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タイトル:
Cada día de nuestra vida, generamos un impacto en el planeta.
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概説:
La legendaria primatóloga Jane Goodall cree que la supervivencia de la humanidad depende de la conservación del mundo natural. En una entrevista con el director de TED, Chris Anderson, nos explica cómo fueron sus días con los chimpancés, cómo pasó de ser una naturalista respetada a una activista dedicada, y cómo está empoderando a las comunidades de todo el mundo para salvar los hábitats naturales.
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話者:
Jane Goodall, Chris Anderson
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Chris Anderson:
Dra. Jane Goodall, bienvenida.
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Jane Goodall: Gracias, y creo
que no sería una entrevista completa
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si la gente no sabe
que el Sr. H está conmigo,
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porque todo el mundo conoce al Sr. H.
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(Risas)
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CA: Hola, Sr. H.
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En la charla TED que dio hace 17 años,
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nos advirtió sobre los peligros
de desplazar al mundo natural.
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¿Tendría sentido para usted
pensar que la pandemia actual
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es una especie de contrataque
de la naturaleza?
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JG: Está clarísimo
que las enfermedades zoonóticas,
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como el coronavirus o el VIH/SIDA
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y toda clase de enfermedades
transmitidas por animales,
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tienen mucho que ver
con la destrucción del medioambiente,
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ya que, a medida que los animales
pierden su hábitat, se van amontonando
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y eso a veces significa que un virus
de una determinada especie portadora,
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en la que ha vivido en armonía
quizá durante cientos de años,
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salte a otra nueva especie.
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Por otro lado, también hay animales
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que se ven forzados a estar
en contacto estrecho con humanos,
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y, a veces, si alguno de esos animales
es portador de algún virus,
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puede darse la posibilidad
de que ese virus pase a las personas
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y surja una nueva enfermedad,
como la COVID-19.
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Además, somos muy irrespetuosos
con los animales.
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Los cazamos, los matamos, los comemos,
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traficamos con ellos
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y los enviamos al mercado
de animales salvajes en Asia,
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donde viven hacinados
en condiciones terribles,
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en jaulas minúsculas,
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y la gente se contamina
con la sangre, la orina y las heces,
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condiciones idóneas para que un virus
se transmita de un animal a otro,
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o de un animal a una persona.
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CA: Me encantaría que retrocediéramos
unos años en el tiempo,
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porque su historia es extraordinaria.
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A pesar de las discutibles
actitudes sexistas de la década de los 60,
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usted pudo de algún modo abrirse camino
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y convertirse en una
de las científicas más destacadas,
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con sus fascinantes descubrimientos
sobre la vida de los chimpancés,
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como la habilidad para manejar
herramientas y muchísimo más.
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¿Qué cree usted que
le permitió hacer ese gran avance?
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JG: Nací amando a los animales,
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y lo más importante para mí
fue tener una madre comprensiva.
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No se enfadaba cuando
encontraba lombrices en mi cama.
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Solo me decía que
estarían mejor en el jardín.
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Tampoco se enfadó
el día que desaparecí cuatro horas,
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llamó a la policía
y me encontraron en el gallinero,
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porque nadie me había dicho dónde estaba
el orificio por el que salía el huevo.
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No soñaba con ser científica,
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porque las mujeres
no podíamos hacer esas cosas.
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De hecho, tampoco los hombres
lo hacían por aquel entonces.
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Y todo el mundo se reía de mí
menos mi madre,
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que me decía: "Si de verdad quieres
hacerlo, deberás esforzarte mucho
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y aprovechar cada oportunidad.
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Si no te rindes, encontrarás la manera".
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CA: Y de algún modo, pudo ganarse
la confianza de los chimpancés
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como nunca nadie lo había hecho.
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Mirando hacia atrás, ¿qué fue
lo más emocionante que descubrió
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o qué es lo que la gente
todavía no sabe de los chimpancés?
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JG: Bueno, es lo que Ud. ha dicho:
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ver cosas que nadie había visto,
ganarme su confianza.
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Nadie lo había intentado,
si le soy sincera.
