Desde hace varios años,
estamos inmersos en un debate nacional
sobre agresión sexual en los campus.
No hay duda,
es crucial que los jóvenes comprendan
las reglas básicas del consentimiento,
pero es ahí termina la conversación
sobre sexo.
Y en ese vacío de información
los medios de comunicación e Internet,
esa nueva esquina digital urbana,
están asumiendo la educación
de nuestros hijos por nosotros.
Si realmente queremos que los jóvenes
se involucren con seguridad, ética,
y sí, con placer,
es hora de tener un debate abierto y
honesto sobre lo que sucede tras el "sí".
Y eso incluye romper el tabú
más grande de todos
y hablar con los jóvenes
sobre la capacidad y el derecho
de las mujeres al placer sexual.
Sí.
(Aplausos)
Vamos, señoras.
(Aplausos)
Pasé tres años hablando
con chicas entre 15 y 20 años
sobre sus actitudes
y experiencias sexuales.
Y encontré que
si bien las jóvenes quizá se sienten
con el derecho a participar
en conductas sexuales, no necesariamente
se sienten con derecho a disfrutarlo.
Veamos esta estudiante de 2º año
en una universidad de prestigio
quien me dijo:
"Vengo de una larga línea
de mujeres inteligentes y fuertes.
Mi abuela era pura dinamita,
mi mamá es profesional,
mi hermana y yo somos fuertes, y
esa es nuestra forma de poder femenino".
Luego procedió a describirme
su vida sexual.
Una serie de encuentros únicos,
que comenzaron cuando ella tenía 13 años,
y que fueron...
no especialmente responsables,
no especialmente recíprocos
y no especialmente agradables.
Se encogió de hombros.
"Creo que a las chicas nos socializan
para ser criaturas dóciles
que no expresamos
nuestros deseos o necesidades".
"Espera un momento", respondí.
"¿No me acabas de decir
lo inteligente y fuerte que eres?"
Ella encogió los hombros y bajó la cabeza.
"Supongo", dijo finalmente,
"nadie me dijo que esa imagen
inteligente y fuerte se aplica al sexo".
Probablemente debería decir hasta
la saciedad que, a pesar del bombo,
los adolescentes no tienen
relaciones sexuales más a menudo
o a una edad más temprana
de lo que lo hacían hace 25 años.
Sin embargo, están involucrados
en otro comportamiento.
Y si ignoramos eso,
el etiquetarlo como "no sexo",
abre las puertas al comportamiento
de riesgo y a la falta de respeto.
Esto es particularmente cierto
en el caso del sexo oral,
ya que los adolescentes lo consideran
menos íntimo que las relaciones sexuales.
Las chicas me decían, "no es gran cosa",
como si todas hubieran leído
el mismo manual de instrucciones.
Por lo menos los chicos
estaban en el lado receptor.
Las mujeres jóvenes tienen
muchas razones para participar.
Les hace sentirse deseadas;
es una manera de
aumentar el estatus social.
A veces, era una manera de salir
de una situación incómoda.
Como me dijo una estudiante de 1er año
en una universidad de la Costa Oeste:
"Una chica le hará a un chico
una felación al final de la noche,
porque ella no quiere tener sexo con él,
pero él espera tener satisfacción.
Así que, si quiero que él se vaya,
y no quiero que suceda nada más..."
Escuché tantas historias de chicas
que practicaban sexo oral unilateralmente
que empecé a preguntar:
"¿Y si cada vez que estuvieras
a solas con un tipo,
él te pidiera que le trajeras
un vaso de agua de la cocina,
y él nunca te diera un vaso de agua,
o si lo hiciera sería en plan,
'Quieres que yo ...?'"
Ya saben, de absoluta mala gana.
No podrías soportarlo más.
Pero no siempre era que
los chicos no quisieran.
Era que las chicas no querían
que lo hicieran.
Las chicas expresaron un sentimiento
de vergüenza en relación a sus genitales.
