En varios momentos
durante los últimos 20 años,
he estudiado dos experiencias
humanas fundamentales
que me han enseñado
mucho sobre la emoción,
y esto puede contener la clave
de una revolución en la psiquiatría.
La primera es cómo
experimentamos la música.
La segunda es cómo
experimentamos los psicodélicos
como el LSD
y los hongos mágicos o psilocibina,
que es el componente activo
en las setas mágicas.
Quizá se pregunten qué tienen en común
estas dos cosas fuera de Woodstock.
Después de todo, la música
no es una sustancia física.
Puede describirse como un conjunto
limitado de vibraciones en el aire
que pueden ser detectadas por el oído.
La música puede relacionarse
más con la estética
que con la biología o la química.
Los psicodélicos, por otro lado,
son sustancias físicas.
Son compuestos químicos
que uno puede ingerir
y que interactúan directamente
con la química del cerebro
y cambian su experiencia del mundo.
Este cambio es temporal,
pero los efectos de este cambio
pueden alterar el curso de la vida.
Pero seamos realistas:
los psicodélicos tienen el potencial
de desencadenar efectos inesperados
y potencialmente peligrosos.
Entonces, ¿qué tienen en común
estas dos cosas tan diferentes?
En mi experiencia,
la música y los psicodélicos
pueden influir en nuestro bienestar
de formas poderosas y complementarias.
La música puede tener
un efecto directo en nuestras emociones,
con impactos medibles en el cerebro;
las drogas psicodélicas,
en las circunstancias adecuadas,
pueden tener efectos terapéuticos.
Estos efectos
pueden manifestarse en patrones
que podemos estudiar y documentar
con escáneres cerebrales.
Juntos y engranados
con un propósito intencionado,
la música y los psicodélicos pueden tener
un impacto curativo
aún mayor en pacientes.
Además, estos efectos pueden contribuir
a una vida más saludable y feliz,
y personalidades más integradas.
Comencé mi viaje en el estudio
de los beneficios mentales de la música
mucho antes de tener
la intención de hacer tal viaje.
Durante aproximadamente
la mitad de mi vida he sido músico,
he participado
en orquestas y teatros comunitarios,
en orquestas de bodas
y en una banda de salsa y merengue.
Fui miembro de una banda de cuerdas
en Filadelfia durante muchos años.
Y en la mejor parte
de mis años de formación,
fui el baterista en una banda
de covers de Weezer y Nirvana
que se transformó
en una banda de punk duro.
(Risas)
Eso es así.
Fui baterista de una banda de punk.
Pero recién al iniciar
mi carrera en psicología y neurociencia
comencé a valorar lo mucho
y profundamente que nosotros como especie,
tanto implícita como explícitamente,
usamos la música como herramienta
para regular nuestras emociones
y para sanarnos.
A algunos de nosotros
la música nos mantiene en marcha.
Para otros, la música no es suficiente.
Esto me llevó a preguntas fascinantes.
Comencé a usar la música como herramienta
para estudiar las emociones
y la memoria en el cerebro.
Mi primer estudio científico se enfocó
en la nostalgia evocada por la música.
La nostalgia es
una emoción rica y agridulce
íntimamente vinculada
a nuestros recuerdos autobiográficos.
A menudo podemos encontrarnos
con la nostalgia en lugares inesperados.
Puede que hayan tenido la experiencia
de conducir por la carretera,
encender la radio o la aplicación
para escuchar música
y entonces dar con una canción
que no escuchaban en años,
que inmediatamente
los transporta al pasado
y los sumerge en ese recuerdo,
algo en lo que no habían pensado en años
pero que fue muy significativo:
quizá el día de su boda,
el baile de graduación,
el nacimiento de su primer hijo
o la muerte de un ser querido.
La música puede servir como
un poderoso indicio de contexto
de recuerdos nostálgicos
muy significativos
e intensamente vívidos
como los mencionados.
La nostalgia en esencia está hondamente
vinculada a nuestro sentido de identidad.
¿Quiénes somos
en nuestro yo más auténtico?
Conectándonos
con nuestras historias emocionales,
la nostalgia puede ayudarnos
a evitar la tristeza, la soledad,
la amenaza existencial,
hasta la inminencia de la muerte
y el horizonte de nuestra vida
que se acerca al envejecer.
Para comprender mejor cómo la música
puede conectarse con la nostalgia
y cómo eso repercute en el cerebro,
comencé a trabajar con modelos
computacionales de cognición musical.
Apliqué estos modelos
para explorar la actividad cerebral
registrada mientras la gente escuchaba
música que evocaba nostalgia
y música que no evocaba la nostalgia.
Y lo más importante, al menos
para un entusiasta del cerebro como yo:
descubrí que la nostalgia podía captar
una amplia red de regiones cerebrales
implicadas en múltiples niveles
de diferentes procesos cognitivos.
Mientras que la música no nostálgica
captaba regiones del cerebro
como el área de Heschl, implicada
en el procesamiento auditivo básico,
o en el área de Broca,
implicada en la gramática y la sintaxis
no solo del lenguaje,
sino también de la música.