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Así que, básicamente,
usé las mismas técnicas
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que usaba de niña
para estudiar los animales en casa.
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Me sentaba pacientemente,
sin forzar un acercamiento prematuro,
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pero fue horrible, porque
solo había dinero para seis meses.
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Y no sabe lo difícil que fue
conseguir dinero
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para una joven sin titulación,
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que hacía algo tan raro
como sentarse en el bosque.
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Pero al final,
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logramos que un filántropo estadounidense
nos financiara durante seis meses.
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Y sabía que, con el tiempo,
me ganaría la confianza de los chimpancés,
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pero ¿tenía ese tiempo?
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Las semanas se convirtieron en meses
y, al fin, tras unos cuatro meses,
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un chimpancé empezó a perder el miedo.
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Fue a él a quien vi en una ocasión,
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—aún no me acercaba mucho a ellos,
pero lo vi con los prismáticos—
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y lo vi utilizando y fabricando
herramientas para atrapar termitas.
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No me sorprendió demasiado,
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porque ya había leído lo que
los chimpancés en cautividad podían hacer,
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pero sabía que la ciencia creía
que los humanos, y solo los humanos,
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manejaban y fabricaban herramientas.
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Pensé en lo mucho que
se emocionaría el Dr. Leakey.
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Fue esa observación
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la que le permitiría ir
al National Geographic,
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donde le dijeron: "Pues bien,
seguiremos apoyando la investigación".
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Y enviaron a Hugo van Lawick,
fotógrafo y director de cine,
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para que grabase todo lo que yo veía.
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Muchos científicos se negaban
a creer que manejaban herramientas.
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Es más, uno de ellos sugirió
que yo había adiestrado a los chimpancés.
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(Risas)
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Lo cual habría sido un milagro,
ya que no podía acercarme a ellos.
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Pero cuando vieron
las grabaciones de Hugo,
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junto con todas las descripciones
que di sobre su comportamiento,
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no les quedó más remedio
que cambiar de opinión.
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CA: Y desde entonces,
otros muchos descubrimientos
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han situado a los chimpancés más cerca
de los humanos de lo que la gente cree.
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Creo que fue Ud. quien una vez dijo
que tienen sentido del humor.
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¿De qué manera lo expresaban?
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JG: Eso se ve cuando están jugando.
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Por ejemplo, un chimpancé grande
juega con uno pequeño
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y rodea un árbol con una enredadera.
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Pero cada vez que el pequeño
está a punto de agarrrarla,
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el más grande se la quita,
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el pequeño empieza a llorar
y el mayor empieza a reírse.
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Así que, ya lo ve.
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CA: Jane, usted observó
algo mucho más inquietante,
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como son las bandas, tribus
o los grupos de chimpancés,
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comportándose muy
violentamente unos con otros.
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Siento curiosidad por saber
cómo entendió ese comportamiento,
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y si eso, de algún modo, la entristeció,
ya que somos tan parecidos a ellos.
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¿Le hizo pensar que la violencia
es algo inherente a los grandes primates?
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JG: Bueno, es obvio que sí.
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Mi primer contacto con lo que
yo llamaría la maldad humana
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fue al final de la guerra
con las fotografías del Holocausto.
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Eso me impresionó mucho; me cambió.
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Creo que por aquel entonces tenía 10 años.
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Y descubrí que los chimpancés
también tenían ese lado oscuro y cruel.
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Yo creía que eran como nosotros,
pero más amables,
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pero luego me di cuenta de que
son mucho más parecidos a nosotros
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de lo que creía.
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En ese momento, a principios de los 70,
era un tema muy raro.
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La agresividad era algo muy controvertido.
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¿Es algo innato o aprendido?
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Y lo convirtieron en
una cuestión política.
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Eran tiempos raros,
y allí estaba yo, declarando:
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"No, yo creo sin duda que la agresividad
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es parte de nuestro conjunto
de conductas heredadas".
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Le pregunté a un científico muy respetado
cuál era su opinión al respecto,
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porque había salido de la nada declarando:
"La agresividad se aprende",
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y me dijo: "Jane, preferiría no hablar
de lo que realmente pienso".