Una sensación de que eran
tanto repulsivos como sagrados.
Los sentimientos de las mujeres
sobre sus genitales
han sido directamente vinculados
a su disfrute del sexo.
Pero Debby Herbenick, investigadora
de la Universidad de Indiana,
cree que la imagen de las chicas sobre los
genitales de las chicas está bajo agresión
con más presión que nunca
hasta considerarlos como
inaceptables en su estado natural.
Según estudios,
unas tres cuartas partes
de las mujeres de la universidad
se rasuran por completo el vello púbico,
por lo menos a veces.
Y más de la mitad lo hace regularmente.
Las chicas me dijeron que depilarse
las hacía sentirse más limpias,
que era una elección personal.
Sin embargo, me preguntaba
si se quedaran solas en una isla desierta,
si así sería como ellas
elegirían pasar su tiempo.
(Risas)
Y cuando investigué con más profundidad,
surgió una motivación más oscura:
evitar la humillación.
"Los chicos actúan como si eso
les disgustara",
me dijo una joven.
"Nadie quiere que se hable sobre eso".
La creciente depilación púbica
me hizo recordar la década de 1920,
cuando las mujeres comenzaron a afeitarse
las axilas y piernas regularmente.
Eso fue cuando los vestidos
de la aleta se pusieron de moda,
Y las piernas de las mujeres
estaban repentinamente visibles,
Expuestas al escrutinio público.
Creo que esto también es una señal.
La parte más íntima de una chica
está expuesta al escrutinio público.
Expuesta a la crítica,
de cómo es en otra persona
en vez de cómo lo siente ella.
La tendencia del afeitado ha provocado
aumento en la labioplastía.
La labioplastía, es el recorte
de los labios interior y exterior,
y es la cirugía cosmética de mayor auge
entre las adolescentes.
Aumentó un 80 % entre 2014 y 2015.
Y si bien las chicas menores de 18, son
el 2 % de todas las cirugías cosméticas,
representan el 5 % de la labioplastía.
El retoque más buscado, por cierto,
es cuando los labios exteriores aparecen
fundidos como una concha de almeja,
se llama...
esperen...
"La Barbie".
(Quejidos)
Espero no tener que explicar
que Barbie es a) de plástico
y b) no tiene genitales.
(Risas)
La tendencia a la labioplastía
se ha vuelto tan preocupante
que el Colegio Estadounidense
de Obstetras y Ginecólogos
ha emitido una declaración
sobre el procedimiento,
que rara vez tiene una indicación médica,
que no se ha demostrado que sea seguro,
y cuyos efectos secundarios incluyen
cicatrices, entumecimiento, dolor,
y disminución de la sensación sexual.
Ahora bien,
y alabado sea,
el número de chicas involucradas
sigue siendo bastante pequeño,
pero se pueden ver
como canarios en una mina de carbón,
diciéndonos algo importante sobre
la forma en que las chicas ven sus cuerpos.
Sara McClelland,
psicóloga de la Universidad de Michigan,
acuñó mi término preferido
siempre en hablar de todo esto:
"justicia íntima".
Esa es la idea de que el sexo tiene
implicaciones políticas y personales,
al igual de quién lava
los platos en la casa,
o quien pasa la aspiradora.
Y plantea cuestiones similares
sobre la desigualdad,
sobre la disparidad económica,
la violencia,
la salud física y mental.
La justicia íntima nos pide
que consideremos
quién tiene derecho
a participar en una experiencia.
¿Quién tiene derecho a disfrutarlo?
¿Quién es el principal beneficiario?
¿Y cómo define cada miembro de la pareja
"suficientemente bueno"?
Sinceramente, creo que esas preguntas
son difíciles y a veces traumáticas
para mujeres adultas
que se enfrenten a ellas.
Pero cuando estamos hablando de chicas,
sigo volviendo a la idea de que
su experiencia sexual temprana
no debería ser algo que deban superar.
