El futuro de la humanidad depende del futuro de la religión. Ahora Uds. me ven, no soy cura, sacerdote, no soy un rabino. Pero les digo de nuevo: el futuro de la humanidad depende del futuro de la religión. Y se los dice alguien que es agnóstico, que no es creyente, ni siquiera me gusta mucho la espiritualidad. Y la realidad es que hace un siglo, por lo menos, que muchos pensadores, grandes pensadores decían que la religión iba a desaparecer. A tal punto, que en el año 66 la revista Time sacó en su tapa la pregunta: ¿Dios ha muerto? La respuesta, si no estaba muerto, era que seguramente agonizaba y mucho tiempo no le quedaba. Pero pasó algo. Todos esos pensadores y la revista Time estaban equivocados, porque la religión está viva. Está viva en las millones de personas que van de peregrinaje, en los millones que se bañan en un río sagrado para purificarse, en los miles de fieles que salen a ver al papa. La religión está viva fundamentalmente en el 84 %, el 84 % de la población mundial que dice tener una afiliación religiosa. De cada 10 personas en el planeta, más de 8 tienen identidad religiosa. Pero no solo eso, la religión se ha vuelto pública. Es pública cuando terroristas se inmolan contra las Torres Gemelas; es pública cuando un presidente habla de religión, o un papa habla sobre la homosexualidad o el aborto. La religión está de vuelta. No por nada los editores de The Economist titularon su último libro: "Dios está de vuelta". Y todo indica que Dios se queda por un tiempo. Ahora a mí acá me surge una inquietud, un temor casi. Y la inquietud es que creo que no estamos preparados, no estamos educados, no estamos listos para vivir en un mundo religioso. ¿Cuántos de nosotros sabemos, por ejemplo, dónde vive la mayoría de los musulmanes del planeta? No es el Medio Oriente. ¿Cuántos de nosotros hemos leído el Corán? ¿Cuántos hemos estudiado los evangelios? Pero estudiado en serio, con cierto ojo crítico, no como se estudia en catequesis. La realidad es que la religión es uno de los pocos ámbitos del saber en el que parecería estar permitido ser ignorante. Digamos, si uno terminó la primaria, la secundaria, la universidad y nunca te tocó leer en todo ese proceso educativo un par de páginas de Shakespeare o de Galeano, o de Onetti o de Borges, alguien tal vez te diga "la verdad creo que falló algo en tu proceso educativo". Pero no leíste el Corán y no pasa nada. Es como raro. Nadie basa su vida en El Aleph de Borges, creo que nadie. Pero miles de millones de personas sí basan su vida en el Corán; miles de millones de personas sí creen que los evangelios hablan del Dios hecho hombre que muere por nuestros pecados. Yo doy clase en dos universidades en Buenos Aires, y esas dos universidades requieren de sus alumnos una materia obligatoria de Introducción a la Filosofía, y a mí me encanta la filosofía, pero no requieren de una materia de Introducción a las religiones del mundo. Y si salís a caminar por la calle, seguramente no te vas a cruzar con un hegeliano, un nietzscheano, un kantiano pero sí te vas a cruzar con un judío, un musulmán o un budista. Sí te vas a cruzar con alguien, un vecino, que seguramente es religioso. Entonces mi temor es que no estamos preparados, y al no estar preparados hay consecuencias. Hay conflictos que perduran. Hay gente que muere. Reforzamos fundamentalismos, y fundamentalmente limitamos nuestra humanidad. Entonces, conflictos que perduran. Hace un par de años, una mujer de fama de negociadora muy dura, que fue canciller de Clinton, Madeleine Albright publicó un libro que causó cierto revuelo en ambientes diplomáticos y políticos, "El poderoso y el todopoderoso". Y allí ella argumenta que un canciller, de la misma manera que tiene asesores para temas geográficos, políticos o económicos, tiene que tener también asesores en temas religiosos. Y, la estrategia de separar, de sacar la religión de los conflictos internacionales no funcionó, y que hay que probar otra cosa. Ella incluso dice que en el caso de las negociaciones de Medio Oriente, que le tocó a ella, fracasaron no porque Clinton se reía de Arafat y del primer ministro de Israel, sino porque se dieron cuenta de que esos líderes políticos no tenían la legitimidad religiosa para poder negociar los lugares sagrados. Entonces lo que tendrían que haber hecho era incorporar a los líderes religiosos al principio de la negociación, para preparar el terreno religioso para una solución política; y después poder vender la solución política a las comunidades religiosas. Ahora, ¿qué quiere decir preparar el terreno religioso? Implica un trabajo que es fundamentalmente teológico, que es resaltar la tremenda