Hay un proverbio africano que dice:
"La historia del león nunca será conocida
mientras sea el cazador quien la cuente".
Más que una conversación racial,
necesitamos una alfabetización racial
para decodificar la política de
amenaza racial en EE. UU.
La clave de esta alfabetización
es una verdad olvidada:
cada vez más entendemos
que nuestras diferencias culturales
representan el poder para sanar siglos
de discriminación racial,
deshumanización y enfermedad.
Mis padres eran afroamericanos.
Mi padre nació en el sur de Delaware;
mi madre, en North Philadelphia,
y estos dos lugares son tan diferentes
el uno del otro como el este del oeste,
como la ciudad de Nueva York
lo es de Montgomery, Alabama.
La forma en que mi padre lidiaba
con el conflicto racial
era teniendo a mi hermano Bryan,
a mi hermana Christy y a mí en la iglesia
lo que parecía ser 24 horas al día,
siete días a la semana.
(Risas)
Si alguien nos molestaba
por el color de nuestra piel,
él creía que debíamos orar por ellos,
sabiendo que Dios al final
los llevaría por el buen camino.
(Risas)
Se podría decir que su enfoque para
afrontar lo racial fue espiritual,
para más adelante, para algún día,
como Martin Luther King.
La estrategia de mi madre
era un tanto diferente.
Ella era, se podría decir, más relacional.
En este momento, como diciendo "Toma",
ahora mismo.
Más como Malcolm X.
(Risas)
Se crió en barrios caracterizados
por la violencia racial y la segregación,
barrios de donde fue expulsada,
y de donde ella, a su vez, expulsó a otros
por medio de la violencia.
Cuando vino al sur de Delaware,
creyó que estaba en otro país.
No entendía a nadie,
particularmente
a los pocos negros y morenos
que eran físicamente deferentes
y verbalmente respetuosos
en presencia de los blancos.
No mi madre.
Cuando quería ir a algún lado, lo hacía.
No le importaba lo que pensaran.
Y enojaba a mucha gente
con su estilo cultural.
Antes de entrar al supermercado,
nos daba el discurso:
"No pidan nada,
no toquen nada.
¿Entienden lo que estoy diciendo?
No me importa si los otros niños
andan trepando las paredes.
No son mis hijos.
¿Entienden lo que estoy diciendo?"
Y en coro las tres voces:
"Sí, mamá."
Antes de entrar al supermercado,
ese discurso era
todo lo que necesitábamos.
¿Cuántos de Uds.
alguna vez recibieron ese discurso?
¿Cuántos de Uds. dieron ese discurso?
(Risas)
¿Cuántos de Uds. dan ese discurso hoy?
Mi madre no nos daba ese discurso
porque le preocupaba el dinero
o la reputación
o nuestro mal comportamiento.
Nunca nos portábamos mal.
Estábamos demasiado asustados.
Estábamos en la iglesia las 24 horas,
siete días a la semana.
(Risas)
El discurso que nos daba era
para recordarnos
que algunas personas en el mundo
juzgaban nuestro mal comportamiento
solo porque éramos negros.
No todos los padres deben preocuparse
de que sus hijos sean mal juzgados
debido al color de su piel,
por el solo hecho de respirar.
Así que entramos al supermercado,
y la gente nos miraba,
nos observaba como
si hubiéramos robado algo.
Un vendedor hacía o decía algo
de vez en cuando
porque les molestaba
nuestro estilo cultural,
y generalmente sucedía en la caja.
Y lo peor que podían hacer era
tirar nuestra comida en la bolsa.
Y cuando eso sucedía,
se calentaba el ambiente.
(Risas)
Mi madre comenzaba
a decirles quiénes eran,
quién era su familia,
dónde iban a acabar,
y lo rápido que lo iban hacer.
(Risas)
Si mi madre no te ha maldecido,
no has vivido.
(Risas)
La persona estaba en el suelo,
retorciéndose en estado
de descomposición total,
gimiendo en un charco
de vergüenza racial.
(Risas)
Mis padres eran cristianos.
La diferencia es que mi padre oraba
antes de un conflicto racial
y mi madre oraba después.
(Risas)
Hay un tiempo para usar ambas estrategias,
si se usan en el momento oportuno
y de la manera correcta.
