Bien, mi charla es sobre depresión y ansiedad. A veces, algunos caemos en el agujero negro de la duda, la ansiedad, la inferioridad, sintiendo que no somos lo bastante buenos, machacándonos. ¿Cuántos de Uds. se sienten así a veces? Levanten la mano si alguna vez han luchado contra la depresión, la ansiedad o la duda Es una de las peores formas de sufrimiento humano. He tenido pacientes que me han contado que rezaban a Dios por las noches para que desarrollasen un cáncer y así poder morir con dignidad, sin tener que suicidarse. ¿Cuántos de Uds. han sentido, quizá, que no merecía la pena vivir su vida o tienen a un amigo, un ser querido o un colega que ha intentado suicidarse? Levanten la mano si lo han experimentado alguna vez. Es una de las cosas más horribles. Empecé en la Facultad de Medicina de Pennsylvania. Terminé la residencia y elaboré un estudio sobre la depresión y siempre me pregunté: "¿Qué hace que nos deprimamos? ¿Por qué caemos en estos agujeros negros? ¿Cuál es la causa? ¿Qué podemos hacer para cambiar estos estados de ánimo?" Empecé como muchos jóvenes psiquiatras, con lo que se conoce como psiquiatra biológico. Investigaba la química del cerebro, la idea de que la depresión y la ansiedad se deben a algún tipo de desequilibrio químico en el cerebro. Trataba a pacientes con antidepresivos y otros medicamentos, pero en mi opinión había sólo dos problemas. El primero era nuestra propia investigación, que no parecía confirmar que la depresión o la ansiedad estuvieran causadas por un desequilibrio químico en el cerebro De hecho, nuestro estudio indicaba que probablemente ésa no era la causa de la depresión y la ansiedad. Además, administraba antidepresivos a montones a mis pacientes. Tenía centenares de pacientes y aunque a algunos les ayudaba, a la mayoría no. Semana tras semana, decían: "Quiero morir. Me siento inútil". Y yo me decía: "Por Dios, tiene que haber una manera mejor". Si las pastillas hubieran funcionado, me habría sentido muy feliz. Y pensé: "Quizá haya algún tipo de psicoterapia que podría combinar con la medicación", porque quería que la gente pudiera despertar y decir "Es genial estar vivo", y sentir alegría y estar llenos de amor: "Me siento lleno de vida", pero raramente veía eso. Probé con varios tipos de psicoterapia y ninguna pareció funcionar. Entonces un colega me dijo: "¿Sabes? Hay algo nuevo que un colega de Penn está desarrollando -Aaron Beck-, lo llama `terapia cognitiva´ y en teoría es bastante simple, quizá la puedas probar con algunos de tus pacientes." Una cognición es un pensamiento, es solo una palabra elegante para pensamiento, y hay tres ideas básicas tras la terapia cognitiva. La primera es que nuestros pensamientos determinan nuestro estado de ánimo, y cuando están deprimidos o ansiosos, se mandan a sí mismos mensajes negativos, se culpan, se dicen a sí mismos que va a ocurrir algo terrible. Esta idea no es nueva, se remonta al filósofo griego Epicteto. Hace unos 2000 años, él afirmó: "A la gente no le afectan las cosas", es decir, no los sucesos de la vida, sino lo que piensan sobre lo que les sucede, eso crea todas nuestras emociones, tanto positivas como negativas, en todo momento y todos los días a través de las interpretaciones de lo que nos sucede. Y es incluso anterior a Epicteto, se remonta hasta Buda, que afirmaba lo mismo hace unos 2500 años. La segunda idea es que cuando se sienten deprimidos o ansiosos, esos pensamientos negativos "No valgo nada", "Soy un perdedor", "¿Qué me ocurre?" "No debería haberlo estropeado", "Debería ser mejor de lo que soy" esos pensamientos no son realistas, están distorsionados, la depresión y la ansiedad son los