Cuando la gente se reúne conmigo
por primera vez en mi trabajo,
a menudo sienten el deseo de compartir
una revelación que han tenido sobre mí,
y es algo así:
"Sé por qué a los jefes de policía
les gusta compartir
sus secretos oscuros y profundos contigo.
Phil, con tu doctorado en Psicología,
y tu brillante calva,
eres básicamente
el Dr. Phil negro, ¿verdad?"
(Risas)
Y a todas y cada una de
las personas que me han dicho eso
quiero darles las gracias
porque esa fue la primera vez
que escuché ese chiste.
(Risas)
Pero para todo el resto
-- realmente espero que me crean --
cuando digo que a ningún jefe de
policía le gusta hablar conmigo
es porque piensan que
soy psicólogo clínico.
Y tampoco lo soy.
No tengo idea de lo que
te hizo tu madre y no puedo ayudarte.
(Risas)
A los jefes de policía
les gusta hablar conmigo
porque soy experto en un problema
que les resulta imposible resolver:
el racismo en su profesión.
Mi experiencia proviene
del ámbito científico,
estudio cómo nuestras mentes
aprenden a asociar la negrura y el crimen
y perciben erróneamente a los niños negros
como mayores de lo que realmente son.
También proviene del estudio
del comportamiento policial real,
por eso sé que cada año
aproximadamente 1 de cada 5 adultos
en EE. UU.
tiene contacto con la policía.
De ellos, alrededor de un millón son
el objetivo del uso policial de la fuerza,
y, siendo negro
tienes de 2 a 4 veces más probabilidad
de ser el objetivo de esa fuerza
que siendo blanco.
Pero también proviene de saber
cómo se sienten esas estadísticas.
He experimentado el miedo de ver
a un oficial desenfundar su arma
y el pánico de pensar que alguien
pudiera confundir a mi ahijado de 13 años
con alguien lo suficientemente mayor
como para sentirlo como amenaza.
Y, cuando un jefe de policía,
o pastor,
o imán o una madre,
cuando me llaman después de que un oficial
dispara a otro niño negro desarmado,
entiendo un poco del dolor en su voz.
Es el dolor de un corazón roto
cuando no resuelve un problema mortal.
Dejar de intentar hacer algo
que parece necesario e imposible a la vez.
La forma en que se trata de solucionar
el racismo suele percibirse
como necesario e imposible.
A los jefes de policía les gusta hablar
conmigo porque soy experto,
pero dudo que hagan cola
para echarse en el sofá del Dr. Phil
si les dijera que todos
sus problemas no tienen remedio.
Toda mi investigación,
y la década de trabajo
que he hecho en mi centro,
el Centro para la Equidad Policial,
en realidad me lleva
a una conclusión esperanzadora
en medio de la angustia
sobre la raza en EE. UU.
que es:
resolver el racismo es imposible,
porque nuestra definición
de racismo lo hace imposible,
Pero no tiene por qué ser así.
Esto es lo que quiero decir.
La definición más común de racismo
es que los comportamientos racistas
son el producto de corazones
y mentes contaminados.
Cuando escuchamos la forma como
hablamos sobre curar el racismo,
oirán:
"Necesitamos acabar con el odio.
Necesitamos combatir la ignorancia".
¿Verdad?
Son corazones y mentes.
El único problema con esa definición
es que es completamente errónea:
tanto científicamente
como de cualquier otra manera.
Uno de los aprendizajes fundamentales
de la psicología social,
es que las actitudes son predictores
muy débiles de comportamientos,
pero más importante que eso,
ninguna comunidad negra
ha salido a las calles
para exigir que los blancos
nos quieran más.
Las comunidades marchan
para detener la matanza,
porque el racismo son comportamientos,
no sentimientos.
E incluso cuando los líderes
de los Derechos Civiles
como King y Fannie Lou Hamer
usaron el lenguaje del amor,
el racismo que pelearon
fue segregación y brutalidad.
Son acciones sobre los sentimientos.
Y cada uno de esos líderes
estaría de acuerdo,
si una definición de racismo
que hace más difícil ver
las lesiones que causa el racismo,
eso no solo es un error.
Una definición que se preocupa
por las intenciones de los abusadores,
más que por los daños a los maltratados,
esa definición de racismo es racista.
