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标题:
¿Qué sucede cuando la biología se convierte en tecnología?
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描述:
"Nos prometieron un futuro cromado, pero ¿y si el futuro fuera carnoso?", nos pregunta la diseñadora biológica Christina Agapakis. En esta increíble e inspiradora charla, Agapakis nos detalla su trabajo en biología sintética, un área multidisciplinaria de investigación que rompe con la línea entre lo natural y lo artificial, y nos muestra cómo el romper con las fronteras entre la ciencia, la sociedad, la naturaleza y la tecnología nos pueden llevar a imaginar distintos futuros posibles.
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演讲者:
Christina Agapakis
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Un maletín lleno de caca
me cambió la vida.
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Hace diez años estudiaba mi postgrado
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y ayudaba a evaluar un concurso
universitario de ingeniería genética.
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Ahí conocí a Alexandra Daisy Ginsber,
artista y diseñadora británica.
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Llevaba puesta la camiseta blanca
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de la Universidad de Cambridge
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y traía un maletín plateado,
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como el que podríamos imaginar
esposado a nuestra muñeca.
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Me hizo señas desde una esquina
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y me preguntó si quería ver algo.
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Con una mirada furtiva, abrió el maletín,
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y adentro habían seis gloriosas
y coloridas heces.
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Me dijo que el equipo de Cambridge
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había pasado su verano
diseñando la bacteria E. coli
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para que pudiera detectar
diferentes cosas en el ambiente
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y producir un arcoiris
de distintos colores en respuesta.
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¿Arsénico en su agua potable?
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Esta cepa se volvía verde.
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Ella y su colaborador,
el diseñador James King,
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trabajaron con los estudiantes
e imaginaron posibles escenarios
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sobre cómo se podría usar la bacteria.
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Se preguntaron: ¿Y si pudiéramos usarla
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como una bebida probiótica viva
y monitor de salud al mismo tiempo?
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Podríamos beber la bacteria
y viviría en nuestro estómago
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percibiendo lo que ocurre,
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para que luego en respuesta a algo
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pueda producir un deshecho a color,
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¡Vaya mierda!
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El equipo de Cambridge ganó
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la "International Genetically
Engineered Machine",
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conocida como iGEM.
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En cuanto a mí, esas heces
fueron un punto de inflexión.
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que seguramente es un término extraño
que la mayoría no conoce.
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Definitivamente suena
como un contrasentido.
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¿Cómo es que la biología, algo natural,
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puede ser sintética?
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¿Cómo puede tener vida algo artificial?
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Los biólogos sintéticos
rompen con en ese límite
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que marcamos entre
lo natural y lo tecnológico.
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Y cada año, estudiantes del iGEM
de todo el mundo pasan sus veranos
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tratando de diseñar
una biología tecnológica.
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Le enseñan a bacterias a jugar sudoku,
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crean seda de araña multicolor,
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crean hormigón que se autoregenera,
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impresoras de tejido
y bacterias que comen plástico.
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Sin embargo, hasta entonces,
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me preocupaba más
otro tipo de contrasentido.
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Simple antigua ingeniería genética.
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El comediante Simon Munnery escribió
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que la ingeniería genética es en realidad
un insulto a la propia ingeniería.
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La ingeniería genética es más como
lanzar cemento y acero a un río
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y si alguien lo puede cruzar,
se le llama puente.
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Así que a los biólogos sintéticos
les preocupaba mucho esto,
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les preocupaba que la ingeniería genética
fuera más un arte que una ciencia.
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Querían que la ingeniería genética
fuera una verdadera disciplina,
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en la que pudiéramos
programar células y escribir ADN
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como los ingenieros crean
el software de las computadoras.
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Ese día, hace 10 años, me encaminó
hacia donde me encuentro ahora.
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Hoy en día soy la directora creativa
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de una compañía de biología sintética
llamada Ginko Bioworks.
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"Directora creativa" es un título raro
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para una compañía de biotecnología
donde programamos vida
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tal y como programamos computadoras.
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Pero el día que conocí a Daisy,
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aprendí algo sobre ingeniería.
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Aprendí que la ingeniería
no se trata solo de ecuaciones,
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acero y circuitos.
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Se trata de la gente.
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Es algo que hacemos
y tiene un impacto en nosotros.
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trato de crear nuevos espacios
para distintos tipos de ingeniería.
