Este es un pabellón de tuberculosos, y en la época en que se tomó esta foto, a finales de siglo XIX, una de cada siete personas moría de tuberculosis. No sabíamos qué provocaba esta enfermedad. La hipótesis era que tu constitución te hacía susceptible a ella. Y era una enfermedad altamente idealizada. También se la llamaba tisis, y era la enfermedad de los poetas, los artistas y los intelectuales. Algunas personas sostenían que te provocaba una gran sensibilidad y confería una creatividad genial. Ya en la década de los 50, sabíamos que la tuberculosis se originaba por una infección bacteriana altamente contagiosa, lo que es algo menos romántico, pero que tenía la ventaja de poder quizás desarrollar medicamentos para tratarla. Los médicos habían descubierto una nueva droga, la iproniazida, que confiaban pudiera curar la tuberculosis, y se la administraban a los pacientes y los pacientes se sentían eufóricos. Estaban más sociables, más enérgicos. Un informe médico afirma que "bailaban por los pasillos". Y por desgracia, no era precisamente porque estuvieran mejorando. Muchos de ellos seguían muriendo. Otro informe médico los describe como "indebidamente felices". Y así fue como se descubrió el primer antidepresivo. El descubrimiento por accidente es algo común en la ciencia, pero se necesita más que un accidente feliz. Tienes que poder reconocerlo para que ocurra el descubrimiento. Como neurocientífica les contaré un poco sobre mi experiencia personal con lo que pueden llamar lo opuesto a la buena suerte, lo llamaremos: suerte inteligente. Pero antes, un poco más de historia. Por suerte, desde la década de los 50 desarrollamos otros medicamentos y de hecho podemos curar la tuberculosis. Y por lo menos en EE.UU., aunque no necesariamente en otros países, cerramos nuestros sanatorios y probablemente a la mayoría de Uds. no les preocupa demasiado la TB. Pero mucho de lo cierto en el siglo XIX sobre las enfermedades infecciosas, lo podemos decir ahora sobre las psiquiátricas. Tenemos una epidemia de trastornos del estado de ánimo: depresión, trastorno por estrés postraumático o TEPT. Uno de cada cuatro adultos en EE. UU. sufre una enfermedad mental, lo que significa que si uno no lo ha experimentado en persona, o alguien en la familia, es muy posible que algún conocido lo haga, aunque pueda no hablar de ello. De hecho la depresión ha superado al VIH/SIDA, la malaria, la diabetes y a la guerra como causa principal de discapacidad en el mundo. Y también, como la tuberculosis en la década de los 50, no sabemos qué la provoca. Una vez que se desarrolla, es crónica, dura toda la vida, y no se conoce cura. El segundo antidepresivo que descubrimos, también fue por accidente, en la década de los 50, a partir de un antihistamínico que provocaba un efecto maníaco: la imipramina. Y tanto en el pabellón de tuberculosis como con la antihistamina, alguien tuvo que poder reconocer que un medicamento diseñado para hacer una cosa, tratar la tuberculosis o eliminar alergias, podría utilizarse para algo muy diferente: tratar la depresión. Y este cambio de finalidad es todo un reto. Cuando los médicos vieron por primera vez la mejora de ánimo con la iproniazida no reconocieron lo que vieron. Estaban tan acostumbrados a verla como un medicamento para tratar la tuberculosis que en realidad solo la catalogaron como un efecto secundario adverso. Como pueden ver aquí, muchos de esos pacientes en 1954 experimentaban euforia grave. Y les preocupaba que esto pudiera interferir en cierta manera con su recuperación de la tuberculosis. Así que recomendaron que la iproniazida se usara solo en casos de TB extrema y en pacientes que fueran emocionalmente muy estables, que es exactamente lo opuesto a como lo usamos de antidepresivo. Tan acostumbrados a verlo desde la perspectiva de esta sola enfermedad, no podían ver las repercusiones más grandes en otra enfermedad. Y siendo justos, no es solo su culpa. La fijación funcional es un sesgo que nos afecta a