riqueza de la historia compartida del judaísmo y el islam. Que comparten no solamente una historia de convivencia pacífica y fructífera, sino prácticamente una misma revelación, profetas conjuntos, un territorio en conjunto. Adoran fundamentalmente al mismo Dios. Nosotros hablamos hoy de una una civilización judeocristiana, como si fuera obvio, pero esa idea es muy reciente. La idea de una civilización judeocristiana como algo positivo, surge después del Holocausto, es una respuesta al horror del Holocausto. Si uno mira la interacción, la historia del judaísmo y del cristianismo no es de civilización compartida. Es de masacre, de expulsión, de persecución. Juan Pablo II fue el primer papa en 1986 en visitar una sinagoga. O sea ¿de qué historia conjunta estamos hablando? Si se pudo hacer el trabajo teológico e intelectual para el judaísmo y el cristianismo, se puede hacer para el judaísmo y el islam. Gente muere, dije. Algunos de Uds. dirán que la religión complica las cosas, es una complicación. Pero ¿qué pasa si al no poder hablar un idioma religioso, no podés comunicarte con el otro? Les monto una escena: el año es 1993; el lugar es Waco, Texas, en el complejo davideano del religioso davideano, liderado por David Koresh, profeta. Por un lado, están los davideanos con Koresh y por el otro lado, el FBI. ¿Qué pasa? Ante la acusación de que tenían armas, irrumpe el FBI. Tiroteo, 4 agentes muertos, 6 davideanos. Se sitúa el lugar por semanas. Se negocia; fracasan las negociaciones. Irrumpen de nuevo. Se incendia el lugar. 70 muertos, incluyendo 20 chicos. Ahora, la pregunta que me interesa a mí, que nos interesa a nosotros, espero, es: ¿por qué el conflicto tomó la forma que tomó? En primera lugar, llamar a los davideanos una secta jugó un papel. Generalmente pensamos en una secta como un grupo liderado por alguien que no cree en las ideas que pregona, que los usa para controlar a sus seguidores. Pero la realidad es que los davideanos son parte de una religión con raíces muy profundas en EE.UU. La Iglesia Adventista del Séptimo Día, tal vez la escucharon hablar, entre cuyas certezas se encuentra la idea de persecución de parte del gobierno. Por el otro lado, hablaban idiomas distintos. Para el FBI la situación era una de rehenes y rescate. A los davideanos eso les parecía muy raro, ya que se quedaban adentro del complejo porque querían. Nadie los obligaba. O sea que cuando a los davideanos les decían "ríndanse", cuando el FBI decía "ríndanse", los davideanos decían "¿para qué?" Para colmo, Koresh y los davideanos entendían la situación de otra manera. Él lo entendía a través del libro de la Apocalipsis en la Biblia, donde se habla de la apertura del quinto sello; donde se explica que existe la muerte de unos pocos creyentes, que había ya ocurrido; la espera de un poco de tiempo; y la masacre de los demás. Para colmo, el FBI decía: "no le vamos a permitir que negocie diciendo delirios bíblicos", lo cual a Koresh lo dejaba sin palabras. En cambio, un profesor de religión en un programa de radio, intentó destrabar el conflicto, interpretando el texto de Koresh de una manera distinta. Los davideanos piden una grabación; lo escuchan. Koresh anuncia que necesita unos días para escribir su interpretación del texto, y después se entregaba. El FBI no espera, con las consecuencias que conocemos. ¿Qué pasó? El FBI ni siquiera era capaz de reconocer que Koresh sí estaba negociando. Pero no pedía nada que ellos comprendieran. No pedía un helicóptero para fugarse, o plata para llegar a México. Quería interpretar el texto. Fueron incapaces de entenderlo o de escucharlo. Y por eso, desarrollaron a la perfección el libreto para el Apocalipsis que los davideanos esperaban. Reforzamos fundamentalismos. Tal vez se acuerdan, en el año 2005 un diario danés publicó unas caricaturas de Mahoma, que causó cierto revuelo. Protestas en el mundo árabe, partes del mundo musulmán, incluso algunas muertes. Eran 12, les muestro dos. Acá hay una de las caricaturas, claramente diseñada para provocar. Mahoma con su turbante en forma de bomba Otra de las caricaturas: simplemente Mahoma como un pastor. Ahora ¿cuáles fueron las reacciones afuera del mundo musulmán, por así decirlo, desde Occidente? Por un lado, algunos decían: "qué salvajes estos musulmanes, no entienden la separación Iglesia-Estado, no entienden la libertad de expresión, son subdesarrollados". Por el otro lado, una posición más progresista, más políticamente correcta decía: "No, en el islam está prohibido, están prohibidas las imágenes de Mahoma; respetemos esa prohibición, respetemos la cultura del otro". Ahora, yo les digo que esa segunda postura