Pero cuando cambiamos la definición
de racismo de actitudes a comportamientos,
transformamos ese problema
de imposible a solucionable.
Porque se pueden medir
los comportamientos.
Y cuando puedes medir un problema,
puede aprovechar una de las únicas reglas
universales del éxito organizacional.
Tienes un problema o una meta, lo mides,
uno se hace responsable de esa métrica.
Y, si cualquier otra organización
mide el éxito de esta manera,
¿por qué no podemos
hacer eso en lo poliacial?
Resulta que en realidad ya lo hacemos.
Los departamentos de policía ya practican
la rendición de cuentas basada en datos.
Esto se hace solo para el crimen.
La gran mayoría de los departamentos
de policía en EE. UU.
usa un sistema llamado CompStat.
Es un proceso que, cuando se usa bien,
identifica datos de delitos,
los rastrea e identifica patrones,
y luego permite que
los departamentos se hagan responsables
de los objetivos de seguridad pública.
Funciona dirigiéndose a atenciones
policiales y recursos policiales,
o a cambiar el comportamiento
de la policía una vez que aparecen.
Si veo una serie de atracos
en ese vecindario
querré aumentar las patrullas
en ese vecindario.
Si veo un aumento en los homicidios,
querré hablar con la comunidad
para averiguar por qué y así
colaborar en el cambio del comportamiento
policial para frenar la violencia.
Cuando se define el racismo
en términos de comportamientos medibles,
se puede hacer lo mismo.
Se puede crear un CompStat
para la justicia.
Eso es exactamente lo que ha hecho
el Centro para la Equidad Policial.
Les diré cómo funciona.
Después de que un departamento
de policía nos invita a entrar,
manejamos los asuntos legales,
nos relacionamos con la comunidad.
Nuestro siguiente paso
es analizar sus datos.
El objetivo de estos análisis
es determinar
cuánto predice la delincuencia,
la pobreza, la demografía del vecindario
el uso policial de la fuerza.
Digamos que si esos factores predicen
la policía usará la fuerza sobre
esta cantidad de personas negras.
¿Ahí?
Y nuestra siguiente pregunta es:
¿Cuántas personas negras
son realmente objetivo
para el uso policial de la fuerza?
Digamos que son tantos.
Entonces, ¿qué pasa con la brecha?
Una gran parte de la brecha
es la diferencia
entre lo que predicen las cosas
que la policía no puede controlar
y lo que predice la policía
que puede controlar:
sus políticas y sus comportamientos.
Y lo que estamos buscando
son los tipos de contacto
o las zonas de la ciudad
donde esa brecha es mayor,
porque entonces podemos
decir a nuestros socios,
"Mira aquí. Resuelve
este problema primero".
En realidad es el tipo de terapia que
los jefes de policía pueden respaldar,
porque no hay nada tan inspirador
frente a nuestra historia de racismo
como un problema solucionable.
Si la comunidad en Minneapolis
pidiera a su departamento de policía
remediar las fallas morales
de raza en la vigilancia policial,
no estoy seguro de que supieran hacerlo.
Pero si en cambio la comunidad dice:
"Tus datos dicen que estás golpeando
a muchas personas sin hogar.
Debes dejar de hacer eso".
Eso es algo que la policía
puede aprender a hacer.
Y lo hicieron.
En 2015, la policía de Minneapolis
nos hizo saber
que a su comunidad le preocupaba que
usaran la fuerza con demasiada frecuencia.
Y les mostramos
cómo aprovechar sus propios datos
para identificar situaciones
en las que se podría evitar la fuerza.
Y al mirar esos datos,
se ve que un número desproporcionado
de sus incidentes de uso de la fuerza,
involucró a alguien sin hogar,
con angustia mental,
con un problema de abuso de sustancias
o una combinación de las tres.
Mucho más de lo esperado
basado en esos factores de
los que les estaba hablando.
Así que ahí está la brecha.
La siguiente pregunta es por qué.
Resulta que las personas sin hogar
a menudo necesitan servicios.
Y si esos servicios no están disponibles,
si no pueden obtener sus medicamentos,
pierden su lugar en el refugio,
entonces son más propensos
a participar en comportamientos
donde al final la gente
llama a la policía.
Y cuando aparece la policía,
son más propensos
a resistir la intervención,
muchas veces porque en realidad
no han hecho nada ilegal,
literalmente solo viven afuera.