todos. Es la tendencia a pensar en un objeto solo según su uso o función tradicional. Y el escenario mental es otra cosa. Esa es la clase de marco preconcebido con el que abordamos los problemas, y que hace que dar con otra finalidad nos resulte difícil, supongo que por eso le dieron el programa de TV al chico que era súper bueno reutilizando. (Risas) Los efectos en ambos casos, iprionazida e imipriamida, eran tan fuertes, obsesión y gente bailando en los pasillos, que no sorprende tanto que lo detectaran. Pero hace a uno preguntarse qué más nos hemos perdido. Así que iproniazida e imipramina, son más que un caso práctico de reutilización. Tienen otras dos cosas en común que son muy importantes: 1. Tienen efectos secundarios terribles, como toxicidad de hígado, aumento de peso en más de 22 kg, propensión al suicidio. 2. Ambos aumentan los niveles de serotonina, que es una señal química en el cerebro, o neurotransmisor. Y esas dos cosas combinadas, la una o la otra solas puede que no tuvieran repercusión, pero las dos combinadas nos obligaron a desarrollar medicamentos más seguros, y aquella serotonina pareció el punto del que partir. Así que desarrollamos medicinas centradas específicamente en la serotonina: los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina o ISRS, el más famoso de los cuales es Prozac. Y eso fue hace 30 años, y desde entonces básicamente tratamos de optimizar esos fármacos. Y los ISRS son mejores que las medicinas que les precedieron, pero aún tienen muchos efectos secundarios, incluido el aumento de peso, insomnio, propensión al suicidio... y les lleva bastante empezar a funcionar, de 4 a 6 semanas en muchos pacientes. Y eso en los pacientes en los que funcionan. Hay muchos pacientes a los que estas drogas no les funcionan. Lo que significa que ahora, en 2016, aún no tenemos cura para ningún trastorno del estado de ánimo, hay medicinas que eliminan los síntomas, que es una diferencia similar a tomar ante una infección, un analgésico en vez de un antibiótico. Un analgésico te hará sentir mejor, pero no va a hacer nada por tratar la enfermedad subyacente. Y esta flexibilidad en nuestro pensamiento hizo que reconociéramos que la iproniazida y la imipramina podrían ser reutilizadas de esta forma, lo que nos llevó a la hipótesis de la serotonina, que después, irónicamente, dejamos ya fijada. Esto es señalización cerebral, serotonina, de un anuncio de ISRS. Por si acaso, lo digo, esto es una representación. En el mundo de la ciencia intentamos ser imparciales llevando a cabo experimentos a doble ciego o siendo estadísticamente agnóstico sobre cuál será el resultado. Pero la parcialidad se cuela más en lo que decidimos estudiar y cómo decidimos estudiarlo. Nos hemos centrado en la serotonina durante los últimos 30 años, a menudo dejando fuera otras cosas. Aún no tenemos cura, ¿y si la serotonina no es lo único que influye en la depresión? ¿y si ni siquiera es la parte clave? Esto significa que no importa cuánto tiempo dinero o esfuerzo pongamos, nunca llegará una cura. En los últimos años los médicos han descubierto el que probablemente es el primer verdadero antidepresivo desde los ISRS: Calypsol, y este medicamento funciona rápidamente, en cuestión de horas o un día, y no trabaja sobre la serotonina. Trabaja sobre el glutamato, que es otro neurotransmisor. Y también cambió de fin: Antiguamente se usaba como anestesia en cirugía. Pero a diferencia de esas otras drogas, que se reconocían rápidamente, nos llevó 20 años darnos cuenta de que Calypsol era un antidepresivo, a pesar de que de hecho es un mejor antidepresivo, que esos otros medicamentos. Probablemente por el hecho de que es mejor antidepresivo nos costó reconocerlo. No había manía que apuntara a sus efectos. En 2013, en la Universidad de Columbia, yo estaba trabajando con mi colega, la Dra. Christine Ann Denny, estudiando Calypsol como antidepresivo en ratones. Y el Calypsol tiene una vida media muy corta, lo que significa que sale del