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El ferrocarril Canadian Pacific,
dos líneas de acero que recorren
-
uno de los territorios más
espectaculares de la Tierra.
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Del Atlántico al Pacífico, una poderosa
vía de comunicación y transporte
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que enlaza los dos océanos.
El paso del norte de nuestros días.
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La construcción de esta moderna
vía de ferrocarril
-
es sinónimo de la construcción
de una nación, Canadá.
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A principios del siglo XlX, el futuro
de Canadá como nación independiente
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era incierto.
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En la Colonia Británica, aislada
por gigantescas cordilleras
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se hablaba de secesión.
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Solo una línea de ferrocarril podía
unir esta lejana provincia occidental
-
con el resto de Canadá.
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Los exploradores se adentraron
en las montañas,
-
escalaron empinadas cumbres
y cruzaron angostas gargantas.
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El gobierno gastó millones de dólares
en la exploración.
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Se descubrieron y levantaron mapas
de regiones de belleza indescriptible.
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Pero la gran barrera
de las Montañas Rocosas
-
guardaba celosamente
en su silenciosa inmensidad
-
el secreto que haría posible
este ferrocarril.
-
Un camino por el que pudiera pasar
el tren.
-
Entonces sobrevino la crisis. Los
obreros arrojaron las herramientas.
-
El trabajo se paralizó.
-
Los materiales quedaron abandonados
en medio de las praderas
-
y el avance de las vías se detuvo.
-
El comité de urgencia del gobierno
convocó una sesión de emergencia.
-
Desde el principio el proyecto
estaba condenado al fracaso.
-
La idea de construir un ferrocarril a
través de esas montañas era una locura.
-
No existe una ruta practicable,
nunca ha existido
-
y es innecesario decir
que nunca la habrá.
-
El representante de Ontario.
-
Las montañas no son todo,
también hay obstáculos humanos.
-
Los colonos, los indios, todos amenazan
con reventar este globo del ferrocarril.
-
Morirán muchas personas,
se arruinarán muchos hogares.
-
El representante
de la Colonia Británica.
-
La Colonia Británica empieza
a perder la paciencia.
-
Hemos oído demasiadas excusas.
-
Estamos aislados al otro lado
de esas montañas
-
sobre las que tanto discutimos.
-
Les advierto, caballeros, que,
si no se construye ese ferrocarril,
-
la Colonia Británica se convertirá
en un dominio independiente.
-
¡Nos separaremos!
-
Creo que nuestro invitado podrá
aclararnos la situación
-
si se le da la oportunidad
de hablar.
-
Estoy seguro de que cuando
lo hayan oído
-
tendrán una visión diferente
del proyecto.
-
Permítanme presentarles
al Sr. William Van Horne,
-
director general del
Canadian Pacific Railway.
-
Hay cosas que unos hombres
pueden hacer y otros no.
-
Su trabajo es dirigir un país,
el mío es construir ferrocarriles.
-
Pero ya que todos tenemos un interés
especial en el Canadian Pacific,
-
será mejor que todos subamos
al mismo tren.
-
Sé bien que hay muchos obstáculos.
Obstáculos humanos y geográficos.
-
Esperamos poder superarlos
cuando surjan.
-
No sé hacer milagros, solo soy
un simple constructor de ferrocarriles
-
que puede equivocarse
como cualquier hombre.
-
Pero en este caso, aseguro
que este ferrocarril va a construirse.
-
Sr. Van Horne,
¿puedo hacerle una pregunta directa?
-
¿Es posible cruzar esas montañas?
-
Si Aníbal cruzó los Alpes,
nosotros cruzaremos las Rocosas.
-
A su pregunta le dará cumplida
y pronta respuesta un hombre,
-
él es el explorador, caballeros.
Un hombre famoso en la frontera.
-
En este preciso momento está trazando
una vía para cruzar las Rocosas.
-
Les prometo que este hombre
encontrará un paso.
-
¡No!
-
Solo quiero que se sienta acosado.
-
¿Está Dirk Rourke aquí?
-
No.
-
¿Sabe si vendrá?
-
- No. ¿Se trata de pieles?
- Sí. De pieles.
-
¿Qué hay, Tom?
-
Esto ya está funcionando.
-
¿Por dónde has estado, Tom?
-
Así que ya has vuelto, ¿eh?
-
¡Eh, Tom!
-
- Mike. ¿Cómo estás?
- Bien. ¿Sigues con la misma cuadrilla?
-
Sí, menos alguno
que no quería espabilar.
-
Estábamos esperando que llegaras.
-
¿Qué vamos a hacer?
¿Seguimos adelante o se acaba aquí?
-
Eso depende de Van Horne,
¿Está en el campamento?
-
Sí. Está ahora mismo en su vagón,
y deseando hablar contigo.
-
¡Tom! ¡Eh, Tom!
-
- Hasta luego, Mike.
- Hasta luego.
-
Tom, ¿cómo estás, viejo zorro?
-
Dinamita Dawson,
me alegro de verte.
-
Sabía que no podrían construir
un ferrocarril sin ti.
-
Creí que te habían colgado una traviesa
del cuello la última vez que nos vimos.
-
Lo hicieron, pero cuando llegamos
con los raíles a la civilización
-
se empezó a hacer aburrido, así que me
la sacudí de encima y me vine a Canadá.
-
Ah, Tom, cómo nos lo vamos
a pasar en esta línea, ¿eh?
-
No, yo me voy a sacudir este
ferrocarril de encima ahora mismo.
-
¿Te retiras antes de empezar?
-
¿Qué puedes tener en la cabeza que sea
más importante que un ferrocarril?
-
- Ni te lo imaginas.
- ¡Pero no puedes hacerme esto, Tom!
-
Piensa en las peleas
que te vas a perder.
-
Te estás ablandando.
-
Mike,
¿de dónde ha salido este pájaro?
-
Lo contraté esta mañana,
¿por qué, qué ha hecho?
-
Qué puede hacer.
Échalo del campamento.
-
Largo, ve a ver al cajero
y que te pague.
-
Déjenme pasar, por favor.
-
Ya has oído, Brannigan,
¡levántate y vete, deprisa!
-
Un momento, este hombre
está herido.
-
Y si no lo está, va a estarlo.
Fuera, y saluda de mi parte a Dirk Rourke.
-
¡Soy médico!
-
- ¿Médico?
- Sí, es cierto.
-
¿Qué clase de hombre es usted?
-
Lo he visto todo. Le ha atacado
sin darle oportunidad de defenderse.
-
Eso mismo.
-
No sé qué desacuerdos tienen, pero
seguro podrán solucionarse sin violencia.
-
Como verá, Sr. Brannigan, contratando
obreros pendencieros como este hombre
-
creará problemas en el campamento
y frenará el ritmo del trabajo.
-
Un momento,
¿es que no sabe quién es?
-
No puedo evitarlo, doctora.
-
Nací con la violencia dentro. Cada vez
que veo una rata con una camisa roja,
-
me vuelvo loco.
-
Tom, ¿qué ha pasado? ¿Por qué
le has aplastado la nariz a ese?
-
- ¿Y quién es Dirk Rourke?
- Es una cuestión personal.
-
- Dinamita, ¿cuándo llegó esa doctora?
- Vino con el coche hospital.
-
Y si te digo la verdad, no me fío
de los matasanos sin patillas.
-
Depende de lo malo que estés.
-
Verás cómo habrá muchos enfermos
en este campamento dentro de poco.
