Aquí estamos. Estoy en casa, como imagino que también muchos de Uds. Y todos comenzamos a entender cómo nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con el espacio que ocupamos pueden afectar a nuestro sentido de identidad y a nuestro objetivo. Muchas cosas han cambiado radicalmente. Ahora hay una sensación de distancia como nunca antes. Pero ¿y si les dijera que pueden hallar un camino desde el corazón hasta la mano para conectarlos de nuevo, y que mediante este ejercicio y adoptando este motivo, puedo ayudarles a reordenar la mente para que exploren esta nueva realidad con alegría, entusiasmo, imaginación y esperanza? Y con solo un rotulador. Para llegar allí, volvamos al principio. Fui alguien que creció en una vivienda pública al sureste de Londres que no pertenecía al grupo. Soy la mayor de seis hermanos, y todos ellos son el prototipo del inglés: rubios, con ojos azules y muy guapos. Y luego estaba yo: medio nigeriana, morena y con el pelo afro. Así pues, ¿qué sucede cuando Uds. son diferentes, se sienten diferentes y empiezan a pensar de manera diferente a todos y a todo lo que los rodea? ¿Cómo encuentran el camino fuera de un lugar oscuro, racista, homófobo y muy solitario? Aquí entra en acción el rotulador. Comencé a dibujar. Como pueden ver, tengo este rotulador, y sabe a dónde se dirige. Y aprendí muy bien a seguirlo. Lo primero que hice fue seguir la línea, y me dibujé a mí misma fuera de una sociedad que tan solo me decía qué cosas no podía hacer. Confié en el rotulador, y me llevó hasta Central Saint Martins, una escuela de arte muy lujosa, en Londres, donde fui la primera de mi promoción. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no había sitio para mí en Londres, porque, lo crean o no, Inglaterra todavía es un país conservador y que funciona sobre el sistema de clases. Y yo, como mujer artista, joven, negra, lesbiana y de familia obrera, no tenía ninguna oportunidad. Entonces me fui de Londres y me mudé a Japón, donde la gente no me preguntaba de dónde era yo en realidad. Allí era solo otra gaijin, que irónicamente significa "forastera". Estuve inmersa en una cultura que venera la creación y el arte, en la que la gente perfecciona su destreza durante generaciones. Una cultura que domina el tiempo y el espacio, de forma que los artistas puedan crear libremente. Y lo que descubrí fue un lugar con el que no estaba enfrentada. Tokio no me perjudicó de ninguna forma. Ya no era capaz de crear con ira o sin dolor. Tuve que reunir el valor suficiente para permitirme crear desde otro lugar. Y encontré esta herramienta increíble que trascendía la línea del papel. Encontré eso que unía mi cabeza al corazón y mi mano a todo. Vi el mundo de nuevas maneras. Hallé vínculos en los apuros y soluciones a problemas que ni sabía que existían. Es como si ahora pudiera verse el mundo con todos sus espacios positivos y negativos. Y al verlos, ya no había nada que temer. Es como si el rotulador fuese una linterna, y lo desconocido aún estuviese ahí, pero ya no asustaba. Tras cinco años viviendo en Japón y volcándome en mi profesión, sentí que necesitaba nuevos retos. Me mudé a Nueva York, porque eso es lo que hacen los artistas, ¿no? Mudarse a la ciudad más grande del mundo, en la cual se sienten absolutamente invisibles. Ahí es cuando comencé a preguntarme: "¿Quién soy?". Me levantaba por la mañana y antes de empezar el día reflexionaba sobre ello. Y con esta pregunta en la cabeza seguí dibujando. Seguí la línea. Dejé que me guiara. La acción de tomar un rotulador, algo que cualquiera puede hacer, el hecho de permitirme abandonar todos mis pensamientos, mis temores, mis inseguridades, cualquier cosa que impida permitirme ser yo misma, todo eso fue mi camino para experimentar la libertad. Cuando llegué a Nueva York, no quise amoldarme a las reglas del mundo del arte. Continué mi actividad como forastera. Seguí dibujando. La curiosidad fue la tinta del rotulador, y seguí explorando más y más. Con el tiempo, comencé a crear un lugar atrevido y seguro para mí, un lugar totalmente mío. En un principio, solo era mi habitación. Pero esa habitación terminó apareciendo en "The New York Times", y, de repente, fui vista y conocida a raíz de este mundo que yo había creado. Desde entonces, he creado y colaborado con algunos de los artistas más singulares, también con instituciones y lugares, desde las pantallas de Times Square, hasta el Ballet de la Ciudad de Nueva York para su estupenda serie de artistas, en la que entrevisté a varios bailarines. Sus historias y sus palabras supusieron la creación de más de 30 dibujos y obras de arte, que se adueñaron de los pasillos, ventanas y suelos. Durante mucho tiempo, quise crear un espacio para la reflexión y la poesía. Y en 2019, Trust de Governors Island, me dio la oportunidad de hacerlo. Me brindaron el lienzo perfecto en forma de una antigua capilla militar. Conozcan "The May Room", con dibujos en su exterior inspirados en la historia de la isla, Uds. entran, se descalzan, y en el suelo hay un laberinto dibujado que los lleva de vuelta a Uds. Es una invitación a la calma y les permite leer frases en la pared. "Puedes ser sabio". "Puedes dormir bien por las noches". "Podemos salvar árboles". "Puedes", "Puedes", "Podemos". Y estas frases parecen surgir de Uds. o calar en Uds. Dejé que mis trazos fuesen parecidos a un idioma, un idioma que se desarrolló como la vida. Y cuando hubo silencio, busqué la unión mediante el diálogo, haciendo preguntas para presionar mediante la incomodidad. El dibujo me ha enseñado a crear mis propias reglas. Me ha enseñado a abrir los ojos para ver no solo lo que existe, sino lo que puede existir. Allí donde haya sistemas fallidos, podemos crear otros que funcionen de verdad y que beneficien a todos, en lugar de solo a unos cuantos. El dibujo me ha enseñado a relacionarme con el mundo. Y mediante este idioma de trazos advertí que no importa ser observada, sino la capacidad para ver qué damos a los demás y cómo la capacidad de mirar es la verdadera libertad. Y no en sentido literal, porque la vista solo es uno de los medios que usamos para ver. Me refiero a sentir el mundo en su totalidad, quizá incluso más durante los momentos más exigentes como el que nos ocupa hoy. Soy Shantell Martin. Soy dibujante. Y los invito a que tomen un rotulador y vean hasta donde los lleva. (Música)