[Una oda a la vida en la Tierra] Hola. Estoy seguro de que para cuando termine esta frase, dada mi forma de hablar, todos se habrán dado cuenta de que soy de un lugar llamado: planeta Tierra. La Tierra es fantástica. Es nuestro hogar. Y el de los gérmenes. Esos (pitido) quedan en segundo plano por el momento porque no son lo único que ocurre. Este planeta también es el hogar de los autos, las coles de bruselas, los peces raros que tienen su propia luz, el arte, el fuego, los extintores, las leyes, las palomas, las botellas de cerveza, los limones y las bombillas; el Pinot Noir y el paracetamol; fantasmas, mosquitos, flamencos, flores, el ukelele, ascensores y gatos; videos de gatos, el Internet, vigas de hierro, edificios y baterías, todo el ingenio e ideas brillantes, toda vida conocida y muchas otras cosas. Casi todo lo que sabemos y de lo que hemos oído hablar. En realidad, es mi lugar favorito. Esta pequeña esfera, que flota en una parte fría y solitaria del cosmos. Oh, el acento es de Belfast, por cierto, que está... aquí. Más o menos. Quizá piensen que conocen al planeta Tierra, ya que son de aquí. Pero es muy probable que por un tiempo no hayan pensado en lo básico. Pensé que lo sabía. Pensé que era un experto. Hasta que tuve que explicarle todo el lugar, y cómo se supone que funciona, a alguien que nunca antes había estado aquí. Sé lo que están pensando, aunque mi padre siempre dijo que una señal de que existe vida inteligente ahí afuera es que no se han molestado en intentar contactarnos. En realidad intentaba explicarle las cosas a mi hijo recién nacido. Nunca antes habíamos sido padres, mi esposa y yo, así que cuando llegó a casa lo tratamos como a un invitado más y le hicimos una visita guiada. Aquí es donde vives, hijo. Aquí hacemos la comida. Esta es la habitación donde guardamos la colección de sillas, etc. Es reconfortante explicar cómo funciona el planeta, a un bebé de cero años. Pero después de las risas y una vez que aceptamos que los nuevos humanos no saben nada y que nosotros tampoco sabemos mucho, explicar todo el planeta se vuelve bastante intimidante. Pero igualmente lo intenté. Mientras deambulaba en esas primeras semanas, narrando el mundo como lo veía, empecé a tomar nota de las cosas ridículas que decía. Poco a poco, las notas se conviertieron en una carta para cuando mi hijo aprendiera a leer. Y esa carta se convirtió en un libro sobre los principios básicos de qué es ser un humano que vive en la Tierra en el sigo XXI. Algunas cosas son muy obvias. Como que el planeta está hecho de dos partes: la tierra y el mar. Otras son menos obvias, hasta que pensamos en ellas. Como el tiempo. A veces, las cosas en la Tierra se mueven lentamente. Pero la mayoría de las veces, se mueven rápidamente. Así que usen bien su tiempo, se habrá ido antes de que se den cuenta. O las personas. Las personas vienen en distintas formas, tamaños y colores. Podemos lucir, actuar y sonar diferente, pero no se dejen engañar, todos somos personas. No se me escapa que de todos los lugares en el universo, la gente solo vive en la Tierra, solo se puede vivir aquí. Y aún así, solo en algunas de las partes secas. Solo una parte muy pequeña de la superficie del planeta es realmente habitable para la vida humana, y aquí, apretados, es donde todos vivimos. Es fácil olvidar, estando cerca del suelo, las rocas, el follaje, el concreto de las tierras, lo limitado que es el espacio para maniobrar. Desde un par de ojos pegados a la tierra, el horizonte parece no terminar nunca. Después de todo, no es algo cotidiano el considerar dónde estamos en la esfera del planeta y dónde está esa esfera en el espacio. No quise contarle a mi hijo la misma historia de los países que nos contaban mientras crecía, en Irlanda del Norte. Que éramos de un pequeño distrito, que ignora la vida fuera de las preocupaciones inmediatas. Quería tratar de sentir cómo era ver a nuestro planeta como un sistema, como un solo objeto, colgado en el espacio. Para hacerlo, necesitaría pasar de los dibujos planos de los libros a una escultura callejera en 3D, y necesitaría casi 60 metros, una manzana de Nueva York, para construir un modelo a gran escala de la Luna, la Tierra y nosotros. Este proyecto tuvo lugar en el parque High Line en Nueva York el invierno pasado, en el 50 aniversario de la misión del Apolo 11 a la Luna. Después de instalarlo pude colocarme un casco espacial con mi hijo y realizar el lanzamiento, como el Apolo 11 hace medio siglo, hacia la Luna. La rodeamos y miramos hacia atrás, hacia nosotros. Sentí cuánta soledad había en la oscuridad. Y solo estaba fingiendo. La Luna es el único objeto relativamente cercano a nosotros. Y en la escala de este proyecto, donde nuestro planeta tenía unos 6 metros de diámetro, Marte tendría el tamaño de una pelota de yoga y estaría a unos kilómetros de distancia. Aunque las fronteras no se ven desde el espacio, en mi escultura estaba dibujada cada una de ellas. Pero en lugar de escribir los nombres de los países, escribí una y otra vez: "La gente vive aquí", "La gente vive aquí", "La gente vive aquí". Y sobre la Luna estaba