Pero nunca hay un momento --
hay un tiempo para la conciliación,
hay un tiempo para la confrontación
pero nunca es momento para paralizarse
como un ciervo ante los faros de un auto,
ni tampoco para atacar a otros
en un ataque de ira ciega e irreflexiva.
La lección es que, cuando
de relaciones raciales se trata,
a veces debemos aprender a orar,
pensar, procesar, preparar.
Y otras veces, tenemos que saber
cómo presionar,
cómo hacer algo.
Y me temo que ninguna
de estas dos habilidades --
la preparación
y la presión--
prevalecen en nuestra sociedad hoy.
Investigaciones de la neurociencia dicen
que cuando somos amenazados
por cuestiones raciales,
nuestros cerebros se bloquean,
y deshumanizamos
a las personas negras y morenas.
Nuestros cerebros imaginan
que los niños y los adultos son mayores
de lo que realmente son,
más grandes de lo que realmente son
y están más cerca
de lo que realmente están.
Cuando estamos en nuestro peor momento,
nos convencemos a nosotros mismos
de que no merecen afecto o protección.
En Racial Empowerment Collaborative,
sabemos que algunos
de los momentos más aterradores
son los enfrentamientos raciales,
algunos de los momentos más aterradores
que alguien pueda vivir.
Los enfrentamientos con la policía
que ocasionaron la muerte injusta,
en su mayoría, de estadounidenses nativos
y de afroamericanos en este país,
han durado unos dos minutos.
Durante 60 segundos,
nuestro cerebro continúa bloqueado.
Y cuando no estamos preparados,
reaccionamos exageradamente.
En el mejor de los casos, nos bloqueamos.
En el peor, disparamos primero
y no hacemos preguntas.
Imaginen si pudiéramos reducir
la intensidad de la amenaza
dentro de esos 60 segundos
y evitar que nuestro cerebro
continúe bloqueado.
Imaginen cuántos niños llegarían
a casa de la escuela,
o de una tienda,
sin haber sido expulsados o baleados.
Imaginen cuántas madres y
cuántos padres no llorarían.
La socialización racial ayuda a jóvenes
a negociar encuentros de 60 segundos,
pero tomará más que una charla.
Se requiere de una alfabetización racial.
Pero ¿cómo tienen los padres
que abordar estas conversaciones,
y ¿qué es una alfabetización racial?
Gracias por preguntar.
(Risas)
Una alfabetización racial
implica la capacidad de leer,
reestructurar y reformular
un encuentro de tensión racial.
La lectura implica reconocer cuándo
ocurre un momento de conflicto racial
y darnos cuenta
de nuestra reacción al estrés.
La reformulación implica tomar conciencia,
reducir mi interpretación desmesurada
de ese momento
y reducirlo a una experiencia
de montañismo,
que significa
ir de una situación imposible
a una que es mucho más factible
y desafiante.
La resolución de un encuentro
racialmente estresante involucra
la capacidad de tomar
una decisión positiva.
Esto no es una falta de reacción,
simulando que no nos molestó,
ni tampoco una reacción desmedida,
donde exagero el momento.
Podemos enseñar a padres e hijos
a leer, reformular y resolver
utilizando esta estrategia
de toma de conciencia:
"Calcula, sitúa, comunica,
respira y exhala ".
Síganme.
"Calcula" plantea:
"¿Qué sensación estoy teniendo ahora
y qué tan intensa es
en una escala de 1 a 10?"
"Sitúa" plantea:
"¿En qué parte de mi cuerpo lo siento?"
Y seamos específicos,
como me dijo la alumna estadounidense
nativa de quinto grado de Chicago:
"Me enojo en el punto 9 porque
soy la única nativa estadounidense.
Y lo siento en el estómago,
como un grupo de mariposas
que luchan entre sí,
tanto que vuelan hasta mi garganta
y me ahogan".
Cuanto más detallados sean,
más fácil es reducir esa sensación.
"Comunica" plantea:
"¿Qué autodiscurso y qué imágenes
vienen a mi mente?"
Y si realmente quieren ayuda,
prueben con respirar
y exhalar lentamente.
Con la ayuda de mis muchos colegas
en Racial Empowerment Collaborative,
utilizamos la técnica de reducción
del estrés en el momento,
en varios proyectos
de investigación y terapia.
En un proyecto utilizamos el baloncesto
para ayudar a los jóvenes
a manejar sus emociones
durante arrebatos
de 60 segundos en la cancha.
