En este preciso momento,
debajo del mar brillante y azul,
millones de peces
mantienen relaciones sexuales.
(Risas)
La manera en que lo hacen
y las estrategias que usan
no se parecen en nada
a lo que ocurre en tierra firme.
(Risas)
Veamos el pez loro.
Esta especie nace como hembra
y así es su apariencia.
Pero cuando se desarrolla,
puede transformarse en macho,
y así es su apariencia.
Esta transformación no es solo
un vistoso cambio de ropaje.
Su cuerpo tiene la capacidad
de reabsorber los ovarios
y reemplazarlos por testículos.
En tan solo unas semanas,
el pez loro puede pasar
de poner huevos a producir esperma.
Es muy impresionante,
pero también bastante común
en el ámbito marino.
De hecho, apuesto a que
Uds. en algún momento
han comido algún marisco
o pescado que nació con un sexo
y luego desarrolló otro.
Las ostras,
los meros,
los camarones...
Veo a varios que asienten con la cabeza.
Pero no todos los peces
que cambian de sexo nacen hembras.
El pez payaso, que conocemos
por "Buscando a Nemo",
siempre nace macho.
De manera que, en el mundo real,
cuando la madre de Nemo murió,
Marlin, el padre, podría
haberse convertido en Marlene,
(Risas)
y Nemo podría haberse apareado con
su padre, que se transformó en su madre.
(Risas)
Como ven...
(Risas)
Así es.
Ahora entendemos por qué
Pixar se tomó esa libertad creativa
en la línea argumental, ¿verdad?
(Risas)
Es decir que el cambio de sexo en el mar
puede darse en cualquier dirección,
incluso hacia uno
y otro lado más de una vez.
Y esta es tan solo una
de las muchas e increíbles estrategias
que usan los animales
marinos para reproducirse.
Y créanme: es una
de las menos sorprendentes.
La vida sexual en el océano es fascinante
y, además, tiene una gran importancia,
no solo para biólogas marinas
obsesivas como yo
que se desvela por estudiar
estos temas subidos de tono.
(Risas)
Son temas que nos atañen a todos.
Actualmente, dependemos
de la captura de peces silvestres
para alimentar a más de
2 mil millones de personas
en el planeta.
Se necesitan millones de ostras y corales
para construir los inmensos arrecifes
que protegen nuestras costas
del avance del mar y las tormentas.
Dependemos de las medicinas
que se encuentran en los animales marinos
para luchar contra el cáncer
y otras enfermedades.
Y para muchos de nosotros,
la diversidad y la belleza de los océanos
es una fuente de solaz y esparcimiento,
y también nuestro legado cultural.
Para seguir aprovechando la abundancia
que nos brinda la vida marina,
los peces, los corales
y los camarones de hoy
deben ser capaces de producir los peces,
los corales y los camarones del mañana.
Para lograrlo, tienen que tener
una vida sexual sumamente activa.
Hasta hace poco,
no se sabía casi nada
de la vida sexual en el mar.
No es fácil de estudiar,
pero gracias a los avances
en ciencia y tecnología,
sabemos mucho más
en relación a los últimos años.
Estos nuevos descubrimientos
demuestran dos cosas.
Primero, que el sexo en el mar
es muy peculiar.
Segundo, que la actividad humana
está haciendo estragos
en la vida sexual de los animales marinos,
desde los camarones hasta los salmones.
Sé que puede ser difícil de creer,
por eso compartiré algunos detalles
de cómo lo hacen en las profundidades,
cómo estamos interrumpiendo
esas relaciones íntimas
y qué podemos hacer para revertirlo.
Ahora bien, ¿recuerdan los peces
que cambiaban de sexo?
En muchas partes del mundo,
hay reglamentaciones que establecen
una medida mínima de captura.
Está prohibido atrapar peces pequeños.
Esto permite que las crías crezcan
y se reproduzcan antes de ser capturadas.
