Voluntariado y rescate de animales: su impacto en la comunidad | Laura Gonzo | TEDxGreensboro

El huracán Katrina dejó la ciudad de Nueva Orleans devastada, con desastrosas consecuencia para las personas y sus familias. El impacto menos conocido es el padecido por las mascotas. Este video muestra los esfuerzos realizados para salvarlas.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en http://ted.com/tedx.

Fue diez años atrás,
apenas comenzaba el otoño,

y yo había perdido
la cabeza por completo.

Había estado viendo las noticias

más o menos 24 horas
al día durante semanas,

y una llama se había encendido en mí.

Preparo mi auto para ir a un lugar
que me depararía lo impredecible,

así que llevo de todo: comida,
equipo para acampar, suministros médicos

y un bidón de gasolina para cargarlo
antes de adentrarme demasiado en el área.

Conduzco las doce horas

desde mi casa en Indianápolis, Indiana,
hasta Tylertown, Misisipi.

Mi lugar de destino es Camp Katrina.

Cuando todo hubo ocurrido,

unos 600 000 voluntarios cruzaron el golfo

para ayudar a las víctimas
del huracán Katrina.

La mayoría fue a rescatar personas,
pero yo fui a rescatar animales.

Tenía dos años de experiencia
en el rescate de animales

y recuerdo exactamente por qué:

había leído en el diario
la historia de un perro

del cual habían abusado
de forma tan horrible

que no lo pude soportar.

Llamé al primer refugio de animales
que encontré y dije: "Apúntenme".

Creía haber visto tratos realmente
desagradables hacia los animales,

pero no era nada comparado

a lo que sufrían los animales
por el Katrina.

Así que allá fui.

Cuando llegué,

Camp Katrina ya estaba organizado
por "The Humane Society" de Luisiana.

Era básicamente un campamento
puesto en pie de un día para el otro

para los animales de compañía
desplazados por los huracanes.

Cuando llegué, habían pasado
dos meses desde el huracán,

y los animales seguían llegando.

Estaban en condiciones terribles.

Así que los evaluábamos, rehabilitábamos
y los reincorporábamos a la sociedad.

No era un trabajo atractivo.

Las responsabilidades diarias incluían
recoger un montón de desechos

y limpiar cajas de arena.

Puedo asegurarles

que si alguna vez tienen que limpiar
la caja de un gato callejero,

ponen en riesgo su propia vida.

(Risas)

Dormíamos en el suelo, cuando dormíamos.

Había comida disponible,
pero nos olvidábamos de comer.

¿Y tomar una ducha?

Claro que no.

Estábamos cansados, con hambre,
apestábamos, pero nadie se quejaba.

Habíamos ido desde muchos lugares.

Había personas de lugares tan lejanos
como Hawái y Canadá.

Todas ellas, al igual que yo,
habían visto el sufrimiento,

el cual les había calado hondo,

y les encendió la llama
que los impulsó a actuar.

Hice amigos de por vida en Camp Katrina
y me enamoré de muchos animales.

Cuando llegué, el campamento
estaba lleno de pitbulls.

No me avergüenzo de decirles
que me puse muy nerviosa,

pero de inmediato me di cuenta de que,
como los otros perros, tenían miedo.

Estaban cansados, hambrientos

y desesperados por contacto humano.

Había cierto momento,
a los dos días de recibir al animal,

más con los perros,

en el que se podía ver
un brillo en sus ojos,

pues sabían que iban a estar bien,

que todo iba a salir bien.

Pasaban de estar encorvados

a erguirse, sonreír
y empezar a mover la cola.

Se volvían perros normales
y felices de nuevo.

Esa es mi amiga Shelly,
con quien hablé por Facebook ayer.

Esta es Amy.

Los pitbulls le daban terror
al llegar, pero lo superó.

Era algo hermoso de ver,

y también terrible.

Vimos mucho sufrimiento,

y mientras nosotros tratábamos
de rescatar a estos animales,

otra gente intentaba entrar para robarlos.

Los querían robar
para ponerlos a pelear.

Era desgarrador y exasperante
saber que a estos animales,

por cuyas vidas trabajábamos tan duro
y de los que nos habíamos enamorado tanto,

había gente que quería matarlos
para su propio entretenimiento.

Tuvimos que poner un alambre
de púas alrededor del campamento

y patrullar en la cerca
desde el atardecer al amanecer.

Pero al final los mantuvimos a salvo.

La organización
"Katrina Animal Rescue Effort"

logró reunir a algunas familias
con sus mascotas.

Este es Gumbo con su familia;

todo el mundo estaba emocionado ese día.

Pero, tristemente, muchas familias
no pudieron ser localizadas.

No sabíamos si era porque no sabían
dónde buscar a sus mascotas,

pues había refugios por todas partes,

si estaban en una situación
en la que no podían tener animales,

o si simplemente no habían sobrevivido.

