Dime qué idioma hablas y te diré quién eres | Ivana Sánchez | TEDxYouth@BosquesDeLasLomas

En un mundo globalizado parece importante aprender idiomas, pero ¿cuál es el límite entre ser internacionales y perder nuestra identidad? Ivana, una amante de las lenguas, nos motiva a nunca perder nuestra lengua madre.

Soy Ivana, tengo 17 años y siempre encuentro el tiempo para dedicarme a más cosas. Estoy en el BI del Tec y hago lo que puedo para preparame para estudiar la carrera fuera del país aunque me gustaría regresar a dar clases a México algún día. Me encanta el mar, me fascinan los idiomas y la burbuja que espero romper es la burbuja de la indiferencia y la pérdida de nuestras raíces.

Quiero que, en el público,

levanten la mano todos los hijos
de padres divorciados.

Bien; ahora levanten la mano

todos los que han llegado a llorar
porque les cortaron mal el pelo.

Ahora levanten la mano
los que no pueden dormir con calcetines.

Se los tienen que quitar.

Ahora los que tienen
que dormir con calcetines.

La minoría.

Bueno.

Levanten la mano
todos los que hablan francés.

Alemán.

Inglés.

Náhuatl.

Maya.

Chichimeca.

Pues bien.

Ahora, quiero que levanten la mano

todos los que hablamos español.

Y bien.

¿Qué significa realmente hablar español
para nosotros como mexicanos?

Nuestro español
no es el español de Colombia.

No es el español de Venezuela.
No es el español de España.

La identidad conferida en México,
ante a una comunidad internacional,

es una nación que se presenta
como hispanohablante.

Somos una nación que define su historia
a través de una conquista

que resultó en nosotros hablando español;

que realmente es una coincidencia.

Bien podríamos estar hablando portugués,
francés, incluso inglés.

Por la manera en que desarrollamos
nuestra identidad,

la manera en que se desarrolló
nuestra historia como nación,

como comunidad y como individuos

fue realmente a través del español.

Pudimos haber luchado más
por mantener nuestras lenguas nativas...

el náhuatl, el maya y el chichimeca,

e incontables más,
muchas más de ellas perdidas.

Pero la verdad es que no lo hicimos.

Y al día de hoy,
nosotros no podemos decir,

a menos que hayamos crecido
con esas lenguas,

que son nuestras lenguas madre.

Y si bien es una coincidencia
que hablemos español y no otro idioma,

lo que no es una coincidencia
es que necesitamos un idioma en sí.

Los seres humanos,
ante cualquier otra cosa,

somos seres que buscan comunicar,
seres comunicativos.

Lo interesante es que, a mediados de 1700,

Sir William Jones comienza
a jugar con la teoría

de que todos los idiomas
tienen un origen en común.

Lo que significa que hubo
un periodo en la historia

en el que todos hablamos un mismo idioma.

El día de hoy, vemos esto reflejado
en familias lingüísticas,

idiomas que, sin conocer la teoría,
sabemos que se parecen.

La lenguas latinas, las lenguas romances,
de origen latino, del latín:

el francés, el español,
el italiano y el portugués.

Sabemos que son parte de un bloque

al cual no pertenecen
las lenguas eslavas, de Europa del este.

Sabemos que las lenguas eslavas
son diferentes a las nuestras,

pero las similitudes entre lenguas
van más allá de las familias lingüísticas.

Les pido dirigen su atención aquí

y observen una sola palabra
en 15 idiomas distintos:

noche,

nacht,

nuit,

notte,

nos,

níjta.

Las similitudes,

tanto en pronunciación
como en escritura de las palabras,

se repiten.

Más allá de si son idiomas
que comparten un origen geográfico

o idiomas que derivan de otro,

probando que Sir William Jones
tenía toda la razón,

en algún momento
hablamos un solo idioma.

Pero si eso es verdad y
ese mundo sería tan maravilloso,

¿por qué nos derivamos?

Tomamos el concepto de un idioma en común

y traigamoslo aquí.

Quiero que imaginen un mundo
en el que se habla un solo idioma.

Es un mundo maravilloso en realidad.

La posibilidades de viajar
afuera de nuestros países

podemos entender todos letreros
que se nos presenten,

no necesitamos que alguien nos traduzca
algo tan sencillo como un menú.

Información que el día de hoy
creemos perdida.

Información intraducible

al alcance de nuestras manos.