-
Es una pena que no te quedes
para encabezar tú el desfile.
-
Del Parlamento, Sr. Van Horne,
quieren saber su opinión...
-
Sí, lo he oído.
Les daremos largas.
-
Envía esto.
-
La exploración sigue avanzando.
Todo está bajo control.
-
¡Hola!
-
- Ha vuelto.
- He vuelto.
-
- Se ha retrasado tres días.
- Tiene suerte de que haya venido.
-
¿Tengo suerte?
-
Otra vez el Parlamento. Me ordenan que
mande un hombre a caballo a buscarlo.
-
¿Se esconde, Sr. Van Horne?
-
Oiga, cabra montés con sombrero,
llevo mintiendo tres días
-
para encubrirlo a usted, mintiéndole
al presidente, al Parlamento,
-
a Ottawa, hasta a mí mismo.
-
Y usted aparece aquí contoneándose
y dice " Hola" . Muy bonito.
-
¿Puedo invitarle a una taza de té?
-
Es verdad, me he retrasado un poco,
pero...
-
no estaba precisamente sentado
en un lujoso vagón privado.
-
Déjenos.
¿Qué me dice?
-
¿Qué ruta seguiremos?
-
Esta exploración ha supuesto
un gran riesgo personal.
-
- Supongo que me pagará lo acordado.
- La ruta, Tom, la ruta.
-
Es un terreno muy difícil,
lleno de toda clase de obstáculos.
-
Hable claro de una vez.
No me diga que no ha encontrado un paso.
-
Sí, he encontrado un paso.
-
Tendrán que hacer puentes y túneles,
y más de una vez dar rodeos de 90 grados.
-
Pero esa es su vía al Pacífico
y usted puede hacerlo.
-
No me dé coba, no es necesario.
-
Le dibujaré los mapas y detallaré
la ruta antes de irme.
-
Diles que hemos encontrado la ruta,
que mi explorador personal, Tom Andrews
-
ha encontrado un paso y que
todas las rutas propuestas anteriormente
-
son impracticables.
-
- ¿Son qué?
- lmpr... Pon imposibles.
-
Tom, ¿qué ha dicho de irse?
-
Ya tiene el paso,
mi trabajo ha terminado.
-
Oh, no, no puede.
Tiene que quedarse hasta el final.
-
Quizá en otra ocasión.
-
Eso de explorador personal
me ha llegado al alma.
-
Pero por el momento
basta de ferrocarril.
-
Tengo otro proyecto al oeste de
Calgary. Me comprometí el año pasado.
-
- Usted es aún más mentiroso que yo.
- No le miento. Tengo otro compromiso.
-
Es más, estoy harto de dejarme
los nudillos en peleas ajenas.
-
Desde ahora seré un hombre de paz.
-
Si sigue hablando así
pensaré que es un santo.
-
Buenos días, Sr. Van Horne.
-
Hemos hecho la lista de medicinas
que necesitamos. Quisiera que la viera.
-
La examinaremos luego, doctor.
-
Me gustaría presentarle
al Sr. Tom Andrews.
-
El Dr. Mason y la Dra. Edith Cabot,
son nuestro equipo médico.
-
¡Vaya, Tom Andrews!
Es como si ya le conociera.
-
El Sr. Van Horne ha presumido
tanto de usted...
-
Encantado, doctor.
Dra. Cabot.
-
Así que usted es
el famoso explorador.
-
Soy algo más, soy el famoso
explorador personal del Sr. Van Horne.
-
Eso debe ser gracioso,
pero soy negada para las bromas.
-
No tiene gracia, Edith, muchos creen
que es el mejor explorador
-
y sabe solucionar los problemas
en este negocio.
-
Pero no se puede decir
que sea gracioso.
-
¿Solucionar problemas?
-
Es rápido con los puños
y con un arma.
-
Muchos saboteadores y camorristas
acuden a los campamentos.
-
Hace falta un hombre
que se encargue de expulsarlos.
-
Así es, doctor, yo los estropeo
y usted los arregla.
-
Tiene razón, Sr. Van Horne,
no es gracioso.
-
He comprobado que hace
su trabajo a la perfección.
-
Pero no puedo estar a favor
de la violencia como solución.
-
Usted habrá visto mucha violencia.
-
Pude experimentarla en la frontera
con mi padre,
-
el Dr. Mason era su socio.
Mataron a mi padre, Sr. Andrews,
-
por intentar usar un arma contra
un hombre en vez de razonar con él.
-
Todavía estaría vivo
si no hubiera llevado armas.
-
Siento mucho lo de su padre,
-
pero yo he aprendido que en este país
si desenfundas rápido vives más.
-
La fuerza nunca soluciona nada, solo
trae más resentimientos y más violencia.
-
¿Qué sugiere usted entonces,
querida?
-
- Yo no contrataría a pistoleros.
- Gracias, señorita.
-
Sus palabras me dan la razón
en la charla que mantenía
-
con el Sr. Van Horne, no hay lugar
aquí para un hombre como yo.
-
- Le quedo muy agradecido.
- De nada, volveremos más tarde.
-
No debería hablarle así, es una
buena doctora y una gran mujer.
-
Es guapa y está loca.
Dice muchas tonterías.
-
¿Pues entonces por qué abandona?
-
Ya he hecho un trabajo y bien,
ahora me voy de vacaciones.
-
¡Oh, vacaciones!
Pensaba que era un nuevo proyecto.
-
El Sr. Tom Andrews
cazado por una mujer.
-
Desde luego, una más humana,
no tan angelical.
-
Suerte con la construcción, y cuando
pase por Calgary, toque el silbato.
-
¡Tom!
-
- ¡Mamá, está aquí!
- ¿Qué?
-
- ¡Tom!
- ¡Cecille!
-
¡Oh, Tom!
-
Presentía que ibas a llegar hoy.
-
Eh, mi pequeña salvaje...
-
He soñado y rezado
y ya estás aquí.
-
Mamá, mira lo que he encontrado.
-
- ¡Bienvenido, Sr. Andrews!
- ¿Cómo está, mamá Gautier?
-
Está más guapa que nunca, más
que todas las que he visto por ahí.
-
Mamá, te estás ruborizando.
-
Prepararé la cena.
-
Voy a darle
una cepillada al caballo.
-
¿Qué chicas has visto por ahí?
-
Muchas, en la Columbia Británica
conocí una squaw muy atractiva.
-
- Un metro de alto por uno de ancho.
- Ya estás de broma. Te debería...
-
¡Oh, Tom!
-
Eso dices ahora, pero algún día
echarás de menos el ferrocarril
-
- y volverás a irte.
- ¡Oh, no!
-
Ni la policía montada me llevaría
de vuelta allí.
-
Se pueden hacer trabajos de exploración
sin tener que jugarse la vida.
-
Estoy tan feliz
que me echaría a llorar.
-
Papá decía que me iba a quedar bizca
de tanto mirar el camino
-
- por el que ibas a volver.
- ¿Dónde está tu padre?
-
Ha tenido que ir a una reunión.
-
¿Has visto nuestro lago?
Aquel del que me hablaste.
-
Y está más hermoso
que la primera vez que lo vi.
-
Ahora lo llaman lago Louis.
-
Pero es demasiado salvaje
para una luna de miel. Osos, linces...
-
A tu lado no tengo miedo
de nada en el mundo.
-
¿Sabes una cosa, Cecille?
