El primer funeral al que fui fue en 1979.
Tenía 25 años.
Era el director de actividades
en un geriátrico de Boston.
Allí había un hombre
llamado Arthur Brown.
Un día enfermó
y le llevaron al hospital.
Murió poco después,
todo en muy poco tiempo.
Pero hasta sus 96 había vivido
una vida larga y feliz.
Pregunté si alguien más
quería ir al funeral
y un hombre respondió
que él también quería ir.
Se llamaba Arthur Wallace.
Así que fuimos juntos hacia el servicio.
Cogí un coche prestado.
Tardamos un poco más
de lo que pensaba:
me perdí un poco
y durante todo el camino,
Arthur comentaba de pasada
la largura de las faldas,
las vallas publicitarias,
las malas indicaciones
y, mientras tanto,
jugueteaba con su audífono,
que se le caía de la oreja al asiento,
y él le clavaba un boli
como especie de ritual de reparación
y volvía a ponérselo.
Volvía a caerse.
Y todo el tiempo tenía un cigarro
sin encender,
pero mojado por ambos lados.
(Risas)
Este es el hombre con quien
compartí el reducido espacio
hasta que logramos
encontrar el cementerio.
Finalmente llegamos, paro el coche.
Había un par de personas
de pie junto a una tumba.
Aparco y ayudo a Arthur a salir.
Había muchas hojas en el suelo:
era noviembre.
Cruzamos hasta llegar junto
a las personas que estaban de pie.
Había un par de señoras mayores,
que eran parientes lejanas del difunto,
y también había un sacerdote.
Al acabar con las presentaciones,
el sacerdote ofició un servicio
bastante corto.
Al acabar, nos preguntó si
queríamos decir algunas palabras.
Y mi acompañante,
Arthur Wallace, quería.
Así que se adelantó un par de pasos
y dijo algo más o menos así:
"Arthur Brown fue un buen hombre,
pero es curioso que
no le gustaban los plátanos.
Cada vez que había
un plátano en su bandeja,
me la daba a mí.
Me gustan los plátanos.
Me gustan bastante los plátanos.
Es mi segunda fruta preferida.
Mi primera es la pera grande y madura".
Y entonces volvió a su sitio.
Ese fue el primer funeral al que fui.
(Risas)
Y ahora debería contarles
cómo es que acabé trabajando
en la residencia de ancianos.
El año anterior estaba de viaje
atravesando el país
e hice un parada en Palm Springs,
donde mi abuela estaba
pasando el invierno.
Conocí a una pareja de sus amigos
de toda la vida: los Feitlers.
Herb Feitler y yo pasamos
gran parte del día
haciéndonos amigos.
Fuimos en su coche
a mercados de segunda mano
en comunidades desérticas de la zona.
Me lo pasé realmente bien.
Cuando volví a Boston,
pensando sobre esto,
entendí que lo que
lo había hecho tan único
es que nunca había hecho un amigo
considerablemente mayor que yo
y que no fuese un familiar.
Y me gustó, pensé que iba
a querer volver a hacerlo.
Recién graduado en Bellas Artes
con mención en Pintura,
pensé que podría hacer algo mejor
que servir helados o entregar flores.
Así que me enteré de un puesto
como director de actividades
en un geriátrico,
que ocupaba un compañero de la escuela
y que iba a dejar el puesto.
Así que fui y eché mi solicitud,
y me tomaron.
Por unos 50 cts. menos la hora
porque no tenía experiencia previa,
pero empecé en ese mismo momento.
Estaba en un barrio
residencial y arbolado,
en Jamaica Plain, Boston,
en una casa dúplex vieja y reformada,
de ahí su nombre:
Residencia de Mayores Dúplex.
En cuanto me adentré en el lugar,
sencillamente quedé cautivado.
Estaba lleno de fascinantes
conversaciones que tuve que apuntar.
Estas son algunas:
"Sigo fumando,
pero lo que realmente quiero
es conducir un coche manual".
"Si un cuervo viese mi foto,
se iría volando".
"Marte probablemente sea
un Estado en el futuro".
(Risas)
"Voy a coger una mosca
y me la voy a quedar en la habitación".
(Risas)
"Lo más importante
del comportamiento humano
es no aterrorizar a los demás".