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En relación a la ciencia,
ese fue un duro golpe para mí.
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CA: Yo crecí pensando
que el mundo era de color de rosa,
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con películas bellísimas
con mariposas, abejas y flores,
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la naturaleza y su increíble paisaje.
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Pero muchos ambientalistas
toman a menudo la postura del tipo:
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"La naturaleza es pura y bella,
y los humanos son los malos",
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pero luego tenemos ejemplos
como los que usted vio.
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Honestamente, si observamos
la naturaleza al detalle
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se ven cosas aterradoras.
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¿Qué opina de la naturaleza?
¿Cómo cree que es?
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¿Cómo deberíamos verla?
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JG: Pues bien, piense en el proceso
evolutivo en su totalidad.
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Hay algo muy particular
en los lugares vírgenes,
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y África era muy virgen
cuando yo era joven.
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Había animales por todas partes.
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Y nunca me gustó que los leones mataran,
pero deben hacerlo, porque es su instinto.
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Si no mataran a otros animales, morirían.
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Pero, en mi opinión, la gran diferencia
entre ellos y nosotros,
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es que hacen lo que hacen
porque es lo que deben hacer.
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Pero nosotros podemos planear las cosas,
y nuestros planes son muy diferentes.
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Podemos planear talar todo un bosque,
porque queremos vender la madera,
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o porque queremos construir
otro centro comercial y ese tipo de cosas.
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Destruimos la naturaleza,
creamos guerras y hacemos el mal
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porque podemos sentarnos cómodamente
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y planear la tortura
de alguien que está lejos.
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Eso es maldad.
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Los chimpancés hacen
una especie de guerra primitiva,
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y pueden ser muy agresivos,
pero es espontáneo.
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Es lo que sienten en ese momento.
Es la respuesta a una emoción.
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CA: Así que su observación
sobre la complejidad de los chimpancés
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no se aleja tanto de lo que
algunas personas denominarían
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como el superpoder humano
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de poder recrear al detalle
el futuro en la mente
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y hacer planes a largo plazo.
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Y actuar para animarnos entre todos
a conseguir esos planes a largo plazo.
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Incluso para alguien que pasó
tanto tiempo con los chimpancés,
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sería como un conjunto
de habilidades diferentes,
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de las que tenemos que responsabilizarnos
para usarlas mejor.
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JG: Sí, y ya sé que hay
mucho debate sobre esto,
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pero lo cierto es que hemos
desarrollado un modo de comunicarnos
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como el que Ud. y yo estamos usando.
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Porque nosotros tenemos las palabras,
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pero la comunicación animal es
mucho más compleja de lo que creíamos.
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Los chimpancés, los gorilas
y los orangutanes
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pueden aprender el lenguaje
de signos de los sordomudos.
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Pero nosotros crecemos hablando un idioma,
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y por ello puedo explicarle cosas
de las que nunca ha oído hablar,
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pero los chimpancés no pueden hacerlo.
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Nosotros podemos enseñar
a los niños conceptos abstractos,
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pero los chimpancés no pueden.
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Es verdad que los chimpancés
pueden realizar acciones inteligentes,
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y también los elefantes,
los cuervos y los pulpos,
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pero nosotros diseñamos cohetes
que pueden viajar a otro planeta
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y minirrobots que toman fotos.
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Hemos desarrollado esta manera
tan extraordinaria de comunicarnos,
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como los estamos haciendo Ud. y yo,
desde diferentes partes del mundo.
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En mi infancia y juventud,
no había televisión, ni móviles
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ni computadoras.
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Era un mundo muy diferente.
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Yo tenía un lápiz, un bolígrafo
y un cuaderno; eso era todo.
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CA: Volviendo al tema de la naturaleza,
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porque pienso mucho en ello,
pero, sinceramente, me cuesta entenderlo.
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Mucho de su trabajo y muchas
de las personas a las que respeto,
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comparten esa pasión por intentar
no arruinar el medioambiente.