Yo, al tuyo, tampoco.
-
- Cuando te di esto...
- La noche que me pediste.
-
Tom, no habrá nada más maravilloso
que estar casada contigo.
-
Tendrás que cambiar, me harás la comida,
me la servirás como una squaw...
-
De eso nada.
Eso hubiera querido Dirk Rourke.
-
Cuando estemos casados
dejará de molestarme.
-
- ¿Dirk Rourke?
- Sí.
-
Tiene un almacén de abastecimiento,
o eso dice.
-
Pero es la excusa que usa para venir
a ver a... papá, como dice él.
-
¿Te ha molestado otra vez?
-
Se lo dije bien claro aquella vez
y fue bastante.
-
Deberías haber visto su cara cuando
le dije que iba a casarme contigo.
-
Te habría matado
si te hubiera visto entonces.
-
Ya ha querido hacerlo. Estuvo
disparando contra mí allí, en el cañón.
-
No...
-
Y tú eres el motivo.
-
Si papá lo supiera, no hubiera
ido a esa reunión con Dirk.
-
¿Dirk ha convocado esa reunión?
-
lban a hablar de algo
del ferrocarril.
-
- ¿Dónde están?
- En el granero de su almacén.
-
Tom, Dirk no ha vuelto a molestarme
desde aquella primera vez.
-
Pero me ha molestado a mí.
-
No intervengas, no vayas,
todos sus hombres estarán allí.
-
Mucho mejor.
-
Por favor, quédate, has estado
tanto tiempo lejos...
-
Habrá disparos. Dirk tiene
poca paciencia y tú también.
-
No quiero perderte, Tom.
-
Tal vez sea mejor que vaya desarmado.
Quiero hablar con esos hombres.
-
Decirles que he venido
para quedarme.
-
¡Tom! ¡Tom!
-
- ¿Qué sucede, Cecille?
- Va a ir a la reunión.
-
Estará más seguro sin esto.
-
Lo lincharán, Dirk es capaz de todo.
¡Lo matará!
-
El ferrocarril traerá el fin de nuestra
libertad y de nuestro país.
-
Esta tierra es nuestra
y la defenderemos.
-
- A lo mejor no consiguen terminarlo.
- Dicen que han parado el trabajo.
-
El trabajo sigue adelante
y puedo probarlo.
-
¿Recordáis a Tom Andrews?
Estuvo aquí el año pasado.
-
- Tú lo conoces, Gautier.
- Claro, va a casarse con mi hija.
-
A ti también te ha engañado,
como a todos.
-
Os convenceréis cuando oigáis
lo que voy a contaros.
-
Existe un paso a través del cual
puede cruzar el ferrocarril.
-
Yo lo conozco, pero no he dicho
nada por el bien de todos.
-
Pero Tom Andrews lo ha encontrado.
Lo vi allí mismo la semana pasada.
-
¡Trabaja de explorador
para el ferrocarril!
-
- No me ha dicho nada de eso.
- Vamos a tener que escarmentarle.
-
¿Por qué no les cuentas todo,
Rourke?
-
Que me seguiste e intentaste
meterme una bala por la espalda.
-
Pero eso lo arreglaremos
después a solas.
-
Quiero dejar bien clara mi postura.
Pienso quedarme aquí,
-
casarme. Me gusta esta tierra
y su gente, quiero ser uno de vosotros.
-
Pero si os creéis la basura que Rourke
os está contando, quizá cambio de idea.
-
No quiero tener que coger un revólver
cada vez que salga de mi casa.
-
¿ Vas a negar que has encontrado
ese paso para los del ferrocarril?
-
No, pero si no hubiera sido yo,
lo hubiera encontrado otro.
-
El ferrocarril llegará hasta aquí,
nadie puede detenerlo.
-
Y desde luego, las cosas cambiarán.
-
Pero Rourke se equivoca cuando dice
que nos perjudicará.
-
El ferrocarril traerá muchas ventajas
que hasta ahora desconocéis.
-
La primera es que dejaréis
de vivir aislados.
-
- Formaréis parte del mundo.
- ¡Todo es mentira!
-
Lo han mandado los de ferrocarril
para engañaros.
-
Ya no trabajo para ellos.
Y si voy a quedarme aquí,
-
tengo tanto interés en lo que
el ferrocarril pueda significar
-
como cualquiera de vosotros.
-
¡Yo digo que hay que detener
el ferrocarril!
-
Amigos, por favor, por vuestras
familias, por vuestros hogares,
-
no empecéis algo
que seréis incapaces de acabar.
-
¡Lo acabaremos! ¿Queréis perder
todo lo que tenéis?
-
¡Mi único interés sois vosotros!
-
Tu único interés son tus almacenes
de abastecimientos.
-
Porque los beneficios que estás
obteniendo de estas personas
-
van a desaparecer.
-
Los tramperos no tendrán
que venderte sus pieles,
-
podrán enviarlas directamente, y lo mismo
ocurrirá con los granjeros y los colonos.
-
Tú eres el único al que va a perjudicar
el ferrocarril.
-
¡El ferrocarril va a traer
una avalancha de gente!
-
¡Cientos de hombres que cazarán
los animales que os pertenecen!
-
¡Que os arrebatarán
vuestras cosechas!
-
Ese es el hombre al que tendréis
que agradecer que vuestros hijos
-
mueran de hambre.
-
¡Hace tiempo que juré, Rourke, que
algún día te ajustaría las cuentas!
-
¿ Vas a casar a Cecille con un empleado
del ferrocarril?
-
¡No se casará con mi hija!
-
¡Parad! ¡Parad!
-
- Dejad de pelear.
- Ahora mismo, padre.
-
Tom, deberías avergonzarte.
-
Me daría vergüenza si fuera él.
-
- El ferrocarril otra vez.
- Sí, padre.
-
Os equivocáis si acudís
a estas reuniones.
-
Solo pueden traeros problemas.
-
Os ruego que os vayáis a vuestras
casas y meditéis esto con calma.
-
- Sí, padre.
- Tom, quiero hablar contigo.
-
- Curad a Rourke.
- Sí, padre.
-
Rourke nunca te perdonará esto.
-
El fin de una larga amistad.
-
Esta es la primera oportunidad
que he tenido de darte la bienvenida.
-
Cecille te esperaba un día de estos.
Dice que has dejado el ferrocarril.
-
No es sitio para llevar
a una esposa.
-
¿Sabes que voy al campamento
del ferrocarril mañana?
-
No. ¿A qué?
-
El Sr. Van Horne me ha llamado.
-
Piensa que mi presencia
le vendría bien a los hombres.
-
¿ Y de dónde habrá sacado esa idea?
-
Ya has visto lo que Dirk Rourke
está provocando.
-
La gente está nerviosa,
y esto podría acabar mal.
-
Sí.
-
Confío en que entre todos lo arreglemos
pacíficamente antes de que sea tarde.
-
- Bien... buenas noches.
- Buenas noches, padre.
-
¡Ah, Tom!
-
Haz el favor de darle esto a Cecille.
Se lo ha dejado en mi casa.
-
¡Claro!
-
- Te estaba esperando.
- ¿Sí?
-
- ¿Qué ha pasado en la reunión?
- Todo ha salido bien.
-
- ¿Por qué? ¿Tenías miedo?
- No, claro que no.
-
Me sentía muy sola aquí fuera
esperándote.
-
Hace frío, pero no quería entrar
hasta que volvieras.