La nostalgia captó
estas y otras regiones del cerebro,
regiones del cerebro
como la sustancia negra implicada
en el procesamiento de recompensa,
o la ínsula anterior implicada
en la experiencia visceral de la emoción,
o regiones cerebrales
de la circunvolución frontal inferior
implicadas en la memoria autobiográfica.
La nostalgia también pudo captar
una amplia red de regiones cerebrales
en las regiones prefrontal, frontal,
cingulada, insular, parietal,
occipital y subcorticales del cerebro
que abarcan casi todas
nuestras facultades cognitivas.
Esto puede explicar
por qué la nostalgia nos impacta tanto.
Pero a pesar de ser tan poderosa,
el bálsamo de la música que evoca
nostalgia finalmente desaparece.
La nostalgia puede ser
más una curita que un antibiótico,
y está lejos de ser una intervención
quirúrgica para nuestra salud emocional.
La música puede hacer aflorar la nostalgia
y esto puede activar
nuestros sentimientos,
pero ¿cómo hacer que
estos sentimientos perduren?
Tras estudiar el cerebro nostálgico,
me uní a un equipo
en la Universidad Johns Hopkins
que estudiaba los efectos
de los psicodélicos,
y entendí rápido cuánto puede impactar
la música en una persona
durante una experiencia psicodélica.
Antes me irritaba por la dificultad
de predecir con precisión
qué estímulo musical evocaría
qué respuesta en un individuo concreto.
Una canción que evoca
nostalgia en una persona
podría evocar fácilmente
desinterés o disgusto en otra.
Empecé a entender lo mucho que afecta
la música a la mayoría de la gente
durante experiencias psicodélicas.
Desde al menos finales de los 50,
el valor de usar la música
para ayudar a las personas
a transitar experiencias
psicodélicas fue claro.
Continuamos esta tradición
en la investigación actual,
solicitando a los voluntarios
escuchar música
durante una sesión de terapia psicodélica.
Y, a pesar de que la mayoría de la gente
desconocía la música que pusimos
antes de comenzar las sesiones,
tras las sesiones,
los voluntarios casi nos rogaron
por las listas de canciones.
Algunos informan que vuelven
a escuchar las canciones
que más les impactaron
durante su experiencia psicodélica
semanas, meses e incluso muchos años
después de la experiencia.
De alguna manera, estas canciones
pueden convertirse en indicios
que pueden reavivar las experiencias
más poderosas, impactantes y reveladoras
que la gente sintió
durante sus sesiones psicodélicas.
Por supuesto, debía saber
por qué sucedía esto.
Comencé a desplegar
mi batería de cuestionarios,
mis experimentos
cuidadosamente elaborados
y mis elegantes máquinas de IRM
para tratar de determinar qué pasaba
durante estas experiencias
que explicara la profundidad del impacto
que experimentaban las personas.
A un nivel psicológico básico,
mis colegas y yo determinamos que,
p. ej., el LSD puede aumentar
las emociones positivas
que se dan de forma única
al escuchar música.
Esto puede tener relevancia
por sí solo para personas sanas
así como para personas con mal humor
y trastornos por uso de sustancias.
Pero ¿qué pasa en el cerebro?
Antes dije ya que todo el cerebro
escucha la música nostálgica.
Al aplicar modelos computacionales
de cognición musical
para explorar la actividad cerebral
registrada al escuchar música
bajos los efectos de LSD,
descubrimos que todo el cerebro
escuchaba la música
y que los psicodélicos
incrementaban el beneficio.
Donde la nostalgia se refleja en áreas
cerebrales implicadas en el lenguaje,
la memoria y la emoción,
los psicodélicos captaban
estas áreas cerebrales
al menos dos veces más intensamente.
Áreas del cerebro como el tálamo
implicado en el procesamiento
sensorial básico,
o la corteza prefrontal medial
y la corteza cingulada posterior
implicadas en la memoria,
la emoción y en imágenes mentales...
Se registró actividad en estas áreas
cerebrales hasta cuatro veces más intensa
bajo los efectos del LSD que sin LSD.
Los psicodélicos suben el nivel hasta 11.
La información sensorial se experimenta
con más detalle en el cerebro:
las emociones, los recuerdos
y las imágenes mentales
están sobrecargadas y pueden presentar
una mayor y más intensa actividad
en muchas áreas del cerebro
durante estas experiencias,
que resulta ser la clave necesaria
para desbloquear el cambio
que marca la diferencia entre
estas drogas y experiencias de otras.
Y los efectos pueden ser duraderos.
En un estudio de individuos sanos,
demostré que una única dosis alta
de psilocibina puede reducir
el afecto negativo en voluntarios durante
al menos una semana tras la psilocibina,
y aumentar el afecto positivo
por al menos un mes
tras una única dosis alta de psilocibina.
La reducción del afecto negativo
que observamos
tras administrar psilocibina
estuvo acompañada de una reducción,
una semana después,
en un área primitiva del cerebro
llamada amígdala,
a los estímulos emocionales.
