¿Cuál es la parte más
importante de su salud?
¿Qué creen?
¿Será comer una dieta balanceada,
basada mayormente en vegetales,
balancear sus hormonas,
el ejercicio diario, dormir bien...?
¿Qué se les ocurre?
¿Tomarse sus vitaminas, ver a
sus doctores para chequeos regulares?
(Risas)
Puede que todas estas cosas parezcan
factores importantes, o incluso críticos
en lo que respecta a vivir saludablemente,
pero ¿qué tal si les dijera
que cuidar sus cuerpos es
la parte menos importante de su salud?
¿Qué creen?
Soy médica, así que si me hubieran
dicho algo así hace cinco años
me lo habría tomado
como un completo sacrilegio.
Es decir, me pasé
doce años entrenándome,
porque pensaba que el cuerpo
es la base de todo en la vida.
¿Pero qué pasaría si les dijera que
la profesión médica está muy equivocada,
y que el cuerpo no determina
cómo vivimos nuestras vidas?
¿Qué tal si el cuerpo es, de hecho,
un reflejo de cómo vivimos nuestras vidas?
Piénsenlo por un momento.
Piensen en una época en sus vidas
en la que no estaban viviendo la vida
que se suponía que iban a estar viviendo.
Tal vez estaban en
una relación equivocada;
o en algún ambiente
hostil de trabajo,
haciendo lo que creían
que debían hacer,
o siendo frustrados creativamente,
sintiéndose desconectados espiritualmente.
¿Y qué tal si comenzaron a
recibir pequeñas señas del cuerpo,
pequeños síntomas físicos
¿Saben? El cuerpo está tratando de
decirles algo y ustedes lo ignoran,
porque se supone que hacen
lo que están haciendo.
Y el cuerpo se descompensa totalmente.
¿Se les ocurre algún momento de sus vidas
cuando algo así les haya pasado?
Sí, veo mucha gente asintiendo.
Sí, a mí también. A mí
me pasó lo mismo.
Así que, esto el lo que hace el cuerpo,
en este sentido el cuerpo es brillante,
el cuerpo nos habla con susurros.
Y si ignoramos los susurros del cuerpo,
el cuerpo empieza a gritar.
Millones de personas en este país
ignoran los susurros del cuerpo.
Sufrimos de una epidemia
que la medicina moderna
no tiene idea de cómo controlar.
Quienes sufren de esta
epidemia están fatigados,
están ansiosos y deprimidos, dan
vueltas en sus camas toda la noche,
han perdido su libido.
Sufren de una variedad de dolores,
así que van al doctor,
porque algo anda mal.
Y el doctor hace
un montón de exámenes,
y los resultados son todos normales, así que
se diagnostica que el paciente está "bien".
Pero la paciente
no se siente bien.
Así que la paciente visita a otro doctor
y comienza todo el proceso nuevamente,
porque algo, claramente, anda mal.
Y es verdad que anda mal,
pero no es lo que ella cree.
Yo solía trabajar en una atareada
práctica de cuidado gerenciado,
veía 40 pacientes al día.
¡Y me frustraba tanto
con estos pacientes!
Venían a verme y era evidente
que de verdad estaban sufriendo.
Hacía los exámenes y
todos salían normales.
Los diagnosticaba bien y
me miraban como pensando:
"No, no estoy bien,
algo anda mal".
Me sentía muy frustrada de
no poder sacar un diagnóstico.
Ellos sólo querían,
por Dios, deme una píldora.
No había una píldora, no hay píldora
para tratar esta epidemia,
no hay exámenes que
permitan diagnosticarla,
no hay vacuna para prevenirla,
ni cirugía para sacarla.
No fue sino hasta años después
que me di cuenta que estaba sufriendo
la misma epidemia
que mis pacientes.
Para cuando tenía 33 años,
era una médica típica.
Había tenido éxito en todo lo que quería
lograr en mi vida, eso creía yo.
Tenía todas las embustes del éxito:
la casa frente al mar en San Diego,
la casa de vacaciones, un barco,
una cuenta de retiro bien hinchada,
todo para poder
ser feliz en un futuro.
Para esa época, ya
me había divorciado dos veces.
Me habían diagnosticado hipertensión.
Tomaba tres medicamentos que no
lograban controlar mi presión arterial
y me acababan de diagnosticar
células precancerosas en mi cuello uterino,
que necesitaban cirugía.
Peor aún, estaba
tan desconectada de quien yo era,
tan desilusionada de mi trabajo,
tan agotada espiritualmente,
que ya ni sabía quién era yo.
