Vengo de una familia bastante tradicional. Así que, como buena niña asiática, aprendí a tocar el violín y el piano, pero también querían que hiciese los cursos de ingreso, que estudiase medicina y llegase a ser doctora. Entonces empecé la universidad. Y allí me sedujo mucho la idea de que los conceptos que a simple vista parecen abstractos e imprecisos, como la belleza, la verdad, el amor, el arte y, en particular, la música, podían ser entendidos usando los principios objetivos de la ciencia. Así que fui a la universidad para estudiar la neurociencia cognitiva de la música. En la universidad, me obsesioné con esta pregunta: ¿de dónde viene la música? La música es una industria multimillonaria, y lo es porque la gente ama la música. Adoran rocanrolear en los conciertos. Y me gustaría pensar que hay algo en la señal musical que atrae aquello exclusivamente humano en nosotros. Esto no es una verdad exclusiva de Occidente. Esta foto fue tomada en Malí, África del Este. Esta persona sujeta un instrumento llamado "n'goni". Y aunque nos parezca extraño, lo que su cerebro hace cuando escucha música es probablemente muy similar a lo que hace nuestro cerebro. Los principios físicos que hacen vibrar las cuerdas de su instrumento probablemente sean los mismos que hacen vibrar las de los nuestros, como el violín. No solo amamos la música, también sabemos muchas cosas sobre ella. Veamos este ejemplo musical. (Acordes simples en un teclado) Bueno, pensarán que suena bien y normal. Algo así como decir: "Hoy he venido en transporte público". ¿Qué me dicen de esto? (Mismos acordes; el último es disonante) Si creen que eso ha sonado normal, hablen conmigo después. Los registraremos para el estudio sobre sordera tonal. (Risas) Al escuchar ese último acorde, su cerebro se ha sorprendido, ¿no? Sería como decir: "He ido en transporte pulpo". El pulpo no tiene nada de malo, pero no cuadra en el contexto de lo que hay antes. No concuerda con la gramática. Esa sorpresa que ha tenido el cerebro se mide usando potenciales eléctricos en la superficie del cuero cabelludo. Esta es mi madre cuando grabamos sus potenciales cerebrales. Tiene 64 electrodos en el casco. Esos electrodos registran este tipo de cosas. A la izquierda, pueden ver las respuestas cerebrales a acordes musicales esperados e inesperados. A la derecha, pueden ver la diferencia entre lo esperado e inesperado en la superficie del cuero cabelludo. Esta es la vista aérea. Inmediatamente, pueden ver que los 200 milisegundos después del inicio del acorde inesperado, el cerebro dice: "Oh, eso no me lo esperaba". A los 500 milisegundos, el cerebro dice: "Vaya, ¿cómo incorporo eso a lo que ha pasado antes?". Así que esto nos está diciendo, con una precisión de milisegundos, lo que sabemos sobre la música. Hay algo en nuestro cerebro que es muy sensible a lo que es gramatical en la música occidental. Y la pregunta es: ¿de dónde viene este saber? ¿Cómo sabemos lo que sabemos? Para responderla, tenemos que volver a la Antigua Grecia. Pitágoras descubrió que si tocamos dos cuerdas a la vez, y una de ellas es el doble de larga que la otra, ambas suenan bien juntas, en consonancia. Esta relación de frecuencia de 2 a 1 es lo que, supuestamente, nos acercó a los dioses griegos. De hecho, la palabra "sinfonía" originalmente significa "vibrar en perfecta armonía" según estas relaciones de números enteros. Esa relación de frecuencia es igual en toda la música del mundo. Ahora bien, las distintas culturas dividen esa frecuencia de forma distinta. En la nuestra, la escala cromática de igual temperamento las divide en 12 pasos. Y suena así. (Suenan 13 tonos que cubren una escala de 12 notas) Bien. Luego aparecieron dos personas y preguntaron: "¿Debe ser así? ¿Por qué 2 a 1? ¿Por qué no 3 a 1?". La escala Bohlen-Pierce está basada en una relación de frecuencia 3 a 1, y dentro de ella tenemos 13 divisiones logarítmicas de esa escala. Así que aún tenemos relaciones de números enteros. Esto no puede ofender a los dioses griegos. Pero este sonido es totalmente distinto a la música occidental u otros estilos. (Suenan 13 tonos de una escala alternativa) Este es un punto de vista muy convincente para saber qué sabe la gente sobre música en el laboratorio. Estamos seguros de que la gente no ha escuchado esta música antes, pero cuando llegan, la escuchan por un tiempo, y entonces podemos