El secreto para cambiar a los demás | Luca Mazzucchelli | TEDxBologna

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Luca Mazzucchelli es vicepresidente de la Ordine Psicologi della Lombardia, Director de la revista “Psicologia Contemporanea”, psicólogo y psicoterapeuta. Creó el canal de YouTube “Parliamo di Psicologia”, socio oficial de YouTube. Junto a sus colegas de la Ordine degli Psicologi della Lombardia ha creado la “Casa della Psicologia”, cuya sede está en plaza Castello, en Milán, y es un importante lugar de encuentro entre la psicología y los legos en la materia.

Si tuvieran la posibilidad
de cumplir un deseo, solo uno,

para cambiar algún aspecto de sus vidas
que no va como quisieran,

¿qué cambiarían?

¿Uds. qué cosa cambiarían?

Que levante la mano quien cambiaría

el trabajo, el propio jefe, los compañeros.

Tienen miedo, ¿los están
observando por eso, eh?

Porque aquí detrás sé que hay...

Levanten la mano quienes cambiarían
algo de su propio cuerpo.

Quizás bajar algún kilo
o quizás ganar músculos.

Va bien, ahora ya se ve
un poco más de libertad.

Que levanten la mano quienes
cambiarían la cuenta corriente

para mejor, claro.

En esta tenía claro
que la levantarían todos.

O quizás cambiarían de pareja.

(Risas)

Muchas veces en mi vida
me he hecho esta pregunta.

Entendámonos, no si cambiaría de pareja.

Y la respuesta variaba,

porque en la primaria me hubiera
gustado tener una familia más unida,

pero mis padres estaban separados;

en la secundaria, me hubiera gustado
ser más guapo, para agradar a las chicas;

en el bachillerato, me hubieran gustado
profesores más cómplices,

me resultaban todos hostiles
y me refugiaba en la música.

Aquí, el gran retorno a hacer
en la sala de ensayo.

Terminada la universidad

me hubiera gustado trabajar,

pero me encontré con el difícil
acceso al mercado laboral.

Y así, toda la primera parte de mi vida

la pasé combatiendo y luchando

para intentar comprender cómo cambiar
las cosas que no me iban bien:

de lo que los demás pensaban de mí,
a las grandes maniobras económicas;

de las relaciones interpersonales

a las características innatas
adquiridas al nacer.

Cuando me hice psicólogo, en cambio,

expandí mi búsqueda también
a otras personas,

y me di cuenta de que ellos, como yo,
usaban principalmente tres estrategias.

Estas estrategias,
usadas en pequeñas dosis,

podían inclusive aportar algún beneficio.

Aunque si, como sucede
en la mayoría de los casos,

eran las únicas tres cartas a jugar
frente a una crisis,

no solamente no resolvían
absolutamente nada,

sino que terminaban manteniendo
activa su propia problemática.

La estrategia actualmente
más difundida es lamentarse.

Nos quejamos un poco de todo:

que hay crisis, que no hay trabajo,
que hay tráfico, que hace frío,

que "lo habría hecho de otra manera".

Nos quejamos de que no hay justicia.

Conozco muchas personas que
caen en la trampa de la queja,

y el problema es que

si le damos espacio en nuestra mente,

la queja te paraliza, te hipnotiza,
y se desparrama como una mancha de aceite.

Me acuerdo de una chica
que venía a mi consulta,

que no hacía otra cosa que lamentarse,

desde que empezaba a hablar
hasta que terminaba para irse a casa.

Al principio se lamentaba
de su exnovio, que la había dejado,

luego de la chica
con la que él la había traicionado,

seguía con que no tenía trabajo,

la última medida del gobierno
que no la había ayudado,

sentía que no tenía valores, capacidad.

De tal forma que esa queja

había colonizado toda su cotidianidad.

Lamentarse para todos nosotros,
es un poco una gran tentación,

porque con un pequeño esfuerzo
podemos obtener un gran resultado:

asumir el rol de la víctima que
es escuchada, reconfortada, ayudada.

Pero tengamos en cuenta:

pueden lamentarse de noche o de día,
solos o con amigos,

en voz alta o solo en sus propias mentes.

Pueden lamentarse de algo que ya sucedió,

o de algo que quizás
pudiese ocurrir mañana.

Pueden lamentarse sin razón

o, como sucede a menudo,
pueden lamentarse con razón.

Porque todos tendremos
muchas razones para lamentarnos.

