Yo era un miembro de la pandilla MS-13. Así es como lo dejé. | Gerardo Lopez | TEDxMileHigh

Gerardo López creció en un territorio de pandillas de Los Ángeles, California, y sólo tenía 14 años cuando se unió a la MS-13, una conocida pandilla salvadoreña. ¿Por qué se unió y por qué lo dejó? En esta valiente charla, Gerardo nos revela cómo podemos ayudar a otros a salir y a mantenerse alejados de las pandillas.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Tal vez lo escucharon en las noticias,

se les llama asesinos,

violentos,

destructivos,

infractores de la ley

y criminales.

Y puedo decirles
que mucho de lo que oyeron es verdad,

porque yo solía ser un miembro
de Mara Salvatrucha (MS-13).

Hoy les contaré
por qué me uní a la pandilla

y cómo finalmente la abandoné.

Pero primero, déjenme llevarles
hasta el principio.

Imagínense esto:
El Salvador, en los 80's,

una guerra civil violenta,

soldados militares pateando las puertas

en medio de la noche,

niños escondiéndose,
temblando debajo de sus camas

al oír acercarse los sonidos de las botas,

madres tendidas en los charcos
de su propia sangre

viendo cómo sus hijos son arrebatados

y forzados a unirse a la guerra.

Cientos de refugiados del Salvador
llegaron a los Estados Unidos

desesperados por tener una vida mejor.

Uno de esos refugiados
era un niño llamado Nelson.

Él y su familia llegaron
a un gueto de Los Ángeles.

Como sus padres tenían
varios empleos para subsistir,

Nelson estaba solo a menudo

en un país nuevo,

intentando adaptarse a nuevas costumbres
y a un nuevo idioma.

Cuando él y otros niños
de El Salvador iban al colegio,

los niños chicanos les intimidaban

por su acento y su cultura diferentes.

Y un día, ¡se hartaron!

Reunieron toda la violencia
que conocían de niños,

toda la rabia que acumularon,

y formaron su propio grupo:

Mara Salvatrucha (MS-13)

Entonces las víctimas del bullying
se convirtieron en los hostigadores.

Ya hemos oído esa historia, ¿no?

MS-13 es el resultado trágico
de un entorno trágico.

En 1996 el gobierno de los Estados Unidos
deportó a cientos de emigrantes.

Uno de ellos era Nelson.

Por ese entonces él era un adulto,

hablaba inglés,

vestía como un pandillero,
con calzados de Nike Cortez,

pantalón de Dickies,
camisa de Panettone y pañuelo.

Tenía muchos tatuajes.

Ya no encajaba con la cultura salvadoreña,

y los jóvenes salvadoreños
se dieron cuenta,

pero no le acosaban.

Le admiraban.

Se veía como una de esas personas
de las películas:

ellos querían ser como él.

Y eso significaba
que querían unirse a la MS-13.

Así que ahí lo tienen:

un país intentando recuperarse
y reconstruírse de una guerra civil

tuvo de repente el primer problema
de las pandillas en sus manos

y sólo empeoró.

Yo no soy salvadoreño.

Soy mitad mexicano mitad argentino,
y nacido en Los Ángeles.

Pero el vecindario donde crecí
era el territorio de MS-13.

Incluso de niño en la escuela primaria,

sabía que no quería
ser parte de una pandilla.

Mi madre trabajaba 14 horas al día
en un taller clandestino,

intentando sobrevivir.

Entonces pasaba mucho tiempo
solo en las calles.

Un día, un miembro de la MS-13
me apuntó con una pistola y me asaltó.

Y traté de esquivarlos.

Huí por detrás de mi apartamento

y salté las vallas
para evitar que me vieran.

Pero eso implicaba entrar
en el territorio de otra pandilla

y ellos me abordarían.

Tenía que caminar
kilómetros fuera de mi barrio

para escapar de las pandillas.

No importaba a dónde fuera,
no estaba a salvo.

Solía verlos desde la ventana
de mi apartamento.

Una noche estaban en la calle
festejando a este hombre

que acababa de volver de El Salvador.

¡Nelson!

¿Lo recuerdan?

Tenía el respeto, el poder y el orgullo,

todo lo que yo no tenía.

Me preguntaba cómo sería
ser alguien como él,

ser admirado en tu propio barrio.

Esa noche tomé una decisión.

Tenía 14 años e iba a unirme a la MS-13.

Después de ser iniciado,
al instante me sentí aliviado.

Caminaba con la frente en alto.

¿Recuerdan la canción de Cheers
donde todos conocen tu nombre,

y siempre están contentos
de que hayas venido?

¡Así me sentía cada día!

Pero poco después
me arrepentí de mi decisión.