En su investigación,
McClelland encontró que
las jóvenes eran más propensas
que los jóvenes
a usar el placer de su pareja como
una medida de su propia satisfacción.
Así que decían cosas como:
"Si él está sexualmente satisfecho,
entonces yo estoy sexualmente satisfecha".
Los jóvenes eran más propensos
a medir su satisfacción
por sus propios orgasmos.
Las jóvenes también definieron
el mal sexo de manera diferente.
En la encuesta más grande jamás
llevada a cabo sobre
el comportamiento sexual estadounidense,
informaron dolor
en sus encuentros sexuales
el 30 % del tiempo.
También usaron palabras como
"deprimente",
"humillante",
"degradante".
Los jóvenes nunca usaron esas expresiones.
Así, cuando las jóvenes informan
niveles de satisfacción sexual
iguales o mayores que la de los jóvenes,
y lo hacen en la encuesta,
puede resultar engañoso.
Si una chica entra en un encuentro
con la esperanza de que no va a doler,
esperando estar cerca de su pareja
y esperando a que él tenga un orgasmo,
ella obtendrá satisfacción,
si esos criterios se cumplen.
Y no hay nada malo
en querer sentirse cerca de su pareja,
o querer que él sea feliz,
y el orgasmo no es la única
medida de una experiencia...
pero sí la ausencia de dolor.
Esa es una barra de medir muy baja
para la propia satisfacción sexual.
Escuchando todo esto y pensando en ello,
empecé a ver que realizamos
una especie de clitoridectomía psicológica
en las chicas estadounidenses.
Comenzando en la infancia,
los padres de los bebés son más propensos
a nombrar todas sus partes del cuerpo,
al menos dirán, "aquí está tu pipí".
Los padres de las chicas van
desde el ombligo hasta las rodillas
y dejan aquí toda esta situación
sin nombre.
(Risas)
No hay mejor manera
de hacer algo indescriptible
que no nombrarlo.
Entonces los niños entran
en sus clases de educación en la pubertad
y aprenden que los chicos
tienen erecciones y eyaculaciones,
Y las chicas tienen...
períodos y embarazos no deseados.
Y ven que el diagrama interno
del sistema reproductivo de una mujer,
ya saben, el que se parece
un poco a una cabeza de buey.
(Risas)
Y siempre grises entre las piernas.
Así que nunca decimos vulva,
por supuesto, nunca decimos clítoris.
No sorprende que,
menos de la mitad de las adolescentes
de 14 a 17 años
se hayan masturbado.
Y luego entran
en su experiencia de pareja
y esperamos que de alguna manera
piensen que el sexo les pertenece.
Que podrán expresar sus necesidades,
sus deseos, sus límites.
No es realista.
Aquí hay algo, sin embargo.
La inversión de las chicas en el placer
de su compañero permanece
independientemente del sexo de la pareja.
Así que en encuentros del mismo sexo,
la brecha del orgasmo desaparece.
Y las jóvenes llegan al clímax
en la misma proporción que los hombres.
Las muchachas lesbianas
y bisexuales me dirán
que se sintieron liberadas
al salirse del guion.
Libres para crear un encuentro
que funcionó para ellas.
Las chicas gay también desafiaron
la idea del primer coito
y la definición de la virginidad.
No es que el coito sea un gran problema,
pero vale la pena cuestionarse
por qué consideramos este acto único,
que la mayoría de las chicas
asocian con malestar o dolor,
que marca el límite
de la edad adulta sexual,
de forma más significativa,
y mucho más transformadora
que cualquier otra cosa.
Y vale la pena considerar
de qué les sirve esto a las chicas;
Ni las mantiene
más protegidas de enfermedades,
de coerción, traición, agresión,
ni fomenta la reciprocidad y el cuidado
- lo que significa
cómo ven otros actos sexuales -
ni les está dando más control,
ni alegría en su experiencia,
lo que significa en adolescentes gay,
que pueden tener
múltiples parejas sexuales
sin relaciones heterosexuales.
