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Buenos días.
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Vivimos un momento histórico marcado
por desafíos difíciles, lo sabemos.
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El mundo está sacudido por la crisis
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causada por la pandemia de Covid-19
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que subraya aún más,
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otro desafío global:
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la crisis socioambiental.
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Esto nos coloca a todos
ante la necesidad de una elección.
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La elección entre lo que importa
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y lo que no importa.
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La elección entre seguir ignorando
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los sufrimientos de los mas pobres
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y maltratar nuestra casa común,
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la Tierra,
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o comprometernos a todos los niveles
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para transformar la forma en que actuamos.
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La ciencia nos dice
cada día con más precisión,
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que es necesario actuar con urgencia,
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—y no exagero,
esto es lo que dice la ciencia—,
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si queremos tener esperanza
para evitar el cambio climático
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radical y catastrófico.
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Y por eso hay que actuar con urgencia.
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Este es un dato científico.
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La conciencia nos dice
que no podemos ser indiferentes
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ante los sufrimientos de los más pobres,
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ni a las crecientes
desigualdades económicas
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ni a las injusticias sociales.
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Y la economía en sí no puede limitarse
a la producción y la distribución.
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Debe considerar necesariamente
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su impacto en el medio ambiente
y la dignidad de la persona.
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Podríamos decir que la economía
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debe ser creativa,
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en sí misma, en sus métodos,
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en la forma de actuar.
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Creatividad.
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Me gustaría invitarte a emprender,
juntos, un viaje.
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Un viaje de transformación y acción.
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Hecho no tanto de palabras
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sino sobre todo de acciones
concretas que no pueden posponerse.
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Yo lo llamo viajar, porque requiere
un desplazamiento, un cambio.
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De esta crisis ninguno de nosotros
debe salir igual.
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No se puede salir igual;
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de una crisis nunca uno sale igual,
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y se necesitará
tiempo y esfuerzo para salir.
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Tendremos que ir paso a paso,
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ayudando a los débiles,
persuadiendo a los que dudan,
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imaginando nuevas soluciones
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y comprometiéndonos a llevarlas a cabo.
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Pero el objetivo es claro:
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construir en la próxima década
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un mundo donde poder responder
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a las necesidades de
las generaciones presentes,
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incluyendo a todas y todos,
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sin comprometer las posibilidades
de las generaciones futuras.
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Me gustaría invitar
a todas las personas de fe,
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cristianas o no,
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y a toda la gente de buena voluntad,
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a embarcarse en este viaje,
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por su fe
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o, si no tiene fe, por su voluntad,
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por su propia buena voluntad.
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Todos y cada uno de nosotros,
como individuos y miembros de grupos
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—familias, comunidades de fe,
empresas, asociaciones, instituciones—
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puede hacer
una contribución significativa.
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Hace cinco años escribí
la encíclica Laudato Si',
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dedicada al cuidado
de nuestra casa común.
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Propone el concepto
de "ecología integral",
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para responder juntos
al grito de la Tierra
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pero también al grito de los pobres.
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La ecología integral es una invitación
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a una visión integral de la vida,
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partiendo de la convicción
que todo en el mundo está conectado
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y que, como nos recordó la pandemia,
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somos interdependientes
los unos de los otros,
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y también dependientes
de nuestra Madre Tierra.
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La necesidad surge de esta visión
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de buscar otras formas
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para comprender el progreso y medirlo,
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sin limitarnos
solo a las dimensiones económicas,
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tecnológicas, financieras
y al producto bruto,
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sino dando un relieve central
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a la dimensión éticosocial
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y educativa.
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Hoy me gustaría proponer
tres líneas de acción.
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Como escribí en Laudato Si',
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el cambio y orientación correcta
hacia el camino de la ecología integral
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en primer lugar, requiere dar
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un paso de tipo educativo.
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Entonces la primera propuesta,
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es promover, en todos los niveles,
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una educación
en el cuidado de la casa común,
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desarrollando la comprensión
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que los problemas ambientales
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están relacionados
con las necesidades humanas.
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Debemos entender esto desde el principio:
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Los problemas ambientales están
relacionados con las necesidades humanas.
