Estos dos científicos nazis trabajaron
en el campo de concentración de Dachau
durante la Segunda Guerra Mundial.
Estaban llevando a cabo un experimento
para demostrar cuánto tiempo puede
sobrevivir un humano en agua helada.
Como buenos científicos,
usaron medidas sistemáticas,
incluso hasta llegar a la muerte.
Los ejemplos de crueldad humana
de este tipo crean una gran pregunta.
¿Cómo es posible tratar
a una persona como un mero objeto?
La explicación tradicional
para la crueldad humana es la maldad.
El concepto de maldad
me parece inútil y sin rigor científico.
Implica que esta persona está poseída
por una fuerza sobrenatural.
Peor aún, es peligrosamente circular;
si la definición del mal
es la ausencia del bien,
lo que realmente estamos diciendo
es que él hizo algo mal
porque no es bueno.
No nos ha llevado hacia adelante.
En comparación, el concepto de empatía,
del que voy a hablar,
es científicamente útil;
lo puedes medir, lo puedes estudiar.
La empatía tiene dos componentes:
cognitivo y afectivo.
La empatía cognitiva es la capacidad
de imaginar los pensamientos
y sentimientos de otros,
de ponerse uno mismo
en la piel de otro.
Es la parte de comprensión.
La empatía afectiva es el impulso
a responder con una emoción apropiada
a lo que alguien
está pensando o sintiendo.
Voy a defender que
la empatía afectiva baja
es un factor necesario
para explicar la crueldad humana.
La empatía no es todo o nada;
llega en grados,
y tiene diferencias individuales.
Esto da lugar a la curva
de distribución normal de empatía.
La mayoría de nosotros
estamos en el medio de este espectro
con cantidades normales de empatía.
Hay personas que tienen
niveles superiores de empatía.
¿Cuáles son los factores
que pueden llevar a un individuo
a tener una empatía baja,
tanto temporal o permanentemente?
¿Cuáles son los factores sociales?
¿Cuáles son los factores biológicos?
Uno de los factores sociales
es la obediencia a la autoridad.
El experimento de Stanley Milgram,
en la Universidad Yale, mostró
que las personas están dispuestas a
aplicar descargas eléctricas a alguien
para ayudarles a aprender,
si les manda una figura
de autoridad a hacerlo.
Esto sugiere que, simplemente
obedecer órdenes puede ser un factor
que puede desgastar nuestra empatía.
El segundo factor social es la ideología.
Cuando los terroristas atentaron
contra el World Trade Center el 11-S,
tenemos que suponer
que tenían una fuerte convicción
de que estaban haciendo lo correcto.
Por supuesto, no sabemos
si los terroristas que
se apuntaron a tal acto
tenían una empatía baja en un principio,
pero es posible
que sus opiniones ideológicas
fueran otro factor
que pudo mermar
la empatía por sus víctimas.
El tercer factor social son las relaciones
de los grupos de inclusión y exclusión.
En Ruanda vimos que un grupo étnico
usaba propaganda
para generalizar al grupo de exclusión,
al que describían
como infrahumano y cucarachas.
Cuando deshumanizamos
a un grupo como el enemigo,
podemos perder nuestra empatía;
y ya vimos el genocidio catastrófico
que sucedió.
Pero ninguno de esos factores sociales
explican individuos como Ted Bundy.
Empezó su carrera adulta
como estudiante de psicología
en la Universidad de Washington,
donde fue voluntario de una
línea de asistencia telefónica
y persuadió a mujeres
para que quedasen con él.
En los años siguientes,
violó y asesinó al menos a 30 mujeres.
Podemos suponer que tenía
una buena empatía cognitiva
porque fue capaz
de engañar a sus víctimas,
pero que carecía de empatía afectiva,
simplemente le daba igual,
y carecía de ella en forma permanente.
El indicio de que psicópatas como
Ted Bundy carecen de empatía afectiva
viene de un experimento de James Blair
que se realizó en el hospital Broadmoor.
Les enseñó a los psicópatas
y al grupo de control
tres tipos de imágenes diferentes:
imágenes inquietantes, imágenes neutras
e imágenes de personas sufriendo.
Descubrió que los psicópatas
solo mostraron
una respuesta fisiológica reducida
al ver las imágenes de personas sufriendo.
Esto implica
que carecían de empatía afectiva.
Las personas con autismo tienen
problemas con la empatía cognitiva.
Les cuesta imaginarse
los pensamientos de otras personas,
sus motivos, intenciones y sentimientos.
Las personas con autismo
no suelen herir a otras personas;
al revés, les confunden
las otras personas
y se retiran socialmente, prefiriendo
el mundo más predecible de los objetos.
Las personas con autismo
tienen una empatía afectiva intacta
porque cuando oyen
que alguien está sufriendo,
les afecta.