Los miembros de la pandilla rival
se enteraron que elegí MS-13

en vez de a ellos ¡y se enfadaron!

¡Y me convertí en su objetivo
de la noche a la mañana!

Pero era muy tarde,
¿qué se supone que haría?

Es como casarse en una semana
y decir: "Esto..."

(Risas)

¡Cometí un error!

(Risas)

¿Cómo salgo de esta?

Pero no se puede, ¡no es tan fácil!

¿Qué dirían tu familia y amigos?

¿Qué haría tu nueva pareja?

¡Así que te aguantas!

Pocas semanas después, te dices
a ti mismo: "Vale, ¡no es tan malo!"

¡Podría aguantar esto!

Pasan los meses
y formas un vínculo, una conexión,

y sientes que harías
cualquier cosa por esa persona.

Recuerdo cuando conseguí
mi primer tatuaje de MS-13.

Cuando esa aguja perforó mi piel,

en todo lo que podía pensar
¡era en el amor que tenía por mi pandilla!

Y luego que mi madre iba a ponerse
muy furiosa si se enteraba.

(Risas)

Tenía muchas ganas de presumir
de mi nuevo tatuaje con mis amigos,

un vínculo que se mantendría
de por vida,

y cuando me encierren otra vez
me saco la camisa con orgullo.

Tomé malas decisiones.

Cometí agresiones y atracos

que me llevarían a la cárcel
durante años cuando era joven.

Allí tenía reputación por provocar
peleas con miembros rivales.

Cada vez que salía,
ganaba aún más respeto.

Mis amigos querían ser como yo.

Sentí que era dueño de su territorio,

y ninguna pandilla rival
iba a ir ahí y faltarle al respeto.

Estaba dispuesto
a defenderlo a toda costa,

incluso si implicaba
sacrificar mi vida por él.

Pero a veces me preguntaba:

"¿Estoy dispuesto a pasar
el resto de mi vida en la cárcel?"

Mi madre y mi abuela
sufrieron mucho por mí.

Cuando salía de la cárcel,
pasaban horas poniendo velas,

rezando para que no fuera mi cuerpo
el que yacía bajo aquella sábana blanca.

Cuando estaba en la cárcel me visitaban

y me preguntaban cuándo iba a cambiar.

Estaba cansado...

cansado de ver a mi familia sufrir,

cansado de ir
a los funerales de mis amigos.

Mi vida se había convertido en el
resultado trágico de un ambiente trágico.

Mi amor ciego por el MS-13
empezó a desvanecerse.

Quería salir de eso,
pero simplemente no sabía cómo.

Entonces una noche,
toda mi vida cambió para siempre.

Tenía 20 años, estaba en la calle,

celebrando mi salida de la cárcel,
cuando Alex Sánchez,

un ex-miembro de la MS-13
a quien admiraba, se me acercó.

Me dijo que empezó un grupo
de intervención pandillera

y quería que me uniera.
Yo me entusiasmé.

Finalmente, podría salir.

Pero parte de mí era reticente.

Había ganado el respeto,
poder y orgullo dentro de la pandilla,

y no sabía quién sería ahora sin él.

Luego miré a mi apartamento,

y mi hermano menor
estaba en la ventana mirándome

del mismo modo
en el que yo miraba a Nelson.

Sabía que tenía que intentar salir.

En mi primera reunión,
conocí a rivales y a sus familias,

y descubrimos
que todos sentíamos lo mismo.

Sus padres lloraban igual que los míos.

Lo único que nos separaba
era el nombre de las pandillas.

Aprendimos a expresarnos
sin usar drogas ni violencia,

y el grupo de intervención
nos llevó a diferentes lugares

para compartir nuestra historia

y más gente nos escuchaba.

Cuanto más hablábamos,

más sentíamos el sentido
del respeto, poder y orgullo.

Pude alejarme de la pandilla

y finalmente pude abandonarla.

Pensé que esa era la parte más difícil,

pero estábamos en medio
del escándalo de Rampart CRASH

del departamento de policía
de Los Ángeles.

Ahora, Ud. pensarían
que un departamento de policía

daría la bienvenida a un grupo
de intervención pandillera,

pero no lo hicieron.

En su lugar, nos registraron
sin órdenes judiciales,

nos detuvieron con acusaciones infundadas

y nos golpearon

de camino a nuestro grupo
de intervención semanal.

Habíamos sido liberados,
pero nos estaban castigando

por lo que habíamos sido.

Finalmente, me harté y me mudé
a la casa de mi amigo en Colorado

para poder tener una vida mejor.

Obtuve la licenciatura
en justicia criminal.

(Aclamaciones y aplausos)

Trabajé como consejero juvenil
en centros de detención juvenil

para continuar sacando
a los chicos de las pandillas.