contras más antiguos del mundo, y existen diez distorsiones siempre presentes en los pensamientos negativos de personas que sufren ansiedad o depresión. Como pensamientos de todo o nada: "Si hoy no tengo éxito, seré un completo fracasado". La escala de grises no existe. O la sobregeneralización: considerar un suceso negativo como un patrón eterno de derrota. O los "debería" o afirmaciones culpables. Y la tercera idea era que se podía entrenar a la gente para cambiar su manera de pensar y entonces cambiar de pronto cómo se sienten. Escuché esa teoría y dije: "No es más que un montón de tonterías". (Risas) Sé que mis pacientes tienen pensamientos negativos. El caso es que es así. Pero no se puede solucionar una depresión suicida grave con el poder del pensamiento positivo. Lo comenté con un colega. Y me contestó: "Davis, ¿por qué no vas al seminario semanal de Beck y como parte del estudio, lo pruebas con tus pacientes más graves y entonces podrás asegurarte de que realmente no funciona?" Y pensé: "Es una gran idea, creo que lo probaré". La primera paciente con quien lo intenté fue una mujer derivada de la unidad de cuidados intensivos del hospital universitario. Había llevado a cabo un intento de suicidio casi exitoso, era una inmigrante letona mayor, y me la derivaron para hacerle un seguimiento. Le dije: "Martha, hay un nuevo tipo de terapia. Estoy haciendo unas pruebas. ¿Le parece bien que presente su caso en un seminario semanal, y le cuente lo que dicen, y quizá encontrar alguna técnica nueva?" Le pareció bien y me dio permiso. Así que expuse al caso al Dr. Beck y le pregunté: "¿Cómo usaría la terapia cognitiva con un paciente suicida?" Y él contestó: "Bueno, los pensamientos crean todas nuestras emociones, así que pregúntele "¿Qué se decía a Ud. misma cuando intentó suicidarse?" Volví con la paciente y me preguntó: "¿Qué ha descubierto en el seminario?" Y dije: "Bueno, se supone que debo preguntarle qué se decía a Ud. misma cuando intentó suicidarse. ¿Cuáles eran sus pensamientos negativos?" Y respondió: "Oh, me decía que no valgo nada como persona porque nunca he logrado nada con sentido o significante en mi vida". Y añadió: "¿Y ahora qué se supone que puedo hacer?" Y respondí: "No estoy seguro. Deberá Ud. esperar una semana. (Risas) Volveré al seminario". Así que volví y dije: "Ésto es lo que he descubierto. ¿Y ahora qué hago?" El Dr. Beck dijo: "Una técnica que usamos se llama `examinar las pruebas´. Ver si lo que se dice de uno mismo es cierto o no. Pídale que haga una lista de varias cosas que haya logrado". Pensé: "Tiene sentido". Volví y ella me preguntó: "¿Qué ha averiguado en el seminario?" Le respondí: "Se supone que debe hacer una lista de sus logros". Contestó: "Ése es el problema. No se me ocurre nada". No lo sé, quizá algunos de Uds. se hayan sentido así a veces, recuerdan su vida y piensan, "¿Qué he hecho que tuviese realmente sentido, que fuese de verdad significativo? ¿En qué se resume mi vida?" Así que contesté: "Bueno, ¿por qué no lo considera como su tarea? Quizá se le ocurra algo". La semana siguiente no recordé haberle mandado esa tarea. Charlamos como habitualmente con un "¿Cómo se encuentra?" y "¿Aún necesita otra dosis de antidepresivo?" y cosas así, y a mitad de la sesión, dijo, "¿No me va a preguntar por la tarea?" Y dije: "Ah, lo había olvidado. ¿Se le ocurrió algo?" Y me entregó una lista de unas siete u ocho cosas que había logrado en su vida, y la primera, me dijo: "Había olvidado que saqué a mis hijos de la Alemania nazi" Mi marido murió en un campo de concentración. Todos nuestros parientes murieron en campos de concentración, pero conseguí sacar a los niños, y llegamos