-
Por cierto, se te ha olvidado el chal
en casa del padre Lacomb.
-
No importa, ya has vuelto.
Estaremos juntos...
-
Nos iremos a nuestro lago.
-
Cecille, escucha,
las cosas han cambiado.
-
Nuestro lago tendrá que esperar.
-
Me iré al campamento
del ferrocarril mañana.
-
- ¡No, Tom! Al llegar me has dicho...
- Sí, pero no he terminado mi trabajo.
-
Si hay complicaciones,
debo estar allí.
-
- Esa guerra no es tuya.
- Sí que lo es.
-
Trenes... Ya nadie habla
de otra cosa.
-
¿Es que no hay otro tema importante
del que hablar en el mundo?
-
- Sí... Estás tú.
- ¡Estoy yo!
-
¡Y vas a dejarme para volver
al campamento!
-
Solo será un año más como mucho,
trata de entenderlo.
-
¡Lo comprendo!
-
He esperado un año, ahora me pides
que espere otro, y después otro.
-
Tengo que darle la razón a Dirk,
el ferrocarril solo trae desgracias.
-
A mí es lo único que me ha traído.
-
Mis paisanos no lo quieren, ni yo...
¡Y tampoco te quiero a ti!
-
Para haber dejado este negocio,
parece que aún tiene interés en él.
-
¿Por qué no puede usted conseguir
nada sin su explorador personal?
-
Ahí está Mike.
-
Apartaos, a un lado.
-
Bien. Hemos hecho muchos
progresos.
-
No hay peleas en los campamentos,
ni siquiera un dedo meñique roto.
-
A este ritmo, llegaremos al paso
antes del invierno.
-
Esperémoslo. De todos modos,
estaré alerta.
-
¡Nunca cambiará, Tom!
-
Lo dejo.
Voy a inspeccionar el nuevo tramo.
-
¿Qué pretendes, volar el carromato?
Los caballos son valiosos.
-
Tom, cómo me alegré cuando
apareciste esta mañana.
-
- Hasta los caballos se alegraron.
- Gracias, pero ten cuidado con eso.
-
Los hombres no están acostumbrados
a ese material como tú.
-
He estado intentando verte a solas
todo el día.
-
Esta es la mejor manera
de conseguirlo.
-
¿Qué quieres decirme?
-
Están robando dinamita.
Anteanoche media caja.
-
- Anoche una caja entera.
- ¿ Viste a alguien?
-
Huellas alrededor
de todo el polvorín.
-
Mocasines indios. Pero Tom, los indios
no saben para lo que sirve la dinamita.
-
- ¿Quién más sabe esto?
- Solo tú y yo hasta ahora.
-
No hables con nadie.
Voy a averiguar lo que pasa.
-
Hasta luego.
-
Dos de tus hombres
no parecen indios en absoluto.
-
Parecen blancos.
-
Hombre blanco tiene ojos agudos.
Sería mejor para ti tenerlos cerrados.
-
Esos dos se quedan. Llévate
a tus hombres a tu campamento.
-
- Otra vez usted, debí imaginarlo.
- Sí, doctora.
-
Hasta ahora, hasta que usted
ha vuelto, ha habido tranquilidad.
-
Con usted vuelven las armas,
los puños, la violencia.
-
Doctora, ¿no se le ha pasado por
la cabeza que puedo tener una razón
-
- para disparar contra estos hombres?
- ¿Qué razón?
-
Con calma, chicos.
-
¡Padre!
-
Llevadlo al vagón hospital
en cuanto podamos moverlo.
-
¿Qué estás buscando?
-
¡Doctora!
-
Ahí tiene la razón.
-
Vosotros dos, venid conmigo.
-
¡Levanta!
¡Y tú también!
-
Llevadlos a Calgary,
acusadlos de homicidio.
-
¡Doctora!
-
Yo...
14, 15, 16...
-
Te has buscado una buena choza.
-
Cuando lleguemos a las montañas,
voy a necesitar otra más.
-
Ya seguirás jugando en otro momento.
¿Cuántos cartuchos te faltan?
-
Casi mil cartuchos.
-
108 cartuchos por caja, hacen
casi diez cajas.
-
Y con eso se puede mandar al infierno
a todo el campamento.
-
- Háblame de tus ayudantes.
- A dos los he echado.
-
Pero no como tú lo haces ahora.
-
Tom, me has decepcionado.
-
Cuando yo era sheriff en los territorios
del río de Delaware...
-
La última vez que me lo contaste,
eras juez.
-
Hacía un disparo por hombre,
y eso era todo.
-
Tú a esos dos
solo les cortaste las alas.
-
Estoy probando nuevas tácticas.
-
Ya veo, quieres quedar bien
con la matasanos.
-
En fin, en otros tiempos eras bueno.
-
Pero cuando un hombre como tú
empieza a ablandarse,
-
- acaba como la gelatina.
- Es que me estoy haciendo viejo.
-
- Oye, voy a necesitar tu carro.
- ¿Para qué?
-
Es otra táctica nueva.
-
Esta noche ata mi caballo con los demás,
donde todo el mundo pueda verlo.
-
Llévate tus mantas a mi tienda,
enciende la lámpara y ponte a leer.
-
- Si es que sabes.
- ¿Leer? Yo estudié en Harvard.
-
Creí que era Yale.
-
Bueno, en la universidad.
-
Bien, pues ponte a leer. Tiene que
parecer que estoy en mi tienda.
-
¿Por qué no puedo acompañarte?
Para lo que sea.
-
Tiene que hacerlo un solo hombre.
Es cosa mía. lndios.
-
lndios... Bueno, yo una vez
viví con una squaw que...
-
Eh, no vayas a liarte con alguna.
-
Vamos a ver, ¿por dónde iba?
Vaya, he perdido la cuenta.
-
- ¿Sabes lo que es dinamita?
- Sí.
-
Falta dinamita del ferrocarril,
robada. Es peligrosa.
-
Tú amigo de padre Lacomb,
verte en camino de hierro con él.
-
Es verdad.
-
No he venido a acusarte, jefe,
¿entiendes?
-
Pero hombres blancos pagar a algunos
de tus jóvenes para robar dinamita.
-
Esos hombres blancos
no son amigos tuyos.
-
No te han dicho la verdad.
-
Ven conmigo.
-
Yo sentir.
-
- Esto no ocurrir de nuevo.
- Gracias, jefe.
-
¡Muchachos!
-
Desata los caballos
y dales de comer.
-
No, espera.
-
Es como tirar al blanco.
-
Se me ha ocurrido... algo mejor.
-
A una de las cajas del suelo, ¿eh?
Apunta bien.
-
¡Dejadme paso,
apartaos del medio!
-
¡Traed una camilla, rápido!
-
¡Doctora!
-
¿Ha muerto?
-
No, pero no entiendo
cómo sigue vivo.
-
Sí, son cosas de la dinamita.
Estaba demasiado cerca.
-
Si hubiera estado a un par de metros,
hubiera volado en pedazos.
-
¡No lo sabía!
-
Tenemos que esperar hasta
llegar al hospital.
-
No debemos hacerle una transfusión
ahora.
-
Necesita sangre, si no,
no llegará vivo al quirófano.
-
Te lo advierto, puede morir.
-
Si él pudiera elegir,
se arriesgaría.
-
Ahora depende de ti, amigo.
-
Quédate echada un rato.
-
¿ Vivirá ahora, señorita?
Perdón, doctora.