Esto nos lleva a imaginarnos
que las personas con autismo y
los psicópatas son reflejos opuestos.
Los psicópatas tienen
buena empatía cognitiva, así engañan,
pero tienen una empatía afectiva reducida.
Las personas con autismo
tienen la empatía afectiva intacta,
pero les cuesta la empatía cognitiva,
por motivos neurológicos.
Los psicópatas no surgen de la nada.
Muchos han mostrado
comportamientos antisociales
y delincuencia en la adolescencia.
John Bowlby, en la clínica Tavistock
en Londres, observó a delincuentes
y descubrió que muchos habían sufrido
negligencia emocional en su infancia.
Debatió que la ausencia
de amor paterno en la infancia temprana
es otro factor
que puede mermar la empatía.
Pero sabemos que esas experiencias
no pueden ser toda la historia
porque no todas las personas
que tienen una infancia mala
pierden su empatía.
Avshalom Caspi, en el Instituto
de Psiquiatría en Londres, reveló
que si has sufrido
maltratos graves en la infancia,
tu riesgo de ser delincuente aumenta.
Aunque tu riesgo de ser delincuente
aumenta aún más
si además eres portador
de una versión del gen MAO-A,
que aquí muestro en rojo;
así pues, los genes
y el entorno interactúan.
Otro factor biológico
que se asocia con los niveles bajos
de empatía es la testosterona.
En el feto, la testosterona
da forma al desarrollo del cerebro.
Hemos medido la testosterona
en el líquido amniótico
que envuelve al bebé
en mujeres a las que se realiza
la amniocentesis durante el embarazo.
Luego esperamos a que nazca el bebé,
y hacemos un seguimiento de los niños.
Cuando los niños tenían ocho años,
les preguntamos
qué palabra describiría mejor
lo que está pensando o sintiendo
la persona de la foto.
La respuesta correcta a esto es
que él está interesado en algo.
Descubrimos que, cuanto más alto
el nivel de testosterona en el feto,
más dificultad tenía el niño
en esta prueba de empatía cognitiva.
La cantidad de empatía que mostramos es
una función del circuito de la empatía;
una red de regiones en el cerebro.
Aquí podemos ver dos de ellas:
en rojo, la corteza prefrontal
ventromedial izquierda,
y en azul, la amígdala.
Este es Phineas Gage, sufrió daños
en su corteza prefrontal
ventromedial izquierda
cuando una barra de metal le pasó
detrás del ojo y atravesó el cerebro.
Antes del accidente, le describían como
un individuo educado y considerado.
Después del accidente,
le describían como un hombre grosero
incapaz de juzgar
lo aceptable socialmente
en diferentes situaciones.
Había perdido su empatía cognitiva.
Jean Decety, en la Universidad
de Chicago, usó encefalogramas,
imagen por resonancia magnética funcional,
para observar el cerebro
de adolescentes delincuentes
mientras veían películas en las
que alguien experimentaba dolor;
por ejemplo, cuando la tapa del piano
aplasta los dedos del pianista
al caer sobre ellos.
Halló que los adolescentes
con tendencias delictivas no mostraban
el nivel de actividad típico
en la amígdala,
parte del circuito de la empatía
en el cerebro.
Pero no olvidemos
el lado positivo de la empatía.
La mayoría de nosotros
tenemos empatía suficiente,
y algunas personas
tienen niveles altos de empatía.
Cuando estos dos hombres
crearon una relación
basada en el respeto mutuo y la empatía,
el apartheid llegó a su fin en Sudáfrica.
La empatía es vital
para una democracia próspera;
asegura que escuchemos
perspectivas diferentes,
escuchamos las emociones de otra gente,
y también las sentimos.
Ciertamente, sin empatía,
la democracia no sería posible.
Conocí a estas dos mujeres
en Cambridge esta semana
cuando vinieron de visita.
A la izquierda está Siham,
y es una mujer palestina;
a su hermano le dispararon
y le mató una bala israelí.
A la derecha está Robi,
es una mujer israelí.
A su hijo le mató una bala palestina.
Estas dos mujeres
han dado el valiente paso
de crear una relación
que cruza la división política.
No han sucumbido a la venganza,
que simplemente perpetuaría
el ciclo de violencia.
En su lugar, han usado su empatía
para admitir que ambas comparten
la misma pena, el mismo y terrible dolor
de perder a un ser querido.
La empatía es nuestro recurso natural
más valioso para resolver conflictos.
Podríamos esperar
a que nuestros líderes políticos
usen empatía,
y eso sería algo refrescante,
pero realmente,
todos podríamos usar nuestra empatía.
Como me dijeron Siham y Robi,
"El conflicto no parará
hasta que sintamos empatía".
Gracias.
(Aplausos)