"Escuché que llamaban a la puerta
y le colgué".
(Risas)
"Cuando rastrillas el jardín,
lo rastrillas con un rastrillo".
Me encanta esa.
(Risas)
"Sé hablar cinco idiomas
y también sé chismorrear".
(Risas)
"El hombre del tiempo dice
que esta noche hará frío,
así que a medianoche me haré
unas chuletas a la luz de la luna.
No cuesta mucho cocinar
a la luz de la luna".
"Se acabó mi época de cavar,
Davy baby".
"Me fumaré otro cigarro en un rato".
Así que estas citas y conversaciones
que tenía
se convirtieron en la base
de una publicación que empecé
y llamé "El Planeta Dúplex".
No sabía a dónde me estaba llevando,
pero sentía que como artista
tenía que compartirlo
y, de hecho, dejé la pintura de lado.
Sentía que esto era algo
en lo que tenía que adentrarme,
ya que no iba a encontrar otro camino
que lo permitiese.
Así que recopilé el primer número
y una tarde
reuní a todos los residentes
y les entregué una copia a cada uno.
En unos dos minutos se dieron cuenta
de que no estaba dando pasteles,
refrescos o algo por el estilo
y la mayoría se apartó,
rechazando esto.
Sin embargo, por la noche,
mis compañeros y amigos
vieron las copias que habían quedado
y entonces entendí
que esto era para todos,
menos para las personas
que participaban en ello.
Si hubiese sido folclore tradicional,
seria una especie de recuerdo
para los residentes.
Pero esto era algo diferente:
eran los propios personajes
cobrando vida en el papel.
Así que llegué a conocer
a los 45 residentes,
era una residencia solo masculina.
Algunos eran parlanchines; otros no.
Algunos eran nerviosos;
otros tranquilos.
Algunos eran muy elocuentes
en todo tipo de cosas,
y otros no decían cosas
con mucho sentido.
Estos eran los que más me interesaban.
Me sentía afortunado por estar
tan cerca de personas en esta situación
y me di cuenta de que
a veces parecía no tener sentido
cuando decían cosas que tenían
el mismo significado
que cuando nosotros pensamos
que algo tiene sentido.
Si es que esto tiene sentido.
(Risas)
Un hombre de la residencia,
llamado William Gunn Ferguson,
conocido cariñosamente como Fergie.
Y solo necesitaba una frase
como vía de escape
para desconectar de la conversación.
Puede que luego volviese,
o puede que no,
pero desde luego que era
un viaje increíble.
Una vez dijo:
"El mejor sitio para esconderse
es en la copa de un árbol.
Solía decirle a los niños:
'si te quieres esconder de tu madre,
sube a ese árbol y escóndete'.
Y, mira, se escondían tan bien,
que ni yo podía encontrarlos.
Y no hablo de árboles bajitos.
Eran árboles de 15-20 metros.
Y también se caían de esos árboles.
(Risas)
Se caían tan fácilmente
como se fuma de una pipa.
(Risas)
Yo solía tener muchas pipas.
Hasta que los niños las encontraban
y me las escondían.
Y, ¿sabes dónde las escondían?
En los árboles".
(Risas)
Un día en el trabajo
y digo "trabajo", pero realmente
parecía ser mi vida en aquel momento.
Realmente no parecía trabajo.
Aunque dos años después,
creo que ya era mejor amigo
para los residentes
que empleado para los propietarios,
por lo que dejé el trabajo.
De todas formas, un día,
un residente llamado Larry Greene
vino a buscarme,
y con toda la urgencia posible
me dijo: "Dave, nadie ha venido
a recoger la bandeja de mi padre".
Ahora, la parte de la bandeja la entendí,
puesto que cenaban en bandejas,
pero la parte sobre el padre
no tenía sentido,
puesto que su padre había muerto
hacía mucho tiempo.
Pero le seguí fuera del lugar
en el que estábamos
hacia otra parte de la residencia
y me llevó a un cuarto
compartido por dos hombres,
había uno estaba sentado:
Walter McGeorge.
Y ahí estaba sentado con su bandeja
sobre las piernas en una mesita,
y Larry fue a su lado
y dijo: "Hola, papá."
Y Walter sonreía.