es peor que la primera. La segunda postura es peor que la primera. ¿Por qué? Porque en la segunda postura estás reforzando un fundamentalismo. No es cierto que en el islam están prohibidas las imágenes. No es cierto. Esa prohibición no existe en el Corán, ni en la cultura islámica sufí, shía, del sudeste asiático que es donde vive la mayoría de los musulmanes del planeta. En el arte está llena de imágenes de Mahoma: Mahoma. Mahoma, arriba a la derecha. Mahoma. Entonces, cuando uno dice respetemos esa cultura, en el fondo estás tomando una posición en un debate teológico que existe dentro del islam. Y estás tomando la posición equivocada, la de los fundamentalistas, asumiendo que ellos representan el islam, en vez de tomar la posición de la postura más abierta, más pluralista. Finalmente, limitamos nuestra humanidad. Como les dije, no soy creyente, soy agnóstico. Por si no saben, el creyente cree, el ateo rechaza, el agnóstico, hablo por mí, es el pusilánime que no se decide. Que tal vez es más creyente cuando el avión sacude y se mueve, pero en general, con los pies sobre la tierra, apuesto por ser pusilánime. Ahora, hay algo en común que tienen el creyente y el ateo: es que viven, de alguna manera, en mundos cerrados. Mientras que el agnóstico está abierto, busca relacionarse, busca salir, de alguna manera de su burbuja. Entonces, quiero cerrar con una propuesta sobre cuál debería ser, o cuál podría ser nuestra relación con las religiones en el siglo XXI. Una opción es tolerancia, que a mí no me gusta. Tolerancia me parece arrogante y condescendiente, "estás equivocado, sos un delirante, pero te tolero". Otra alterativa es respeto. Respeto es mejor, pero tampoco me gusta. Porque respeto implica un dejo de distancia. "Esas son tus creencias, las respeto", pero me doy un paso atrás. Las respeto. La postura que a mí me gusta es lo que se podría llamar "humildad espiritual", una apertura a las religiones del mundo, un deseo de aprender de ellas, de incluso tal vez experimentar con ellas en nuestras vidas. Generalmente pensamos en las religiones como países, con soldados que protegen las fronteras de manera celosa para que nadie pueda salir o nadie pueda entrar. Vos te sentís un traidor si cambiás de creencia religiosa, si incorporás algo a tu vida de otra fe. Gandhi decía que él como indio, claramente tenía una relación privilegiada, especial, con el hinduismo, pero, como ser humano, todas las religiones le pertenecían, porque son parte de la herencia colectiva de la humanidad; y que él tenía el mismo derecho de usarlas y aprender de ellas que cualquier adherente que por casualidad del destino nació en ellas. Ahora, esa postura de Gandhi, que tal vez parece utópica, hoy en el siglo XXI, cada vez lo es menos. Antes vivíamos en comunidades homogéneas; ahora cada vez más personas viven en ciudades enormes, y las ciudades son lugares donde uno inevitablemente se codea con personas que piensan cosas muy distintas. Lo urbano, Internet, emigración, inmigración, televisión, radio. Todo eso lleva un fenómeno que los sociológicos de conocimiento llaman "contaminación cognitiva". Contaminación cognitiva. La idea, simple, que cuando uno charla con otro, dialoga con otro en el cara a cara, es más difícil pensar que esa persona es un pecador, un perverso o que inevitablemente se va al infierno por lo que cree. Contaminación cognitiva. Y por eso, cada vez más, la religión no es algo que solamente se hereda, sino que se construye, pasa a ser una decisión del individuo. O sea que uno es budista, judío o musulmán no porque naciste ahí, sino porque elegís serlo. Y por eso también, cada vez más personas toman la comunión pero hacen meditación zen; o comen kosher pero hacen yoga, una práctica antigua del hinduismo; o van a la confesión pero leen a los poetas sufí del misticismo islámico. Podemos empezar a aspirar no solamente a países multireligiosos, sino también a personas, a individuos multireligiosos. Personas que en sus vidas tiran abajo, derriban las paredes que hacen posible los fundamentalismos. Personas que en sus vidas, en sus cuerpos, encarnan una nueva religiosidad. Generalmente pensamos que la historia de las religiones está acabada, que no hay una profecía o un anuncio nuevo que se acerca. Pero tal vez en eso, tal vez en esa realidad, empieza a construirse la base, los cimientos de una nueva revelación. Empecé esta charla diciéndoles que el futuro de la humanidad depende del futuro de la religión. Cierro con un agregado: sí, el futuro de la humanidad depende del futuro de la religión, pero el futuro de la religión, eso depende de lo que hagamos nosotros. Muchas gracias. (Aplausos)