-
¿Sabe rezar?
-
¿Qué dices?
-
Los colonos de mi valle
están con nosotros. Casi todos.
-
Lo mismo digo de los míos.
-
Todos estarán dispuestos
cuando sea necesario.
-
Buen trabajo. El ferrocarril
está perdido para siempre.
-
¿Cómo os atrevéis a reuniros
en esta casa?
-
Habrá muchas más reuniones
en esta casa.
-
Es mi voluntad, y es mi casa.
-
¿Tú también
te has puesto de su parte?
-
Tu padre es ahora
uno de mis ayudantes.
-
Cecille, siéntate,
te lo contaré todo.
-
- Gracias, prefiero quedarme de pie.
- Como quieras.
-
Nos estamos organizando
para la acción.
-
Cuando llegue el invierno
tendrán que parar el trabajo,
-
eso nos dará tiempo.
-
He estado en el campamento.
-
No alcanzarán el paso
antes de que lleguen las nieves.
-
Han tenido algunos accidentes
que les han retrasado lo suficiente.
-
Eso es. Falta un par de cartuchos
de dinamita para volar un desfiladero
-
y hacerles perder muchos días.
-
Cuando vuelvas, dile al resto de
nuestros amigos que lo recuerden bien.
-
Y tengo nuevas ideas para
cuando llegue la primavera
-
que les harán las cosas muy difíciles.
No podrán hacer ni un kilómetro diario.
-
Dame la garrafa.
-
¡Brindemos por la caída
de Van Horne!
-
La semana que viene
iré a hablar con los indios. Sí.
-
Antes de que llegue el invierno
tendremos a todas las tribus
-
de aquí a Vancouver
en pie de guerra.
-
Los accidentes retrasan las obras,
-
pero un levantamiento indio
acabará con ellos para siempre.
-
- Tú primero, papá Gautier.
- ¡Brindo por Dirk Rourke!
-
- ¡No lo harás en esta casa!
- Cecille, ¡sal de la habitación!
-
Os habéis vuelto locos todos.
-
No podéis detener el ferrocarril.
-
Si creéis sus mentiras, moriréis.
-
No hay nada de malo
en el ferrocarril.
-
Yo viajé en tren cuando iba
a la escuela en Montreal.
-
Son maravillosos,
nos traerán la civilización...
-
¡Calla!
¡Calla te digo!
-
Eres una niña,
harás lo que hagamos nosotros.
-
- ¡Pensarás como nosotros!
- ¡No quiero hacerlo!
-
¿Te revuelves contra tu propia gente?
-
Mi propia hija...
Ya no eres de los nuestros.
-
Vete y piénsalo,
aún estás a tiempo.
-
Pásame la garrafa.
-
¡Cecille!
-
He hablado con tu padre.
-
He dicho que lo sientes
y te perdonará.
-
Debes estar pensando en Tom Andrews,
si no, no hablarías así. Hablas como él.
-
- Tom Andrews se ha ido.
- Claro que se ha ido.
-
Estaba jugando contigo.
-
Hay una doctora en el ferrocarril
de la que parece muy enamorado.
-
Mentira.
-
Por eso volvió con ellos.
-
¡Mentiroso! ¡Mentiroso! ¡Mentiroso!
-
Ahora mismo lo está cuidando
en el hospital, si es que sigue vivo.
-
¡Está enfermo!
-
¿Qué le ha pasado? ¡Dímelo!
-
Te lo diré, una bala hizo estallar
varias cajas de dinamita.
-
No murió en el momento,
pero de todas formas va a morir.
-
Es mejor que te olvides de él.
-
Ese hombre no te convenía.
-
- Yo puedo hacerte más feliz que él.
- ¿Cómo sabes lo de la bala?
-
- Lo sabes porque tú la disparaste.
- No, Cecille, yo no disparé.
-
No lo niegues. ¡No lo niegues!
¡Asesino! ¡Asesino!
-
¡Terminarás en la horca!
¡Asesino! ¡Asesino!
-
Ha estado al borde de la muerte.
No sé cómo lo ha hecho.
-
Pero ya ha salido de peligro.
Vivirá.
-
¡Claro que vivirá! Yo estaba seguro,
este hombre está hecho de acero.
-
Ahora tiene que dormir.
La naturaleza será su medicina.
-
Es un milagro.
-
No se ha apartado de su lado
ni cinco minutos desde que pasó.
-
El milagro es usted.
-
- Tom Andrews, ¿dónde está?
- En la número seis, señorita.
-
- Pero no puede entrar.
- Espere, no puede pasar ahí.
-
Tengo que verle,
tengo que entrar...
-
Un momento, señorita. No puede pasar.
Usted debe ser Cecille Gautier,
-
me ha hablado de usted.
Soy Dinamita Dawson, amigo de Tom.
-
- Sí, ¿está...?
- Sí, se pondrá bien. No se preocupe.
-
¿Entonces por qué no puedo verlo?
-
Porque está enfermo,
nadie puede verlo por el momento.
-
Usted lo ve, siempre que quiere.
-
No, señorita, no puede verlo.
Ya ha oído a la doctora.
-
¿Quién se ha creído que es?
Para ella es más que un paciente.
-
- Por favor, no.
- No quiere dejarme entrar
-
porque tiene miedo.
Lo quiere para ella sola.
-
Señorita, ¿por qué no usa
el sentido común?
-
Tengo que decirle a Tom
algo que debe saber.
-
- ¡No, señorita, usted se queda aquí!
- ¡Suélteme!
-
Lo que tenga que decirle a Tom
puede decírmelo a mí.
-
Ya me advirtió que tenía mucho genio.
Venga conmigo.
-
Siéntese y tranquilícese.
-
¿Qué es lo que Tom debe saber?
-
Dirk Rourke hizo estallar la dinamita
que le causó las heridas. Lo sé.
-
¡Maldito canalla!
-
Ha organizado a la genta para
pelear contra el ferrocarril.
-
Y tiene planes para la primavera.
No sé cuáles.
-
- lntenté detenerlos, pero...
- La serpiente se esconde entre la hierba.
-
He venido para ayudarle como sea.
-
Aún quiere a Tom Andrews,
¿ verdad?
-
- ¿Eso qué importa ahora?
- lmporta y mucho.
-
Tiene que volver a su casa,
por Tom y por su propia seguridad.
-
Si abandona ahora a su gente,
la considerarán una traidora,
-
podrían matarla.
-
No debe correr ese riesgo.
Si quiere ayudar a Tom,
-
quédese con ellos,
averigüe lo que pueda.
-
¡Sí!
-
Y no se preocupe por la doctora, aún
no le ha dado ningún filtro amoroso.
-
- ¿Qué pasa, Mike?
- Han vuelto a soltar los raíles, jefe.
-
- Si este tren hubiera llegado ahí...
- ¿Ha habido más explosiones?
-
Desde hace días no, pero han atacado al
guarda y han vuelto a robar en el polvorín.
-
- Puede ocurrir cualquier cosa.
- ¿Ha vuelto a aparecer ese perro?
-
Nadie lo ha visto desde que se fue
del campamento hace dos semanas.
-
Ahora sí que nos han hecho daño.
-
¡Venid, muchachos,
vamos a despejar la vía!
-
¡Volved al trabajo, vamos,
al trabajo!
-
Llevamos semanas de retraso.
Los sabotajes han impedido
-
la llegada de materiales.
No podremos afrontar los gastos.
