Es muy emocionante para mí
estar aquí.
Y estoy muy feliz de verlos a todos.
Una de las razones más importantes
para estar feliz por estar aquí
es el hecho de que yo no debería
estar viva hoy.
Debería haber muerto
el 2 de febrero de 2006.
Ese era supuestamente mi último día
aquí, en esta vida física,
porque aquel día, los médicos
le dijeron a mi marido y a mi familia
que solo me quedaban unas horas de vida.
Me estaba muriendo de un linfoma,
que es un tipo de cáncer
que afecta a los nódulos.
Había luchado contra el cáncer
durante cuatro años hasta ese punto.
Durante cuatro años, esa enfermedad
había devorado mi cuerpo.
Había viajado
a través de mi sistema linfático.
Empezó con un bulto en el cuello,
y después se extendió
por todo mi sistema linfático
y en ese punto,
al final de los cuatro años,
tenía tumores,
algunos de ellos del tamaño de limones
que se habían esparcido desde la base
de mi cráneo
por todo mi cuello, hacia el pecho,
debajo de los brazos,
y hacia el abdomen.
En ese punto también,
incluso antes de que entrara en coma,
mis pulmones se habían llenado
de fluído,
y todas las veces que me tumbara
me ahogaría en mi propio fluido.
Mis músculos se habían deteriorado
completamente
así que pesaba unos 38.5 kg.
Parecía un esqueleto
con piel.
Tenía grandes heridas abiertas en la piel
por donde las toxinas
estaban supurando de mi cuerpo.
No era capaz de digerir ninguna comida.
Tenía una constante fiebre de bajo grado,
No podía andar, porque mis músculos
se habían deteriorado,
así que estaba constantemente acostada
o en una silla de ruedas.
Estaba conectada a un tanque
de oxígeno todo el tiempo.
No podía respirar
sin la ayuda del oxígeno.
Y esa mañana del 2 de febrero de 2006
entré en coma.
Los médicos dijeron que
esas eran mis últimas horas
porque mis órganos se habían apagado,
mis órganos estaban fallando;
así que le dijeron a mi familia que si
alguien tenía que verme antes de morir
ese era el momento.
Sin el conocimiento de todos
a mi alrededor,
aunque parecía que
estaba en coma
y mis ojos estaban cerrados,
yo era consciente
de todo lo que estaba pasando
a mi alrededor.
Era consciente de que mi marido
estaba angustiado,
pero estaba a mi lado cogiéndome la mano.
Era consciente de todo
lo que los doctores estaban haciendo:
me estaban poniendo tubos,
estaban sacando fluido de mis pulmones
para poder respirar más fácilmente.
Era consciente de cualquier cosa
que estaba pasando.
Me sentía como si tuviera
una visión periférica de 360º.
Podía ver todo lo que pasaba
alrededor de mi cuerpo.
Pero no solo en la habitación en la que
estaba, sino que más allá incluso.
Y era como si mi cuerpo
se hubiera ampliado.
Era consciente de mi cuerpo físico,
podía verlo, tumbada ahí
en la cama del hospital,
pero ya no estaba unida a ese cuerpo.
Me sentía como si pudiera estar
en todas las partes al mismo tiempo.
Era como que en cualquier sitio en
el que pusiera mi conciencia, allí estaba.
Era consciente de mi hermano,
que estaba en la India.
Mi cuerpo, yo estaba en Hong Kong.
Esto me estaba pasando en Hong Kong.
Mi hermano estaba en la India
y estaba corriendo para coger un avión
para venir a verme.
Me quería ver
antes de tomara mi último aliento.
Y yo era consciente de eso.
Me sentía como si estuviera con él.
Lo vi en el avión.
Y entonces me di cuenta también
de mi padre y de mi mejor amigo,
los cuales había perdido.
Los dos se habían ido, habían muerto.
Pero me di cuenta
de su presencia
como si me estuvieran guiando
y se estuvieran comunicando conmigo.