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¿Es posible, sano y tal vez
algo fundamental, aceptar a la vez
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que muchos aspectos
de la naturaleza den miedo,
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pero que también sea impresionante,
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y que parte de ese asombro
venga del potencial de ser aterradora
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y, también, impresionantemente hermosa,
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y que no podemos ser nosotros mismos,
porque somos parte de la naturaleza,
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no podemos sentirnos completos
a menos que, de algún modo,
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la aceptemos y seamos parte de ella?
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Ayúdeme a explicarme, Jane.
¿Cómo debería ser esa relación?
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JG: Creo que uno de los problemas
es que, al ir desarrollando el intelecto,
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nos hemos ido perfeccionando en modificar
el entorno para beneficio propio,
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creando campos y cultivando
donde antes había selvas o bosques.
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No vamos a hablar de eso ahora,
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pero tenemos la capacidad
de cambiar la naturaleza.
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Y a medida que nos establecemos
en pueblos y ciudades
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y dependemos más de la tecnología,
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mucha gente se ha distanciado
del mundo natural.
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Hay cientos o miles de niños
que crecen en los centros urbanos
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donde básicamente la naturaleza ni existe,
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por eso es tan importante
hacer que las ciudades sean ecológicas.
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Se han hecho experimentos,
—creo que en Chicago, no estoy segura—
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donde había muchos terrenos vacíos
en una parte muy violenta de la ciudad.
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Así que convirtieron algunas
de esas áreas en zonas verdes:
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plantaron árboles, flores y arbustos
en esos terrenos desocupados.
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Y la tasa de criminalidad bajó.
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Luego, por supuesto,
plantaron árboles en la otra mitad.
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Y también se han hecho estudios
que muestran que los niños
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necesitan espacios verdes
para un buen desarrollo psicológico.
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Pero somos, como Ud. dice,
parte de la naturaleza
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y aun así le faltamos al respeto.
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Eso es terrible para nuestros hijos
y para los hijos de nuestros hijos,
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porque dependemos de la naturaleza
para tener aire puro y agua limpia,
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y para regular el clima y las lluvias.
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Mire lo que hemos hecho.
Mire la crisis climática.
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Hemos sido nosotros quienes lo hicimos.
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CA: Hace poco más de 30 años Ud.
dejó de ser científica para ser activista.
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¿Por qué?
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JG: En una conferencia científica en 1986,
por entonces ya tenía mi doctorado
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y trataba de averiguar cómo difería
el comportamiento de los chimpancés,
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de un ambiente a otro.
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Teníamos seis sitios de estudio
por toda África.
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Así que se nos ocurrió
reunir a estos científicos,
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estudiar este tema, y fue fascinante.
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Pero también tuvimos una sesión
sobre conservación
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y otra sobre las condiciones
en algunas situaciones de cautiverio,
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como investigación médica.
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Y ambas sesiones me impactaron mucho.
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Así que asistí a la conferencia
como científica y salí como activista.
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Yo no tomé la decisión.
Algo cambió en mi interior.
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CA: Así que se pasó los últimos 34 años
haciendo campañas incansables
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por una mejor relación
entre las personas y la naturaleza.
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¿Cómo debería ser esa relación?
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JG: Pues bien, volvemos
a los mismos problemas.
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La gente debe tener espacio para vivir.
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Pero creo que el problema está
en que la sociedad acomodada
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se ha vuelto demasiado codiciosa.
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Sinceramente, ¿quién necesita
cuatro casas con terrenos enormes?
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¿Y para qué queremos
otro centro comercial?
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Y así sucesivamente.
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Buscamos beneficios
económicos a corto plazo.
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El dinero se ha convertido
en una especie de dios al que adorar,
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mientras perdemos la conexión espiritual
con el mundo natural.
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Buscamos ganancias o poder a corto plazo,
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y no la salud del planeta
para el futuro de nuestro hijos.
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Parece que ya nada de eso nos importa,
y por eso nunca dejaré de luchar.
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CA: En su trabajo sobre la conservación
de los chimpancés, concretamente,
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usted decidió involucrar
a la gente de la zona en el proyecto,
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para que participen activamente.
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¿Cómo funcionó eso, y cree Ud.
que ese es un punto clave
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si queremos tener éxito
en la protección del planeta?