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Una educación basada en datos científicos
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y con una aproximación ética.
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Esto es importante; ambas cosas.
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Me alienta el hecho de
que mucha gente joven
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ya cuenta con una nueva sensibilidad
ecológico y social
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y algunos luchan generosamente
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para la defensa del medio ambiente
y por la justicia.
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Como segunda propuesta,
tenemos que poner más énfasis
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en el agua y en la alimentación.
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El acceso a agua potable segura
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es un derecho humano esencial y universal.
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Es imprescindible
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porque determina
la supervivencia de las personas
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y por lo tanto es la condición
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para el ejercicio de cualquier
otro derecho y responsabilidad.
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Asegurar una alimentación
adecuada para todos
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mediante métodos
de una agricultura no destructiva
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debería convertirse
en el propósito fundamental
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de todo el ciclo de producción
y distribución de alimentos.
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La tercera propuesta es
para la transición energética:
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un reemplazo progresivo, pero sin demora,
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de combustibles fósiles
con fuentes de energía limpia.
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Tenemos pocos años,
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los científicos calculan, aproximadamente,
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menos de 30.
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Tenemos pocos años, menos de 30,
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para reducir drásticamente
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las emisiones de gas de
efecto invernadero en la atmósfera.
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Esta transición no solo
tiene que ser rápida
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y capaz de satisfacer necesidades
energéticas presentes y futuras,
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sino que además debe ser cuidadosa
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con el impacto sobre los pobres
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en poblaciones locales
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y sobre quien trabaja en los sectores
de producción de energía.
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Una forma de fomentar este cambio
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es liderar los negocios
hacia la urgente necesidad
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de luchar por el cuidado integral
de la casa común,
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manteniendo alejadas de las inversiones
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a las empresas que no satisfacen
los parámetros de la ecología integral
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y recompensando
a las que trabajan concretamente
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en esta fase de transición
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para colocar en el centro de su negocio
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parámetros como la sostenibilidad,
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la justicia social
y la promoción del bien común.
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Muchas organizaciones
católicas y de otras religiones
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ya han asumido la responsabilidad
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de trabajar en esta dirección.
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De hecho, hay que trabajar
y cuidar la Tierra,
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cultivarla y protegerla;
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no podemos continuar
exprimiéndola como una naranja.
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Y podemos decir que esto,
el cuidar la Tierra,
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es un derecho humano.
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Estas tres propuestas deben entenderse
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como parte de
un amplio conjunto de acciones
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que debemos continuar
llevando a cabo de forma integrada
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para llegar a una solución duradera
de los problemas.
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El sistema económico actual
es insostenible.
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Nos enfrentamos al imperativo moral
y a la urgencia práctica
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de repensar muchas cosas:
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cómo producimos, cómo consumimos,
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pensar en nuestra cultura del desperdicio,
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en la visión cortoplacista,
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en la explotación de los pobres,
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en la indiferencia hacia ellos,
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en el aumento de las desigualdades
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y en la dependencia
de fuentes de energía nocivas.
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Todos desafíos.
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Pero tenemos que pensar en ello.
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Ecología integral
sugiere una nueva concepción
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de nuestra relación con la naturaleza.
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Esto conduce a una nueva economía,
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en la que la producción de riqueza
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esté dirigida al bienestar integral
del ser humano
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y a la mejora,
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que no a la destrucción,
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de nuestra casa común.
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También significa una política renovada,
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concebida como una de
las formas más elevadas de caridad.
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Sí,
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el amor es interpersonal,
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pero el amor también es político.
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Involucra a todos los pueblos
e involucra a la Naturaleza.
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Por eso invito a todas y a todos
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a embarcarse en este viaje.
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Así lo propuse en Laudato Si'
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y también en la nueva encíclica
"Todos los hermanos".
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Como sugiere el término Countdown,
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debemos actuar con urgencia.
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Cada uno de nosotros puede
desempeñar un papel precioso,
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si todos nos ponemos en marcha,
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hoy, no mañana, hoy.
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Porque el futuro se construye hoy,
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y no se construye solo,
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sino en comunidad y en armonía.
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Gracias.
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