escrito: "Nadie vive aquí". Muchas veces las cosas obvias no son tan obvias hasta que pensamos en ellas. Ver algo desde muy lejos lo cambia todo, como lo experimentaron muchos astronautas. Y lo más lejos que los ojos humanos observaron la Tierra fue desde la Luna. Faltaría algo para llegar a los límites de nuestro propio sistema solar o a otras estrellas o constelaciones. Solo hay un punto en todo el cosmos que está presente en todas las constelaciones de estrellas, y esa presencia está aquí, es el planeta Tierra. Las imágenes que hemos creado para los grupos de estrellas solo tienen sentido desde nuestro punto de vista, aquí abajo. Esas historias solo tienen sentido aquí en la Tierra. Y solo para nosotros. La gente. Somos criaturas de historias. Somos las historias que contamos y las historias que nos cuentan. Consideren brevemente la historia de la civilización humana en la Tierra. Narra una naturaleza ingeniosa, elegante, generosa y afectuosa de una especie que también es egocéntrica, vulnerable y atrevidamente protectora. Las personas protegemos la llama de nuestra existencia de los crudos y enormes elementos fuera de nuestro control, el gran más allá. Sí, siempre miramos hacia la llama. "Por lo que sabemos", dicho como una afirmación significa la suma de todo el conocimiento. Pero si lo decimos de otro modo: "Por lo que sabemos", significa que no sabemos todo. Este es el drama hermoso y frágil de nuestra civilización. Somos actores y espectadores de una obra cósmica que significa el mundo para nosotros, aquí, pero en otro lugar no significa nada. O, posiblemente, tampoco significa mucho aquí. Si pensamos en nuestra relación con nuestra embarcación, con nuestra Tierra, podría ser más una historia de ignorancia y avaricia. Como en el caso de Fausto, un hombre que creía poseerlo todo y salió a investigar qué era suyo. Fácilmente reclama la propiedad de una flor, una oveja, un árbol y un campo. El lago y la montaña son más difíciles de conquistar, pero también se rinden. Al tratar de poseer el mar abierto su codicia provoca su ruina cuando, en un ataque de arrogancia, sube por la borda para mostrarle al mar quién es el jefe. Pero no entiende, resbala bajo las olas y se hunde hasta el fondo. El mar se sintió triste por él, pero continuó siendo el mar. Como lo hacen los otros objetos de su propiedad, porque el destino de Fausto no les importa. Por toda la importancia que creemos que tenemos en el cosmos, no tendríamos nada si no fuera por esta Tierra. Mientras que ella continuaría rotando felizmente, inconscientemente sin nosotros. En este planeta hay personas. Hemos pasado nuestros días, a veces mirando hacia arriba y hacia afuera, la mayoría de las veces mirando hacia abajo y hacia adentro. Al mirar hacia arriba y dibujar líneas entre las luces del cielo, hemos intentado darle sentido al caos. Al mirar abajo, hemos trazado líneas sobre la Tierra para saber a dónde pertenecemos y a dónde no. Solemos olvidar que estas líneas que conectan las estrellas y las que dividen la Tierra solo viven en nuestra mente. Ellas también son historias. Realizamos nuestras rutinas y rituales de acuerdo con las historias en las que creemos y, actualmente, la historia está cambiando día a día. En esta historia actual hay mucho de miedo, y hasta hace poco, las historias que parecían más poderosas eran las de amargura, de cómo nos ha ido mal de manera individual y colectiva. Ha sido inspirador observar cómo lo mejor proviene de lo peor. La gente está despertando en este momento global de reconocimiento dándose cuenta de que las conexiones entre nosotros son de las cosas más importantes que tenemos. Pero si damos un paso atrás, por todo lo que debimos lamentar pasaremos poco tiempo disfrutando de la única cosa más grande en la que nos fue bien. En primer lugar, que estamos aquí, que estamos vivos. ¡Que todavía estamos vivos! Un millón y medio de años después de encontrar una caja de cerillos todavía no hemos quemado la casa. Todavía. Las posibilidades de estar aquí son infinitesimales. Y aquí estamos. A pesar de los peligros. Nunca hubo tanta gente viviendo en la Tierra, usando más cosas. Y se ha vuelto obvio que muchos de los viejos sistemas que inventamos para nosotros son obsoletos. Y debemos construir nuevos. Si no fueran los gérmenes nuestro fuego colectivo podría sofocarnos en poco tiempo. Y mientras vemos las ruedas de las industrias deteniéndose, la maquinaria del progreso silenciándose, tenemos la gran oportunidad de apretar el botón de reinicio. De tomar un camino diferente. Aquí estamos, en la Tierra. Y la vida en la Tierra es algo maravilloso. Esta Tierra se ve grande, pero somos muchos aquí. 7 500 miles de millones en el último recuento, con más apareciendo cada día. Aún así, todavía hay lugar para todos, si lo compartimos un poquito. Así que, por favor, sean amables. Cuando lo piensan de otro modo, si la Tierra es el único lugar donde vive la gente, entonces es el lugar menos solitario en el universo. Hay mucha gente para ser amados y mucha gente para amar. Nos necesitamos los unos a los otros. Y lo sabemos, ahora más que nunca. Buenas noches.