El problema no era
la necesidad de entrenar
a los oficiales de forma diferente
en Minneapolis.
El problema era que
la gente usaba a la policía
para "tratar" el abuso de sustancias
y la falta de vivienda en primer lugar.
Y, la ciudad de Minneapolis
encontró una manera
de brindar servicios sociales
y recursos de la ciudad
a la comunidad de personas sin hogar
antes de que alguien llamara a la policía.
(Aplausos)
Ahora el problema no siempre
es la falta de vivienda, ¿verdad?
A veces el problema es el miedo
a la aplicación de la ley de inmigración,
como en Salt Lake City, o en Houston,
donde los jefes tuvieron que presentarse
y decir: "No vamos a
deportarlo solo por llamar al 911".
O el problema es la persecución a pie
como en Las Vegas donde
tuvieron que entrenar a sus oficiales
para reducir la velocidad y respirar
en lugar de permitir que la adrenalina
en esa situación se intensifique.
En las persecuciones en Oakland,
se saca a la gente
de los autos en San José,
es la forma en que patrullan los barrios
que conforman la Zona 3 en Pittsburgh,
y los barrios negros más cercanos
a la costa de Baltimore.
Pero en cada ciudad
si podemos darles
un problema solucionable,
se ocupan de resolverlo.
Y juntos, nuestros socios han visto
un promedio de un 25 % menos arrestos,
menos incidentes por uso de fuerza
y 13 % menos lesiones
relacionadas con oficiales.
Esencialmente, al identificar
las brechas más grandes
y dirigiendo la atención
de la policía para resolverlo,
entregamos una vacuna basada en datos
contra la disparidad racial en la policía.
En este momento tenemos capacidad de
asociarnos con unas 40 ciudades a la vez.
Eso significa que si queremos que
EE. UU. deje de sentirse exhausto
al tratar de resolver
un problema imposible,
vamos a necesitar
mucha más infraestructura.
Porque nuestro objetivo es que
nuestras herramientas puedan escalar
la brillantez de organizadores dedicados
y jefes reformistas.
Para llegar allí necesitaremos
la voluntad colectiva
que las escuelas desagregadas
ganaron para los hijos e hijas
de antiguos esclavos,
para que podamos construir
un tipo de sistema de salud
capaz de entregar
nuestra vacuna en todo el país.
Porque nuestra idea audaz
es entregar un CompStat para la justicia
a departamentos que atienden
a 100 millones de personas en EE. UU.
en los próximos cinco años.
(Aplausos)(Vítores)
Hacer eso significaría armar
a un tercio de EE. UU. con herramientas
para reducir
las disparidades raciales policiales
en detenciones, arrestos
y uso de la fuerza.
Pero también herramientas
para reducir la fianza depredadora
y encarcelamiento masivo,
inestabilidad familiar
y problemas crónicos de
salud mental y abuso de sustancias,
y cualquier otra enfermedad que agrave
nuestro sistema penal y legal.
Porque cada arresto innecesario
que podamos prevenir
salva a una familia del aterrador viaje
por cada uno de esos sistemas.
Al igual que cada arma
que podemos dejar enfundada
salva a toda una comunidad
de toda una vida de dolor.
Todos y cada uno de nosotros,
medimos las cosas que nos importan.
Las empresas miden ganancias,
buenos estudiantes llevan
un registro de sus calificaciones,
las familias miden
el crecimiento de sus hijos
con marcas de lápiz en marcos de puertas.
Todos medimos
las cosas que más nos importan,
por eso sentimos la negligencia
cuando nadie se molesta en medir nada.
Durante el último cuarto de milenio,
hemos definido los problemas
de raza y vigilancia policial
de una manera funcionalmente
imposible de medir.
Pero ahora la ciencia dice
que podemos cambiar esa definición.
Y la gente del
Centro para la Equidad Policial,
en realidad, creemos haber medido
más comportamiento policial
que cualquiera en la historia humana,
y eso significa que una vez
que tengamos la voluntad
y los recursos para hacerlo,
esta podría ser la generación
que deja de sentir que el racismo
es un problema sin solución,
y en cambio ve
que lo que ha sido necesario
durante demasiado tiempo es posible.
Gracias.
(Aplausos)(Vítores)