La recuperación de la narrativa de Ruanda, veinte años después

Dos décadas después de su horrible genocidio, Ruanda es una historia de éxito africano. Sus ciudades cuentan con centros de alta tecnología y hoteles de lujo. Su campo está salpicado de pueblos de reconciliación, donde hutus y tutsis viven juntos. Pero en un país donde nadie salió ileso del genocidio, el triunfo no es a pesar del trauma, sino debido a el trauma. Debra Kamin es una galardonada periodista de los Estados Unidos y escritora de viajes. Es colaboradora habitual del New York Times y su trabajo también ha aparecido en Newsweek, TIME, Foreign Policy, The Guardian, Variety, Los Angeles Times, el Chicago Tribune y otros medios. Kamin ha escrito mucho sobre el turismo de la nueva Ruanda y en 2017 fue enviada en una misión a Kigali por el New York Times para escribir "36 Horas en Kigali", parte de la larga y prestigiosa serie de guías de destinos alrededor del mundo del periódico. Kamin tiene un máster por la Universidad de Chicago, donde ha escrito su trabajo sobre sociedades recuperándose del trauma y conflicto. Vive en Tel Aviv con su marido y su hijas gemelas y está trabajando actualmente en unas memorias.

Esta charla fue dada en un evento TEDx usando el formato de conferencia TED pero organizado independientemente por una comunidad local. Más información en https://www.ted.com/tedx

Sentada en el bar del hotel Rwanda,

un lugar que estudié intensamente
en la escuela de postgrado

cuando era estudiante de maestría
especializándome en la teoría del trauma

y las atrocidades del genocidio de Ruanda,

me preguntaba,

¿cómo es que ese lugar,

que protegía a más
de mil refugiados tutsis

durante las horas
más oscuras de su nación,

cómo es que se ha convertido
en una coctelería

destacada por el New York Times?

Y aún más raro,

¿cómo soy la escritora que
decidió que merece ese honor?

Han pasado más que dos décadas
desde el genocidio de Ruanda,

cuando casi un millón civiles tutsis
fueron brutalmente masacrados

en un levantamiento que duró 100 días

por la mayoría hutu del país.

Dos décadas.

Bill Clinton era presidente
durante el genocidio.

La web todavía no era lo de ahora.

Pregúntele a cualquiera en esta sala

lo que piensas cuando
escucha la palabra "Ruanda,

y les garantizo que, para la mayoría,
la respuesta será "genocidio".

Así en mayo de 2017,

cuando un amigo me dijo
que debía pensar en Ruanda

como el próximo destino turístico,

estuve intrigada.

Soy periodista,

y mientras estudiaba el genocidio,

también escuché mucho de la nueva Kigali,

con sus calles limpias
y sus nuevos bares de moda.

Ruanda es un ejemplo del éxito africano

y a los periodistas como yo,

nos encantan historias de éxito.

Son fáciles de vender a los editores,

y dan esperanza a los lectores,

por estas razones, son poderosas.

Ruanda tiene más mujeres en el gobierno
que cualquier otra nación del mundo

Tiene la tasa de delincuencia
más baja de África.

Es progresivo y amigable.

Así que compré un billete y fui allí.

Aunque encontré muchas historias geniales

sobre Ruanda como destino turístico,

lo que me fascinó sobre el país,

no era su gran escena de comida nueva

o sus ventajas ambientales,

como una prohibición nacional
de las bolsas de plástico.

Lo que me sorprendió de Ruanda

era cuán abierta la gente
era sobre el genocidio

y lo honestos que eran,
sin importar de qué lado estaban.

Lo que me sorprendió fue
la actitud que la gente ha adoptado,

de que sólo triunfará sobre
su trauma si habla.

En mi primera día en Kigali,

contraté a un conductor llamado
Charles para guiarme.

Charles es alto y delgado
y de aspecto elegante,

los típicos rasgos físicos
de un tutsi ruandés.

Charles también tiene 28 años,

lo que siginifica que nació en 1990,

lo que significa que tenía
cuatro año durante el genocidio

y sobrevivió un trauma de la infancia

más horrible de lo que yo podría entender.

Pero yo no pensaba en nada de esto

cuando abrió la puerta de su auto
y me preguntó a dónde quería ir.

Yo soy periodista de viajes,

y me centré en ver sitios.

Después de un día completo de gira,
nos detuvimos en una cafetería de Kigali,

y Charles esperó en el auto
mientras yo entré para buscar cafeína.

Quería ser amigable, así que
pedí un café para llevar.

No sabía cómo se tomaba Charles el café,
así que pedí un capuchino simple,

y cuando volví al auto, dije,

"Tengo un café para ti.

