Según Carmen Jiménez,
los alumnos más capaces
son los que aprenden a mayor ritmo,
con mayor profundidad
y mayor amplitud que sus iguales.
Sobretodo si encuentran
en familia y profesores
el estímulo y la guía adecuados.
Están llamados como grupo
a obtener un rendimiento
excelente o brillante,
y a liderar el conocimiento,
la innovación, y la cohesión social.
Un 10 % de los niños
tiene altas capacidades intelectuales.
No estoy hablando sólo
de los que tienen un CI de 130 o más.
Porque ya la teoría de
las inteligencias múltiples de Gardner,
nos enseñó que existen
muchos tipo de inteligencia.
Así tenemos el talento simple,
que destaca solo en un área:
verbal, matemática, creatividad.
El talento complejo,
que destaca en varias,
y el superdotado que destaca en todas.
Neurológicamente, su cerebro es diferente,
es más sensible a la estimulación,
hay más uniones entre diferentes áreas.
Esto les lleva a aprender más rápido,
a captar más información, y a relacionar
unos temas con otros más facilmente.
En definitiva, a pensar diferente.
Esto hace que se hagan preguntas
que otros niños no se hacen.
Como el que con 5 años se preguntaba:
¿Cómo hacen las abejas para fabricar
unas veces cera y otras miel?
Tienen más miedos, porque son capaces
de entender intelectualmente
temas que no pueden
asimilar emocionalmente.
Como el miedo a la muerte con 3 años.
Esta diferencia les crea dificultades.
A veces sus aficiones no tienen nada
que ver con lo que hacen en el colegio.
Sus temas de conversación
no interesan a los otros niños,
o sus juegos son diferentes.
Los padres, como todos los padres,
intentamos allanarles el camino.
Por eso creamos una asociación,
un espacio donde poder estar
con otros niños como ellos,
y hacer actividades
acordes a sus intereses.
Para así ayudarles a ser ellos mismos,
y a integrarse en la sociedad.
Este proceso empieza en la familia.
Creo que todos tenemos
en la cabeza ese estereotipo,
de que un niño con altas capacidades
es un niño listo que saca buenas notas.
Pero esto no siempre es así.
La realidad es más compleja.
A veces esta realidad,
es la de un niño que te hace preguntas
para las que no tiene respuesta.
Como el que con 8 años preguntaba:
¿El rayo es un sólido, líquido, o gas?
Otras veces te cuestionan.
Como el que con 4 años dice:
¿Por qué te regalamos un cuadro
"para la madre ideal"?
Una madre ideal no nos gritaría nunca.
Otras veces nos incomodan.
Como el que con 7 años,
en la visita a un monumento,
tomaba apuntes en su libreta,
y puntualizaba los comentarios del guía.
Otras veces cuestionan el entorno.
Como el que con 6 años dijo:
"No sé por qué tenía tantas ganas
de ir al cole de mayores.
Pensé que me dejarían crear,
inventar y experimentar".
Vivir situaciones como ésta no es sencillo
Ser padre no es fácil,
y si tu hijo además es diferente
de algún modo, menos aún.
Porque lo que ésta diferencia
suele provocar en el entorno,
es incomprensión y rechazo.
Empieza en forma de motes,
empollón, diccionario, calculadora humana,
que duelen a los niños que lo reciben.
Pero creo que deberían dolernos a todos.
Porque ¿qué clase de sociedad tenemos
que critica al que quiere aprender,
al que es inteligente?.
No nos engañemos, no son cosas de niños
Los motes que he dicho sí que pueden
ser pensados por un niño.
Pero ¿qué ocurre cuando a un niño
le ponen el mote de superdotado?
Aquí ya ha intervenido algún adulto.
Si nos paramos a pensar en el nombre
de cuántos investigadores conocemos,
cuánto espacio dedican los periódicos o
los telediarios a la ciencia y la cultura.
¿Cuándo hemos visto un político
inaugurando un laboratorio?
Igual nos damos cuenta
de que nuestra sociedad
no valora mucho la inteligencia.
Por eso al final, como padre,
tienes miedo de que tu hijo
abra la boca en público
de que lo rechacen los compañeros,
o los padres de los compañeros.
El porcentaje de acoso
en alta capacidad ronda el 46 %.
Tienes miedo de que el entorno
descubra que es diferente y le rechace.
Pero sobre todo, de que ellos,
que lo captan todo,
descubran nuestro miedo
y decidan esconderse.
Como padres, hay que aceptar
a nuestros hijos tal y como son.
Apoyarlos para que se atrevan
a ser ellos mismos,
y para que salgan a un mundo
que quizá les haga daño.