a Estados Unidos. Y he trabajado fregando suelos y limpiando casas ajenas, para tener comida en la mesa y un techo sobre la cabeza. Y esta semana, mi hijo se ha graduado el primero de clase en la Facultad de Negocios de Harvard. Así que pensé "Bueno, quizá eso cuenta como un logro". (Risas) Y añadió: "Y olvidé que hablo cinco idiomas con fluidez y que soy una chef gourmet." Tenía todas esas cosas increíbles. Le pregunté: "Martha, ¿cómo encaja esto con la afirmación de que Ud. es una persona inútil que no ha logrado nunca nada?" Y respondió: "Dr. Burns, no encaja. No tiene ningún sentido. No sé cómo pude pensar algo así". Le pregunté: "¿Cómo se siente ahora?" Respondió: "Mucho mejor". Comentó: "¿Tiene más técnicas?" Respondí: "No, esta es la única que sé". Tendrá que esperar otra semana y aprenderé otra técnica". Y así empezó todo, empecé a visitar a pacientes con los que estaba atascado, algunos pacientes que afirmaban estar deprimidos y en los que la terapia había fracasado durante 50 años, algunos que afirmaban no haber tenido ni un momento feliz en la vida de pronto sentían alegría y autoestima. Y pensé: "Esto es a lo que quiero dedicar mi vida". Acababa de recibir una beca del gobierno de cinco años de duración para desarrollar un estudio de la química cerebral en la escuela de medicina. Y devolví el dinero. Dije: "No quiero pasarme la vida investigando una teoría que no va a dar frutos. Esto es lo que quiero hacer". Entonces empezaron los estudios. Primero un estudio piloto en Penn demostró que esta nueva terapia era tan efectiva sino más que los mejores fármacos antidepresivos. Han seguido desarrollándose estudios y se ha convertido en la forma de psicoterapia más investigada. Estábamos muy emocionados y el Dr. Beck me propuso: "David, ¿te gustaría ser coautor del manual que escribimos para terapeutas para que puedan aprender cómo aplicar esta nueva forma de terapia?" Y respondí: "Oh, ya tiene gente suficiente como Brian Shaw, Gary Emery y otros, que pueden ser coautores del manual. Creo que mi misión es escribir el manual para los pacientes y el público general para enseñar a la gente, darles herramientas para que empiecen a usarlas en sus propias vidas, y quizá los pacientes podrían leer el libro entre sesiones para acelerar su recuperación." Así que escribí el libro "Sentirse bien". Aparecieron otros estudios: un colega de la Universidad de Alabama empezó a investigar cuál es la manera más rápida y económica de tratar a gente con depresión. Investigó cosas de las que yo no era consciente. Se reunió con gente que acudía a la Universidad de Alabama solicitando tratamiento para su depresión severa y dijo: "Deben permanecer cuatro semanas en lista de espera antes de poder ver al psiquiatra, pero mientras tanto, lean este libro, `Feeling Good´". Y los analizó todas las semanas para comprobar si había algún cambio en su estado de ánimo. Y descubrió que el 69% de los pacientes se recuperaban en cuatro semanas y no necesitaban terapia adicional. Lo ha repetido, y ha hecho como mínimo ocho estudios más con pacientes mayores, adolescentes, y gente de todas las edades y ha llegado a la misma conclusión. Yo sabía que esto era cierto porque había recibido como poco 50.000 correos y cartas de admiradores que decían: "He leído su libro y me ha cambiado la vida". Actualmente, en mi grupo de Stanford, mi grupo de desarrollo psicoterapéutico está mejorando todavía más, y estamos desarrollando técnicas más novedosas y eficaces. Creo que hay diferencias entre un técnico y un sanador, y una de ellas es, ¿Pueden usar sus herramientas en su propia vida? ¿Practican lo que predican? Creo en la idea de "Médico, cúrate a ti