Gracias. Me llamo Edna Adan y soy partera, y como soy partera he venido a hablarles de la salud de mujeres y niños. Mi país, Somalilandia, tiene una de las tasa de mortalidad materna más alta del mundo. El país sufrió una guerra civil entre 1982 y 1991, en la que murieron 250 000 personas, y se destruyeron el 95 % de las ciudades. Esta es una de esas situaciones que solo admite dos opciones: o te alejas de ella y dices: "no me importa, no siento, no sé, me marcho de aquí y me establezco en otro lugar, en alguno de sus grandes países, o te mantienes firme y tratas de hacer algo al respecto. El 60 % de nuestra población es nómada. Sé lo difícil que es dar cuidados médicos a poblaciones sedentarias, pero si son nómadas, aún es más difícil. Si son pobres y el país es muy grande, es aún más complicado. También hay situaciones que surgen, como la destrucción de las instalaciones que existían antes de la guerra. Muchos de los huesos y restos que ven en la pantalla podrían haber pertenecido a trabajadores sanitarios. Cuando (como yo) no se tiene un pasado y no has nacido rodeado de comodidades lo único que puedes hacer, es intentarlo, no ceder, y devolver a la gente lo que el mundo te ha dado. Por eso, en 1997, cuando me retiré a los 60 años de edad de la Organización Mundial de la salud (OMS), me fui a casa e intenté poner en práctica lo que había predicado durante toda mi carrera como funcionario de la OMS. El terreno en el que se construyó el hospital, --y que antes fue un cementerio, un área de desfiles militares, un campo de ejecuciones y, por último, un vertedero-- estaba en una zona de Hargeisa, la capital de Somalilandia, donde nunca antes se había levantado un hospital. Llevó 4 años construir el hospital. 4 años en un país donde la mano de obra especializada en la construcción era escasa. Pero seguimos trabajado y, finalmente, el hospital abrió sus puertas en 2002. Ese hospital, hasta el día de hoy, ha asistido en el nacimiento a casi 12 000 bebés. Este que ven en mis brazos fue el primero que nació en el hospital, 10 horas después de la inauguración. La mayor parte de los casos atendidos, eran de mujeres que nos fueron derivadas, o que habían tenido alguna complicación en el embarazo, porque las mujeres que creen que su embarazo es normal dan a luz en casa. Así que los 12 000 niños a los que asistimos al nacer en el hospital nos los enviaron, por algún problema con el embarazo o con la madre o de cualquier otro tipo. Fuimos hospital de maternidad durante muy poco tiempo. Porque en sus países, Uds. disponen de hospitales especializados: si tienen un problema en los ojos, van al oftalmólogo, si se quiebran un brazo, acuden al traumatólogo. Pero en África, y en mi país, si estás enfermo, simplemente vas a un hospital. No podemos decir: "Somos un hospital de maternidad. Vaya a otro sitio a que le traten el ataque cardíaco, vaya a otro lado a que le atiendan el coma diabético". Si esto es un hospital, es un hospital: tratamos a los hombres, a las mujeres, a los niños, a todo el mundo. También disponemos de quirófanos para intervenciones quirúrgicas Desde el 1 de enero de este año, hemos operado más de 500 casos. Solo 185 fueron cesáreas. El resto, contracturas, labios leporinos, fístulas obstétricas, tiroides y, en ese lugar --que antes fue un vertedero de basura-- también operamos niños con hidrocefalia. No podemos hacer cirugías cerebrales, pero sí tocar el cerebro de los niños, y lo hemos hecho en más de 27 casos y gracias a Dios, en todos ellos con éxito, excepto en uno, que falleció por vómitos y diarrea dos semanas después de la operación. Así que esta historia demuestra que cuando hay voluntad, siempre se encuentra una manera. Somos también un hospital docente. Porque no son los ladrillos, el mortero, los instrumentos o las instalaciones quienes cuidan de los enfermos, sino la habilidad, los conocimientos, la competencia y la eficiencia de las personas que trabajan en estas instalaciones. Y, si no hay doctores, enfermeras y parteras que conozcan su trabajo, que atiendan con compasión, que cuiden y respeten la dignidad de los seres humanos, no se puede hacer nada. Hemos formado a más de 200 enfermeras, Hemos formado a más de 150 parteras. Y mi mayor deseo es incrementar el número de esas jóvenes que ven Uds. con las capas rojas, y multiplicarlo por 1000. Y ¿por qué digo eso? Porque son estas mujeres jóvenes que tienen una preparación de solo 2 años y que regresan a los barrios y las zonas de donde las reclutamos, las que marcan la diferencia. Somalilandia tiene uno de los mayores índices de mortalidad materna en el mundo. Pero entre los 12 000 niños y mujeres a los que hemos