En otro proyecto, con la ayuda
de mis colegas Loretta y John Jemmott,
aprovechamos el estilo cultural
de las peluquerías afroamericanas,
donde capacitamos a barberos negros para
que sean educadores en salud en dos áreas:
para reducir de forma segura
el riesgo sexual en relaciones de pareja;
y la otra,
para detener la violencia por represalias.
Lo bueno es que los barberos
usan su estilo cultural
para educar en salud
a hombres de 18 a 24 años
mientras les cortan el pelo.
Otro proyecto consiste
en enseñar a los maestros
a leer, reformular y resolver
momentos estresantes en el aula.
Y en el otro proyecto enseñamos
a los padres y a sus hijos por separado
a entender sus traumas raciales
antes de reunirlos para resolver
problemas de microagresiones diarias.
Las conversaciones de alfabetización
racial con nuestros hijos
pueden tener un efecto positivo,
pero se necesita práctica.
Y sé que algunos de Uds.
están pensando: "¿Práctica?
¿Práctica?
¿Estamos hablando de práctica?"
Sí, estamos hablando de práctica.
Tengo dos hijos.
El mayor, Bryan, tiene 26 años,
y mi hijo menor, Julian, tiene 12.
Y no tenemos tiempo
para hablar de cómo sucedió.
(Risas)
Pero
cuando pienso en ellos,
todavía son bebés para mí,
y me preocupo todos los días
de que el mundo los pueda juzgar mal.
En agosto de 2013,
Julian, que entonces tenía ocho años,
me ayudaba a doblar la ropa,
que en sí mismo era algo tan raro
que debería haberme imaginado
que algo extraño sucedería.
En la televisión estaban
los padres de Trayvon Martin,
y estaban llorando
debido a la absolución
de George Zimmerman.
Y Julian estaba pegado a la TV.
Tenía mil preguntas
y yo no estaba preparado.
Él quería saber por qué,
¿Por qué un hombre adulto
acechó, atrapó y mató
a un chico desarmado de 17 años?
Y no supe qué decir.
Lo mejor que pude decir fue
"Julian, a veces en el mundo hay personas
que menosprecian
a las personas negras y morenas
y no los tratan, y a los niños tampoco,
como humanos".
La situación le causó tristeza.
(Voz en off) Julian Stevenson:
Es triste.
"No nos importa.
Tú no eres de los nuestros".
Howard Stevenson: Sí.
JS: Es como decir, "Somos mejores que tú".
HS: Sí.
JS: "Y no hay nada
que puedas hacer al respecto.
Y si me asustas o algo así,
te dispararé porque te tengo miedo".
HS: Exactamente.
Pero si alguien te está acechando...
JS: No es lo mismo para todos los demás.
HS: No siempre es lo mismo, no.
Tienes que tener cuidado.
JS: Sí, porque la gente
puede faltarte el respeto.
HS: Exactamente.
JS: Y piensas que eres,
"No miras, no pareces ..."
Es como si pensaran:
"No tienes buena pinta,
así que tengo derecho
a faltarte el respeto".
HS: Sí, y eso es lo que llamamos
racismo.
Y a eso lo llamamos racismo, Julian;
y sí, algunas personas pueden usar
una chaqueta con capucha,
y no les pasa nada.
Pero a ti y a Trayvon
les podría pasar algo,
y es por eso que papá quiere
que estén a salvo.
(Voz en off) HS: Y por eso...
JS:Cuando dices "otras personas"
quieres decir que si Trayvon fuera blanco,
no le habrían faltado al respeto
de esa forma?
HS: Sí, Julian, papá quiso decir
"gente blanca"
al decir "otras personas", ¿de acuerdo?
De alguna manera, era muy
incómodo al principio,
pero una vez que comencé
a obtener mi ritmo,
empecé a hablar de estereotipos
y cuestiones de discriminación,
y justo cuando estaba en mi salsa,
Julian me interrumpió.
(Voz en off) HS: ... eres peligroso o
un delincuente porque eres negro,
seas un niño o un joven.
Eso está mal, no importa quién lo haga.
JS: Papá, quiero que pares.
HS: ¿Qué?
JS: Recuerdas cuando estábamos...
HS: Entonces me interrumpe
para contarme una historia
de cuando estaba en la piscina
con un amigo y fue agredido
por dos hombres blancos
por cuestiones raciales,
lo que su madre corroboró.
