Para mí sería un honor,
durante los minutos
que me han concedido,
ser su madre,
su abuela,
su bisabuela.
(Risas)
He vivido cuatro generaciones.
Es una alegría para mí
estar hoy aquí con Uds.
Y con su permiso,
voy a llevarlos de paseo.
Quiero compartir con Uds.
algo que mi madre me dijo
que verdaderamente cambió
mi vida: el pasado y el presente.
Año 1944.
Mi padre, mi hermana Magda y yo
y mi madre,
íbamos de camino a Auschwitz.
Mi madre me abrazó y me dijo:
"No sabemos a dónde vamos.
No sabemos qué va a pasar.
Solo recuerda:
nadie puede quitarte
lo que guardas en tu mente".
Y esto es exactamente lo que pasó.
Llegamos a Auschwitz.
Vi el letrero. No sabía dónde estaba.
Nos separaron de mi padre,
y yo estaba frente al doctor Mengele,
"el Ángel de la Muerte".
Le indicó a mi madre
que se pusiese a la izquierda,
y a mi hermana y a mí, a la derecha.
Yo seguí a mi madre
y él me tomó, me miró a los ojos,
--nunca olvidaré esa mirada--
y me dijo: "Vas a ver
a tu madre muy pronto,
solo va a darse una ducha",
y rápidamente me empujó al otro lado,
que era el lado de los que
quedarían vivos.
Durante muchos años sufrí
el síndrome del superviviente,
y sentí vergüenza y culpa.
Me preguntaba: "¿Por qué yo?".
Había gente mucho más guapa que yo.
Yo tenía dos hermanas guapísimas,
y tras dos hermanas preciosas,
mis padres querían un niño.
¡Y adivinen lo que pasó!
Me tuvieron a mí,
y fui la pequeñita de la familia.
Una vez mis hermanas me llevaron de paseo
y me vendaron los ojos porque era bizca.
Actualmente doy charlas en colegios.
Me dedico a ayudar
a esos niños tan preciosos
a que no permitan
que nadie defina quiénes son.
Todos son preciosos
porque Dios no hace basura.
Retomando la historia, yo estaba ahí,
en ese lugar llamado Birkenau,
y pregunté a una de las prisioneras:
"¿Cuándo veré a mi madre?".
Ella señaló una chimenea
y me dijo fríamente:
"Se está quemando ahí dentro".
Así que tampoco hubo ayuda externa,
pero aún me quedaba
mi mente y mi hermana Magda.
Ella era la guapa
de la familia, la chica sexi.
Y cuando nos pelaron por completo,
se me acercó con el pelo en las manos
y me preguntó: "¿Cómo me veo?".
Es una pregunta típica
de las mujeres húngaras,
pues somos muy vanidosas,
y entonces descubrí que Auschwitz
nos permitía descubrir rasgos
en los que nunca había reparado.
Y en vez de decirle a Magda
comó lucía en realidad,
descubrí algo, algo que aún conservaba,
y le dije: "Magda, tienes
unos ojos muy bellos.
Y, ¿sabes qué?
Nunca me había fijado
cuando el pelo te los tapaba".
Así que espero que hoy
se vean reflejados en esto.
Presten atención a las palabras
que ponen en su mente
para que puedan empoderar a alguien
y vean de qué manera
puedo ser su guía esta noche.
El doctor Mengele
apareció en nuestra barraca
en busca de prisioneros
con alguna habilidad
y mis amigos me propusieron a mí
porque era estudiante de ballet.
Era una buena gimnasta.
Bailé para el presidente
de Hungría, el almirante Horthy,
y me encontré frente
al doctor Mengele, bailando.
Y de nuevo, mi mente estuvo
conmigo, y fui capaz de abstraerme
e imaginar que la música
era de Tchaikovsky
y que yo bailaba "Romeo y Julieta"
en la Ópera de Budapest.
Me dio un trozo de pan
que compartí con las otras chicas.
La vida en Auschwitz era muy difícil
porque nunca sabíamos qué iba a pasar.
Cuando nos duchábamos,
no sabíamos si iba a salir agua, o gas.
Y luego, lo que teníamos que hacer
era sobrevivir de algún modo.
Recuerdo que nos ponían en fila
cada mañana a las 4 en punto,
y yo empecé a fantasear con mi novio.
Y me decía: "Si sobrevivo hoy,
entonces mañana seré libre".
Mañana, mañana,
siempre mirando al futuro.