Espero que no te importe,
No he añadido nada de azúcar".

Lo que dijo a continuación,
me dejó sin aliento:

"Normalmente tomo azúcar en el café",

dijo Charles,

"pero durante el genocidio,

anduve todo el camino
hasta Uganda con mi familia,

así que también puedo beber
mi café sin azúcar."

(Risas)

Fue en este momento

cuando me di cuenta de que
era ingenua de pensar que

podría saltar en paracaídas en Ruanda
y escribir sobre su brillante futuro

sin comprender adecuadamente su pasado.

Si se quiere comprender
el genocidio de Ruanda,

es importante saber que no
ocurrió de la noche a la mañana.

Ruanda siempre ha tenido
dos grupos étnicos distintos:

los hutu, que son la mayoría,

y los tutsis, que son la minoría pero
por mucho tiempo gobernó sobre los hutus.

Siglos de colonizadores europeos
favorecieron a los tutsis,

y fomentaron la ruptura
entre ambos grupos.

En 1994 el avión que llevaba
al presidente hutu

fue derribado,

y se culpó a un grupo de rebeldes Tutsi,

y fue esa acción

la que hizo estallar la olla de odio
que había estado hirviendo durante siglos.

Fue entonces,
cuando las matanzas empezaron.

Lo que pasó en Ruanda fue que toda
una nación comenzó a matarse.

Los hombres hutus

recogieron machetes y
mataron a mujeres y a niños.

Los maridos se volvieron contra
las familias de sus propias esposas.

Despues de 100 días,

cuando la masacre paró,
el derramamiento de sangre

estaba tan extendido
y la devastación era tan horrorosa

que no había ningún precedente
que podría aplicarse para la recuperación.

¿Cómo se lleva a los criminales ante
la ley sí hay más asesinos que tribunales?

¿Cómo te curas de un trauma y mejoras

cuando la gente misma

que trabaja para ayudarte a recuperar,

los médicos, las enfermeras,

los especialistas en trauma,

están tan traumatizados
como todos los demás?

Parecía demasiado grande para resolverlo.

En los días y meses después del genocidio

periodistas que fueron a Ruanda
enviaron informes muy sombríos:

"Ruanda está acabada", escribieron.

La comunidad internacional casi aceptó

Ruanda como otro anónimo fracaso africano,

uno cuyas cicatrices
siempre lo definirían.

Pero Ruanda tenía ideas diferentes.

La transformación del país

de una serie de campos de exterminio
a la nación más progresista de África

es algo que todos los países deben anotar.

Una década más tarde,

la idea misma de la etnia
en Ruanda fue prohibida.

Las tarjetas de identidad que enumeraban
a las personas como Hutu o Tutsi,

fueron eliminadas

y reemplazados con tarjetas nuevas

con una sola palabra
en la línea de la etnicidad:

ruandés, ruandesa.

Los libros escolares que durante siglos
había enseñando a los estudiantes

sobre todas las diferencias
entre los dos grupos,

fueron desechados
y escribieron nuevos libros.

Es cierto que 20 años
después del genocidio,

todavía es fácil de ver por la apariencia

si son probablemente hutus o tutsis.

Recuerden, yo pude ver
que Charles era tutsi

antes de que me dijera
nada sobre su propia historia.

Me advirtieron antes de
que me fuera a Ruanda

de no preguntar a la gente
sobre su origen étnico

y de no esperar que la gente
lo compartiese tampoco.

Todo el país

se ha reunido detrás de una idea
de "Ahora todos somos ruandeses".

Y fue un primer paso crítico
para seguir adelante

y dejar atrás siglos de odio.

¿Qué hay de la justicia
para los asesinos?

Después del genocidio, Ruanda
enfrentaba un tsunami legal.

Tanta gente

ha participado en la matanza que

sí hubieran tratado los casos
en los tribunales

habría tomado a Ruanda 200
años para escucharlos a todos.

Así que en cambio,

el país se convirtío en una forma de
justicia comunitaria llamada "Gacaca"

en que los viejos del pueblo escucharon
el testimonio de víctimas y asesinos

y decidieron la sentencia ellos mismos.

La mayor diferencia entre los tribunales
oficiales y de los de Gacaca

es que los tribunales tradicionales
se centran en el castigo,

y los tribunales de Gacaca
se centran en la reconciliación

y el descubrimiento de la verdad.

Sí, muchos asesinos fueron condenados
en los tribunales de Gacaca,

pero lo más importante,

a muchos otros les absolvieron
a cambio de una confesión.