-
La paga de los hombres no llegará
a tiempo. Habrá complicaciones.
-
Ojalá estuviera allí.
¿Cuándo parará los trabajos?
-
Un día de estos, el tiempo empeora.
Bueno, por lo menos
-
nos dará tiempo de reorganizarnos
y tendremos todo el invierno
-
para encontrar la fórmula
de acabar con los sabotajes.
-
- Tengo unos asuntos personales...
- Lo conseguiremos.
-
Tenemos que hacerlo.
-
Edith me ha dicho que para la primavera
estará como nuevo.
-
Una gran mujer. Si no le hubiera dado
su sangre en el tren aquella noche...
-
pero en fin, ya ha pasado.
-
- ¿Ella me donó su sangre?
- ¿No lo sabía?
-
Sí, y le salvó la vida.
-
Adiós, Tom.
-
- ¿Qué tal, Sr. Van Horne?
- ¿Dónde has estado estas semanas?
-
Por ahí, asuntos privados.
Mi pobre abuela se rompió una pierna
-
se la he entablillado yo.
Buen trabajo.
-
También tienes trabajo en el campamento.
Si no vuelves, dejarás de tenerlo.
-
- ¿Cómo estás, compañero?
- Peor en cuanto te he visto.
-
¿Qué es ese cuento de tu abuela?
-
No quería decirle lo que he estado
haciendo de verdad.
-
Tom, ¿te has parado a pensar
por qué explotó aquella dinamita?
-
Creí oír un disparo de rifle antes
de la explosión, pero no estoy seguro.
-
Pues puedes estar seguro.
-
Y sé quién lo hizo: Dirk Rourke.
-
- ¿Cómo te has enterado?
- He estado investigando por ahí.
-
Se me ocurrió seguirle la pista
a Rourke por las montañas.
-
Pensaba ajustarle las cuentas
por lo que te hizo.
-
- ¿Lo has matado?
- No, maldita sea.
-
- No pude alcanzar a ese perro.
- No hagas nada, Dinamita.
-
Si Rourke está detrás de esto,
yo me encargaré de él.
-
Claro que está detrás de esto,
desde el principio.
-
Y tiene otros planes
cociendo en la olla.
-
Vamos a tener mucho trabajo
esta primavera.
-
¡Rourke es un demonio!
-
Me iré en ese tren al campamento,
en primavera no estaré por aquí.
-
- ¡Cuídate, Tom!
- Gracias por venir,
-
- y por darme ánimos.
- Hombre...
-
Espero que esos hombres no le habrán
molestado con malas noticias.
-
No, todo está bien.
-
Le cambiaré el vendaje.
-
¿Siempre trata a sus pacientes
como si fueran pobres animalillos?
-
No entiendo lo que me dice.
-
Me han contado lo de la sangre
que me dio.
-
¿Por qué no me lo había dicho?
-
No me pareció importante. Lo habría
hecho por cualquier otro hombre.
-
Pero lo importante
es que lo hizo por mí.
-
Gracias.
-
Ahora que tengo su sangre, ¿no cree
que tenemos algo en común?
-
Desde luego que no.
-
Edith, debería tener sentimientos
más cálidos,
-
porque vamos a estar aislados
por la nieve bastante tiempo.
-
Hola, Sr. Van Horne.
-
- Tiene muy buena cara.
- Estoy nuevo. Siéntese.
-
Gracias, solo será un momento.
-
Quiero que regrese al campamento
en cuanto esté en condiciones de viajar.
-
¿Qué ocurre?
-
Ya hemos reanudado el tendido
de la vía, pero las cosas van mal.
-
No se trata de sabotajes,
es en el mismo campamento.
-
- Los hombres no quieren trabajar.
- ¿La paga no ha llegado?
-
Los fondos están retenidos
por la burocracia.
-
Voy a ir a Calgary para resolverlo.
-
Pero las promesas ya no van
a tranquilizar a los hombres.
-
Siempre le han tenido
mucho respeto, Tom.
-
Si pudiera estar allí al menos
unos días y calmarlos,
-
tendría tiempo de conseguir
el dinero.
-
- Edith, ¿qué le ha pasado en el pelo?
- Me he cambiado el peinado, ¿por qué?
-
Está más guapa.
-
¡Muchísimo más!
-
¡Cuánto te quiero, Tom! He estado
buscando el motivo, pero no lo encuentro.
-
Eres extraordinaria, Edith, nunca
podré pagarte lo que me has dado.
-
Ya me has pagado, dándome
a conocer al otro Tom Andrews.
-
¿El otro?
-
El que hay aquí dentro, el que abandonó
su hogar y se fue a la frontera
-
para no olvidar las cosas bellas
de la vida.
-
Ese es el hombre
que admiro y respeto.
-
No al Tom Andrews
que conocí con esos revólveres.
-
Solo los limpiaba. ¿Crees que
alguna vez he deseado usarlos?
-
- Pero las has usado.
- Hay veces que un hombre...
-
No hay excusa para dirigir un arma
contra un semejante.
-
Y si sientes por mí lo que creo,
no volverás a usarlas, jamás.
-
Pues... son un poco pesadas
y no estoy tan fuerte como antes.
-
Estaba segura de que dirías eso.
-
Ahora eres mi paciente
y harás lo que te diga.
-
El vagón hospital
volverá al campamento mañana.
-
Eso encaja con mis planes.
-
Los enfermos y convalecientes
se quedarán aquí, incluido tú.
-
Pero tengo que volver.
-
El médico dice que no,
necesitas descansar otra semana.
-
Estaremos separados,
pero por poco tiempo.
-
Lo que mande, doctor. ¿Pero y si
le hace falta el viejo " Búfalo Bill" ?
-
Ni eres viejo ni " Búfalo Bill" .
-
Vaya, un polizón.
Está violando las normas del ferrocarril.
-
No, solo necesito aire fresco
y pasarlo bien.
-
Aún no te he dado el alta.
Puedo obligarte a quedarte en la cama.
-
Bajo vigilancia.
-
Estás ansiosos por volver al trabajo.
Baja y ayúdame a comprobar el material.
-
En seguida.
-
Siéntate.
-
Toma.
-
- 20 docenas de gasas quirúrgicas.
- ¿Gasas qué?
-
Quirúrgicas.
Anótalas aquí.
-
Y yo os digo que no. ¡Nunca!
-
El monstruo de acero os devorará.
Habéis visto desaparecer a los búfalos.
-
Pronto la tierra misma desaparecerá.
-
Unid a vuestros pueblos
y expulsadlos de vuestro país.
-
Miradlos, ¿no os lo dije?
-
Si conseguimos lanzarlos contra
el campamento, acabaremos con ellos.
-
Sí, echaremos a esos ladrones.
-
Mi plan da resultado. He inundado
el campamento de whisky
-
y también he montado un salón
para beber y jugar.
-
Si esos imbéciles quieren dejar
las herramientas, lo tienen muy fácil.
-
Cuando esos guerreros vayan
a por ellos caerán como moscas.
-
Ya no hay remedio. Los jefes
de las tribus han caído en la trampa.
-
¡Es la guerra!
-
Ese loco de tu padre,
no sabe lo que está haciendo.
-
No se da cuenta de que es nuestra
sangre la que va a correr,
-
no solo
la de los hombres del ferrocarril.
-
Te dije que te quedaras
dentro de la casa.
-
Papá, ¿es que no lo entiendes?