Pero la verdad es que por mucho
que se esfuercen en lamentarse,

difícilmente cambie algo a su alrededor.

De hecho, no harán otra cosa
que darle más atención

a lo que los fastidia.

Si la estrategia que privilegian
cuando las cosas no van como gustarían,

es la de lamentarse,

presupone que alguno esté buscando
un plan B para salvarles la piel.

Suerte.

Otra estrategia muy popular,
cuando las cosas están difíciles,

es la de imponernos.

Imponer nuestro deseo.

En este razonamiento,
existe un creciente factor cultural,

sobre el cual hemos aprendido,
que si algo no nos gusta,

es suficiente cambiarlo.

Podemos manipular a gusto

lo que nos rodea.

¿No te gusta tu nariz?

Ve al cirujano plástico.

¿Te sientes un poco alicaído?

¿Para qué continuar en ese sufrimiento?

Toma dos píldoras y lo resolvemos fácil.

¿Tu mujer te molesta? ¡Divórciate!

¿Tienes frío? ¡Encendamos
el calefactor al máximo!

¿Tu hijo no te escucha? ¡Golpéalo!

¿Es demasiado grande
y ya no lo puedes golpear?

Envíalo al psicólogo:
estamos para esto, por otra parte.

Mi vocación --la he elegido
por esta razón a esta profesión--

para hacer que el mundo a su alrededor,

se acomode perfectamente a sus exigencias.

El contexto dentro del cual

esta estrategia sobresale
de manera muy importante,

son las relaciones de pareja.

Recuerdo una, una pareja,

durante las charlas en las que
no hacía más que escuchar

lo que, según uno de ellos,

el otro hubiera debido cambiar para
resolver juntos la suerte de su futuro.

Él: "Es cierto que tú, para concederte,
¡ni aunque te lo pidiese en chino!"

Que después resulta un clásico.

Ella: "No, eres tú que
no me buscas más sino es para eso".

Él: "No, eres tú quien no se da cuenta
de todo lo que hago por ti".

Ella: "No, eres tú quien no me escucha,

de lo contrario harías algo diferente
para venir a mi encuentro".

Y así va hasta el infinito,
un proceso agotador

que siempre comienza con la misma palabra:

Tú.

Porque debemos demostrar
toda la insuficiencia del otro;

debemos mostrarle todos los problemas
que debería solucionar

para restituir la felicidad,
que nos ha secuestrado.

Aunque la verdad es que si bien
esto lo decimos a menudo de buena fe,

creyéndolo profundamente,

difícilmente consigamos cambiar algo.

Por el contrario, en lugar de aflojar
los nudos en la base de la relación,

terminamos haciéndolo
más rígido y pesaroso.

Si la estrategia que privilegian,
cuando las cosas no van como quisieran,

es la de imponer su deseo,

y esperar que los demás
se modifiquen en consecuencia,

piénsenlo un par de veces,

porque vivirán una vida cargada
de resistencia, de hostilidad.

Tercera estrategia: cuando las cosas
no van de la manera que nos gusta,

es el simular que no existen.

Como un avestruz:
hundir la cabeza bajo tierra.

En la base de esta dinámica, a menudo,

está el temor de encarar
el conflicto que surgiría

en el momento en que deberíamos
demostrar nuestras necesidades.

¿Y entonces qué hacemos?

Las sofocamos "por el bien común".

Aunque de esta manera,
nunca tomamos una posición,

y por tanto no conseguimos
definirnos en nuestra identidad.

Y vivimos a merced
de las necesidades ajenas.

Recuerdo un joven,
hijo de padres separados,

que desde la primera infancia,

había aprendido a manejarse
con gran diplomacia

entre los conflictos de mamá y papá,

a menudo preso del temor que,

en el momento de alinearse
con los problemas de uno,

perdería el amor del otro.

En esta situación límite,
aprendió cosas importantes.

Por ejemplo, aprendió
a escuchar, a aceptar,

a razonar sobre las motivaciones entre
ellos, si bien distantes uno del otro.

Aunque por otra parte,
jamás aprendió a decir "no"

a las cosas que no le funcionaban bien.

No aprendió a decir "no"
a las relaciones que lo iban a buscar,

aceptaba cualquier condición
de relacionamiento,

y de hecho era quien siempre
debía mediar a toda costa.

Pero de esta manera,
¿adónde iban a parar

sus necesidades, sus deseos,
sus ambiciones?

Estaban siempre sometidas al miedo
de enfrentar el conflicto

y a la necesidad de satisfacer a todos.

