En los siglos XI y XII,
la mayoría de los plebeyos
ingleses eran analfabetos.
Dado que no tenían forma
de aprender la Biblia
al clero se le ocurrió
una solución ingeniosa:
hacían obras de teatro de
ciertas historias de la Biblia
por lo que incluso la gente que
no podía leer, podría aprenderlas.
Les llamaban obras misteriosas
porque revelaban el misterio
de la palabra de Dios.
Casi en la misma era,
el clero también hizo obras
de los santos de la iglesia
llamadas obras milagro.
En el comienzo
los miembros del clero actuaban
en las historias biblícas
en las escalinatas
afuera de la catedral.
La audiencia respondió tan bien
que pronto necesitaron
mudarse de la calle
a la plaza del pueblo.
Construyeron carretas en
las que ponían cada obra
y formando una tras otra,
podían hacer puestas
de ciclos de historias,
que llevaban al espectador
del Génesis
al Apocalipsis.
Estas carretas móviles,
llamadas procesiones,
parecían enormes
cajas en ruedas.
Cada una tenía
dos pisos de alto.
El piso inferior se preparaba
para los camerinos,
el vestuario y la utilería.
La plataforma superior era
el escenario para la función.
Los espectadores se reunían
en varias esquinas del pueblo
y la procesión se trasladaba en ciclos
hasta que todos los pobladores
habían visto la serie entera.
Pronto, las obras
requirieron de más actores
de los que el clero podía suplir.
Así para el siglo XIII,
se solicitó a varios gremios
que se hicieran responsables
de actuar los distintos roles del ciclo.
Las asignaciones tenían
la intención de reflejar
las profesiones de los gremios.
Por ejemplo, el gremio de
los carpinteros hacía
la historia del Arca de Noé,
el gremio de los panaderos
presentaba La Última Cena.
¿Se pueden imaginar lo
que pasaría en la historia
si el gremio de los carniceros
hacía La Crucifixión de Cristo?
Sí, sin el clero,
la obras pronto
empezaron a cambiar
de sus orígenes bíblicos.
Para fines del siglo XIV,
una nueva forma de drama
llamadas moralidades,
había evolucionado.
Fe,
verdad,
caridad,
y buenas acciones
todas se convirtieron en
personajes en el escenario.
A su vez, los valores opuestos
de mentira,
codicia,
carne mundana
y el diablo
se convirtieron en los antagonistas.
Las moralidades
eran historias alegóricas
en las que los personajes
luchaban por el control del alma.
Las audiencias adoraban
los personajes inmorales
y se animaba a los espectadores
a interactuar con los actores.
Les arrojaban comida podrida
e incluso las peleas
con los espectadores
se hicieron más comunes.
El personaje del diablo
a menudo rondaba
entre las multitudes
y agarraba a espectadores distraídos
y los arrojaba a un infierno
representado en la boca de un dragón.
Las virtuosas historias bíblicas
se habían transformado
en historias crudas
y a veces cómicas.
El clero intentaba enseñar
en contra de la inmoralidad.
Qué ironía entonces,
que la moral juegue...
en realidad aliente vicios que son
más populares que las virtudes.
Para mediados del siglo XV,
la iglesia proscribió
estas funciones.
Los fueros de los pueblos
requirieron que todo teatro
se tenía que construir fuera
de las murallas de la ciudad.
Uno de los primeros teatros
fue construido como una versión
más grande que una procesión,
cuya galería tenía
hileras con asientos
que circundaban un área pastosa
en frente del escenario
¿Suena familiar?
Un William Shakespeare joven
desarrolló su arte
aquí en el teatro
que con el tiempo
se renombró El Globo.
Las moralidades medievales
derivaron en las obras del Renacimiento
que fueron inspiradas
por las luchas internas
y la consciencia del hombre.
Y así, en esencia, es
como el drama surgió
como una forma
de arte literario.