atendido en el parto, la tasa de mortalidad materna se ha reducido a la cuarta parte de la media nacional. No es porque tengamos una varita mágica, sino porque estamos preparados para atender emergencias. Podemos tratar una hemorragia en cuanto la paciente llega, Tenemos un quirófano que funciona 24 horas al día. Son las parteras que marcan la diferencia. ¿Los médicos? ¡Sí! Por supuesto que necesitamos médicos, pero tardan 8 o 9 años en prepararse, y, por el amor de Dios: ¿dónde vamos a encontrar médicos que quieran trabajar en Somalilandia? Un país que se encuentra en el lado oscuro de la luna. ¡Sí!, necesitamos enfermeras y parteras tituladas, pero no las tenemos, y no disponemos de los 4 o 5 años que lleva formar una partera titulada. Así que dependemos de las parteras que se han preparado durante 2 años. Son una solución rápida, son rentables, eficientes, entregadas y no se las llevan para trabajar en otros centros sanitarios, porque al haberse preparado como parteras, se quedan en obstetricia. Y, a menos que África y países como el mío multipliquen la capacitación de estas parteras, seguiremos perdiendo mujeres por causas de las que Uds. ya han protegido a las suyas: debemos protegerlas de la preeclampsia, de las infecciones, de la rotura uterina. Ninguna mujer muere en sus países por una rotura uterina: No llegaría a ponerse de parto, porque alguien ya habría visto antes que tiene una pelvis contraída o que hay una desproporción entre el tamaño del bebé y el tamaño de la pelvis de la madre. En sus países, ninguna mujer moriría por una infección. Uds. tienen agua y jabón, y equipamiento médico esterilizado y preparado para usar con seguridad. Pero nuestras mujeres mueren por estas causas. Mueren por causas por las que ninguna mujer de nuestro tiempo, después de haber llegado el hombre a la luna, debería morir. Pero no estamos capacitados, no tenemos instalaciones adecuadas. En nuestros países, las mujeres tienen 1 probabilidad en 10 de morir por causas relacionadas con el embarazo. En sus países, la probabilidad es de 1 en 4000. Sus mujeres son tratadas por médicos y parteras, durante todo el embarazo. Aquí solo el 10 % de las mujeres tienen acceso a un centro sanitario. Y es por ello que debemos tener más parteras que puedan ir a las regiones, a los barrios, allí donde estén las mujeres para ayudarlas, protegerlas, para identificar los embarazos normales, con parto normal esperado, o para derivar a esas mujeres a donde se las pueda atender mejor. Mi esperanza, mi ambición, es que un día dispongamos de 1000 parteras. ¿Y por qué no otros países? Si Somalilandia puede hacerlo, todos pueden hacerlo. Si Somalilandia, con sus limitados recursos, con su pasado de guerra civil y destrucción puede reducir su tasa de mortalidad materna a un cuarto de la media nacional mediante la formación parteras, ¿por qué no otros países? ¿Por qué no Papúa Nueva Guinea? ¿Por qué no Etiopía? ¿Por qué no Eritrea? ¿Por qué no la vecina Somalia? ¿Por qué no Lesotho y todos estos países que tienen una tasa elevada de mortalidad materna? Si se puede hacer en Somalilandia, se puede hacer en cualquier lugar. Mi mensaje. Mi mensaje va dirigido a los gobiernos. Mi mensaje es para los gobiernos, para que asignen más fondos. En lugar de gastar dinero en tanques, cañones y bazucas y hardware militar, que destinen más recursos a la salud, a la educación, a las infraestructuras, al agua, al saneamiento. Lo primero sería la educación. Lo segundo, educar a las mujeres, a las niñas. Cuando se educa a una mujer, ella puede cuidarse a sí misma. No puedo imaginar donde estaría yo si no hubiera tenido acceso a la educación, a la formación que me ha permitido ayudar a los demás. Y, por supuesto, educar a la comunidad. A menos que la comunidad tenga confianza, para utilizar todas las instalaciones sanitarias disponibles, seguiremos perdiendo la batalla. Una de las cosas que más ha influido en mi apreciación de la tenacidad humana y de la fuerza de las mujeres en los países en desarrollo, es cuando veo a esas mujeres que vienen a formarse, tímidas, dependientes de otros, experimentar una transformación que les da la confianza necesaria para pensar, responder, aconsejar, guiar y ayudar a otras mujeres. La educación es uno de los regalos más sólidos que podemos hacer a un ser humano y, en particular, a una mujer en África. Mi última sugerencia antes de despedirme es: Nunca subestimes la capacidad de un ser humano que está decidido a hacer algo. Si yo a los 60 años, hace 14, pude levantar un hospital, cualquiera puede hacerlo. Gracias por su atención, y gracias por darme la oportunidad de estar hoy aquí con Uds. Gracias. (Aplausos)