Una medida muy acertada.
En consecuencia, se capturan
los peces más grandes.
Pero en el caso del pez loro, por ejemplo,
o cualquier otro que cambia de sexo,
pescar los más grandes
significa capturar a todos los machos.
De este modo, las hembras
no encuentran pareja para aparearse,
o bien se ven obligadas
a cambiar de sexo antes de tiempo,
aun siendo de tamaño más pequeño.
Ambas situaciones pueden disminuir
su capacidad reproductiva en el futuro.
Para poder proteger estas especies
de manera adecuada,
tenemos que saber si cambian de sexo,
cómo y cuándo.
Recién entonces podremos crear reglas
en función de estas estrategias sexuales,
y establecer un límite máximo
para el tamaño de captura,
además del límite mínimo.
El desafío no es pensar en soluciones
adaptadas a su conducta sexual.
El desafío radica en saber qué solución
se debe aplicar a cada especie,
porque aun los animales
que conocemos muy bien,
nos dan una sorpresa cuando
investigamos su conducta sexual.
Veamos el bogavante de Maine.
No se lo ve muy romántico que digamos,
ni tampoco demasiado pícaro.
Pero es ambas cosas.
(Risas)
En la época de apareamiento,
las hembras buscan los machos
más grandes y provocadores.
Pero los machos son muy agresivos,
y atacan a cualquier bogavante
que se acerque, macho o hembra.
A su vez, la mejor época en que la hembra
puede aparearse con el macho
es inmediatamente luego de la muda,
es decir, cuando pierde
su rígido caparazón.
Esto significa que debe acercarse
a este macho agresivo
en su estado más vulnerable.
¿Qué haría una chica?
(Risas)
¿Su reacción?
Rociarle la cara varias veces...
con su propia orina.
(Risas)
Bajo el mar, la orina
es una poderosa poción de amor.
Estratégicamente, la vejiga del bogavante
está ubicada encima del cerebro,
y posee dos orificios debajo
de los pedúnculos oculares,
por donde puede expulsar su orina.
Pues bien, la hembra
se aproxima a la cueva del macho
y cuando él sale, la hembra
le dispara su chorro de orina,
tras lo cual escapa a toda velocidad.
Tan solo unos pocos días
de esta dosis diaria
bastan para que su perfume
surta un efecto transformador.
El macho deja de ser agresivo
y se convierte en un dulce enamorado.
Al cabo de una semana,
el macho la invita a su cueva,
tras lo cual el sexo ya es fácil.
Ahora bien, ¿cómo es que interrumpimos
ese cortejo tan peculiar?
Resulta que la orina de la hembra
contiene una señal química fundamental
que surte efecto porque logra
desplazarse en el agua
y lleva un mensaje que es detectado
por un pequeño receptor del macho.
El cambio climático está incrementado
el nivel de acidez en los mares.
Esto ocurre por el exceso de dióxido
de carbono que se incorpora al agua.
Este cambio químico
podría alterar ese mensaje,
o dañar los receptores olfativos
de los bogavantes.
La polución que proviene de tierra firme
puede tener efecto similar.
Solo imaginemos las consecuencias
para esa hembra
si su poción de amor no surtiera efecto.
Este es el tipo de impacto,
sutil pero significativo,
que afecta la vida amorosa
de estos seres marinos.
Y a esta especie la conocemos bien:
los bogavantes viven cerca
de las costas poco profundas.
Pero si vamos a las profundidades,
la vida sexual se pone aún más rara.
El rape vive a más de 900 metros
bajo el nivel del mar
en aguas profundas y oscuras.
Los machos carecen de la habilidad
de procurarse su propia comida.
Para sobrevivir, deben encontrar
una hembra lo antes posible.
Entretanto, la hembra, que es
diez veces más grande que el macho,
diez veces,
libera feromonas muy potentes
con las que atrae a su pareja.