Algo que sentí en ese
estado expansivo increíble,
sentí que estaba en un reino de claridad,
donde entendía todo.
Entendí por qué tenía cáncer.
Entendí que yo era mucho más grande,
de hecho todos somos mucho más grandes
y más poderosos de lo que nos damos cuenta
cuando estamos en nuestros
cuerpos físicos.
También me sentí como si estuviera
conectada a todo el mundo,
como todos los médicos
que me estaban tratando, las enfermeras,
mi marido, mi madre, mi hermano,
y todo el mundo, me sentí como si
todos compartiéramos la misma consciencia.
Me sentí como si pudiera sentir
todo lo que estaban sintiendo.
Podía sentir la angustia
que estaban sintiendo.
Podía sentir
la resignación de los médicos.
Pero al mismo tiempo, el drama
no me había absorbido,
aunque sin embargo, entendía
lo que estaban sintiendo.
Es como si todos compartiéramos
la misma consciencia,
es como cuando no nos expresamos
con nuestro cuerpo físico,
ustedes, y yo, y todos nosotros, somos
expresiones de la misma consciencia.
Es como me hacía sentir.
Sentí que mi padre intentaba comunicarme
que no había llegado mi hora,
que necesitaba volver a mi cuerpo.
Al principio, yo no quería volver,
porque todavía sentía que
tenia que elegir,
entre volver o no.
Así que al principio no quería
volver a mi cuerpo
porque no podía ver
una sola buena razón
para volver a ese cuerpo enfermo
y agonizante.
Era una carga para mi familia, estaba
sufriendo, no había una buena razón.
Así que no quería volver.
Pero en el siguiente instante,
sentí como si entendiera completamente
que ahora que sabía lo que sabía
y puesto que entendí
qué causó el cáncer,
sabía que si elegía
volver a mi cuerpo,
mi cuerpo se curaría muy rápidamente.
Entonces, en ese momento,
tomé la decisión de volver,
y escuché como mi padre
y mi mejor amigo me dijeron,
''Ahora que sabes de verdad
quién eres realmente,
vuelve y vive tu vida sin miedo''.
Y fue en esos instantes
cuando me desperté del coma.
Y mi familia se alivió mucho al verme.
Y los doctores, que no podían explicarlo.
Los médicos estaban ahí,
y estaban sorprendidos,
pero estaban siendo muy cautelosos,
porque no había manera de saberlo;
todavía estaba muy débil,
no había manera de saber
si iba a salir del coma,
o curarme o volver.
Pero sabía que todo iba a estar bien,
y se lo decía a mi familia.
''Voy a estar bien, sé que voy
a estar bien. No ha llegado mi hora''.
En 5 días, los tumores de mi cuerpo
se habían encogido un 70%.
Después de cuatro semanas, me dieron
el alta y me fui a casa.
Estaba completamente libre de cáncer.
Ahora bien, lo que ha pasado
es que he tenido que levantar
mi vida desde ese punto,
y como pueden imaginar,
mi vida es completamente diferente.
Cambió mi manera de ver el mundo.
Esa experiencia cambió mi punto de vista
de nuestros cuerpos físicos,
de mi cuerpo físico, de la enfermedad,
y de cómo percibo el mundo.
Fue difícil integrarme a la vida de nuevo,
después de esa experiencia.
Y la mejor manera que encuentro para
explicar cómo te hace sentir
es usando metáforas.
Y una metáfora que me gusta usar
es una de un almacén.
Me gustaría que imaginen, si quieren,
que estamos en un almacén a oscuras
que es negro como el carbón.
Imagínenlo ahora mismo,
están en un almacén
que es negro como el carbón,
y no pueden ver nada
porque está muy oscuro.
No pueden ver nada, en ningún lado.
Pero imaginen que en su mano
tienen una pequeña linterna.
Solo una pequeña linterna.
Y encienden esa linterna,
y con esa linterna
se hacen camino entre la oscuridad.
Y solo usan esa luz de
la pequeña linterna
para abrirse camino entre la oscuridad.