Pensé que mis problemas en las pandillas

eran algo del pasado,
pero pocos años más tarde,

me acusaron de mudarme a Colorado

para iniciar actividades criminales
con la MS-13

y me arrestaron ilícitamente
otra vez, ¡no lo podía creer!

Ahora estaba en la corte federal,

enfrentando
una posible sentencia de 48 años.

Durante dos años, estudié mi caso.

Escribí mis propias instancias

y me defendí yo mismo en la corte.

Finalmente, prevaleció la justicia

y el carcelero abrió mi celda

y me dijo que mi caso
había sido descartado,

que todas mis acusaciones fueron
retiradas y que era libre de irme.

(Aclamaciones y aplausos)

Pero perdí dos años de mi vida,

castigado por la sociedad
por mi pasado

incluso cuando hacía todo
para construir un nuevo futuro.

Todos sabemos que es importante
sacar a los chicos de las pandillas,

pero olvidamos que no están preparados

para salir adelante una vez que salgan.

Muchos se unen a una pandilla
porque se sienten desconectados,

solos, marginados.

Solo quieren identificarse, ser
valorados, tener un propósito.

Mirando al pasado, ¿es extraño
que me haya unido a la MS-13?

Mi madre trabajaba día y noche,
yo estaba solo mucho tiempo,

y todo mi entorno era de una pandilla.

Cuando dejé la MS-13,
mi grupo de intervención me apoyó.

Muchos no tienen esa suerte.

La sociedad los juzga
y castiga por su pasado

y no tienen a quién recurrir
ni a donde ir.

El 70 % de los chicos
que intentan salir de una pandilla,

pero que no tienen otro sistema
de apoyo en marcha, fracasan.

El setenta por ciento.

Me di cuenta de que la única forma
de lograr sacarlos de las pandillas

y mantenerlos alejados de ellos
es crear un ambiente

que les apoye en cada etapa del proceso.

Hoy,

soy director ejecutivo
de Homies Unidos, Denver,

una organización de prevención
e intervención de violencia pandillera.

(Aclamaciones y aplausos)

Capacitamos a jóvenes
y a sus familias a ser promotores

del cambio social,
en vez de la autodestrucción.

Déjenme darles un ejemplo.

De niño, a David le decían
que no valía para nada.

En la adolescencia, se involucró
mucho en las pandillas.

¿Cómo salió y se mantuvo alejado?

Lo primero es lo primero:

ayudamos a David a darse cuenta
de que el sentido de la autoestima

que da una pandilla es falso,
que tienes que amarte primero,

nadie más puede hacerlo por ti.

En conversaciones grupales,
David y los adolescentes

con experiencias similares
discutían cómo sus acciones negativas

impactaban en sus familias,
en sus comunidades

y entre ellos.

David empezó a responsabilizarse
de sus acciones.

Lo ayudamos a matricularse
en la secundaria

y enfocarse en su trayecto de graduación.

Y llenamos su vida social
con comunidad y actividad.

Íbamos a pescar y a acampar,

a estadios y a centros
de diversión familiar.

Sabemos que las familias fuertes

son la clave para la prevención
de la violencia,

así que invitamos a los padres
de David a las sesiones grupales

y a las actividades.

Estas interacciones construyen
un entendimiento mutuo

entre las generaciones.

Al final, ayudamos a David
a entender el poder

de su propia voz
para hacer la diferencia otra vez.

Aprendió a organizar grupos
de jóvenes y dirigir conversaciones

de justicia restauradora
con gente que ha sido impactada

por la violencia pandillera.

Desde que David
se graduó de la secundaria,

trabaja de electricista,
va a la universidad

y es un orador invitado frecuente
y un ejemplo para los jóvenes.

(Aclamaciones y aplausos)

Estos cambios drásticos en su vida
se dieron solo porque lo rodeamos

con la comunidad acogedora
que se dedicó intensamente

para que saliera adelante.

Así ayudamos a miles de chicos
a salir de las pandillas

y mantenerse alejados de ellas.

(Aplausos)

Pero somos solo una organización.

Como sociedad,
todos podemos hacer algo mejor.

Cuando aislamos a las personas,
las alejamos y castigamos

por sus errores pasados,
estamos continuando el ciclo.

Si queremos que dejen las pandillas
y se reintegren en la sociedad,

tenemos que ayudarles a reintegrarse.

Eso quiere decir ir a la escuela,
vivir aquí cerca,

y tener un trabajo.

¿Contratarían a una persona
con antecedentes criminales?

¿Y si esa persona tiene
el tatuaje de MS-13 en la cara?

La gente solo quiere
formar parte de algo.

Nosotros podemos ayudarles
a encontrar eso.

Gracias.

(Aclamaciones y aplausos)