Pero los animales que no encontraron
a su dueño fueron a un nuevo hogar.

Salvamos, entre todos,
a miles y miles de animales.

Esto es lo que Camp Katrina me enseñó:

la gente quiere ayudar.

Respondemos a historias
que nos conmueven

y, a veces, esas historias
son tan poderosas

que nos hacen pasar
del "alguien debería hacer algo"

al "ojalá hubiera algo que pudiera hacer"

y finalmente al "yo voy a hacer algo".

Años después asistí a una conferencia

sobre servicio y voluntariado
en Nueva Orleans

y, como yo, muchos de los que estaban ahí
habían sido voluntarios del Katrina.

Estábamos bajo la cúpula del Superdome
reviviendo todos esos recuerdos,

los buenos y los terribles,

y lo increíble fue que toda la gente
de Luisiana apareció de repente.

Quiero decir que se hicieron notar.

Bandas de música de escuelas secundarias,
políticos, muchas personas famosas,

que seguían llegando
para decirnos "gracias".

A pesar de todo lo que habían sufrido,

para ellos era importante decirnos
que lo que habíamos hecho tuvo impacto.

Me quedé sin aliento.

Me di cuenta de que mientras yo fui
porque quería ayudar a los animales,

a la vez terminé ayudando a las personas.

Los voluntarios que rescatan animales
hacen más que trasladar perros y gatos.

Ayudamos a la gente.

A veces, de formas muy sorprendentes.

Mis amigos, Tim y Donna,
adoptaron a Sally.

Es una criatura espectacular.

Los motivó a crear una fundación
a la que llamaron "Bad Rap".

Eso fue hace 16 años y han sido
voluntarios desde entonces.

Hoy son líderes en el mundo
del bienestar animal.

Fueron clave para el rescate
de los perros del caso Vick

y en el proceso cambiaron la forma

en la que la ley considera a los perros
víctimas de las peleas caninas.

Gracias a esto, muchos de ellos
pudieron ser adoptados por una familia

para llenarlos de amor.

Esos son Tim y Donna,
y cinco de los perros.

Sí.

Aterrador, ¿verdad?

Algunos de esos perros

llegaron a convertirse en perros
de terapia certificados.

Este es Leo, que trabajó
con un grupo llamado "Our Pack".

Falleció hace algunos años,

pero su especialidad
era reconfortar a personas

que atravesaban una quimioterapia.

Parece que hacía un buen trabajo.

Luego está este muchacho
de nombre Carbón, pues es de Kentucky.

Hace años ayudé a rescatarlo
de un laboratorio casero de metanfetamina,

y la mujer que lo adoptó

lo entrenó para que fuera un perro
de búsqueda y rescate.

Así que a pesar de todo lo que han pasado,

con la ayuda de voluntarios,
estos perros supieron devolver esa ayuda.

En Carolina del Norte, a través
de la organización "New Leash On Life",

los presos adiestran a perros de refugios
con ejercicios de obediencia básica.

Esto ayuda a los perros
a ser adoptados, lo que es genial,

pero los participantes
también descubrieron

que la tasa de reincidencia
disminuyó de un 36 % a un 6 %.

Cuando estos participantes
salieron de la cárcel,

salieron para siempre.

La fundadora de ese programa comenzó
otro llamado "People & Paws 4 Hope".

Tenía el mismo formato, pero quienes
entrenaban a los perros eran adolescentes.

El objetivo prioritario era mantener
a estos jóvenes fuera del sistema.

Esto es para los amantes de los gatos:

en Indianápolis hay un grupo
llamado "IndyFeral".

Iniciaron un programa llamado TNR,

sigla que en inglés
es "Capturar, esterilizar y liberar",

e iniciaron la castración
de todos estos gatos callejeros.

Unos años más tarde,
la ciudad notó que la cantidad de gatos

que ingresaban al refugio
había disminuido drásticamente.

Eso redujo el hacinamiento.

Hicieron las cuentas

y descubrieron que en el tiempo
en que se encargaron de este programa,

los voluntarios de IndyFeral les ahorraron
a los contribuyentes de Indianápolis

casi 300 000 dólares.

No está nada mal.

Otros activistas están luchando
por una legislación anticadenas,

que prohíbe que la gente tenga
a sus perros encadenados las 24 horas.

Creo que es justo asumir
que la motivación de todo esto

es la preocupación
por el bienestar de los perros,

pero su efecto secundario
es muy importante:

el aumento de la seguridad pública.

Más allá de saber qué perros muerden
o por qué muerden,

un perro encadenado
es tres veces más propenso a morder

que uno que no lo está.

Por ende, si les quitan las cadenas,
las mordidas se reducen.

Esta idea ha tomado auge

y ya se están implementando
ordenanzas anticadenas

por todo el país,

lo que lleva a comunidades más seguras.

