Dicen que si los muros hablaran
tendrían una historia que contar
pero pocos contarían tantas historias
fascinantes con tantos matices
como Hagia Sofía, o sabiduría sagrada.
Situada en la encrucijada
de continentes y culturas,
ha visto grandes cambios en el nombre
de la ciudad donde se encuentra,
en su propia estructura y propósito.
Y hoy, los elementos de cada era se disponen
a contarnos sus historias a los
visitantes dispuestos a escuchar.
Incluso antes de llegar a Hagia Sofía,
las antiguas fortificaciones
hacen alusión a la importancia estratégica
de la ciudad circundante,
fundada como Bizancio por
colonos griegos en 657 a.C.
Y rebautizada con éxito como Augusta Antonia,
Nueva Roma y Constantinopla
ya que fue conquistada, reconquistada,
destruida y reconstruida
por varios gobernantes griegos, persas
y romanos durante los siglos siguientes.
Y fue dentro de estos muros que la
primera Megale Ekklesia, o gran iglesia,
se construyó en el siglo IV.
Aunque pronto fue reducida
a cenizas en disturbios,
sentó las bases para la principal
estructura religiosa de la región
de los siglos siguientes.
Cerca de la entrada, las piedras
de mármol con relieve
son el último recuerdo
de la segunda iglesia.
Construida en el año 415 d.C., fue destruida
en los disturbios de Nika de 532 d.C.
cuando multitudes enfurecidas
en una carrera de carros
casi derrocan al emperador Justiniano I.
Habiendo apenas logrado mantener el poder,
resolvió reconstruir la iglesia
en una escala mayor,
y 5 años después, se terminó de construir
el edificio que ven ante sus ojos.
Conforme entran, las piedras
de los cimientos y los muros
murmuran historias de tierras
natales de Egipto y Siria,
mientras que las columnas del templo
de Artemis recuerdan un pasado más antiguo.
Inscripciones rúnicas talladas por vikingos
de la guardia de élite del emperador
guardan la tradición de tierras del norte lejano.
Sin embargo, la gran cúpula que representa
al cielo, llama nuestra atención.
Llegando a más de 50 metros de altura
y más de 30 metros de diámetro
y rodeada de ventanas alrededor de su base,
la cúpula dorada parece suspendida del cielo,
y refleja la luz en su interior.
Debajo de su simbolismo grandilocuente,
el robusto refuerzo de columnas corintias,
traídas desde el Líbano despues de que la
cúpula original fuera destruida parcialmente
por un terremoto en el año 558 d.C.,
nos recuerda su fragilidad
y las habilidades de ingeniería
que requiere tal maravilla.
Si una imagen vale más que mil palabras,
los mosaicos de los siglos siguientes
tienen más que decir
no solo sobre sus temas bíblicos,
sino también sobre los emperadores
bizantinos que los comisionaron,
representados a menudo junto a Cristo.
Pero debajo de su voz alta y clara,
uno oye los ecos inquietantes de los mosaicos
e íconos dañados y desaparecidos,
profanados y saqueados durante
la ocupación latina en la Cuarta Cruzada.
Dentro de la planta, la inscripción
en la tumba de Enrico Dandolo,
el gobernante de Venecia
que comandó la campaña,
es un crudo recordatorio de los 57 años
que pasó como una iglesia católica romana
antes de regresar a sus raíces ortodoxas
después de la Reconquista Bizantina.
Pero no permanecería
como iglesia por mucho tiempo.
Debilitada por las Cruzadas, Constantinopla
cayó ante los otomanos en 1453
y a partir de entonces
se conoce como Estambul.
Después de permitir a sus
soldados tres días de pillaje,
el sultán Mehmed II
entró en el edificio.
Aunque muy dañada,
no perdió su grandeza
y el joven sultán de inmediato
la volvió a dedicar a Alá,
proclamando que sería
la nueva mezquita imperial.
Los 4 minaretes construidos
durante el próximo siglo
son el signo más evidente de esta era,
sirven como soportes arquitectónicos,
además de su propósito religioso.
Pero hay muchos otros.
Los candelabros adornados recuerdan
a la conquista de Hungría por parte de Suleiman,
mientras que los discos con
caligrafía gigante colgados del techo
recuerdan a los visitantes los
4 primeros califas que siguieron a Mahoma.
Aunque el edificio que vemos hoy todavía
parece una mezquita, ahora es un museo,
una decisión tomada en 1935 por Kemal Ataturk,
el primer presidente de la Turquía moderna
tras el colapso del Imperio Otomano.
Esta secularización permitió la eliminación
de las alfombras que ocultaban
la decoración del piso de mármol
y el yeso que cubría los mosaicos cristianos.
Los trabajos de restauración en curso
han permitido que la multiplicidad de voces
en la larga historia de Hagia Sofía
vuelvan a escucharse tras siglos de silencio.
Pero restan conflictos.
Mosaicos ocultos gritan desde abajo
una caligrafía islámica,
piezas valiosas de la historia que
no pueden descubrirse sin destruir otras.
Mientras tanto, hay voces de
comunidades musulmanas y cristianas
que piden que el edificio vuelva
a su propósito religioso anterior.
La historia de la sabiduría divina
puede estar lejos de terminar,
pero solo cabe esperar que
las muchas voces que allí residen
puedan contar su parte
en los años venideros.