No era un sistema perfecto pero

lo que hizo fue crear, para todo el país,
una oportunidad para la catarsis

y un camino para seguir adelante.

Y como resultado directo
del sistema judicial de Gacaca,

hoy en el campo de Ruanda,

hay pueblos de reconciliación

en lo que los supervivientes tutsis
y los perpetradores Hutu

viven uno al lado del otro.

Comparten el agua,

comparten la tierra

y comparten sus recuerdos dolorosos.

Y estos pueblos están
haciendo lo imposible:

están funcionado.

Y luego está Paul Kagame.

Kagame ha sido el líder de facto
de Ruanda desde 1994

y es a la vez complicado y polémico.

Bajo su dirección

Ruanda nunca ha estado
más limpia o fuerte.

Nunca ha tenido una economía tan fuerte

o un mejor posicionamiento
en el mundo internacional.

Pero, él también ha sido
acusado de ser autoritario

de censurar de la prensa

y de apuntalar una falsa democracia.

Pero incluso Kagame, una vez al año,
deja su lugar de trabajo

y sale a las calles
para ofrecer un día de servicio nacional,

donde cada uno de los ruandeses
trabaja en conjunto:

limpiando, barriendo, construyendo,

haciendo el trabajo físico
de construir el país.

El día se llama "Umuganda",

y se traduce en "unirse
para un propósito común".

Y Umuganda es quizás el ejemplo
más conmovedor hoy en día

de cuán fuertemente todos los ruandeses,

desde el presidente
hasta los que recogen la basura,

creen que su futuro solo será brillante

si todos participan por igual en ello.

Volví a Ruanda unos meses después,

esta vez con la asignación

de escribir esta historia
para el New York Times

y me di cuenta,

mientras que volaba una vez más
hacia el brillante aeropuerto de Kigali

y fui saludada por un
sonriente agente de aduanas,

me di cuenta de que lo que ha hecho Ruanda

no es natural.

No es natural responder al odio extremo

con el derribo de los límites
entre las personas.

No es natural enfrentarse a un trauma
y reaccionar con compasión y en comunidad.

Y este ha sido el secreto
del éxito de Ruanda.

Ha mantenido su historia
y ha dejado el odio al lado.

Se ha enfrentado a un trauma extremo
y ha seguido adelante

pero negándose a olvidar
un solo detalle aterrador.

Ha triunfado en contra de las
probabilidades de las emociones humanas.

En la escuela estudié la teoría del trauma

y las formas en lo que el cerebro
humano procesa eventos horribles.

Un trauma es un evento
que es tan masivo en su alcance

que el cerebro no puede
procesarlo todo de una vez,

y por eso continúa procesándolo

una y otra vez

hasta resolverlo completamente.

De ahí vienen los recuerdos del
trastorno de estrés postraumático

y esto es porque el trauma colectivo

en el que un grupo entero o un país entero

está en estado de shock conjuntamente,

esa es la razón por la que
puede ser difícil de superar.

Estoy fascinada por la manera abierta
que Ruanda habla sobre el genocidio.

Durante mi segunda visita

Contraté a una intérprete llamada Annie
para que me ayudara

y me dijo en voz baja durante la cena,
unas horas después de conocernos,

que ella fue abandonada
por su madre al nacer

y no la conoció hasta que tuvo 18 años.

Anne es Tutsi, y

cuando su madre estaba embarazada,
sabía que el genocidio venía.

Así que se fue al campo y dio a luz

y la dejó con un familiar,

esperando que estaría protegida

Madre e hija demoraron

casi 20 años para saber que
ambas estaban vivas

y para encontrarse.

Mi amigo Heppo,

que he dedicado su vida
a una misión que se llama "Ser la paz",

tenía siete años
cuando vio cómo asesinaban

a su propio padre y fue echado
a los perros para que se lo comieran.

Me dijo esto, con calma y claridad,
en un restaurante de carne

antes de añadir

que él perseveraba para que
su generación sea la última en Ruanda

que transmita el odio
de padres a sus hijos.

Así pues,

hoy en Ruanda,

es tabú preguntar a alguien
sobre su origen étnico;

la realidad es que también
es tabú guardar silencio.

Mientras estaba sentada allí
en el Hotel Rwanda,

maravillada de cómo este edificio,

que ha visto tantas cosas dolorosas,

es ahora, otra vez, un hotel encantador,

me di cuenta de que,

si hay algo que Uds. y yo podemos
aprender de Ruanda, es esto:

puede ser que la verdad no nos libere...

pero nos ayudará a reconstruir.

Y si otras naciónes quieren
aprender de Ruanda

el plan más fácil

es encontrar su verdad y decirla.

Gracias.

(Applauso)