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JG: Tras esa famosa conferencia,
me propuse investigar más
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por qué los chimpancés
están desapareciendo en África
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y qué pasa con los bosques.
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Así que junté un poco de dinero
y visité seis países de la zona.
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Y entendí qué tipo de problemas
enfrentan los chimpancés,
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como la caza furtiva
y el comercio con animales vivos,
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la caza con redes,
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la población humana que crece
y necesita más tierra
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para los cultivos, el ganado y las aldeas.
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Pero también vi la difícil situación
que enfrentaba tanta gente:
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la pobreza absoluta,
la falta de salud y educación,
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y la degradación del suelo.
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Vi que la situación era realmente crítica
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al sobrevolar el pequeño
Parque Nacional de Gombe,
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que había sido parte del cinturón
de bosques del sistema ecuatorial africano
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hasta la costa oeste.
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Y que en 1990,
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era solo una pequeña isla de bosque,
un pequeño parque nacional
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rodeado de colinas desnudas.
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Y fue entonces cuando me di cuenta
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de que si no hacemos algo por ayudar
a la gente a tener un estilo de vida
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que no destruya el medioambiente,
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ni siquiera podemos intentar
salvar a los chimpancés.
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Por eso, el Instituto Jane Goodall
inició el programa "Cuídate".
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Lo llamamos: "TACARE",
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y es nuestro método de conservación
basado en la comunidad,
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completamente holístico.
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Hemos puesto las herramientas
para la conservación
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en manos de los aldeanos,
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porque la mayoría de
los chimpancés salvajes de Tanzania
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no viven en zonas protegidas, sino
en las reservas forestales de las aldeas.
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Así que ahora pueden medir
la salud de sus bosques.
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Ahora han entendido
que la protección del bosque
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no es solo por la vida salvaje,
sino también por su propio futuro.
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Necesitan del bosque,
y están muy orgullosos.
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Los voluntarios van a los talleres,
aprenden a usar los móviles,
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y a subir contenido
a la plataforma y a la nube.
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Todo es transparente.
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Los árboles han vuelto,
y las colinas ya no están desnudas.
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Decidieron crear una zona
de contención alrededor de Gombe
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para que los chimpancés
tuvieran más bosque que en 1990.
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Y están abriendo senderos en el bosque
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para juntar a grupos de chimpancés
dispersos y evitar demasiada endogamia.
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Sí que ha funcionado, y ya se hace
lo mismo en otros seis países.
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CA: Usted siempre ha sido
esa extraordinaria e incansable voz
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en todo el mundo, viajando mucho,
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dando charlas e inspirando
a la gente en todas partes.
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¿De dónde saca toda esa energía,
la pasión para hacer todo eso?
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Porque es una labor agotadora,
cada reunión con tantísima gente,
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es físicamente agotador,
y aquí está Ud., aún activa.
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¿Cómo lo consigue, Jane?
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JG: Supongo que se debe
a mi obstinación; no me gusta rendirme.
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No pienso dejar que directores
de grandes corporaciones
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destruyan los bosques,
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o que los políticos desbaraten
todas las medidas de protección
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implementadas por presidentes anteriores,
y ya sabe a quién me refiero.
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Así que voy a seguir luchando.
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Me preocupo, me apasiono
por la vida salvaje y la naturaleza.
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Amo los bosques y me duele verlos dañados.
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Y me preocupo muchísimo por los niños.
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Les estamos robando su futuro,
así que no me voy a rendir.
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Además, supongo que fui bendecida
con una buena genética; es un don.
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Y otro don que descubrí que tenía,
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es el de la comunicación,
ya sea oral o escrita.
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Si andar de esta manera no funcionara...
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pero cada vez que doy una conferencia,
la gente se me acerca y me dice:
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"Me había rendido,
pero Ud. me ha inspirado.
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Prometo hacer mi parte".
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Y tenemos un programa juvenil
"Raíces y brotes" vigente en 65 países
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que va creciendo rápidamente,
para todas las edades,
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con gente que elige proyectos para ayudar
a personas, animales, al medioambiente,
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arremangándose y pasando a la acción.