Es difícil, pero es lo que hay que hacer,
no porque tengan altas capacidades,
sino porque son niños
y ni ellos ni nosotros
han elegido ser lo que son.
Pero esto los padres lo hacemos
en la clandestinidad,
leemos, consultamos con especialistas,
hablamos con padres
de otros niños como los nuestros.
Pero en la puerta del colegio nos callamos
Tenemos miedo
¿Cómo les digo yo a los padres
que se quejan de que sus hijos
están toda la tarde haciendo deberes,
que a mí lo que me preocupa
es que el mío no tiene deberes
porque ha acabado todo en clase?.
No me van a entender.
Como nos callamos
nadie conoce nuestra realidad,
y no damos la opción
de que nos entiendan, nos apoyen
y ayuden a que nuestros hijos
se sientan aceptados.
Y así, somos nosotros los primeros
que perjudicamos a nuestros hijos
Para cambiar esto os necesitamos a todos.
Para cambiar la valoración social
de la inteligencia.
Después de la familia,
el siguiente paso es la escuela.
Nuestro sistema educativo clasifica
a los niños por edad.
Lo que junta en una misma aula
cabecitas que pueden estar
a niveles muy diferentes.
Y educar en igualdad,
es darle a cada uno lo que necesita.
Y los niños con altas capacidades
necesitan retos,
necesitan que se responda
a sus preguntas difíciles
sin pensar que las hacen para fastidiar,
o para cuestionar
la autoridad del profesor.
Necesitan crear, inventar y experimentar.
Esto es posible y no requiere
grandes inversiones.
Requiere formación y comprensión.
¿Qué podemos hacer si un niño en primero
de primaria ya escribe cuentos?
Pues buscar un momento a la semana
para que cada niño pueda leer
los cuentos que haya escrito.
Y así posiblemente, otros poco a poco
se animen a hacerlo.
Si en la escuela no encuentran
el estímulo que necesitan
y sus intereses van por otro lado,
se desmotivan.
Si todo les resulta sencillo,
no necesitan esforzarse,
no aprenden estrategias de
afrontamiento de tareas difíciles,
ni a tolerar la frustración
que esto supone,
y no están preparados
para cursos superiores.
Un 30 % fracasa y no obtiene el título
de educación secundaria obligatoria.
Un 60 % no obtiene el título
de bachillerato o equivalente,
y un 70 % no consigue un título superior.
La fuga de cerebros no empieza
cuando un licenciado universitario
con un expediente brillante
se marcha a trabajar al extranjero.
La fuga de cerebros empieza cuando
un alumno potencialmente brillante
abandona el sistema educativo,
antes de terminar los estudios
que hubiera querido tener.
O cuando un alumno,
después de 15 años de estudiar
a un ritmo que no es el suyo,
con unos compañeros y profesores
que no siempre le entienden,
y a veces le rechazan,
prefiere estudiar delante de un ordenador,
y elige una universidad a distancia
en vez de quedarse
en la que tiene al lado de su casa.
Si encuentran en la familia y en la
escuela el apoyo que necesitan
se atreverán a mostrarse
tal y como son en la sociedad.
Ya no habrá un currículum que les limite,
y podrán llevar sus temas de interés
hasta dónde ellos quieran;
escritura, animales marinos, robótica.
Y aun así van a necesitar
un espacio que les acoja,
que les anime a desarrollar nuevas ideas,
mentores que les ayuden
a dirigir y potenciar su talento.
En definitiva, un entorno que les ayude
a descubrir quiénes son,
en qué sobresalen,
y qué pueden aportar al mundo.
Piensan diferente.
Son por ello fuente de innovación.
Y os invito a reflexionar
si podemos permitirnos perderlos.
Porque pueden llegar al mundo laboral
con notas mediocres,
falta de autoestima
y falta de habilidades sociales
al no haber encajado nunca
en su grupo de iguales.
No sé si como sociedad
podemos permitirnos
desperdiciar todo lo que
hubieran podido aportar.
Por eso tenemos que cambiar leyes,
escuelas, pero sobre todo mentalidades,
para identificarlos y apoyarlos.
¿No es mejor dejar de pensar
que tienen que normalizarse,
y empezar a valorarlos por lo que son?.
¿Estamos preparados para tener
un alumno, un hijo, un vecino,
un compañero de trabajo, un amigo
con altas capacidades intelectuales
para aceptarlo tal y como es?
¿Para darnos cuenta
de que lo que piensa, dice y hace
no es porque se sienta superior?,
sino porque es así,
y necesita todo nuestro apoyo
para atreverse
a sacar lo mejor de sí mismo,
y contribuir así a una sociedad mejor.
Gracias.
(Aplausos)