirles
es que tartamudeo.

Mi tartamudez comenzó a los 3 años.

A esta edad.
Lo sé: yo era adorable.

Está bien, pueden decirlo (risas).

La tartamudez ha condicionado
mi comunicación

desde que yo era esa niña de la foto.

Empecé a tartamudear a los 3 años.

Les pregunté a mis padres y me dijeron

que eso no les preocupaba
en ese momento

porque muchos niños tartamudean a esa edad

y lo superan cuando cumplen 5 o 6.

Mi hermano, mis padres
y algunos primos tartamudeaban,

y dejaron de hacerlo
cuando tenían cerca de 17 años.

La gente pensaba que era algo

que estaba pasando en ese momento,

pero que desaparecía por sí solo

y allí terminaría todo.

Pero ya tengo 32 años y sigo así,
supongo que llegó para quedarse.

Quienes tartamudeamos

desarrollamos unas estrategias
de afrontamiento.

Hice... Muchas de las cosas que hacía

y que eran un poco extrañas,

se debían a mi tartamudez.

Trataba de ocultarlo

diciendo cosas...
Disculpen.

Intentaba evitar situaciones en las que

sabía que tendría que hablar

porque tenía miedo de tartamudear.

Trataba de intercambiar
algunas palabras

porque, como tartamuda,

sé qué palabras me causan problemas.

Antes de decir una palabra,

pensaba rápido en una alternativa
que sí pudiera decir

para no tartamudear.

Me fui dando cuenta
de que la tartamudez

y mi forma de lidiar con eso

le estaban pasando por encima

a mi vida personal y profesional,

así que decidí afrontar ese miedo

buscando pequeñas oportunidades

para hablar en público.

Sé que suena loco,

pero soy el tipo de persona que,

si le tengo miedo al agua,
me voy a lanzar a lo hondo

para ver qué pasa.

Espero no ahogarme (risas).

Cuando empecé a hablar en público,

la visión que tenía de la comunicación

cambió drásticamente.

Se supone que la comunicación

es un acto de gran empatía.

El problema es que no lo es.

Para hablar de la comunicación,

hay que hablar sobre las conversaciones.

La forma en la que abordamos
las conversaciones

es generalmente errónea.

Vamos a suponer que ese eres tú

y se te ocurre algo genial
que quieres comentar.

Tienes una idea.

Ese eres tú
y eso es lo que quieres comunicar.

Te entusiasma bastante esa idea.

No es por ser presumido,

pero te parece que tu idea
puede llegar a tener éxito.

Estás muy emocionado al respecto.

Piensas en la idea,

piensas en las palabras
que quieres usar para comunicarla,

en cómo quieres que se sientan los demás,

en cómo quieres sentirte tú
mientras la explicas.

Finalmente, compartes tu idea

y esperas que los demás se sorprendan,

que piensen que es la mejor idea
que han escuchado en su vida,

pero eso no sucede.

Te responden: "Vale, está bien.
Ya tenemos que ir a almorzar".

Te sientes confundido, no entiendes

por qué ellos no sienten lo que sientes tú

al escuchar esa idea tan genial.

El problema es que ellos no te importan.

No quieres tener una conversación
bidireccional.

Lo que quieres es que ellos amen tu idea,

así como Kanye se ama a sí mismo.

(Risas)

Este enfoque autocentrado
de la comunicación

es un caldo de cultivo
para conversaciones insípidas,

e incluso puede causar
dificultades en los equipos.

¿Qué debemos hacer?

¿Cómo podemos solucionar este problema?

Tenemos que pensar en la otra persona.

Necesitamos ser empáticos

porque la empatía alimenta las relaciones.

Si eso es verdad,

la comunicación empática
nos conduce a la colaboración.

Al construir equipos o productos,

unas de las cosas más importantes
que tiene que ser positiva

es cómo colaboramos como colectivo.

Esto nos asoma un problema.

Hoy en día, año 2016,

la colaboración se da,
casi exclusivamente,

a través de pantallas luminosas,
software y texto.

Eso está bien,

comunicarse de esta manera
tiene sus beneficios.

Hay equipos que opinan que hablarse
por Slack o Twitter

les ayuda a simpatizar,
a sentirse relacionados

y a descubrir puntos en común.

El problema que ello genera es que,
al comunicarnos solamente por texto,

a menudo se pierde la empatía
que debemos tener para relacionarnos.

La tecnología es sumamente útil

pero no puede reemplazar el aspecto social

de la comunicación cara a cara.

Aquí viene otra verdad.

Las fallas de comunicación no se eliminan
con las automatizaciones.

Hay que afrontar los problemas
en persona.

Si dejamos de lado la tecnología,
los celulares y computadoras, el software,

¿qué es lo que queda?

Quedamos nosotros.

He aquí el segundo problema,

las personas odian hablar entre ellas

porque hablar es difícil,

las conversaciones son difíciles

y la colaboración es muy complicada.