Me había cubierto con
una serie de máscaras.
Tenía la máscara de doctora, como
cuando uno se pone una bata blanca
se para en un pedestal, que
finge tenerlo todo bajo control,
que todo lo saber.
Y también soy artista profesional,
así que tenía la máscara de artista,
con la que uno tiene que ser,
ya saben, oscura y meditabunda,
misteriosa... y muriéndose de
hambre, y esa tampoco era yo.
Y me había casado
por tercera vez,
ya saben,
"la tercera es la vencida".
Así que entonces tuve que usar
la máscara de esposa dedicada,
que implica poner siempre
la cena en la mesa
y asegurarse de tener
la lencería sexy puesta.
Después, me embaracé,
y de pronto
está esta máscara enorme de mami
que se supone que hay que usar, ¿no?
Ustedes conocen
la máscara de mami.
Se supone que, instantáneamente,
uno va a heredar el gen
que lo vuelve capaz de
hornear el pastelito perfecto.
En ese punto estaba,
usando todas esas máscaras,
cuando me golpeó
mi tormenta perfecta.
En este punto de mi vida,
era enero de 2006,
y di a luz a mi hija por cesárea,
se murió mi perro de
dieciséis años de edad,
mi sano hermano menor terminó
con una falla hepática completa
debida al antibiótico Zithromax,
y mi amado padre falleció de un tumor
cerebral, todo en dos semanas.
Cuando estaba justo comenzando
a tomar un respiro, mi esposo,
quien se estaba quedando
en casa con mi recién nacida,
se cortó dos dedos con
una sierra de mesa.
Sí...
Dicen que cuando tu vida se cae a pedazos,
si las cosas no te matan, te hacen más fuerte.
Afortunadamente, decidí hacerme
más fuerte, crecer, porque había algo en mí.
SARK lo llamó mi "Mi yo sabio interno",
y yo lo llamo la luz piloto interna.
Que decía, "Es hora de quitarse las máscaras.
Es hora de acabar con la locura.
Es hora de dejar de hacer lo que deberías
y comenzar a hacer lo que sientes".
En ese momento supe que
tenía que renunciar a mi trabajo.
Esto no era una decisión fácil, ¿no?
Me pasé 12 años entrenándome como doctora,
y cientos de miles de dólares,
y teníamos todas las cosas,
ya saben, la casa, la hipoteca,
todas las cosas de doctor ¿cierto?
Mi esposo no tenía trabajo y
yo tenía una recién nacida.
También tenía que pagar un depósito
de mala praxis para comprar mi libertad,
un depósito de seis cifras, en caso de que
en algún momento en el futuro me demandaran.
Así que decidí hacerlo, y Dios bendiga a mi esposo,
que me dijo, "Tomemos este salto juntos".
Renuncié a mi trabajo,
tuve que vender mi casa,
liquidar mi fondo de retiro
y mudarme al campo;
pasé algunos meses pintando y
escribiendo y recuperándome.
(Risas) (Aplausos)
Tuvieron que pasar nueve meses y
todo el mundo me decía... ¡nueve meses!
¡Soy ginecóloga!
Nueve meses después supe que uno puede
renunciar a su trabajo, pero no a su vocación.
Había recibido mi llamado a una edad
muy temprana, cuando tenía siete años,
al servicio, a la práctica, a
la práctica espiritual de la medicina;
y ese llamado no había desaparecido.
Me había herido tanto el sistema
que ya ni siquiera lo notaba,
pero regresó después de que
hube descansado y sanado por un tiempo.
Pero sabía que no había vuelta atrás,
no podía volver a ver 40 pacientes al día,
pasando 7.5 minutos con cada paciente,
no era para eso que había estudiado medicina.
Así que me embarqué en esta búsqueda,
en la que ya llevo casi cinco años,
para redescubrir lo que
amaba de la medicina.
Eso significaba que tenía que darme cuenta
de qué era lo que odiaba de la medicina.
Empecé a culpar a todo el mundo:
era culpa de los abogados de mala praxis
que persiguen ambulancias,
es culpa de las grandes farmacéuticas,
es culpa del cuidado médico gerenciado,
es culpa de la compañía de seguros.
Después pensé, no, es el
sistema médico reduccionista,
estamos tan, tan sub-especializados, ¿no?
Soy ginecóloga, así que estaba viendo
pacientes que tenían problemas pélvicos.
Pero yo sabía que había algo
más grande que la pelvis
detrás de sus problemas.
Pero no estaba preparada para
determinar cuáles eran esos problemas.