Solo tenemos que dar vuelta las páginas.

Es un mundo en el cual las transacciones
se vuelven muy sencillas.

Porque toda transacción hecha
en un idioma común es sencilla, es fácil,

hay lugar para diálogo.

Pero si este mundo es tan maravilloso,

si este mundo es tan sencillo,

por qué llegamos a un punto

en el que tan solo en India
existen más de 1559 idiomas reconocidos,

más sus dialectos derivados
de estos idiomas oficiales.

La verdad es que antes incluso
de ser seres comunicativos

somos seres que buscamos diferenciarnos.

No hablamos un mismo idioma

porque no llevamos los mismos conceptos
con nosotros mismos.

No venimos de un mismo lugar,
no vamos a un mismo lugar.

Por ende necesitamos otras herramientas
y otra manera de comunicarnos.

Algo tan sencillo

como que en el ruso se identifican
más sombras de color

que en cualquier otro idioma.

Porque el ruso no ve
el azul claro y el azul oscuro

como entidades derivadas de un solo color;

las ve como entidades separadas
y por ende con sus propias posibilidades.

A aquellos que crecen hablando finlandés

no reconocen géneros

hasta un año o dos después que aquellos
que crecen hablando hebreo.

Porque mientras el hebreo es una lengua

que establece claras líneas
de separación entre géneros,

el finlandés no lo hace.

El dialecto zuñi, volviendo
a nuestra percepción sensorial,

no diferencia verbalmente
entre el amarillo y el naranja.

A los que hablamos español,
nos gusta decir que el vaso se rompió.

Cosa que compartimos
con los que hablan japonés;

también dicen: "El vaso se rompió".

No establecemos un vínculo
de culpa cuando hablamos,

porque socialmente
no es algo que aceptamos.

Socialmente es algo que vemos como mal
y la manera en que hablamos lo refleja.

Las lenguas anglosajonas, por otro lado,
entre ellas el inglés,

dicen: "Yo rompí el vaso",

"Este individuo rompió el vaso",
"Esta situación rompió el vaso",

porque establece claros vínculos
entre actante, ocurrencia y resultado.

Todo eso, que lo junta
con la idea de la culpa,

establece un vínculo de relación.

¿Y por qué lo hace?

Porque nuestra percepción
y nuestra configuración del mundo

comienza en el momento
en el que empezamos a hablar.

Es nuestra primera herramienta
para relacionarnos,

la manera en que damos prioridad
a un concepto sobre otro.

Cuando yo les pedí
que levantaran la mano

dimos comienzo a esta ecuación social
que han tenido en la pantalla

ya por un tiempo.

En el momento en el que
reconocemos una característica,

como que hablamos un idioma,

que no nos gusta que nos corten el pelo,

que somos hijos de padres divorciados,

tenemos una diferenciación.

Sabemos que hay características
que nos definen.

Y una vez que aceptamos eso
y vemos que hay otros como nosotros,

que comparten esas mismas características,

creamos un sentimiento de pertenencia.

Ya no estamos solos.

Y en el momento en que hay pertenencia,
hay un reconocimiento.

Yo sé que soy parte de este grupo
y no soy parte de aquel.

Y a partir de esto creamos una identidad,

tanto compartida
como una identidad individual.

Nuevamente nuestro idioma
es nuestra percepción más básica

de lo que nos hace a nosotros mismos

y de la manera en que vemos
y convivimos con el mundo.

Si nuestra lengua madre, nuestro idioma,
es tan importante para nosotros,

¿por qué nunca notamos
estas características

como que podemos nombrar más colores,
que no nos gusta la culpa?

No las notamos porque tomamos
a nuestros idiomas por sentado.

Es nuestro derecho hablar español.

Es nuestra identidad.

Es algo tan básico
que nunca nos paramos a pensar:

¿Qué ocurriría si un día
nos arrebataran el español?

A principios de año unos compañeros y yo
viajamos al norte de la India,

a Dharamsala, que está en McLeod Ganj.

Trabajamos con el gobierno
tibetano en exilio.

Y parte de esta visita fue tanto cultural
como de servicio social.

Los que tuvimos suerte
trabajamos en esta guardería en Rokpa,

con niños de entre meses
hasta casi los 4 años.

Nos recibieron con los brazos abiertos.

Pero a cambio,
nos prohibieron solo una cosa:

"No les hablen a estos niños en inglés".

