Años después de que sus críticos
la calificaran
como una de las personas más peligrosas
de América,
una jóven mujer llamada
Emma Goldman
se encontró a sí misma en un baile.
Aunque era una activista política
que acudía al evento para ganar
apoyo para su causa,
ella también amaba bailar--
tanto que uno de sus aliados la
llamó aparte
para criticarla por ser frívola e indigna.
Después de todo, ¿debería una seria
activista política
ser vista divirtiéndose así?
Furiosa por la interrupción,
Goldman le dijo al jóven
que se ocupara de sus asuntos,
porque la libertad por la que ella peleaba
no tenía que ver con "negar la vida y el gozo."
En cambio, dijo,
"Yo quiero libertad,
el derecho a la autoexpresión,
el derecho de todos a las cosas hermosas
y radiantes."
Para Goldman, una revolución sin bailes
no era una revolución que valiera la pena.
Nacida en 1869, de padres judíos
en el imperio Ruso y criada
por una madre distante y un padre abusivo
que trató de forzarla a casarse a los 15 años.
Cuando ella se negó, él arrojó su
libro de gramática francesa al fuego, diciendo:
"¡Las mujeres no deben aprender demasiado!
Todo lo que las hijas judías deben saber
es cómo preparar perscado Gefullte,
cortar finos tallarines, y darle al hombre
muchos hijos."
Hay pocas mujeres en su era que desafiarían
esa idea de femineidad tanto como
lo hizo Emma Goldman.
Cuando tenía 16 años, escapó de su padre
emigrando a los Estados Unidos,
donde descubrió su verdadera vocación:
política rebelde y ardiente oradora, que pasaría
su vida entera llamando a la revolución.
Estaba horrorizada por la trágica historia
de varias activistas laborales ejecutadas
en Chicago, y se sintió atraída por el movimiento
laborista y eventualmente, por el anarquismo.
Contrariamente a lo que la palabra puede sugerir,
la filosofía de Goldman no supone
desorden y caos.
Tenía que ver con la libertad personal
y el rechazo a las instituciones que ella
creía que eran represivas:
el gobierno, la religión, la guerra,
los intereses mercantiles,
e incluso el matrimonio.
Aunque terminó casándose varias veces
por comodidad o por una ciudadanía,
Goldman rechazó las nociones tradicionales
del matrimonio
y eligió nunca tener hijos.
Goldman rápidamente se convirtió en
una de las más famosas figuras
radicales en América,
cuyo poder de oratoria era a veces
denominado "martillo".
Viajó a través del país
hablando tan apasionadamente,
que el famoso periodista Nellie Bly,
la bautizó "pequeña Juana de Arco".
A lo largo de los años, Goldman fué enviada a prisión
por sus ideas en varias ocasiones,
una por fomentar la anticoncepción,
otra por disuadir a los hombres de registrarse
como reclutas, y otra por
decirle a desempleados que "tomen pan"
de los ricos si eran privados
de trabajo y comida.