Los viajes espaciales prolongados
suponen un esfuerzo para el cuerpo humano.
La microgravedad afecta
el crecimiento muscular y óseo,
y las altas dosis de radiación
causan mutaciones irreversibles.
Conforme consideramos seriamente
la especie humana como potencia espacial
surge un gran interrogante.
Incluso si nos liberamos
de la órbita terrestre
y emprendemos largas travesías
entre las estrellas,
¿podemos adaptarnos a los
entornos extremos del espacio?
No será la primera vez que los humanos
se adapten a ambientes hostiles
y desarrollen capacidades sobrehumanas.
No poderes fantásticos como
visión con láser o invisibilidad,
sino adaptaciones fisiológicas para
la supervivencia en condiciones difíciles.
Por ejemplo, en las montañas del Himalaya
donde la elevación más alta es de
nueve kilómetros sobre el nivel del mar,
un humano de tierras bajas no aclimatado
experimentará síntomas de hipoxia,
comúnmente conocido como mal de altura.
En esas alturas, el cuerpo normalmente
produce glóbulos rojos adicionales,
espesando la sangre
e impidiendo su flujo.
Pero la gente del Himalaya ha vivido
en esas montañas durante miles de años
evolucionando mecanismos permanentemente
para evitar este proceso
y mantener el flujo de sangre normal.
Esto prueba que los humanos desarrollamos
rasgos de salvamento permanentes.
Pero la adaptación natural
para poblaciones humanas enteras
podría llevar decenas de miles de años.
Los avances científicos recientes pueden
ayudar a acelerar la adaptación humana
unas generaciones.
Para prosperar como especie
durante los viajes espaciales,
podríamos potencialmente
desarrollar métodos
para programar rápidamente protección
dentro de nosotros mismos.
Una versión beta de estos métodos
es la terapia génica,
que podemos usar actualmente para
corregir enfermedades genéticas.
La tecnología de edición de genes,
que está mejorando rápidamente,
le permite a los científicos cambiar
directamente el genoma humano
para detener procesos indeseables
o producir sustancias útiles.
Un ejemplo de un proceso no deseado
es lo que sucede cuando nuestros cuerpos
están expuestos a la radiación ionizante.
Sin una barrera atmosférica y un
campo magnético como el terrestre,
planetas y lunas son bombardeados con
estas partículas subatómicas peligrosas.
Pueden atravesar casi cualquier cosa
y causarían potencialmente daño canceroso
en el ADN de los exploradores espaciales.
¿Y si pudiéramos cambiar
la respuesta a la radiación?
La piel humana produce un pigmento
llamado melanina
que nos protege de la radiación
filtrada en la Tierra.
La melanina existe en muchas formas
en distinas especies,
y algunos hongos con melanina
usan el pigmento para convertir
la radiación en energía química.
En vez de tratar de proteger
el cuerpo humano,
o de reparar rápidamente los daños,
potencialmente podríamos
diseñar seres humanos
que adopten y expresen estos sistemas de
captación de energía basada en melanina.
Luego, convertir la radiación en energía
útil y a la vez proteger el ADN.
Esto suena bastante a ciencia ficción,
pero en realidad puede lograrse
con la tecnología actual.
Pero la tecnología
no es el único obstáculo.
Hay debates en curso
sobre las consecuencias
y la ética de tales alteraciones
radicales a nuestro tejido genético.
Además de la radiación,
la variación en la fuerza gravitacional
es otro reto para los viajeros espaciales.
Hasta que generemos gravedad artificial
en una nave espacial o en otro planeta,
debemos suponer que los astronautas
vivirán en condiciones de microgravedad.
En la Tierra, las células de
custodia de huesos y músculos
responden al estrés de la
fuerza de gravedad incesante
renovando células viejas en procesos
como la remodelación y la regeneración.
Pero en un ambiente de
microgravedad como Marte,
las células óseas y musculares
no captarán estas señales,
resultando en osteoporosis
y atrofia muscular.
¿Cómo proporcionar una señal
artificial para que las células
contrarresten la pérdida ósea y muscular?
Una vez más, esto es especulativo,
pero los microbios modificados
bioquímicamente en el cuerpo
podrían producir en serie hueso y músculo
y remodelar los factores de señalización.
O los humanos podrían
modificarse genéticamente
para producir más de estas señales
en ausencia de gravedad.
La exposición a radiación y microgravedad
son solo dos de los muchos retos
que encontraremos en las hostiles
condiciones del espacio.
Pero si estamos preparados
éticamente para usarlas,
la edición de genes y la ingeniería
microbiana son dos herramientas flexibles
que podrían adaptarse a muchos escenarios.
En un futuro cercano, podemos decidir
seguir desarrollando y ajustar
las herramientas genéticas a las duras
realidades de la vida en el espacio.