Y todo lo que ven
en el almacén
es solo lo que pueden ver
con la luz de la linterna.
Ahora imaginen que
donde alumbran con la linterna
es todo lo que ven.
Todo lo demás es oscuridad.
Alumbran en un punto
y lo único que ven es ese punto.
Todo lo demás es oscuridad
excepto por el haz de luz de la linterna.
Ahora imaginen que un día
los focos se encienden
de tal manera que todo el almacén
está iluminado,
y ven en que el almacén es enorme.
Es más grande de lo
que podían haber imaginado.
Y está lleno de estanterías,
y estanterías y estanterías
de todo tipo de cosas.
Todo tipo de cosas que pueden imaginar,
y cosas que no se imaginan,
todas existen en esas estanterías,
al lado las unas de las otras.
Algunas de esas cosas son bonitas,
otras no tan bonitas,
algunas grandes, otras pequeñas,
algunas cosas de colores
que nunca han visto antes,
colores que nunca hubiera
imaginado que existían,
y algunas cosas
extrañas y curiosas a la vista,
todas existiendo al lado de otras,
y habían visto algunas de ellas
antes con su linterna,
pero muchas de ellas
no las habían visto nunca
porque su linterna
nunca las había alumbrado.
Ahora imaginen
si las luces se apagaran otra vez,
y volvieran a la luz de la linterna.
Ahora bien, a pesar de que todo lo que
pueden ver es lo que ven con la linterna,
el haz de luz de una sola linterna,
al menos ahora saben
que hay muchas más cosas
aparte de las cosas que no pueden ver.
Ahora saben que no solo
porque no las pueden ver,
no las puedan experimentar,
no significa que no existan.
Ahora saben eso
porque han tenido esa experiencia.
Así es cómo me hace sentir.
Me hace sentir como si hubiera mucho más
de lo que creemos,
existe mucho más
de lo que hemos experimentado.
Solo está más allá de nuestra linterna.
Y para ayudarnos a entender esto
un poco mejor,
me gustaría probar un pequeño juego,
un pequeño experimento con vosotros.
Me gustaría que vean por la sala
y se fijen todo lo que puedan
que sea de tono rojo,
todo de tonos rojo a bermellón.
Solo vean alrededor y recuérdenlo.
Todos los que puedan.
Memorícenlo.
Porque les voy a pedir que los recuerden.
Bien. Cierren los ojos, vean al frente.
¿Cuántas cosas pueden recordar
que sean de color azul?
(Risas)
Casi ninguna. Píensenlo, casi ninguna.
Abran los ojos y vean alrededor.
Vean cuántas cosas azules existen
al lado de las rojas,
pero no se dieron cuenta,
no las vieron.
¿Por qué? Porque no eran conscientes
de ello.
La luz de esa linterna, ¿qué es eso?
Eso es su consciencia.
La luz es su consciencia.
Cuando iluminan con su consciencia algo,
se convierte en su realidad,
se convierte en lo que experimentan.
Puede haber algo más
que esté enfrente,
pero si su linterna
no lo está alumbrando,
nunca lo notarán,
nunca serán conscientes de ello.
Piensen en esto,
Piensen en los billones de dólares que
gastamos para tomar conciencia de cáncer.
Piensen en todas las campañas
de concienciación del cáncer.
Imaginen si usáramos ese dinero, energía
y esfuerzo en conciencia del bienestar
qué mundo tan diferente tendríamos.
Imaginen si pusiéramos todo
nuestro esfuerzo en la paz
en vez de en la lucha y las guerras.
Tendríamos un mundo mucho más diferente
si cambiáramos nuestra conciencia.
Para ponerlo en
un nivel más personal,
quiero compartirles
las cinco lecciones más grandes
que he aprendido de esta experiencia.
La número uno, la más importante
de lo que he aprendido,
lo más importante que tenemos, donde
enfocar nuestra conciencia, es el amor.
Eso es el número uno.