Es por eso que la colaboración fracasa:

a veces conversar puede ser retador.

Veamos las causas de ese fracaso.

La razón de más peso es que las personas

temen estar equivocadas y

les preocupa no ser capaces de comunicar

sus ideas y opiniones de forma clara.

El miedo a estar equivocados

es, en realidad, el miedo a ser juzgados.

No puedo ni contar todas las veces

en que tuve una idea y quería compartirla

pero me atormentó tanto
la posibilidad de ser juzgada,

que me quedé callada.

Diariamente nos malinterpretan.

Ustedes hacen un trabajo muy técnico

y trabajan con personas

que no tienen conocimientos técnicos.

Tener que explicar algo produce,
generalmente, frustración y molestia

por lo que es más fácil no colaborar.

¿Cómo podemos arreglar esto?

Lo primero que debemos hacer

es decir lo que pensamos

y alentar a quienes están alrededor
a que también lo hagan

porque el silencio mata la colaboración.

Escuchar lo que los demás tienen que decir

no hace que nuestras ideas y opiniones
sean menos válidas,

lo que hace es fomentar la conversación.

El siguiente paso que debemos dar

es pensar en la persona
con quien hablamos.

Todos estamos en distintos momentos,
a nivel intelectual, emocional.

Eso está bien.

Hablar con alguien a su nivel

no pone en riesgo nuestro propio nivel.

El próximo paso es pensar

en la persona que está hablando.

Cuando estén en medio de una conversación

y el orador esté teniendo problemas
para comunicarse,

recuerden esta experiencia

de estar escuchándome en este momento.

Sé que puede ser sumamente difícil

entender a cabalidad lo que trato de decir

y que han tenido que ser pacientes,

han tenido que prestar mucha atención.

Cuando exponemos nuestras ideas

desde un lugar de gran empatía

y prestamos atención a las ideas ajenas

desde ese mismo lugar,

va a surgir algo que resultará mejor

que cualquier cosa que hubiésemos creado
por nuestra cuenta.

Esto implica vulnerabilidad,

la vulnerabilidad de asumir el silencio

o discutir los temas que nos llevarán
a una conversación incómoda.

Eso también requiere valentía

para escuchar a los demás

cuando tienen problemas para comunicarse

y la valentía para aceptarlos

mientras se muestran vulnerables.

Para ser un comunicador empático,

debemos ser valientes,

vulnerables y pacientes.

Esa es la base de una colaboración

positiva y efectiva en los equipos.

Gracias.

(Aplausos)

RYAN: ¿Quieres responder preguntas?

SHARON: Claro.

RYAN: Muchas gracias

por compartir tu historia con nosotros.

Fue una charla muy poderosa.

Tenemos tiempo para preguntas,

si alguien quiere preguntar algo.

MIEMBRO DE LA AUDIENCIA: Me impactó

lo que dijiste en relación con
tener miedo de hablar,

ya sea por el miedo
a estar equivocados o

a ser malinterpretados.

Me empecé a preguntar
a cuál de los dos temo más,

todavía lo estoy pensando.

Pero durante esa reflexión,

me di cuenta de que algunos
de los peores idiotas que he conocido,

verdaderos genios pero aún así idiotas,

temen estar equivocados

pero no les importa en lo absoluto
ser malinterpretados.

Muchas veces, eligen
sus palabras a propósito,

para asegurarse de
no decir nada erróneo.

Usan palabras ambiguas o
que tienen varias interpretaciones.

No les importa ser malinterpretados

porque dejan en manos de la audiencia
si los entienden o no.

Quizás estoy siendo injusto

o tengan una razón legítima
para actuar de esa forma,

pero me da curiosidad saber
qué piensas tú de eso,

en términos del tipo de personalidad

de quien deja de preocuparse
por si su audiencia lo malinterpreta o no.

SHARON: Estoy segura que a esas personas
las llamamos sociópatas.

(Risas)

No sienten, no se preocupan,

así pueden vivir
de una manera en que

no importa si lastiman
los sentimientos de otra persona

porque ellos mismos
no tienen sentimientos.

En cuanto a la personalidad
de quienes sí tienen sentimientos,

son mucho más considerados

y piensan antes de hablar.

Se aseguran de que su forma
de comunicarse será positiva

y efectiva, y de que no lastimará a nadie,

porque eso también es muy importante.

La forma en la que hablamos

y cómo decimos las cosas

influye en cómo
nuestras palabras serán percibidas.

Quienes se preocupan por los demás,

en mi opinión,
les hablan a otros

de la manera en que
necesitan que se les hable.

No creo que quieras hablar
con cualquiera que no sea así

porque no le interesan tus sentimientos.

A menos que tengas que trabajar con ellos,

en ese caso... no sé.

RYAN: ¿Alguna otra pregunta?

Muchas gracias.

SHARON: Gracias.

(Aplausos)