El macho, pequeño como es,
se desplaza en aguas oscuras
para llegar a la hembra
guiado por el olfato
y, cuando la encuentra,
le da un mordisco de amor.
Y allí las cosas se ponen raras en serio.
Esa mordida de amor
provoca una reacción química
que estimula la desintegración
de la mandíbula del macho.
Su cabeza se consume,
se incorpora al cuerpo de la hembra
y ambos se funden.
El sistema circulatorio de cada uno
se fusiona con el otro,
y todos los órganos internos
del macho comienzan a disolverse,
a excepción de sus testículos.
(Risas)
Esos testículos maduran
y empiezan a producir esperma.
A fin de cuentas, el macho es una fábrica
de esperma, permanente y a demanda,
para la hembra.
(Risas)
Es un sistema muy eficiente,
pero, claramente, no son las estrategias
sexuales de los animales de granja.
Esto es muy peculiar, decididamente raro.
Pero si ignoramos la existencia
de estas estrategias,
o su funcionamiento,
no podremos saber qué impacto causarán,
incluso en aguas profundas.
Hace tan solo tres años,
descubrimos una nueva especie
de pulpo de aguas profundas
cuyas hembras ponen huevos
sobre esponjas adosadas a rocas
que se encuentran
a más de 4 km de profundidad.
Estas rocas contienen
minerales terrestres raros,
y actualmente hay compañías
que construyen excavadoras
capaces de minar el fondo marino
para extraer esas rocas.
Pero, en el mismo acto,
arrastran todas las esponjas
y todos los huevos depositados en ellas.
Intencionalmente,
y muchas veces sin saberlo,
estamos impidiendo la vida sexual
y la reproducción en las profundidades.
Y, a decir verdad,
ya es bastante difícil
citarse y aparearse de por sí,
sin que otros interrumpan
todo el tiempo, ¿verdad?
Lo sabemos muy bien.
Por eso, así como espero
que se vayan de esta charla
con datos de color
sobre el sexo entre peces...
(Risas)
también les pido que recuerden esto:
nuestra relación con el océano
es más estrecha de lo que creemos,
independientemente de donde vivamos.
Y esta relación es tan íntima
que debemos redefinirla.
Debe ser una relación que reconozca
y respete la inmensa diversidad de vida
y sus limitaciones.
Ya no podemos pensar en el océano
como algo ajeno a nosotros,
porque dependemos diariamente
de él para obtener alimento,
para preservar la salud, el bienestar
y hasta cada suspiro que damos.
Pero es una relación de doble sentido,
por la cual el océano
nos seguirá proveyendo
únicamente si nosotros salvaguardamos
esa indispensable fuerza de vida
que hay en el mar:
el sexo y la reproducción.
Por eso, como en cualquier relación,
debemos adoptar algunos cambios
para que la relación funcione.
La próxima vez que piensen
en comer mariscos o pescado,
elijan especies de pesca
sustentable o de criadero,
que sean de la zona y del eslabón
más bajo de la cadena alimentaria,
como las ostras,
las almejas, los mejillones
y los peces pequeños, como la caballa.
Estas especies se reproducen muy rápido
y, con un manejo responsable, bien pueden
ser sometidas a la pesca intensiva.
También podemos plantearnos
lo que usamos para higienizarnos,
para limpiar nuestras viviendas
y mantener nuestros jardines.
Todos esos productos químicos
terminan en el océano
y alteran la química natural
del agua del mar.
Las industrias también deben
tomar cartas en el asunto
y aplicar medidas preventivas
para proteger la actividad sexual
donde se sabe que la hay
y evitando el daño en casos
donde no se tiene información precisa,
como ocurre en aguas profundas.
Y en las comunidades que habitamos,
los lugares donde trabajamos
y el país donde votamos,
es imperativo que actuemos enérgicamente
para abordar el cambio climático, ahora.
(Audiencia) ¡Sí!
(Aplausos)
Gracias.
(Aplausos)