Lily Tomlin dijo una vez:
"Alguien debería hacer algo al respecto".
Pero luego pensé: "Yo soy alguien".
Pensé "yo soy alguien" por primera vez
mientras caminaba por una calle
de mi ciudad, Nueva York,
y lo hice porque algo
que solo puedo describir
como palpitante, marrón, peludo
pero lleno de barro,
una pequeña bola, apareció a mis pies,
que estaba en grave peligro
de ser aplastado
por un trabajador de saneamiento
con una pala muy larga.
No tenía ni idea de lo que era,
pero instintivamente,
me puse encima de él,
gritando: "¡No, no, no!"
Me lo quedo yo.
El tipo se pensó
que estaba loca, pero lo hice,
cogí esa pequeña bolita, la puse
en una caja y la llevé a Central Park,
y me quedé mirándola un par
de horas, sin saber qué hacer.
Y de repente,
la caja se empezó a mover,
y la tapa de la caja se abrió,
y no uno, sino dos murciélagos
preciosos volaron sobre mi cabeza
hacia el cielo nocturno.
Al parecer, lo que pasó,
o lo que creen los expertos,
es que los dos se dejaron
llevar por la pasión,
(risas)
y se cayeron de algún techo,
y aterrizaron a mis pies.
Para mí, yo no sabía
lo que esa cosita era,
pero palpitaba, ¿no?
Eso significaba que tenía pulso,
lo que implica latido cardiaco,
lo que implica que podía sufrir.
Y eso no iba a pasar en mi presencia.
No sé qué hace que algunos miren
y que otros hagan.
No sé qué planta una semilla
que florece en una llamada.
Sé que, para mí, es una compulsión,
hablar en nombre de aquellos
que no pueden hablar por sí mismos.
Puede que sea incómodo
para aquellos que nunca
levantaban la mano en clase,
que odiaban que les tocara
leer en voz alta,
y que eran descritos por los profesores
como "extremadamente tímidos".
Supongo que algo dentro de mí
ha conectado con aquellos
que parecen ser invisibles y sin voz.
Puede que algo dentro de mí
se viera identificada en ellos,
necesitando rescate y voz.
Sé que ya no tengo elección.
Nací para esto y levanto la mano
por los animales siempre que puedo.
Recuerdo la primera vez
que me enseñaron vídeos
obtenidos por investigadores infiltrados,
de cómo los animales sufren
y mueren para ser mi cena, mi ropa,
mi entretenimiento y
mis contribuciones benéficas.
Me quedé en silencio, estupefacta,
con lágrimas en la cara
y mis manos cubriendo mis ojos
y me inundaron sentimientos
de rabia y dolor,
casi no podía hablar.
A diferencia de estas vacas
que puede que hayas visto en YouTube,
los vídeos que vi
eran oscuros y de mala calidad,
pero con imágenes de ojos llenos de terror
que me perseguirán para siempre.
Animales en granjas industriales
y laboratorios, zoos, circos,
acuarios, parques de atracciones, rodeos,
a todos les golpean a diario.
Les niegan todo lo que les es natural.
Aislados, quemados, electrocutados,
con daños cerebrales, cegados.
Les golpean, como ya he dicho,
hasta que se someten.
Los mantienen en jaulas frías,
solos, sin calmantes,
hasta que los matan.
Mi cerebro tuvo que procesar
que todo esto es legal.
Así es como viven
miles de millones de animales.
Así es como mueren.
Esto es lo que se oculta
tras unas puertas cerradas
que solo los defensores de
animales valientes se atreven a abrir.
Me golpeó tal oleada de culpa,
que apenas me podía reconocer.
Estas imágenes me cambiaron.
Me destrozaron.
Hicieron que me diera cuenta
que esas etiquetas que tanto odiaba,
como "opresor", o "maltratador",
se me podían aplicar a mí,
aunque no fuera mi intención,
porque estaba contribuyendo
con empresas que veían a los animales
como nada más
que pertenencias y máquinas.