Así que le pregunté
a una chica gay que conocí:
"¿Cómo supiste que ya no eras virgen?"
Ella dijo que lo tuvo que googelear.
(Risas)
Y Google no estaba seguro.
(Risas)
Finalmente decidió que ya no era virgen
tras haber tenido
su primer orgasmo con una pareja.
Y yo pensé,
¡Guau!
¿Y si solo por un segundo
nos imaginamos que esa era la definición?
Una vez más, no porque el coito
no sea una gran cosa,
por supuesto que lo es,
pero no es "lo único".
Y en lugar de pensar en el sexo
como una carrera hacia un objetivo,
esto nos ayuda a reconceptualizarlo
como un conjunto de experiencias
que incluyen calor, afecto, excitación,
deseo, tacto e intimidad.
Y vale la pena preguntar a los jóvenes:
¿Quién es realmente la persona
más experimentada sexualmente?
¿Quién está con un compañero
durante tres horas
experimentando
tensión sensual y comunicación,
o quien se desperdicia en una fiesta
y se conecta con alguien al azar
para acabar con su "virginidad"
antes de llegar a la universidad?
La única manera de cambiar
de pensamiento
es si hablamos con los jóvenes
más sobre sexo,
si normalizamos esas discusiones,
integrándolas en la vida cotidiana,
hablando de esos actos íntimos
de una manera diferente.
En la forma en que hemos cambiado,
en la forma en que hablamos
de mujeres en el ámbito público.
Consideren una encuesta
de 300 chicas elegidas al azar
de una universidad holandesa
y una estadounidense.
Dos universidades similares,
hablando de su temprana
experiencia sexual.
Las chicas holandesas encarnaron todo
lo que decimos querer de nuestras chicas.
Tuvieron menos consecuencias negativas,
como la enfermedad,
el embarazo, el arrepentimiento,
y resultados más positivos
como poder comunicarse con su pareja,
que dijeron que conocían muy bien;
prepararse para la experiencia
de manera responsable;
divirtiéndose.
¿Cuál era su secreto?
Las chicas holandesas dijeron
que sus médicos, maestros y padres
les hablaron con franqueza,
desde una temprana edad,
sobre el sexo, el placer
y la importancia de la confianza mutua.
Y es más, si bien
los padres estadounidenses
no necesariamente estamos
incómodos hablando de sexo,
tendemos a enmarcar esas conversaciones
en términos de riesgo y peligro.
Mientras, los padres holandeses hablan
de equilibrar responsabilidad y placer.
Tengo que decir,
como madre yo misma,
que me golpeó duro,
porque yo sé
que si no hubiera profundizado
en esa investigación,
habría hablado con mi hija
sobre la anticoncepción,
sobre la protección contra la enfermedad,
sobre el consentimiento,
porque soy una madre moderna,
y habría pensado...
buen trabajo.
Ahora sé que no es suficiente.
También sé lo que espero
para nuestras chicas.
Quiero que vean la sexualidad
como una fuente de autoconocimiento,
creatividad y comunicación,
A pesar de sus riesgos potenciales,
quiero que puedan deleitarse
en la sensualidad de sus cuerpos
sin ser reducidas a eso.
Quiero que puedan pedir
lo que quieran en la cama,
y que lo reciban.
Quiero que estén a salvo
de un embarazo no deseado,
enfermedad,
crueldad,
deshumanización,
violencia.
Si son agredidas,
quiero que tengan recursos
en sus escuelas,
en el trabajo,
en los tribunales.
Es mucho pedir,
pero no es demasiado.
Como padres, maestros,
defensores y activistas,
hemos educado una generación
de chicas para que tengan voz,
para esperar un tratamiento
igualitario en el hogar,
en el aula,
en el trabajo.
Ahora es el momento
de exigir justicia íntima
en sus vidas personales también.
Gracias.
(Aplausos)