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¿Cómo podemos hacer mejores preguntas?
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¿Podemos tener mejores conversaciones
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sobre lo que queremos
de el futuro de la tecnología?
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¿Cómo podemos entender las razones
tecnológicas, pero también sociales,
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políticas y económicas
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tan polarizadas sobre los OMG
en nuestra sociedad?
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¿Podemos crear OMGs
que le gusten a la gente?
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¿Podemos usar la biología para crear
tecnología más expansiva y regenerativa?
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Creo que hay que empezar por reconocer
que nosotros, como biólogos sintéticos,
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también fuimos moldeados por una cultura
que valora a la "verdadera ingeniería"
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más que a este aspecto blando.
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Nos metemos tanto en los circuitos
y lo que sucede dentro de la computadora
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que a veces perdemos de vista
la magia que ocurre dentro de nosotros.
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Hay muchísima tecnología
de mala calidad allá afuera,
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pero esta fue la primera vez
que imaginé la caca como tecnología.
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Empecé a ver que
la biología sintética era increíble,
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no solo porque podíamos convertir
células en computadoras,
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sino porque podríamos
darle vida a la tecnología.
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Esto era tecnología visceral,
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una visión inolvidable
de lo que podía deparar el futuro,
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Pero, importantemente,
también era una pregunta:
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"¿Este es el futuro
que realmente queremos?"
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Nos han prometido un futuro cromado,
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pero ¿y si el futuro fuera carnoso?
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La ciencia y la ciencia ficción
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nos recuerdan que
estamos hechos de material estelar.
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¿También nos ayudaría
a recordar las maravillas y rarezas
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de estar hechos de carne?
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Nosotros somos biología,
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nuestros cuerpos y lo que comemos.
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¿Qué pasa cuando la biología
se convierte en tecnología?
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Estas imágenes son preguntas
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que cuestionan lo que
consideramos normal y deseable.
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También nos muestran
que el futuro está lleno de posibilidades
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y que podríamos elegir algo distinto.
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¿Cuál es el futuro del cuerpo
o de la belleza?
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Si modificamos el cuerpo,
¿tendríamos nuevas formas de conciencia?
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¿Y nuevas formas de conciencia
hacia el mundo microbiano
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cambiarían lo que comemos?
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El último capítulo de mi tesis
era sobre un queso que hice
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usando bacterias que recolecté
de entre los dedos de mis pies.
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Les dije que la caca cambió mi vida.
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Trabajé con el artista de olores
e investigador Sissel Tolaas
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para explorar todas las formas en las que
nuestro cuerpo se relaciona con el queso
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a través del olor,
y por lo tanto, microbios.
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Y creamos este queso
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para desafiar lo que pensamos
sobre las bacterias
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que forman parte de nosotros
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y las bacterias que usamos
en el laboratorio.
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Sí somos lo que comemos.
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La intersección
entre biología y tecnología
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suele contarse como una historia donde
trascendemos nuestras realidades carnales.
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Si subimos nuestro cerebro
a una computadora,
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ya no tendríamos que ir al baño.
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Esa suele ser una historia
que se cuenta como algo bueno, ¿no?
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Porque las computadoras son limpias
y la biología no lo es.
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Las computadoras tienen sentido
y son racionales,
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y la biología es un embrollo impredecible.
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A eso le sigue
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que la ciencia y la tecnología
son supuestamente racionales,
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objetivas
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y puras,
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y los humanos son un completo desastre.
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Pero así como los biólogos sintéticos
rompen con esa línea
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entre la naturaleza y la tecnología,
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artistas, diseñadores
y científicos sociales
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me mostraron que las líneas trazadas entre
la naturaleza, la tecnología y la sociedad
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son más blandas de lo que creemos.
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Nos desafían a reconsiderar
nuestra visión sobre el futuro
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y nuestras fantasías
sobre controlar la naturaleza.
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Nos muestran cómo nuestros prejuicios,
esperanzas y valores
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están incrustados
en la ciencia y la tecnología
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en las preguntas que nos hacemos
y las decisiones que tomamos.
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Hacen visibles las formas en las que
la ciencia y la tecnología son humanas
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y, por lo tanto, políticas.
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¿Qué significa para nosotros
poder controlar la vida
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para nuestros propósitos?