Así que la niña que no se atrevía
a levantar la mano en clase,
creció para convertirse en alguien
que defiende los derechos de los animales,
porque descubrí
que ya no podía vivir en paz
mientras exista una guerra
en contra de los animales.
Ya no podía sentirme llena
sabiendo que mueren de hambre,
o sentir calor sabiendo que ellos
son esclavizados en frías jaulas.
No podía sentirme segura
mientras que son maltratados,
y por supuesto no podía sentirme libre
mientras sigan siendo oprimidos.
El activismo me destruye,
pero también me sana, cada día.
Y cada día hacemos frente a nuevos retos.
¿Cómo educar a la gente
de una forma digerible?
Porque seamos claros:
si somos demasiado gráficos,
la gente se da la vuelta;
no lo quieren saber.
Si somos demasiado sutiles,
entonces no causamos impacto.
Así que a veces mi activismo
es ruidoso, y es agresivo,
y retumba en megáfonos
a las afueras de los mataderos.
Pero otras veces es suave,
con tonos mesurados,
hablando de orcas y delfines en cautiverio
a niños pequeños que van a "Sea World".
Y a veces, sí,
mis mensajes se hacen virales,
cuando me sacan de de ahí esposada.
Creo que el activismo empieza
como un susurro en nuestra alma,
una voz, en nuestro interior,
casi como una intuición,
que se presenta como
un hecho inequívoco
que nos incita a mirar
a los ojos a nuestra conciencia,
y a hacernos preguntas difíciles, como,
"¿Es esto moral?"
"¿Es esta la mejor elección para mí?"
"¿Puedo dormir por las noches
sabiendo lo que sé?"
"¿Estoy viviendo fiel a mi verdad?"
Y de vez en cuando,
las respuestas nos sorprenderán.
Una revolución empieza con una idea,
una verdad innegable en nuestro interior.
y que hemos de difundir,
sin importar el hecho de que sí,
puede que nos aísle de
aquellos más cercanos a nosotros,
puede que ponga nuestra seguridad,
nuestra libertad en peligro,
puede llevarnos hacia
la desesperación más oscura
y romper nuestros corazones.
Pero merece la pena
vaya que si lo merece.
Porque una revolución trae
el cambio que tanto necesitamos,
y estamos en el punto de
inflexión de esta revolución,
que empieza y crece
con cada uno de nosotros
reconociendo lo que sabemos que es verdad
en lo más profundo de nuestros corazones,
y actuando al respecto.
Para mí, dar voz a estos animales,
estos animales sin opciones,
ayuda a iluminar esos oscuros,
fríos y desalmados recintos
que producen, con llantos de dolor,
soledad y tortura,
voces que ruegan por ser vistas,
ser reconocidas,
por saber que no están solos,
y que sí, que son escuchados.
Y quizás, de alguna manera,
esto haga que me sienta menos sola.
Actuar en nombre de estos animales
que nunca conoceré,
pero por los que lucharé cada día,
me ha conectado con
un grito global de justicia
que ha movido montañas por
otros movimientos sociales de justicia.
He pasado de sentirme como
un individuo impotente
a una proactiva importante
parte de la rueda
que conduce la fuerza
para convertir este mundo
en un lugar más amable, más dulce
y más sostenible en el que vivir,
que me conecta con la mejor versión de mí
como ciudadana del mundo en el que vivo.
He plantado la semilla del cambio,
y me deleita ver cómo crece.
Ver cómo los animales
van ganando derechos
y cómo el veganismo
se convierte en algo común.
Todos lo tenemos en nuestro interior,
no importa nuestra vocación.
Podemos cambiar el mundo.
Podemos levantar las manos.
Por mi parte, les prometo,
no descansaré
hasta que cada jaula esté vacía
y cada tanque se drene.
¿Qué piensan hacer ustedes?
Gracias.
(Aplausos)