Entonces, pensé que ese era
el problema: uno va al doctor
porque le duele el meñique, y el doctor dice,
"Lo siento mucho, soy doctor de pulgares."
(Risas)
Nadie mira el cuadro completo.
Así llegué a la conclusión de que
la medicina integral era la respuesta.
Y, por eso, me uní a
una práctica de medicina integral
y fue mucho mejor; tenía
una hora completa con mis pacientes,
tenía la oportunidad de
escucharlos de verdad,
y no aceptábamos seguros médicos,
así que las cosas
fueron mucho mejores.
Entonces seguí
chocando contra algo,
porque ahora si venías a
consulta y estabas deprimido,
te dábamos hierbas y
aminoácidos en vez de Prozac.
Si tenías otros síntomas físicos,
seguíamos un modelo alopático,
donde la respuesta
estaba afuera de ti,
tenía que darte algo
que pudieras tomar.
Entonces, pensé, tal vez ese no es el problema,
tal vez tengo que buscar cosas más allá de eso
y encontrar nuevas herramientas
para mi botiquín.
Así que empecé a trabajar con
todos estos prestadores de
cuidados de la salud
complementarios y alternativos,
a quienes amo: acupunturistas,
naturópatas y nutricionistas.
Empecé a tratar a mis pacientes
con agujas en sus meridianos energéticos
y comidas crudas y fue genial.
Pero seguí chocando
contra la misma cosa:
los pacientes se aliviaban de un síntoma,
y si no tratábamos
la causa raíz
que los había hecho presentar
ese síntoma en primer lugar,
los pacientes simplemente terminaban
presentando un nuevo síntoma.
Así que, en este punto,
me sentía muy frustrada y curiosa,
y comencé a recorrer
este camino de dilucidar
qué es lo que realmente hace
que un cuerpo sea saludable,
y qué es lo que realmente nos enferma.
Excavé en literatura médica y
me pasé un año investigando
todas las pruebas controladas
aleatorias que encontré.
Decidí que era el momento,
que lo iba a resolver,
que iba a encontrar la respuesta.
Me pasé horas en la biblioteca,
investigando, leyendo, estudiando.
Lo que encontré
me voló los sesos
era algo que nunca me habían
enseñado en mi facultad de medicina.
Todas las cosas que consideramos saludables,
todas las que creemos importantes, lo son.
Importa hacer ejercicio,
importa comer bien,
importa visitar al doctor.
Pero nadie me enseñó que lo que realmente
importa es tener relaciones saludables,
una vida profesional saludable,
expresarse creativamente,
estar espiritualmente conectado,
tener una vida sexual saludable,
ser saludable financieramente,
vivir en un ambiente saludable,
ser mentalmente saludable;
y, por supuesto, todas las cosas
que tradicionalmente asociamos con la salud
también importan, todas
las cosas que nutren el cuerpo.
La cantidad de información
sobre esto es increíble.
Gran parte de esa información no está en
las revistas tradicionales que ustedes leen,
que los médicos leen, gran parte
está en la literatura psicológica,
en la literatura sociológica.
Pero si se busca con atención, esta información
está en The New England Journal of Medicine,
está en The Journal of
the American Medical Association,
está saliendo de Harvard,
de Yale y de Johns Hopkins.
Esta es información real que prueba que
estas cosas son tan importantes como las otras,
si no es que más.
Tengo una paciente que es
vegetariana de crudos,
corre maratones,
toma 20 suplementos diarios,
duerme ocho horas por noche,
hace todo lo que su doctor le dice,
tiene una historia médica así de gruesa
y aún así tiene múltiples problemas de salud.
Oyó hablar de la filosofía que había
comenzado a practicar con mis pacientes,
y tengo un formulario de ingreso
que tiene como 20 páginas de largo
y pregunta acerca de todas esas cosas,
relaciones, vida laboral, vida espiritual,
vida creativa, vida sexual, todas esas cosas
que hacen a una persona completa.
Así que llegó y llenó el formulario y me dijo,
"Doctora, ¿cuál es mi diagnóstico?"
Y le dije, "Linda, tu diagnóstico es
que estás en un matrimonio abusivo.
Odias tu trabajo, te sientes
frustrada creativamente,
estás desconectada espiritualmente,
y no has superado ese resentimiento
que tienes contra tu padre,
que abusó de ti
cuando eras niña.
Tu cuerpo nunca se va a
sanar hasta que cures eso".
Así que, si cuidar el cuerpo no es
la parte más importante para esta sano
¿cuál sí lo es?
Es cuidar la mente,
cuidar el corazón,
cuidar el alma,
recurrir a aquello que llamo
tu luz piloto interna.