Y en vez de preguntarme
"¿por qué yo?", aprendí a decir:
"¿Qué viene ahora?" y
"¿Qué será lo siguiente?".
Tenía una curiosidad tremenda,
realmente era tan poderosa
que fui capaz de sobrevivir día tras día,
pero tuvimos que solidarizarnos
los unos con los otros;
de otra manera nunca
lo habríamos conseguido.
Cooperación fue la palabra clave.
No era competición, ni dominación,
porque todo lo que teníamos
entonces éramos los unos a los otros.
Y todo lo que tenemos
ahora es los unos a los otros.
En diciembre,
me sacaron de Auschwitz.
Me convertí en una trabajadora esclava
y me llevaron a un lugar
llamado Mauthausen
para hacer una marcha de la muerte.
Si te detenías en una marcha de la muerte,
te disparaban inmediatamente.
Y una vez estuve a punto de desplomarme,
y mis amigas, con quienes
había compartido el pan,
vinieron e hicieron
una silla con sus brazos
y me llevaron para que no muriese.
¿No es increíble
que las peores condiciones
puedan sacar lo mejor de nosotros?
Fui liberada el 4 de mayo,
--ya se acerca la fecha-- de 1945,
por la división 71 de infantería.
Fui tan privilegiada
que ahora trabajo con el ejército,
investigando sobre el trastorno
de estrés postraumático.
Me invitaron a Fort Carson,
en la ciudad de Colorado,
y cuando llegué, descubrí que era
la base de la división 71 de infantería.
¿Ven cómo son las vueltas de la vida?
Y ahora, hoy aquí frente a ustedes,
puedo decir que no siento
otra cosa que gratitud.
A veces, parece que no apreciamos
lo que tenemos hasta que lo perdemos.
Cada bocado de comida.
El paseo en esta hermosa playa.
Nunca tiro un trozo de pan.
Si me llevan a cenar, es muy posible
que acabe comiéndome sus sobras.
Es muy doloroso para mí;
mi hija me lo dice siempre...
y mi precioso nieto, Jordan.
Por favor, deja que
la gente vea esa belleza.
¡Vamos, levántate, Jordan! ¡Jordan!
(Aplausos)
¡Esa es la mejor venganza!
¡Esa es la mejor venganza! ¡Los míos!
Ellos lo son todo.
No solo tengo tres hijos,
también cinco nietos
y tres hermosos bisnietos.
Esa es la venganza: mi familia.
Pero no pude sentir alegría
y compasión verdaderas
hasta que no tuve
el valor de volver a Auschwitz,
hasta que no fui capaz
de volver a la guarida del león
y mirar al león a la cara,
hasta que no logré, de alguna
forma, recuperar mi inocencia,
transferir la vergüenza
y la culpa al perpetrador
y al fin perdonarme a mí misma
por haber sobrevivido.
Quizá la venganza da satisfacción,
pero creo que muy pasajera.
Te absorbe mucha energía.
Pero el perdón, créanme,
me ha dado, en lo personal,
la libertad espiritual definitiva.
Y, por eso, estoy aquí hoy frente a Uds.,
y puedo decirles lo dichosa
que me siento el día de hoy
de poder guiar a las personas
de la oscuridad a la luz,
de la prisión a la libertad
y de descubrir que, quizás,
el mayor campo de concentración
está en nuestra propia mente
y la llave está en el bolsillo.
¿Qué es lo que me mantiene
joven al día de hoy?
Que vivo el presente,
porque solo ahora puedo tocarlos.
Les pido que se tomen de la mano.
Todos tenemos necesidad de contacto.
Así que, por favor, tómense de la mano.
Y también creo que, en cierta
manera, estando hoy aquí,
mirándolos a Uds., jóvenes preciosos,
ustedes son el futuro.
Con TED, podemos fortalecernos
unos a otros con nuestras diferencias
y nunca someternos unos a otros,
porque eso sería el principio del fin
de la hermosa democracia
por la que vine a este país.
Así que recuerden: ustedes
pueden marcar la diferencia.
Y recuerden las palabras de mi madre,
que pueden despojarnos de todo,
excepto de aquello
que guardamos en la mente.
Así que espero que sean
muy cuidadosos y selectivos
con las palabras que guardan en la mente
para que sus vidas sean tan bonitas
como ha llegado a ser la mía,
y podamos celebrar, de verdad,
este hermoso regalo que Dios
nos ha dado, que es la vida.
Gracias.
(Aplausos)