A cambio nos entregaron una hoja de papel
con un aproximado de 15 frases

y palabras sencillas en tibetano.

Cosas tan simples como "ven acá",
(Habla en tibetano)

cosas tan sencillas como "hola!",
(En tibetano) que le decíamos a los bebés.

Pero, ¿por qué no hablarle
a esos niños en inglés,

si el inglés es la segunda lengua
en nuestro mundo de hoy?

Porque estos niños
no entienden a sus abuelos.

Los padres de estos niños
no entienden a sus padres,

adultos tibetanos en exilio
que ya no entienden

las palabras más sagradas de su cultura.

Que les cuesta trabajo transmitir
sus tradiciones orales

porque es un idioma
que se le has sido arrebatado.

Porque lo primero que se reprime
en un país, en una cultura, es el idioma.

Porque un pueblo que pierde su voz

pierde su presencia.

Tal vez, para muchos de Uds.

esta es simplemente
una pared con fotografías.

Son jóvenes de entre 19 y 27 años
que se han autoinmolado en las calles

de Tíbet, de China,
en frente de las embajadas,

pidiendo "escuchen",

pidiendo

"nosotros no siempre podemos
pelear por mantener nuestra cultura,

pero alguien ahí afuera comprende
lo que estamos pasando.

Alguien allá afuera sabe que hay papeles,
textos milenarios quemados".

Que hablar tibetano
se ha vuelto casi un crimen para ellos.

Algo que nosotros
nos es tan fácil como salir

y pedir un café en español,

para ellos, puede resultar
una condena de muerte,

una cadena perpetua.

Mohawk,

náhuatl,

sampi,

maya,

idiomas a los que se le resta importancia

porque no son relevantes
a nuestro teatro internacional,

porque no son de peso económico.

La importancia de un idioma no se rige
por su número de hablantes,

no se rige por su riqueza,

no se rige por cuántos
la quieren aprender.

La importancia de un idioma se la da
a la gente que lo habla

y que lo mantiene vivo.

Porque si hablamos de riqueza,

en realidad el español
es el candidato perfecto

para reemplazar al inglés
como segunda lengua en el mundo.

Porque sencillamente, por cada objeto
en español, existen 4 palabras,

mientras, por cada 4 objetos
en inglés, existe una.

¿Qué quiere decir esto?

El español es cuatro veces
más rico que el inglés.

Es mejor que el chino
para reemplazar el inglés,

en términos de riqueza.

Pero las credenciales del inglés
yacen en otra área de la lengua.

El inglés es una lengua que surge
de distintos dialectos identificables,

más de 9.

Que por ende representa más,

es una lengua fácil de aprender,

es fácil de enseñar, es práctica.

Adopta fácilmente
términos en otros idiomas,

adopta fácilmente a la gente que la habla.

Es por eso que hablamos inglés,
porque es sencillo.

También podríamos hablar alemán
como segunda lengua

porque es un idioma que crea palabras
a partir de conceptos combinados,

pero no lo hacemos
porque no nos representa tan bien

como bien podrían hacerlo otras.

Ahora, aprender un segundo idioma,

un tercer idioma,
un cuarto idioma, quinto idioma,

es una experiencia invaluable.

Las fronteras que nos abre aprender
un nuevo idioma, no la podemos medir

en un plazo inmediato.

Pero la importancia que nos confiere
hablar nuestro propio idioma,

la importancia que no le damos
porque lo vemos como algo común...

Realmente el único momento
en el que identificamos

lo importante que es nuestro idioma

es cuando viajamos al extranjero,

un país en que no se habla español,

y de repente escuchamos
a alguien que lo habla.

Inmediatamente establecemos un vínculo
de reconocimiento con esa persona,

porque es alguien
que comparte nuestro hogar,

nuestro idioma.

Porque una lengua, un idioma y un dialecto

son más que la posibilidad

de diferenciar objetos
a través de un nombre.

Es la manera en que vivimos,

la manera en que convivimos
con el mundo que nos rodea

en primera instancia.

Es una manera de diferenciarnos
y al mismo tiempo pertenecer.

Es la manera en que llevamos
con nosotros nuestras tradiciones

a nuestros ancestros.

Nuestra lengua es nuestra historia
personal y compartida.

Nuestro idioma es un pilar fundamental
de nuestra identidad.

Gracias.

(Aplausos)