Y me sentí feliz de poder
hablar sobre eso;
parecía como si lo estuviera entendiendo.
De la tristeza de los padres
de Trayvon, pasamos a hablar
de los padres de George Zimmerman,
quienes, según leí en una revista,
justificaban el ataque a Trayvon.
Y, para mí, la reacción de Julian
no tuvo precio.
Me hizo sentir que él
lo estaba entendiendo.
(Voz en off) JS: ¿Qué dijeron de él?
HS: Creo que básicamente
estaban justificando
el seguimiento y el acecho.
JS: ¿Qué -?
HS: Sí, creo que eso está mal.
JS: Espera.
¿Creen que tiene derecho
a seguir a un chico negro,
pelear con él y dispararle?
HS: Como Julian lo estaba entendiendo,
empecé a perderlo.
Porque en mi imaginación, pensaba:
¿Qué pasa si mi Julian o Bryan
hubiera sido Trayvon?
Calculé mi enojo en un 10.
Mi pierna derecha temblaba
incontrolablemente
como si estuviera corriendo.
Y en mi imaginación, podía ver
a alguien persiguiendo a Julian,
y yo persiguiéndolos a ellos.
Y lo único que podía salir de mi boca
era que si alguien trata
de molestar a mi hijo ...
(Voz en off) HS: Si alguien trata
de molestar a mi hijo ...
mmm, mmm, mmm.
JS: ¿Qué pasaría?
HS: Bueno, mejor que corran.
JS: ¿Por qué?
HS: Iría a buscarlos.
JS: ¿Ves?
(Risa)
HS: Iría a buscarlos.
JS: ¿De verdad?
HS: Oh, sí.
JS: Entonces te atraparán
porque podrían tener armas.
HS: Bueno, llamaría
a la policía también, como debe ser.
Pero siento que quiero atraparlos.
Pero no se debe; tienes razón,
no se puede andar persiguiendo a la gente.
JS: Pueden estar armados.
HS: Sí, tienes razón. Sí, tienes razón.
Siento que quiero perseguirlos.
JS: Además, podrían ser un ejército.
HS: Lo sé; me dan ganas de ir a buscar
a los que se meten con mi hijo.
No me gusta eso.
JS: Mmm ...
HS: Pero tienes razón.
Tienes que tener cuidado.
Tienes que tener cuidado.
Nunca se sabe lo que algunos locos
pensarán de ti.
Solo piensa que eres hermoso,
como lo cree papá,
y también lo cree mamá, que eres
hermoso, precioso e inteligente.
Y tú mereces estar en este planeta,
tan feliz, bello e inteligente
como desees.
Puedes hacer lo que quieras, mi amor.
HS: La socialización racial no es solo
lo que los padres enseñan a sus hijos.
También es la forma en que los niños
responden a lo que sus padres enseñan.
¿Mi hijo está preparado?
¿Pueden reconocer cuando aparece
un elefante racial en una habitación?
¿Pueden reducir
su interpretación desmesurada
a una aventura de montañismo
en la que puede participar y no huir?
¿Pueden tomar una decisión
positiva y justa en 60 segundos?
¿Puedo hacerlo yo?
¿Pueden hacerlo Uds.?
Sí, podemos.
Podemos construir relaciones
más sanas en temas raciales
si aprendemos a calcular, situar,
comunicarnos, respirar y exhalar
en medio de nuestros momentos
más terribles,
cuando nos encontramos
cara a cara con nuestros egoísmos.
Si los siglos de odio racial
hierven en el cuerpo, la mente
y el alma de todos nosotros,
y si todo lo que afecta el cuerpo,
la mente y el alma afecta nuestra salud,
entonces podríamos usar el control
de armas para nuestros corazones.
Solo quiero lo que todos los padres
quieren para sus hijos
cuando no estamos cerca:
afecto y protección.
Cuando la policía y
los maestros ven a mis hijos,
quiero que ellos se imaginen los suyos,
porque creo que si ven
a nuestros hijos como propios,
nadie les disparará.
Con la alfabetización racial
y, claro está, con la práctica,
podemos descifrar
el trauma racial de nuestras historias,
y sanaremos al contarlas.
Pero nunca debemos olvidar
que nuestras diferencias culturales
están llenas de afecto y protección,
y recuerden siempre que
nunca se sabrá la historia del león
mientras sea el cazador
quien la cuente.
Muchas gracias.
(Aplausos)