cuerpo en sólo unas horas. Y estábamos haciendo pruebas. Les poníamos una inyección a los ratones, esperábamos una semana, y hacíamos otro experimento para ahorrar dinero. Y uno de los experimentos que conduje, estresó a los ratones, y usamos eso como modelo de depresión. Al principio parecía como si no estuviera funcionando nada. Podríamos haber parado aquí. Pero he ejecutado este modelo de depresión durante años, y los datos me parecían algo raros. No me sonaban bien. Así que volví y los analizamos de nuevo basándonos en si habían recibido o no la inyección de Calypsol una semana antes. Y más o menos resultó esto: Si miran el extremo izquierdo, si ponemos un ratón en un nuevo espacio, esta es la caja, es muy emocionante, el ratón andará por ahí explorando, y pueden ver que la línea rosa es el seguimiento de lo que han andado. También metimos a otro ratón en un portalápices con el que pudiera decidir interactuar. Esto también es una representación, por si no está claro. Y un ratón normal explorará, será social, comprobará qué pasa. Si estresas a un ratón en este modelo de depresión, que es la caja del medio, se ve que ni son sociales ni exploran, solo se esconden en una esquina tras el vaso. Sin embargo, los ratones que habían recibido una inyección de Calypsol, aquí a la derecha, exploraban y eran sociales. Parecía como si nunca hubieran estado estresados, algo que es imposible. Podríamos haber parado aquí, pero Christine también había usado Calypsol anteriormente como anestesia, y hacía unos años había visto que parecía tener algunos efectos raros en las células y en algún comportamiento que parecía prolongarse tras la medicación unas pocas semanas. Así que pensábamos: "Bien, quizás esto no es totalmente imposible", pero éramos muy escépticas. E hicimos lo que se hace en ciencia cuando se duda: lo realizamos de nuevo. Recuerdo estar en la sala de los animales moviendo a los ratones de una caja a otra para testarlos, mientras Christina, sentada en el suelo con su portátil en el regazo para que los ratones no la vieran, analizaba datos en tiempo real. Recuerdo que gritamos, algo que se supone no debes hacer en una sala de pruebas con animales, porque había funcionado. Estos ratones parecían estar protegidos frente al estrés, o eran indebidamente felices, como quieran llamarlo. Y estábamos muy emocionadas. Después fuimos escépticas porque era demasiado bueno para ser cierto. Lo probamos de nuevo. Y después lo probamos otra vez en un modelo de TEPT, y después en un modelo fisiológico, donde sólo dimos hormonas del estrés. Trajimos a nuestros alumnos y a nuestros colaboradores de medio mundo para que lo probaran en Francia. Y cada vez que alguien hacía el experimento, confirmaba lo mismo: Parecía que una sola inyección de Calypsol de alguna manera protegía del estrés durante semanas. Y hace sólo un año publicamos esto, pero desde entonces otros laboratorios han confirmado este efecto. Así que no se sabe qué causa la depresión pero sabemos que el estrés es el detonante inicial en el 80 % de los casos, y aunque la depresión y el TEPT son diferentes, esto es algo que tienen en común. Es el estrés traumático como los combates activos o los desastres naturales o la violencia en la comunidad o la agresión sexual lo que causa síndrome de estrés postraumático, y sin embargo no todos los expuestos al estrés desarrollan trastorno emocional. Y esta habilidad para sufrir estrés y ser resiliente, dar un salto hacia atrás y no desarrollar depresión o TEPT se conoce como resistencia al estrés, y varía de unas personas a otras. Y siempre hemos pensado en ello como una especie de propiedad pasiva. Es la ausencia de factores de susceptibilidad y factores de riesgo para estos trastornos. Pero, ¿y si fuera activa? Quizás podríamos aumentarla, algo semejante a ponerse una armadura. Descubríamos la primera medicina que aumentaba la resiliencia. Y como decía, sólo dábamos una pequeña cantidad, que duraba semanas, algo que no se parece en nada