Parecía que sonreía por Larry
como si reconociese ese "Hola, papá",
y parecía estar sonriéndome a mí
como diciendo: "No pasa nada.
Vamos a dejarle pensar que soy su padre".
Larry estaba en un estado extraordinario
donde pensaba que cualquiera
que le sonriese
era un buen amigo suyo,
y parece que recordaba su vida
como algo mucho más fácil
de lo que realmente había sido.
Tuvo una vida bastante complicada.
Trabajó en un embarcadero de carbón,
nunca tuvo mucho dinero,
tuvo seis hijos.
Ahora diría que tuvo dos hijos.
Si nombrabas a cualquiera de los seis,
lo reconocería como suyo,
pero a él siempre le salían las cuentas
como si fueran dos.
Parecía más fácil su vida así, no sé.
Pero lo que aprendí de Larry,
de Walter, de Fergie
y de muchas otras personas allí
es que todo es tan real
como cualquiera dice que es.
Sus tiempos de aventuras habían acabado,
y ahora estaban juntando las cosas
y los resultados eran diferentes,
y la forma más directa para
poder conocer a alguien
era simplemente aceptar lo que fuera
que ellos creyesen verdadero
porque para ellos lo era
y es así como podría llegar
a conocerlos.
(Música con sonido tictaqueante)
(Grabación) David Greenberg:
Es curioso cómo pasa el tiempo.
Pero están todos en el mismo barco.
Felices y despreocupados.
Cómo pasa el tiempo.
Deben darse cuenta de que
ya no son niños.
Están continuamente buscando
esa primera nevada
que tuvimos el otro día.
No creo que se la pueda llamar "nevada".
Como a todo el mundo le gusta
ver la típica Navidad.
Sí... pero el tiempo pasa.
[El Tiempo Pasa]
(Sonido de campanas de iglesia)
(Acaba la música)
(Voz en directo) DG: "El Planeta Dúplex"
continuó como la publicación
modesta y con forma de folletín
que había comenzado en 1979,
pero en los 90 fue haciéndose conocido
el trabajo que estaba realizando
a través de varios libros publicados.
El material se adaptó a formato cómic,
y hubo un par de documentales.
Y durante los últimos 15 años o así,
he estado interesado sobre todo
en crear monólogos con música.
He hecho varios CDs y espectáculos
para museos, presentadores artísticos,
universidades y la NPR (radio).
Y todas se han realizado con
diferentes conjuntos musicales,
diferentes estilos.
Pero en todas ellas,
me esfuerzo en que la música
sea un elemento activo en la obra final,
y no música de fondo.
Es comparable a una banda
con una persona hablando: yo.
Por lo que los audios que grabo,
no son recreaciones del tiempo
que he pasado con alguien,
sino que se abstraen de aquello.
A mi parecer, las palabras y la música
se juntan y encajan
cuando sientes lo que se siente
al recordar a aquella persona.
Es un indicador que uso,
y con suerte resuene
en otra persona.
No son instantáneas de documentales
de personas mayores que he conocido.
Intento convertirlo
en algo que pueda resonar
de forma separada.
No estoy usando sus voces,
sus voces verdaderas,
o proyectando sus fotos detrás de mí.
Porque quiero que resuenen
en los oyentes individualmente.
El año pasado estaba en Milwaukee,
acabando una estancia artística
que hice para el Centro de Edad
y Comunidad de la universidad de allí.
Estuve tres meses
conversando, conociendo a personas
mayores con pérdida de memoria,
a distintos niveles,
desde apenas apreciable
hasta profundamente fragmentada.
Sin embargo, lo que todos tenían
en común
es que les agradaba la idea
de hablar conmigo.
Aceptaban hablar conmigo.
Puede que pensaran que
ya me conocían,
pero supongo que no importa.
Lo que me parecía increíble
es que la gente
que tenía menos facilidad
para enlazar una narrativa
aún tenía la base,
la forma de la conversación
que estaban utilizando.
Yo decía algo
y luego ellos decían algo,
y luego yo añadía algo
e íbamos turnándonos así.
Y aún conservaban
este tipo de convención social.
Esto no siempre salía bien.