Debes detener a Dirk Rourke.
-
No, tiene razón. Y tú deberías
estar con nosotros, conmigo.
-
Lo estaba, ¡pero mira!
-
¿Sabes lo que harían contigo
si ahora te opusieras a ellos?
-
¡Pertenece a las tribus,
es vuestra tierra!
-
Háblales, a ver si consigues
convencerlos.
-
Jefes, mi hija quiere hablaros
de las maravillas del ferrocarril.
-
Háblales. ¡Venga!
-
Destruid el ferrocarril.
¡Expulsadlo de vuestra tierra!
-
¡Estaremos con vosotros
hasta la muerte!
-
Calma, aún no es la hora, volved
a vuestras tribus. Yo os avisaré.
-
Hablaremos cuando se vayan.
-
- ¿Estás satisfecho de mí ahora?
- Mucho.
-
Te he oído.
Lo que has hecho es terrible.
-
Sí.
-
Pon aquí algo de comida. Voy a avisar
a Tom ahora que aún puedo.
-
Ya no es tu hombre,
tú lo has visto con otra mujer.
-
Sí, alguien que no sabe nada
de todo esto.
-
Pero no importa,
tengo que avisarle.
-
Has hablado bien, Dirk,
¡nos has convencido!
-
Si te vas, será para siempre.
No podrás volver con nosotros. Jamás.
-
Adiós, mamá. Te quiero.
-
Ahí va el último de los jefes.
-
- ¡Por los cazadores de cabelleras!
- ¡Salud, salud!
-
¡Vamos, a trabajar! ¡Parece que
no habéis visto un tren en la vida!
-
Sí, pero no veo el vagón oficina.
-
- ¿Dónde está el vagón del dinero?
- Eso, ¿dónde está?
-
¡Vamos a descubrirlo!
-
A ver qué nos cuenta ahora
Van Horne.
-
- ¿Qué pasa, amigos?
- Vaya, es Tom Andrews.
-
¡Bienvenido, Tom!
-
- E Sr. Van Horne está en Calgary.
- ¿Dónde está la paga, Andrews?
-
¿En qué vais a gastaros aquí
el dinero?
-
El Sr. Van Horne os prometió
que cobraríais.
-
- Ya estamos hartos de promesas.
- Cobraréis dentro de un par de días.
-
¡También estamos hartos
de oír eso!
-
Comprendo que estéis impacientes,
muchachos.
-
Yo estaría igual si estuviera
trabajando al sol todo el día,
-
y no viera la paga.
-
No soy un mentiroso,
y casi todos lo sabéis.
-
Y os digo que no os preocupéis,
el dinero está en camino.
-
Ya estoy harto de oír promesas.
Son solo mentiras.
-
¡Vamos a destrozar esto!
-
- ¡Cuidado con lo que haces!
- ¡Dales su merecido, Tom!
-
Vamos.
-
Vamos!
-
Pero Tom,
¿a qué estás esperando?
-
Lo que rompáis os será
descontado de la paga.
-
Volved al trabajo y no hagáis tonterías.
¡Hay que construir un ferrocarril!
-
¡Un tipo duro! ¡Con los pantalones
planchados y bien peinado!
-
¿Has olvidado tus armas?
-
¿Qué pasa, Andrews,
es que eres un cobarde?
-
Vamos, muchachos,
al garito de Bailey's .
-
Escuchadme, la construcción
de esta línea es más importante
-
que los problemas personales...
-
Has hecho lo que podías, Tom.
-
No, tendría que haber hecho
que se tragara las muelas.
-
- Tom, ¿se puede saber qué te pasa?
- Nada.
-
No llevas armas, toma y dale su merecido
a ese canalla, hijo de mala madre.
-
- Los tiempos cambian.
- ¿Qué te ha hecho esa mujer?
-
¿No ves que no se puede manejar a una
manada de bestias con buenas palabras?
-
A lo mejor sí.
-
BAlLEY'S SALOON
EL BAR MÁS LARGO DEL MUNDO
-
Eh, eh, esta noche la casa invita,
chicos.
-
Hay cinco barriles de whisky pagados
y solo hay que abrirlos, así que a beber.
-
- Diles la verdad, Bailey.
- Cállate.
-
Diles que el whisky te lo ha dado
nuestro amigo.
-
- Por eso lo regalas.
- Que te calles.
-
Eso es interesante, ¿habéis oído
lo que ha dicho Mallis?
-
Ha mandado el whisky para que bebamos
y destrocemos las obras.
-
¡A callar!
-
¡A mí no vais a engañarme!
-
Al que saque un arma
lo dejo seco.
-
Así está mejor.
La casa sigue invitando.
-
Tom, acaban de herir a Mallis
en el garito de Bailey,
-
- creo que va a palmarla.
- ¡Tengo que ir!
-
¡Edith, espera!
-
Pero Bailey ha matado a Scott,
no puedes ir así, tienes que ponerte...
-
¡Ahora sí pareces un hombre!
-
Han herido a un hombre aquí,
a Mallis.
-
Acaba de salir
por la puerta de atrás.
-
- Soy médico, si está herido.
- No está herido, está muerto.
-
¿Un trago?
-
Ven, hermana, vamos a bailar.
-
¡Quítale las manos de encima!
-
- Sal de aquí, Edith.
- Mallis ha muerto.
-
Vuelve al vagón.
-
- ¿Eres Bailey?
- Sí.
-
Pues vas a cerrar.
-
No hace falta que se ponga así,
la pelea ha terminado.
-
Íbamos a rezar un responso
al amigo Mallis.
-
- ¿Un trago?
- Vas a venirte conmigo.
-
Voy a encerrarte por asesinar
a Scotty y a Mallis.
-
Te salvaste una vez, Andrews,
¡esta no lo contarás!
-
¿Queríais rezar? ¡De rodillas!
-
Dinamita, recoge las armas.
-
Para evitar más tiroteos, de momento
voy a guardar yo las armas.
-
Cuando se os pase la borrachera,
pensad en lo que habéis visto aquí.
-
Hablaremos mañana por la mañana,
y esta vez vais a escucharme.
-
¿Seguro que el cable resistirá?
-
Sí, maldita sea, resistirá.
-
Tom, hazme caso, échalo abajo
con dinamita.
-
¿ Y volar todo el campamento?
¡Oh, no!
-
¿Preparado, Jim?
-
Cuando quieras.
-
- ¿Preparados?
- ¡Dale presión!
-
- Adelante.
- Muy bien.
-
¡Buen trabajo, Jim!
¿ Vuelves a la base esta noche?
-
- Ahora mismo.
- Si ves al Sr. Van Horne
-
cuéntale lo que ha pasado,
dile que no tiene que preocuparse.
-
- ¿Qué pasa, Dinamita?
- ¡Ya está, ya he soltado el cable!
-
- ¡Hasta la vista, Tom!
- ¡Buen viaje, Jim!
-
Dinamita, tenemos trabajo,
es el momento de abrir el salón.
-
Una vez leí un cartel en un bar
de Montana que decía:
-
Si quieres saber quién manda aquí,
busca pelea.
-
Bien, yo no quiero mandar,
y mucho menos quiero pelea,
-
pero alguien la está buscando
-
y no piensa detenerse
hasta que acabe con este ferrocarril.
-
Todo lo que ha ocurrido,
los accidentes, lo de Bailey,
-
todo es parte de un plan
para quitarnos el trabajo,
-
¿ vamos a consentirlo o vamos
a terminar lo que hemos venido a hacer?