medir cómo es que saben lo que saben. Ahora, voy a ponerles durante un minuto, parte de una pieza de Stephen Yi llamada "Reminiscencias" y está compuesta en la escala Bohlen-Pierce, para que se hagan una idea. (Música etérea) Esta es como una nueva experiencia musical de otro mundo. Lo que queríamos hacer en el laboratorio era saber cómo la gente aprende este sistema musical nuevo. Así que la gente escucha estas melodías bien controladas durante media hora. (Progresión de notas atonales) Escuchan esto durante media hora, y las identifican usando reglas, principios o estructuras gramaticales que hemos determinado nosotros. La pregunta es: ¿qué se aprende de la nueva experiencia musical? Lo primero que descubrimos es que la memoria aumenta con la repetición. Y resulta que la preferencia también aumenta con la repetición. Lo que estamos viendo es el origen del gusto musical. Cuanto más escuchas algo, más te gusta. Pero lo que me interesa es cómo sucede el aprendizaje. Resulta que el aprendizaje no sucede con la repetición, sino con la variabilidad. Es decir, cuanto más variación tenga el relato que hagan, la gente podrá inferir más la estructura subyacente de ese relato y así extenderlo a nuevas instancias de la misma gramática. Nuestra cuestión ahora es la siguiente. Tenemos 100 billones de conexiones neuronales. ¿Cómo han hecho esos 100 billones de conexiones para dar lugar a lo que sabemos de la música y a nuestro gusto por ella? Ahora mismo, esas conexiones neuronales están en el orden de nanómetros, pero lo que podemos imaginar utilizando el cerebro humano vivo, mediante esta tecnología llamada "imágenes con tensores de difusión", es que hay grandes grupos de conexiones neuronales, o autopistas, por así decirlo. Y la autopista que más nos interesa se llama "arcuate fasciculus" que es muy importante para el lenguaje. Lo que vimos es que cuanto más grande sea el arcuate fasciculus, más fácil será aprender este nuevo sistema musical. Hay una estructura distinta entre un cerebro que aprende fácilmente y otro que no. Pero lo realmente importante es que estas vías que ya se reconocían importantes para el lenguaje también son importantes para la música. Esto nos dice que no hay solo un centro para la música o que no hay un centro para la música en el cerebro. Pero lo que sí tenemos son redes neuronales compartidas que son importantes en el lenguaje, la gramática, la expectación y todo lo que nos hace humanos. Por esa razón a la gente le gusta la música. No porque sea una actividad estereotipada e individualizada, sino porque es algo que activa los diferentes componentes cognitivos y los mecanismos neuronales que ya tenemos. Suena muy bien, pero ¿podemos observar el cerebro mientras está aprendiendo en tiempo real? Si volvemos a la precisión por milisegundo como un registro del potencial cerebral, resulta que nuestro cerebro responde a la música nueva igual que a la música occidental. Tenemos el mismo patrón esperado-inesperado: 200 milisegundos y 500 milisegundos después del inicio de algo que suene de forma inesperada. Y además, nuestro cerebro responde cada vez más a esas expectaciones durante el curso de una hora, como si en una hora fuésemos cada vez más expertos en la escala Bohlen-Pierce. Así que no hay reglas musicales que estén escritas en nuestro cerebro, pero lo que sí tenemos en nuestro cerebro es la enorme habilidad de aprender. En esencia, somos criaturas abiertas de mente. ¿Qué significa eso si queremos volver a África del Oeste? Los invito a que se quiten los auriculares y experimenten de verdad un mundo musical nuevo. Intenten inventarse la gramática de este país aparentemente extranjero. ¿Y qué hay del hecho de estar hoy aquí? ¿Y si cambian la emisora de radio o escuchan a un nuevo artista musical hoy? Experimentar cosas nuevas significa, para mí, progresar. Porque progresar es maximizar nuestros potenciales como seres humanos. No es hacer lo mismo una y otra vez todos los días, sino buscar nuevas experiencias, y lo que les he mostrado hoy es que el cerebro es capaz de aprender cosas nuevas. Incluso en menos de una hora podemos desarrollar esta habilidad flexible y de adaptación para darle sentido a nuevos sonidos. Los animo a escuchar sonidos nuevos, visitar lugares nuevos y encontrarse con la gramática del mundo que nos rodea para que aprendamos a amarlo. Muchísimas gracias. (Aplausos)