Si la estrategia que privilegian
cuando las cosas no van como desearían,

es la de ahogar sus necesidades.

Antes o después, sus cuerpos
empezarán a hablar por Uds.

Y en lugar de contentar a todos,
acabarán descontentándolos.

Lamentarse,

imponer nuestros deseos, o sofocarlos,
son tres estrategias limitantes.

Y se los puedo decir
con conocimiento de causa,

porque yo mismo, durante mucho tiempo
en mi vida, he abusado de eso.

Les cuento lo que me ha sucedido.

Un día, el jefe del hospital
donde trabajaba,

me mandó llamar y dijo:

"Mazzucchelli, aquí no hay
más trabajo para Ud.

Si desea seguir colaborando con nosotros,

debe aceptar una transferencia".

Y me indicó un lugar lejos,
perdido, detestado por todos.

Sobre todo, debería haber ido allí

a hacer un trabajo que ni siquiera

significaba demasiado

con todo lo que había
estudiado hasta ese momento.

Me sentí morir, ¿sí?

Pero no tenía sentido lamentarme,
intentar hacerle cambiar de idea:

"¡Doctor, mande a otro!"

Y tampoco porque jamás
hubiera debido aceptar

un compromiso que para mí era inaceptable.

Allí entendí que para conseguir
resultados diferentes,

hubiera debido hacer las cosas
de manera diferente.

Por primera vez,
claramente en mi propia piel,

comprendí en ese momento que el secreto
para cambiar a los demás,

es cambiar uno mismo.

Si hubiera cambiado yo,

también los demás hubieran tenido
que adecuarse, modificarse, cambiar.

Si me hubiera transformado
en un psicólogo súper brillante,

competente, completo, único,
el jefe jamás me hubiera echado.

Y si lo hubiera hecho,

esa situación no me hubiese
golpeado tanto.

De hecho, tal vez me habría ido
aún antes de que él me echase.

Pero si tdavía no era esa persona,

la respuesta no debía buscarse
en responsabilizar a los demás,

sino que debía interrogarme a mí mismo,
en lo profundo de mis responsabilidades.

Porque las cosas no cambian.

Somos nosotros quienes cambiamos.

Y el primer cambio que debemos hacer,

va en la dirección de elegirnos.

Elegirnos a nosotros como la causa de que
las cosas no vayan como nos gustarían.

Esta es nuestra encrucijada.

Si no encuentras trabajo,
bien, "Es culpa de la crisis",

estás entregando las únicas
armas a su disposición.

Pronto te encontrarás solo
y con las manos vacías

para enfrentar cualquier cosa
más grande que tú mismo.

Quiero decir: es culpa de la crisis,
¿qué vamos a hacer?

Aunque si en cambio partes de ti
y piensas que eres perfectible,

que quizás existe un margen de cambio
que puede mejorarte,

entonces sí se abren las puertas.

Porque se transforma
en tu propia responsabilidad

y puedes decidir aprender otro idioma,

acaso leer libros,

tomar cursos para adquirir
nuevos conocimientos,

o consolidar los que ya tienes:

puedes trabajar en ti mismo
para convertirte en único.

Porque la vida es de quien la hace.

Quien no la hace, la sufre.

Si en la vida de pareja
las cosas no van bien,

y piensas que es el otro
quien debe dar el primer paso,

le estás enviando
un mensaje de inadecuación,

y lo estás alejando.

Si en cambio parte de ti,

y quizá intentas formularte
una simple pregunta cada día:

"¿Qué cosa distinta podría hacer hoy
para que el día resulte mejor?"

Ahora, las cosas cambian.

Aunque no cambian por casualidad,
sino porque eres tú que has cambiado.

Antes buscabas sus deficiencias,

ahora buscas sus necesidades.

Y después buscas esforzarte
para poder satisfacerlas.

Y así creas un espacio mental

en el que pueden cuidarse mutuamente

en lugar de hacer la guerra.

Si eres de esos que van con todos,

que deben siempre decir que sí,

una de esas personas que llamo,
discúlpenme el término,

"prostituta relacional",

es claro que no solamente
estás perdiendo el tiempo,

sino también el sentido
y significado de lo que haces.

Si en cambio partes de ti mismo,
de comprender tus necesidades,

intentando comprender qué acciones
introducirás para preservarlas,

ahora el juego se transforma en algo

en lo cual puedes convertirte
en el dueño de la mesa.