mismo". De hecho, he vivido mis propios momentos de ansiedad, como cuando me invitaron a hablar aquí; y también desesperación. Fui puesto a prueba al nacer mi hijo. Estuve en su nacimiento, y tras nacer, el médico dijo: "Tiene un hijo sano y maravilloso, el único problema es que no respira". Y al mirarlo, vi que estaba azul intenso. Sus labios y uñas estaban azules y luchaba por respirar. Y dijo: "Vamos a llevarlo a la unidad de cuidados intensivos". Y pensé: "Oh, Dios mío. Es terrible". Creo que nació a eso de las diez de la noche, y volví a casa, y me sentía angustiado, deprimido y aterrorizado. Me dije a mí mismo: "Bien, recuerda que no son los hechos, sino tus pensamientos los que te causan malestar". Y dije: "Oh, no, no puede ser verdad. Esto es real". Me dije: "Esto es lo que dicen mis pacientes. ¿Por qué no escribes tus pensamientos y ves si están distorsionados?" Así que pensé: "De acuerdo, lo haré". El primer pensamiento es: "Mi hijo necesita oxígeno en el cerebro, va a sufrir daño cerebral". El segundo pensamiento era: "Lo estaremos llevando al hospital durante el resto de su vida". Entonces hice algo llamado la flecha descendiente: De ser eso cierto, ¿qué supondría para mí? Y el tercer pensamiento: "La gente me mirará con desprecio por tener un hijo retrasado mental". Entonces me dije: "¿Hay alguna distorsión aquí?" Y respondí: "Bueno, cierto, es adivinar el futuro. No sé si va a tener daño cerebral. El médico nunca lo mencionó, tan solo dijo que lo llevaban a cuidados intensivos". Y luego, "¿La gente me iba a despreciar por tener un hijo con daño cerebral?" Me dije: "Es ridículo. Lo que la gente sienta dependerá de cómo los trate yo. Y si los amo y los trato con cariño y compasión, ellos me corresponderán". Y de pronto toda mi angustia desapareció. Entonces me dije: "Fíjate, mira lo egoísta que estás siendo. Tu hijo te necesita, está sufriendo en el hospital" Y decidí: "Voy a ir a verle". Estaba en la facultad, y me dije: "Puedo entrar en cuidados intensivos". Me presenté allí a las tres de la mañana y pregunté: "¿Puedo ver a mi hijo?" Y respondieron: "Sí, por supuesto, doctor". Se encontraba en la incubadora, y hacía así [respiración ronca] y todo su cuerpo temblaba para conseguir una bocanada, todavía estaba azulado y era muy triste, y pregunté: "¿Puedo tocarle?" Contestaron: "Debe ponerse este guante y meter la mano a través de este agujero en la incubadora". Así que metí la mano, la puse sobre su frente, y dije: "Erik, quiero que sepas que te amamos. Mamá y papá te quieren y estaremos a tu lado en cada paso del camino". Y me sentí mejor, regresé a casa y me sentí en paz cuando sonó el teléfono. Era la enfermera de cuidados intensivos y me dijo: "Sabe, Dr. Burns, que ha ocurrido algo muy extraño. Cuando salió de la unidad de cuidados intensivos Erik se tranquilizó y empezó a respirar, y el doctor le ha dado el alta. Ahora está recibiendo mimos de su mamá por primera vez". Y eso fue todo. Erik me propuso contar esta historia que nunca antes había compartido en público. Le respondí: "La contaré si vienes a Reno conmigo para poder presentarte al grupo". (Aplausos) (Erik). Vaya. Si ahora tuviese los ojos secos, no sería tu hijo. Sólo quería, por si acaso no han comprendido el mensaje, creo que no necesitan estar tristes nunca más. ¿Verdad? Todos podemos ser felices. Solo quería decirte, papá, que invitarme a subir aquí es todo un honor. Estoy muy orgulloso de ti. Tremendamente orgulloso. La charla ha estado fenomenal, como todo el trabajo de tu vida. Solo quería decir que estoy muy agradecido de que hayas tenido fe en ti mismo para tener fe en mí, para darme la vida. Muchas gracias. (Aplausos)