Y cuando digo amor,
es muy fácil de decir para nosotros
'' Necesitamos amar a los demás''.
Pero algo que he aprendido es que una
razón para tener cáncer
es porque no me quería a mi misma.
Eso es muy importante.
Cuando nos queremos a nosotros mismos,
nos valoramos.
Cuando nos valoramos,
enseñamos a la gente cómo tratarnos.
Cuando te quieres a ti mismo, no necesitas
controlar o intimidar a los demás
ni permites a los demás
controlarte o intimidarte.
Así que quererse a uno mismo es
tan importante como querer a los demás.
Y cuánto más te quieras a ti mismo,
más amor tendrás
para dar a los demás.
Número dos, la siguiente
lección más grande que he aprendido,
es vivir la vida sin miedo.
A la mayoría se nos educa
con una dosis de miedo.
Se nos enseña a temer a todo.
Yo solía temer cualquier cosa,
solía temer al cáncer,
solía tener miedo de comer lo equivocado,
solía temer a desagradar a la gente.
Tenía miedo de cualquier cosa.
Tenía miedo de fallar,
y a la mayoría de nosotros se nos educa
a temer cualquier cosa.
Y la gente piensa que tener miedo te
mantiene a salvo, lo que no es cierto.
El amor te mantiene a salvo.
Cuando te quieres a ti mismo,
y cuando quieres a los demás,
te aseguras de mantenerte a salvo
y mantener a los demás
fuera del camino del peligro.
El amor te mantiene mucho más a salvo
que el miedo.
La tercera cosa que aprendí
que es tan importante
es el humor, la risa y la alegría.
Nacemos sabiendo esas cosas.
Nacemos sabiendo
que es importante reír
porque es lo que los niños hacen
todo el tiempo.
Nacemos conociendo el amor y la valentía,
pero se condiciona por nosotros
conforme crecemos.
La risa es muy importante, y el humor,
y encontrar la alegría de la vida
es más importante que cualquier otra
actividad espiritual que puedan pensar.
Si riéramos más, de hecho, incluso si
nuestros políticos aprendieran a reír,
tendríamos un mundo mucho más diferente.
Y si tuviéramos más risa,
habría menos personas con enfermedades,
necesitaríamos menos hospitales,
y menos prisiones también.
La cuarta cosa que aprendí
es que la vida es un regalo.
Realmente lo es.
La mayoría vivimos la vida
como si fuera una tarea rutinaria,
pero no debería ser de esa manera.
Y es una pena
que solo cuando perdemos
algo que valoramos
nos damos realmente cuenta
de su verdadero valor.
Y a mí me costó perder la vida
para darme cuenta de su valor.
Y no quiero que otros
cometan el mismo error
y es por eso por lo que estoy aquí
compartiendo mi mensaje.
Porque no quiero que la gente
se dé cuenta cuando ya sea tarde
del valor de su vida.
Y su vida es un regalo.
Todos los retos que surgen
son un regalo.
Cuando tuve cáncer,
fue el mayor de los retos
que pude haber tenido,
pero ahora cuando lo recuerdo
siento que es el mayor regalo
que pude haber tenido.
La gente piensa que el cáncer,
o incluso yo lo pensé,
que el cáncer me estaba matando,
pero realmente estaba matándome a mi misma
antes de tener cáncer.
El cáncer me salvó la vida.
Todos su retos son regalos.
A la larga, siempre van a darse cuenta
de que sus retos son un regalo.
Y si realmente tiene retos,
y no les parece todavía un regalo,
significa que no han llegado
al final todavía.
La quinta y última cosa
importante que he aprendido
es que lo más importante es
ser siempre ustedes mismos.
Sean tan ustedes mismos como puedan.
Brillen tanto como puedan.
Abracen su singularidad.
Dense cuenta de quién son,
lleguen a saber quiénes son,
ámense incondicionalmente,
y sean únicamente ustedes mismos.
Y con esas cinco cosas,
les invito a vivir
su vida sin miedo.
Muchas gracias.
(Aplausos)