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Y te miran con ojos brillantes,
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deseosos de contarle
a la Dra. Jane lo que han hecho
-
para hacer del mundo un lugar mejor.
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¿Cómo voy a decepcionarlos?
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CA: Si miramos el futuro del planeta,
¿qué le preocupa más?
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¿Qué es lo que más le asusta
de este momento en el que estamos?
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JG: Creo que es el disponer
de tan corto espacio de tiempo.
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Todavía podemos empezar
a reparar algunos daños
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y ralentizar el cambio climático.
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Pero se está acercando,
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y ya hemos visto lo que ha pasado
con el confinamiento en todo el mundo
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debido a la COVID-19:
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cielos limpios en las ciudades,
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mucha gente ha respirado un aire tan puro
como nunca antes lo había hecho,
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y ha podido ver un cielo
más iluminado por la noches,
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como nunca antes había visto.
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Lo que más me preocupa es
cómo conseguir que suficiente gente
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no solo lo comprendan,
sino que pasen a la acción.
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¿Cómo conseguir que la gente tome medidas?
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CA: National Geographic acaba de estrenar
una película increíble sobre usted,
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destacando su trabajo
de estas seis décadas.
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Se titula: "Jane Goodall:
la gran esperanza".
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¿Cuál es la esperanza, Jane?
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JG: Mi mayor esperanza es la gente joven.
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En China la gente se acercaba y me decía:
"Claro que me importa el medioambiente.
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Estuve en 'Raíces y brotes'
cuando estaba en la primaria".
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"Raíces y Brotes" sirve
para conservar los valores,
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y una vez que ven los problemas,
se entusiasman tanto
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que se empoderan y pasan a la acción:
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limpian los arroyos, eliminan
las especies invasoras sin crueldad.
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Y son muy creativos.
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Tenemos un extraordinario intelecto
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que estamos empezando a usar
para crear tecnología
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que realmente nos ayude
a vivir en mejor armonía
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en el plano individual.
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Pensemos en las consecuencias
de lo que hacemos día a día.
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¿Qué compramos, de dónde viene
o cómo se fabricó?
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¿Dañó el medioambiente
o fue cruel con los animales?
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¿Es barato debido
a la explotación infantil?
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Hay que tomar decisiones éticas,
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lo cual, por cierto, no se puede hacer
si se vive en la pobreza.
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Y, finalmente, está el espríritu indomable
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de la gente que se enfrenta
a lo que parece imposible
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y no se rinde.
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No te puedes rendir cuando tienes eso.
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Pero hay cosas contra
las que no puedo luchar.
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No puedo luchar contra la corrupción,
-
ni contra los regímenes
militares y los dictadores.
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Así que solo puedo hacer mi parte.
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Pero si entre todos
ponemos de nuestra parte,
-
seguramente uniremos fuerzas
y, a largo plazo, ganaremos.
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CA: Y para acabar, Jane.
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Si hubiera una idea, un pensamiento,
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una semilla que pudiera plantar
en la mente de quien nos vea,
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¿cuál sería?
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JG: Que recuerden que cada día de vida
generan un impacto en el planeta.
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No podemos evitar que sea así.
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Y por lo menos, a menos que
vivan en la extrema pobreza,
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pueden elegir qué clase de impacto causar.
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Incluso siendo pobre se puede elegir,
-
pero cuando se tienen más recursos,
se amplían las posibilidades de elegir.
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Y si entre todos elegimos
alternativas éticas,
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avanzaremos hacia un mundo
-
con más esperanza de poder
dejárselo a nuestros bisnietos.
-
Creo que eso es algo para todos.
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Porque mucha gente comprende la situación,
-
pero se siente impotente,
sin esperanza y sin saber qué hacer,
-
entonces no hace nada y cae en la apatía.
-
Y la apatía es muy peligrosa.
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CA: Dra. Jane Goodall, increíble.
-
Me gustaría, de verdad, darle las gracias
por su vida tan excepcional,
-
por todo lo que ha hecho,
y por dedicarnos este tiempo.
-
Gracias.
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JG: Gracias a ustedes.