-
Construir esta línea.
-
Yo digo que si lo que has dicho
de la paga es cierto,
-
- entonces ahora mismo a trabajar.
- ¡Tiene razón!
-
No voy a permitir que nadie
me quite el trabajo.
-
¡Así se habla, muchachos!
-
Os voy a decir otra cosa, hay un hombre
detrás de todo esto y sé quién es.
-
Si todos volvéis al trabajo, voy a ir
a buscarlo, y lo traeré vivo o muerto
-
para que lo veáis.
-
¿Quién es esa víbora?
-
No es tan fácil de encontrar
y es un asunto personal.
-
Pero una vez que lo tenga en mis manos
todo irá perfectamente.
-
Bien, ¿qué decís, muchachos?
-
Tom, si te dedicaras a la política,
llegarías a presidente.
-
¡Eh, esperad!
-
Tom, los indios van a atacar
el campamento.
-
¿lndios?
¿Qué te había dicho?
-
Tienen rifles, hay cientos de ellos.
Dirk Rourke los ha vuelto locos.
-
¡Tenéis que huir de aquí!
-
No podemos huir,
no tenemos locomotora.
-
Entonces que el padre Lacomb
hable con ellos,
-
- él les hará entrar en razón.
- El padre Lacomb ha vuelto a la base.
-
¡Escuchad!
-
Muchachos, ¿estáis oyendo?
Vamos a tener que defendernos.
-
¡Rápido, hay que traer el vagón
hospital hasta aquí!
-
¡Aquí está bien!
-
- ¡Eh, Mike!
- ¿Sí?
-
Poned traviesas alrededor
para hacer una barricada.
-
Hank, reúne todas las armas
y munición que haya.
-
Dinamita, los rifles de repetición.
Cecille, ven conmigo.
-
Jake, telegrafía a la base,
el campamento va a ser atacado.
-
¿Atacado? No puedo comunicar
desde hace una hora.
-
Han debido cortar los cables.
-
- Entonces sal y usa esto.
- Sí, señor.
-
Tu ayuda nos ha permitido prepararnos,
pero te has metido en el peor sitio.
-
No me importa,
no podía dejar que lo hicieran...
-
Eres una mujer muy valiente.
-
Tom, yo... Escucha... tambores.
¡Se acercan!
-
- ¿Es verdad lo que dicen?
- Sí, subid las dos al vagón.
-
- ¡Quiero ayudarte, Tom!
- Adentro. Usted, también, Dr. Mason.
-
¡Venga, muchachos, detrás
de la barricada!
-
- Tom, ¿lo sabe Van Horne?
- No, han cortado los cables.
-
- Voy a avisar a Van Horne.
- No puedes irte.
-
No, quédate, eres un buen tirador.
-
Y un buen jinete, una vez gané
el de Kentucky, ¡en una mula!
-
- Hasta la vista.
- ¡Buena suerte, Dinamita!
-
Hay francotiradores,
quieren eliminarnos poco a poco.
-
Si quiere ayudar,
las vendas están ahí.
-
¡Ayudaría más con un rifle!
-
Como en un tiro de feria.
-
¡Jefe!
-
Que tus hombres sigan escondidos,
mantendremos el cerco hasta que anochezca
-
entonces daré la señal de ataque.
-
¿ Y el que ha salido a galope
hace un momento?
-
No llegará muy lejos. He puesto
vigías indios en todos los caminos.
-
Por si alguno quiere ir a avisarles.
-
Lo estáis echando a suertes, ¿eh?
-
A ver quién es el afortunado
que me arranca la cabellera.
-
Pues eso no está bien,
no es ser civilizados.
-
Jefe, ¿me dejas fumar el último cigarro
antes de irme a las grandes praderas?
-
¿ Vosotros también queréis?
Bueno, tengo muchos.
-
Vamos a ser amigos. Uno para ti,
otro para ti, hay para todos.
-
El mejor tabaco que hayáis probado.
Toma fuego, jefe.
-
Os va gustar, muchachos,
chupad fuerte.
-
Si no tenéis fuego
pedidle a otro, ¿eh?
-
Están tramando algo, Mike.
-
Que algunos de tus hombres suban
al vagón,
-
los demás que se escondan debajo.
-
Pero que no salgan de esta barricada.
Díselo a todos.
-
Apuntad bien,
no desperdiciéis municiones.
-
¡Gracias, Cecille!
-
Cuidado, no te acerques.
-
¡Está herido!
-
Son muy traicioneros.
-
Ayudadme, hay que sacarlo de aquí.
Abrid la puerta.
-
Alivia primero el sufrimiento
de los nuestros.
-
La compasión no hace distinciones.
-
Tú empezaste esto. La violencia
siempre trae más violencia.
-
¿Me estás echando la culpa a mí?
-
A ti personalmente claro que no.
Culpo a las ideas que defiendes.
-
Creí que habías cambiado,
-
pero hace falta mucho valor para
renunciar a derramar sangre.
-
Hemos cogido a uno de ellos, salió
corriendo de entre los árboles.
-
¡Papá!
-
Cecille, mamá me dijo
que venías a avisarles.
-
No pensé que sería tan horrible...
Horrible... Me equivoqué.
-
¿Qué planea Rourke?
-
Está ahí arriba,
junto al pino seco, el grande.
-
Cuando dé la señal
comenzará el ataque final.
-
Son demasiados.
No podréis... resistir.
-
¡Ya! Enciéndela, Cagle.
-
¡Quietos ahí!
-
¡Tome, luche!
¿Quiere morir?
-
¡Está loca o es una santa!
-
Dice que no puede ir más rápido,
Sr. Van Horne
-
si le da más presión,
la caldera va a reventar.
-
No pude evitar que dieran la señal.
Rourke ha muerto.
-
¿Lo has matado tú?
-
¿Por qué no iba a hacerlo?
¡Era el responsable de todo!
-
- Me alegro, Tom, me alegro.
- ¡Estás herido!
-
¡Nos atacan!
-
¡El tren, Tom, el tren!
-
¡Fuego a discreción!
-
Eh, Tom, ¿qué opinas
del trabajo del ferrocarril?
-
Como su explorador personal,
la mayoría de las veces es muy duro,
-
pero me gusta.
-
¡Padre Lacomb!
-
Sr. Von Horne, Dinamita
se ha portado como los buenos.
-
Por cierto,
¿por qué has tardado tanto?
-
Porque me entretuve fumándome
el cigarro de la paz con unos indios
-
y desde luego descansan en paz.
-
¡Dinero, dinero, dinero!
-
Si el dinero es la raíz de todos los males,
que me den un carro de esas raíces.
-
Su padre se recuperará
pronto, Cecille.
-
¿Se viene con nosotros?
-
- La acompañaré en el próximo tren.
- Adiós.
-
Por todos los santos,
¿qué es esto?
-
Ay, madre, tenemos problemas.
-
¿Qué queréis, jefe?
-
¿Qué es lo que dice?
-
Quieren firmar la paz
con el hombre blanco.
-
Quieren volver a sus tribus
en paz.
-
Se quedarán allí
y no volverán a atacarnos.
-
Dígales que accedo
a sus deseos.
-
El jefe blanco dice que os concede
todo lo que habéis pedido.
-
Os pido que me creáis, no como
sacerdote, sino como hombre blanco
-
que comprende a los blancos
y a los indios.
-
¡Tom!