También es justo asumir que la mayoría,

si no todos los que participaron en esto,

en algún punto tuvieron al menos
una experiencia o leyeron una historia

que los impulsó al "yo lo haré".

Y de sus esfuerzos para que perros y gatos
recibieran el cuidado que necesitaban

surgieron beneficios para sus comunidades.

Nos hemos enfocado mucho
en el voluntariado de rescate de animales,

y quizás se pregunten:
¿Y si no quiero rescatar animales?

Pues no teman, buenos ciudadanos:

cualquier tipo de voluntariado
es bueno para Uds. y para la sociedad.

Los trabajadores voluntarios tienen
menos riesgo de sufrir enfermedades.

Las personas mayores, en particular,
mejoran su salud física y mental.

Las ciudades o estados con mayor cantidad
de voluntarios han bajado la mortalidad

y la tasa de enfermedades
cardiovasculares.

Además, estas comunidades
son más sanas civilmente.

Es decir, esas personas tienen
más compromiso para votar,

son más propensas a solucionar
lo que haga falta en su comunidad,

porque saben que tienen la capacidad.

Esas comunidades están más unidas
y más llenas de vida.

Suena bien, ¿verdad?

Uno de cada cuatro voluntarios brinda
dos horas de su tiempo a la semana.

No parece mucho, pero suma.

En 2013, unos 62 millones voluntarios

ofrecieron al país 7700 millones
de horas de servicio.

El valor de ese servicio
es de 173 000 millones de dólares.

Esos voluntarios le dieron al país
173 000 millones de dólares de su tiempo.

Si ustedes pagan impuestos,
quizás quieran abrazar a un voluntario.

(Risas)

Presente.

Suena muy bien,

pero ¿qué habilidades se necesitan
para ser voluntarios?

Cuando perdí la cabeza
y me fui a Camp Katrina,

no tenía ninguna habilidad especial.

O no sabía que las tenía.

Al estar allí, me di cuenta
de que puedo hablar con los perros.

No realmente.
(Risas)

Pero puedo leerlos perfectamente,
puedo conectar con ellos,

y si un perro siente miedo
o está desorientado,

puedo usar el lenguaje corporal y mi tono
de voz para ayudarlo a sentirse a salvo.

Además, puedo distinguir a un perro
callejero a más de 1 km de distancia.

Veo a perros que para otros
son invisibles,

y a ese don lo llamo "perradar".

(Risas)

Créanme, es tanto una bendición
como una maldición,

porque cada vez que los veo
tengo que ir a rescatarlos.

(Risas)

Pero descubrí que era muy buena en esto,

que era buena en muchas cosas

que jamás habría descubierto
si no me hubiera animado a ser voluntaria.

Hace un par de meses recibí
esta increíble camiseta que dice:

"Yo rescato animales.
¿Cuál es tu superpoder?".

Tengo un "perradar",
es decir, hablo con perros.

Si Uds. no lo saben,
¿no sienten curiosidad?

A veces lo único que hace falta
es una computadora portátil.

En 2014, un veterano llamado Steven White

fue atacado por alguien
que apenas conocía.

Lo golpearon, le prendieron fuego
y más tarde murió por sus heridas.

Su comunidad quedó
conmocionada y devastada.

Su pareja se quedó sola
con sus tres perros,

y lo sé porque un amigo
en común me llamó y me dijo

que necesitaban ayuda para encontrar
un hogar a dos de los perros,

porque la pareja no podía
hacerse cargo de ellos sin Steven.

Ellos son Tiberius y Momo.

Esta historia me conmovió tanto,

que me alegró poder
hacer algo para ayudar.

Hice lo que hago siempre cuando
un animal necesita un hogar:

consigo unas fotos, escribo su historia
y la publico en Facebook.

Fácil, ¿no?

Esta publicación se compartió
muchísimas veces.

Perdí la cuenta después de las 4000.

Se compartió porque era
una historia poderosa,

y la personas se conmovieron
y quisieron ayudar.

Contactaron personas de lejos,
como Seattle y Chicago;

una veterinaria de Virginia donó
profilaxis durante un año

contra parásitos del corazón,
pulgas y garrapatas,

porque, al igual que yo, estaba feliz
de saber que podía ayudar en algo.

Me alegra que ambos perros fueran
adoptados en dos hogares increíbles,

y todo lo que hice fue publicar
su historia en Facebook.

¿A ustedes qué los conmueve?

¿Qué tiene el poder

y el potencial para encender
la llama que llevan dentro?,

¿para pasar del "alguien debería"
al "yo quisiera",

y por último, al "yo lo haré"?

Hace diez años abandoné la seguridad
y la comodidad de mi hogar

para instalarme en un campamento
en medio del lodo en Misisipi,

porque lo que dejó el Katrina
me había conmovido,

y eso fue lo que encendió mi llama.

Sabía que había algo que podía hacer.

Y resulta que hay mucho que puedo hacer.

Gracias.

(Aplausos)