Hay una fábrica dentro de uno, que pesa aproximadamente 1,4 kilos y funciona 24 horas al día. Es el hígado, el órgano más pesado del cuerpo y uno de los más esenciales. Esta laboriosa estructura actúa simultáneamente como almacén, como centro de fabricación y como planta procesadora. Y todas estas funciones conllevan tantas subtareas importantes que sin el hígado, nuestros cuerpos simplemente dejarían de funcionar. Una de las principales funciones del hígado es filtrar la sangre del cuerpo que recibe en remesas regulares de 2 fuentes: la arteria hepática trae la sangre desde el corazón, mientras la vena porta hepática la trae del intestino. Esta doble procedencia, llena el hígado de nutrientes que después él clasifica, procesa y almacena con la ayuda de miles de pequeñas plantas procesadoras internas llamadas lóbulos. Ambos flujos aportan el oxígeno necesario para el funcionamiento. La sangre procedente del intestino contiene carbohidratos, grasas, vitaminas y otros nutrientes disueltos procedentes del alimento consumido. Esto debe ser procesado de diferentes formas. En el caso de los carbohidratos el hígado los divide y convierte en azúcares que el cuerpo usará como combustible cuando la sangre filtrada salga del hígado. Algunas veces el cuerpo tiene nutrientes sobrantes que no necesita inmediatamente. Cuando esto sucede, el hígado retiene algunos, y los apila en la instalación de almacenaje. Esta instalación funciona como despensa para otras ocasiones en las que el cuerpo pueda necesitarlos. Pero la sangre que fluye hacia el hígado no siempre trae cosas buenas, también contiene toxinas y subproductos inútiles. El hígado supervisa estos productos estrictamente. Cuando advierte una sustancia inútil o tóxica, la convierte en un producto inocuo o la aísla y la tritura, canalizándola a través de los riñones y el intestino para que sea excretada. Por supuesto, no consideraríamos que el hígado es una fábrica si no fabricara cosas. Este órgano hace desde varias proteínas plasmáticas que transportan ácidos grasos y colaboran en la formación de coágulos, hasta el colesterol, que participa en la síntesis de hormonas. También fabrica la vitamina D y sustancias que contribuyen a la digestión. Pero uno de sus productos más vitales es la bilis. Como si fuera una planta ecológica de tratamiento el hígado usa las células llamadas hepatocitos para transformar residuos tóxicos en este líquido verde y amargo. A medida que se produce, la bilis es canalizada a un contenedor bajo el hígado: la vesícula biliar antes de liberarla en el intestino donde ayuda a descomponer grasas, destruir microbios y neutralizar la acidez. La bilis también ayuda a transportar toxinas y residuos desde el hígado para expulsarlos del cuerpo. Como puedes ver, el hígado es una industria extremadamente eficiente, que lleva a cabo múltiples tareas coordinadas entre sí. Para que un sistema tan complejo funcione adecuadamente es necesario mantenerlo sano sin sobrecargarlo con más toxinas de las que puede manejar. No nos podemos permitir que esta fábrica cierre.