Y empezando a trabajar sobre mí,

considerándome la causa de las cosas
que no funcionaban como quería,

en lugar de su simple efecto,

también he comenzado a advertir
que soy una mejor persona.

Cuando me inscribí
en la universidad, tenía un sueño:

el sueño de ayudar a las personas
a vivir mejor gracias a la psicología.

Para hacerles comprender

que en mi campo habían
instrumentos prácticos, concretos,

a veces también rápidos,

para llevar grandes valores
al interior de sus vidas.

Pero, amigos, me he encontrado
con un lío de problemas.

Estereotipos. Prejuicios.

"El psicólogo es el médico de locos,
el psicólogo es el médico de los débiles,

Ve a conversar con un amigo,
o con el párroco".

¿Pero qué cosa debiera haber hecho yo?

¿Hubiera debido lamentarme?

"¿Posiblemente no pueden notar
cuán bella es la psicología?"

¿Hubiera debido intentar cambiar
sus prioridades mentales?

¿Hubiera debido abandonar mi sueño?

No, tuve que aprender a hablar un lenguaje

no académico sino más cercano
a las personas.

He debido aprender la dinámica
de las plazas virtuales.

He debido aprender a usar
nuevos instrumentos tecnológicos

para comunicarme de forma más eficaz.

He debido aprender a escuchar
sus necesidades,

en lugar de imponer las mías.

Al cabo de poco tiempo,
siguiendo esta dirección,

he conseguido resultados
inimaginables para mí.

Cuando terminé la charla con mi jefe,

y su propuesta de transferirme,

no dormí durante tres días y tres noches:

no sabía qué hacer.

Lo pensé y al final decidí:
hubiera aceptado la transferencia.

Aunque no de la manera que él lo entendía.

Me mudé aquí.

Regresé a casa, prendí la computadora

y grabé un video que subí a YouTube,

en el cual hablaba de psicología.

Aquí, para el registro, cuento
cómo combatir la ansiedad,

porque si no, tal vez piensen que...

Al cabo de poco tiempo,

mi canal de YouTube se transformó
en el punto de referencia en Italia

para todo lo referido

a la psicología en video.

Y, gracias a esto,

miles de personas diariamente
se acercan a la psicología,

poniendo en discusión
algunos de los estereotipos

que les he mencionado antes.

Recientemente, una revista que desde 1974,

--yo soy del '79-- divulga
la psicología en Italia,

me a pedido ser el director,
y hoy, cada dos meses,

sale mi revista en los mejores
kioscos de Italia.

Y lo que más me sorprendió de todo,

fue el reconocimiento de los colegas,

al principio un tanto incómodos,

decidieron permitírmelo.

Porque evidentemente vieron

que mi intento de innovar en la profesión,

y la manera de comunicarla,

tenía una dosis de sensatez.

Y en Lombardía me han elegido

para la vicepresidencia de
la Ordine degli Psicologi.

Los sueños no se tornan en realidad

por casualidad, por suerte,
o porque has tenido culo.

La teoría de que "tienes que tener culo",

es la que dicen que te lleva adelante,

que no sabes cómo se construye
y tiene deseo de destruirte.

Porque el culo
te lo debes romper, y mucho.

Debes poner en discusión tu identidad,

tus puntos de partida, tus certezas
y tus hábitos de siempre.

Aquí está: si hay algo que he aprendido

en todo este recorrido interior,

es que la transición más importante,

quizás la más delicada
y también la más urgente,

debe venir de nuestro interior.

Hace diez minutos les hice una pregunta:

"Si tuvieran la posibilidad
de expresar un deseo, solo uno,

para modificar un aspecto de sus vidas
que no va como quisieran,

¿qué cambiarían?"

Hemos hablado del trabajo, del aspecto
físico, de la cuenta corriente.

Bien, ya cerrando quisiera
dejarles un regalo,

o al menos intentarlo.

Es un pequeña pregunta que
me ha ayudado mucho personalmente,

y está basada en la lógica

que para lograr producir grandes cambios,

es necesario concentrarse
en muchas pequeñas acciones.

¿Qué es lo más pequeño y sencillo

que podrían hacer desde ahora,
desde esta noche

al regresar a casa
después de este hermoso día,

y que les permitirá dar el primer paso

para poner sus vidas
en la dirección que desean?

¿Lo pueden pensar?

¿Qué es lo más pequeño
y sencillo que pueden hacer

para orientar sus vidas
en la dirección que ambicionan?

(Aplausos)