Tu luz piloto es esa
parte tuya, esa esencia,
esa parte tuya auténtica, profunda y verdadera,
aquella chispa divina, espiritual
que siempre sabe qué es
lo correcto para ti.
Naces con ella y se va
contigo cuando mueres,
siempre sabe la verdad
acerca de ti y de tu cuerpo.
Se acerca a ti y te susurra,
es tu intuición,
es esa hermosa parte tuya
que es tu mayor fan,
la parte tuya que
escribe cartas de amor.
Y ese es el mejor sanador
al que puedes recurrir,
mejor que cualquier medicina,
mejor que cualquier doctor.
Por todo lo que aprendí, desarrollé
un nuevo modelo de bienestar,
que estaba basado no en
los gráficos de polígonos,
en las que se basan muchos de
los modelos de bienestar que he estudiado.
Lo basé en una pila de piedras.
¿Han visto estas cosas
alrededor de San Francisco?
Estas pilas de piedras balanceadas,
siempre me han encantado.
Soy artista, así que
me atraen visualmente.
Pero amo su interdependencia.
Cada piedra depende de la otra,
no se puede simplemente sacar una piedra
sin que toda la pila se desmorone.
Y la piedra más precaria
es la está en la cima de la pila.
Ese es el cuerpo, allí es
donde pienso está el cuerpo.
El cuerpo es la piedra
en la cima de la pila.
Cuando todas las facetas de lo que
te hace completo se desequilibran,
tu cuerpo es el primero
en comenzar a susurrar,
y la piedra de la base
es tu luz piloto interna,
esa verdadera esencia de ti, esa parte
tuya transparente y vulnerable.
Basándome en eso, creé este modelo,
que llamo Pedregal de la Salud Integral.
Y de ello trata
mi próximo libro.
Trata acerca de todas las facetas
que te hacen completo,
es acerca de auto-curación desde
el centro, y una vez que reconozcas esto,
entonces tendrás todas las herramientas que necesitas para empezar tu propio viaje de sanación.
Así que todas las facetas que
te hacen completo están rodeadas
de lo que llamo
"la burbuja sanadora".
Es amor, gratitud y placer.
La ciencia prueba
que todas estas cosas
son buenas para tu salud también,
son el pegamento que une todo en su lugar.
Así que los reto. Si tienen
cualquier síntoma físico,
si están sufriendo de la epidemia
que plaga el mundo desarrollado,
quiero que se pregunten, "¿Cuál es la
verdadera razón por la cual estoy enfermo
o sufriendo, qué está desequilibrado
en mi Pedregal de la Salud Integral?"
¿Cuál es el verdadero diagnóstico y
qué pueden hacer al respecto?
¿Cómo pueden ser más transparente?
¿Cómo pueden abrirse
a más posibilidades?
¿Cómo puedes ser más honesto contigo mismo acerca de lo que necesitas y de quién eres?
Si alguno de ustedes tuvo la suerte de ver el asombroso discurso de Brene Brown en TEDTalk
sobre el poder
de la vulnerabilidad
--veo a muchos asintiendo, me encanta--
es fabulosa, pero habla de
la ciencia detrás del ser honesto,
ser vulnerable,
ser transparente.
Es algo que genera amor e intimidad, lo que
incrementa la oxitocina y las endorfinas,
y reduce las hormonas dañinas del estrés
como el cortisol y la adrenalina.
Cuando dejamos que nuestro verdadero yo sea visto, cuando dejamos nuestra luz piloto interna irradiar,
sanamos de adentro hacia afuera
y es más poderosa que
cualquier medicina que consuman.
Así que los reto a recetarse
ustedes mismos algo.
Ningún doctor puede hacer esto
por ustedes. Les podemos dar medicinas,
les podemos hacer cirugía, y a veces
esas son cosas que ustedes necesitan,
ese es el comienzo del
proceso de auto-sanación.
Pero para sanar hasta el centro,
tal que no desarrollen nuevos síntomas,
tal que no necesiten otra cirugía,
necesitan escribir sus propias recetas.
Así que les pregunto, ¿qué es lo que necesitan,
qué necesitan sus cuerpos para estar sanos?
¿Qué necesitan cambiar,
qué necesitan ajustar en sus vidas?
Si supieran que deshacerse
de todas sus máscaras
y permitirse ver esa
hermosa luz en su interior
es la solución a sus problemas de salud,
¿estarían dispuestos a hacerlo?
Los reto.
Podría hacer milagros
por su cuerpo.
Muchas gracias.
Aplausos.