a lo visto con antidepresivos. Pero es bastante similar a lo que se ve con las vacunas. Con las vacunas inmunes te inyectas, y semanas, meses, años más tarde, cuando realmente estás expuesto a las bacterias, no es la vacuna en tu cuerpo la que te protege; es tu propio sistema inmune que ha desarrollado la resistencia a esas bacterias el que las vence, y no te infectas nunca, algo muy diferente a nuestros tratamientos, ¿verdad? En ese caso, te infectas, te expones a las bacterias, enfermas y después tomas un antibiótico que lo cura, y esa medicina está trabajando para matar las bacterias. O, como decía antes, con este paliativo tomarás algo que borrará los síntomas pero no tratará la infección subyacente, y sólo te sentirás mejor mientras lo estés tomando, y por eso debes seguir tomándolo. Y con la depresión y el TEPT, aquí tienen la exposición al estrés, sólo tenemos cuidados paliativos. Los antidepresivos sólo ocultan síntomas, y por eso hay que seguir tomándolos mientras dure la enfermedad, que a menudo supone toda la vida. Así que llamamos a nuestras drogas para aumentar la resiliencia "paravacunas" significa que son como vacunas porque parece que puedan tener el potencial de proteger contra el estrés y evitar que los ratones desarrollen la depresión y el trastorno de estrés postraumático. No todos los antidepresivos son también paravacunas. Probamos también el Prozac y no tuvo efecto. Si se tradujera esto a los humanos, podríamos proteger a la gente previsiblemente en riesgo contra enfermedades del estrés como la depresión y el TEPT. Así que eso son los primeros en responder, los bomberos, los refugiados, prisioneros y carceleros, los soldados... cualquiera. Y para daros una idea de la magnitud de estas enfermedades, en 2010, el coste global de la enfermedad se estimó en 2.5 billones de dólares, y como son crónicas, el coste se agrava y se espera que aumente a los 6 billones en los próximos 15 años. Como decía antes, reconvertir puede ser un reto debido a nuestros anteriores sesgos. El Calypsol tiene otro nombre, ketamina, que también tiene otro nombre, Special K, una droga de discoteca y de abuso. Aún se usa en todo el mundo de anestésico. Se usa en niños, lo usamos en el campo de batalla. Es la droga elegida en muchos países en desarrollo porque no afecta a la respiración. Está en la lista de medicinas esenciales de la OMS. Si hubiéramos descubierto la ketamina como una paravacuna primero, nos resultaría muy fácil desarrollarla, pero tenemos que competir con nuestro cuadriculamiento funcional y mental, que interfiere. Afortunadamente no es el único compuesto que hemos descubierto que tiene estas cualidades profilácticas de paravacuna, pero el resto de drogas que hemos descubierto, drogas o compuestos, son nuevos, y tienen que pasar todo el proceso de aprobación de la FDA, si lo hacen antes de que puedan utilizarse en humanos. Y esto llevará años. Así que si quisiéramos algo más pronto, la ketamina ya está aprobada por la FDA. Es genérica, está disponible. Podríamos desarrollarla por sólo una fracción del precio y del tiempo. Pero de hecho, además de que somos cuadriculados mentalmente, hay otra dificultad en la reutilización de las drogas, que son las leyes. No existen incentivos cuando una droga es genérica, no exclusiva y no la protege patente que anime a las farmacéuticas a desarrollarla, porque ya no genera dinero. Y esto no sólo se aplica a la ketamina sino a cualquier droga. En cualquier caso, la idea misma es completamente nueva en psiquiatría: usar medicinas para prevenir enfermedades mentales en vez de sólo tratarlas. Es posible que dentro de 20, 50, 100 años, echemos la vista atrás a la depresión y el TEPT hoy de la misma manera en la que vemos los hospitales de tuberculosos como algo del pasado. Este podría ser el comienzo del fin de la epidemia de la salud mental. Pero como dijo un gran científico una vez: "Sólo un tonto está seguro de todo; Un hombre sabio sigue investigando". Gracias. (Aplausos)