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Los artistas Oron Catts e Ionat Zurr
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crearon un proyecto
llamado "Victimless Leather",
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donde diseñaron una pequeña
chaqueta de cuero
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hecha de células de ratón.
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¿Esta chaqueta está viva?
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¿Qué se requiere para que crezca
y se mantenga así?
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¿De verdad no implica víctimas?
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¿Y qué significa que algo
no implique víctimas?
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sobre lo que mostramos y ocultamos
en nuestras historias de progreso,
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suelen ser decisiones políticas
que tienen consecuencias reales.
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¿Cómo moldearán las tecnologías genéticas
la forma en la que nos entendemos
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y definimos nuestros cuerpos?
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La artista Heather Dewey-Hagborg
hizo estos rostros
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basados en secuencias de ADN
que extrajo de basura de la calle,
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obligándonos a preguntarnos
sobre la privacidad genética,
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pero también cómo y si es que el ADN
realmente puede definirnos.
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¿Cómo lucharemos
contra el cambio climático?
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¿Cambiaremos la forma
en la que hacemos todo,
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usando materiales biológicos que
crezcan y se descompongan con nosotros?
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¿Cambiaremos nuestros propios cuerpos?
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¿O la misma naturaleza?
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¿O podemos cambiar el sistema
que sigue reforzando esas fronteras
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entre ciencia, sociedad,
naturaleza y tecnología?
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Las relaciones que nos mantienen
atados a estos patrones insostenibles.
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La manera de entender
y responder a las crisis
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que son naturales, técnicas
y sociales al mismo tiempo,
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desde el coronavirus
hasta el cambio climático,
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es sumamente política,
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y la ciencia nunca ocurre en un vacío.
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Retrocedamos en el tiempo,
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cuando los primeros colonos
europeos llegaron a Hawái.
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Al final trajeron su ganado
junto con sus científicos.
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El ganado deambulaba por las laderas,
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pisando y cambiando
los ecosistemas a su paso.
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Los científicos catalogaron
las especies que encontraron ahí,
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a menudo tomando al último espécimen
antes de que se extinguiera.
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Este es el Maui hau kuahiwi,
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o el Hibiscadelphus wilderianus,
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nombrado así por Gerrit Wilder en 1910.
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Para 1912, ya estaba extinto.
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Encontré este espécimen en el herbario
de la Universidad de Harvard,
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donde habita con otros cinco millones
de especímenes de todo el mundo.
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Quería tomar una pieza
del pasado de la ciencia,
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su relación con el colonialismo
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y todas las ideas incrustadas
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sobre cómo la naturaleza, la ciencia
y la sociedad deberían de trabajar juntas
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y cuestionarnos sobre
el futuro de la ciencia.
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Al trabajar con un gran equipo en Ginkgo
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y otras personas de la UC de Santa Cruz,
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logramos extraer un poco de ADN
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de una pequeña rodaja
del espécimen de esta planta
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y secuenciar el ADN dentro.
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Y luego resintetizar una posible versión
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de los genes que generaban
el olor de la planta.
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Al insertar estos genes en levadura,
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podríamos producir
pequeños pedazos de ese olor
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y quizá podríamos oler
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un poco de algo que
se perdió para siempre.
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Al volver a trabajar
con Daisy y Sissel Tolaas,
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mi compañero en el proyecto del queso,
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reconstruimos y compusimos
un nuevo olor de esa flor
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y creamos una instalación
donde la gente lo pudiera experimentar
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para ser parte de esta historia natural
y el futuro sintético.
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Hace diez años, era una bióloga sintética
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preocupada por que la ingeniería genética
fuera más artística que científica,
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que la gente fuera muy desordenada
y la biología muy complicada.
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Ahora uso la ingeniería genética como arte
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para explorar todas las formas
en las que estamos entrelazados
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e imaginar diferentes futuros posibles.
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Un futuro carnoso
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es uno que reconoce
todas esas interconexiones
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y las realidades humanas de la tecnología.
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Pero también reconoce
el increíble poder de la biología,
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su resistencia y sustentabilidad,
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su habilidad para sanar,
crecer y adaptarse.
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Valores que son muy necesarios
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para las visiones de los futuros
que podemos tener hoy.
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La tecnología moldeará ese futuro,
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pero los humanos hacen la tecnología.
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Cómo decidimos que será el futuro
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depende de todos nosotros.
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