En un estudio separado en pacientes
con trastorno depresivo mayor,
no solo observamos una disminución
sustancial de la gravedad de la depresión
en la mayoría de los pacientes
tras dos dosis de psilocibina,
sino que también observamos una reducción
en la respuesta de la amígdala
a estímulos afectivos negativos,
específicamente
una semana tras la psilocibina.
Esta reducción
en la respuesta de la amígdala
se asoció con una reducción perdurable
de la gravedad de la depresión
durante al menos tres meses
tras administrar psilocibina
pero, francamente, seguimos sumando.
¿Qué significa todo esto?
Significa que la música
y los psicodélicos pueden alterar
todo el cerebro por un periodo de tiempo,
y eso puede llevar a un cambio
en los circuitos neuronales
que pudieran estar atascados
en patrones de sesgo emocional negativo.
Esto puede dar a las personas
un período de alivio
del zarpazo y las garras
de las emociones negativas.
Y eso puede ser suficiente para dar
a alguien acceso a nuevas perspectivas
sobre ellos mismos y sus vidas
y emprender el camino
hacia la curación de años de depresión.
Estas sustancias están
en etapas tempranas de investigación,
pero ahora se estudia su aplicación
en distintas circunstancias médicas.
Hay evidencia creciente
de que los psicodélicos
pueden ser efectivos
para trastornos del estado de ánimo
como trastorno depresivo mayor,
depresión resistente al tratamiento
y depresión y ansiedad
típicas de una etapa tardía
del diagnóstico de cáncer.
También hay evidencia de que
los psicodélicos pueden ser efectivos
para tratar trastornos
por abuso de sustancias,
como el consumo
de cigarrillos, alcohol y cocaína.
Hay estudios adicionales
en etapa de planificación
o ya en marcha
para determinar si los psicodélicos
pueden ser eficaces para tratar
una gama aún mayor
de trastornos intratables
como TOC, TEPT, trastorno
por consumo de opioides y anorexia.
En este punto es razonable
dar un paso atrás y preguntarse:
"¿Se venden los psicodélicos
como si fueran una panacea?".
Y si es así, deberíamos
ser legítimamente escépticos.
¿Por qué debemos esperar que una familia
de compuestos sean tan efectivos
en el tratamiento de una gama
tan amplia de trastornos dispares?
Aquí hay una perspectiva
que podríamos considerar.
Algunos de estos trastornos
comparten un rasgo en común.
En algún nivel,
los trastornos del estado de ánimo
y los trastornos por uso de sustancias
implican afectos negativos
y una desconexión
de nuestro ser más auténtico.
Los psicodélicos pueden romper ese molde.
Los psicodélicos y la música
podrían representar el efecto 2 en 1
que puede actuar en procesos neuronales
psicológicos como el afecto negativo
que marcan y contribuyen
a múltiples trastornos.
Puede ser que abordar
tales procesos transdiagnósticos
es lo que se necesita
para ayudar realmente a las personas
a desarrollar los recursos
necesarios para empezar a recuperarse
de años de depresión y uso de sustancias.
Dicen que nunca hay
una segunda oportunidad
para dar una primera impresión,
y quizá sea así para los psicodélicos.
Después de todo, no importa
cuántos datos se arrojan
sobre el potencial terapéutico
de estos fármacos,
todavía algunos siguen marcados
por el estigma de los años 60 y 70:
mitos sobre sus propiedades
altamente adictivas,
sobre anomalías genéticas
o defectos de nacimiento
tras haber estado expuesto a estas drogas,
o temor de perder la cordura
y volverse loco,
o tal vez el más extendido,
que estos efectos
son necesariamente reales
y un resultado necesario tras haber
estado expuesto a estos compuestos.
Puede que sea hora de cambiar
nuestro pensamiento al respecto.
No debería esperarse que
los psicodélicos funcionen en todos.
No debería esperarse que
los psicodélicos funcionen para todo.
Son compuestos poderosos
que deben administrarse en circunstancias
cuidadosamente controladas.
Y es casi seguro que hay
personas en este mundo
para quienes los psicodélicos
son increíblemente peligrosos.
Pero...
los antibióticos administrados a personas
equivocadas en condiciones incorrectas
pueden ser increíblemente
peligrosos, quizá peor.
Pero administrados a la persona adecuada
en las condiciones adecuadas,
los antibióticos salvan vidas.
Administrados a las personas adecuadas
en las condiciones adecuadas,
los psicodélicos pueden salvar vidas.
A menudo puede parecer imposible
sanar nuestro corazón y mente, y crecer,
pero realmente todos tenemos
los recursos en nuestro interior
para hacer precisamente eso.
El desafío suele ser identificar
y conectarse con esos recursos,
y tal vez los psicodélicos y la música
pueden ayudar a la gente
a hacer precisamente eso.
Juntos, los psicodélicos y la música
podrían abrir nuestra mente
para cambiar y dirigir ese cambio,
reconectanos con
nuestro mayor yo auténtico
y permitirnos acceder a las cosas
que realmente nos permiten
comprender este mundo
y volver a conectar
con nuestro yo más auténtico.
Gracias.
(Aplausos)