Si yo decía algo, lo cual solía hacer,
luego ellos podrían decir algo
completamente extraño a lo mío,
y yo seguiría por su camino,
y entonces cambiarían otra vez.
No iba bien, pero me di cuenta
de que no importaba.
(Rasgueo de guitarra)
(Grabación) DG:
Tenía que portarme bien.
Tenía dos hermanas y... a ver
Tenía... a ver... seis hermanos,
un montón de hermanos.
Todo lo que mi madre tenía que hacer
era trabajar.
Mi padre trabajaba todos los días.
Trabajaba en... a ver...
Trabajaba en... a ver...
Trabajaba en un... ¡oh!
¿dónde trabajaba?
Trabajaba todos los días.
Supuso mucho dinero mantener
a sus hijos.
Yo no era realmente feliz.
Lo hice por obligación.
Cuando mi madre venía a por mí,
no me sentía muy bien.
Venía a por mí.
Venía a por mí.
Venía a por mí,
para ver si estaba bien.
[Madre viene a por mí]
(Acaba la música)
(Voz en directo) DG:
Arthur Wallace, el hombre
cuya fruta preferida era la pera grande,
falleció un año después
del hombre al que elogió,
y su fallecimiento no fue tan repentino.
Fue increíble lo que le sucedió.
Él siempre había sido muy preciso
al contar sus recuerdos,
estaba muy interesado
en eventos mundiales y política.
Y lo que sucedió, al final,
es que los hechos
comenzaron a desmembrarse.
(Sonido de retroalimentación)
(Grabación) DG: Recuerdo
una señal en la Calle Brimmer,
que marcaba hacia el Polo Norte.
[Últimas palabras de Arthur Wallace]
No lo entiendo, pero aún
sueño con ello por las noches.
La Calle Brimmer es donde está
la Casa del Estado.
Me apunté para ir con Byrd.
Cometí un error y le pregunté:
"¿Por qué sueño por las noches
que voy al Polo Norte?"
Recuerdo una señal
en la Calle Brimmer,
cerca de la Casa del Estado.
Se llamaba Byrd.
A veces soñaba que iba con Byrd
al Polo Sur,
pero renunció cuando llegamos
a la tumba de Scott,
donde estaba el inglés Scott,
que pereció.
Soñé que Byrd discutía
violentamente con nosotros,
y renunció.
Pero los estadounidenses continuaron
hasta que lo descubrieron.
Ese es mi sueño. Lo sueño.
¿Por qué tengo un lado entumecido?
Debo haberme congelado.
Debo haber ido allí, y por eso
tengo un lado entumecido ahora.
(Termina el sonido)
(Voz en directo) DG:
Hice mis cálculos y descubrí
que había tenido un cuarto de millón
de conversaciones en mi vida,
y había olvidado la mayoría.
Las conversaciones permiten
que dos personas
estén en el mismo punto que el otro.
Y extraemos los datos de ahí,
y quedamos, entonces, con el recuerdo
emocional de alguien.
Soy artista,
y también soy alguien
en la segunda mitad de mi vida,
ya bastante entrado,
y creo que he aprendido como persona
y crecido como artista
del constante encuentro con personas
en sus últimos años de vida.
Las diferencias entre nosotros
son evidentes,
pero lo que más me llena
son las cosas que tenemos en común.
Ahí es donde encuentras las sorpresas,
el misterio y la verdad.
(Comienza la música)
(Grabación) DG: Sentí que
me aproximaba al Alzheimer.
Esperaba que no fuese Alzheimer,
pero me encontré repitiéndome
a mí mismo con frecuencia
simplemente en conversaciones normales.
Y pensé que debería hacer algo
para ayudar a mi memoria.
Mi hija tuvo la idea de este programa.
Uno de mis hijos me llevó
la primera vez
para descubrir de qué trataba
porque él también quería verlo,
lo que implicaba.
Esto no fue hace mucho tiempo,
y pensé que era interesante
y decidí apuntarme
y seguir yendo los martes y jueves.
¿Y sabes qué?
Me ha ayudado.
Desde que vengo aquí,
no he descubierto más deterioro
en mi memoria.
Nada que pueda detectar,
de todas formas.
Estoy satisfecho.
[Satisfecho]
(La música continúa)
(En el escenario) DG: Gracias.
(Aplausos)